INTRODUCCIÓN
Ignacio Trillo
Un halo de misterios me envolvía cada vez que de pequeño pasaba en coche por San Martín del Tesorillo procedente de Jimena de la Frontera y con destino final a la playa de Chullera del malagueño municipio de Manilva.
Primero, como un miembro más de la familia, bajo la conducción al volante del viejo Ford protagonizado por mi tío el veterinario, Domingo Casas Castro, que aprovechaba esos ociosos viajes costeros de fines de semana para ir por el camino vacunando el ganado de las fincas que se hallaban junto al trayecto.
Asimismo, avanzado el recorrido, se adentraba en algunas casas del pueblo del Tesorillo que tenían animales en sus corrales y cuadras, para a continuación seguir la carretera teniendo que atravesar el deteriorado puente de madera que existía sobre el río Guadiaro hasta pisar suelo firme del Secadero, pedanía del municipio malagueño de Casares, y así proseguir zigzagueando por aquella infernal carretera llena de baches, saliendo y entrando de las provincias de Cádiz y Málaga, camino de San Enrique de Guadiaro para más allá al fin poder visualizar el anhelado azul del mar.
Pasado el tiempo, igualmente acontecía esas incursiones ya en el Seat 600 conducido por mi padre, esta vez para ver a su amigo tesorillero de calle Larga, Rogelio Blanco Guerrero, alcalde pedáneo del núcleo de población que nació como colonia agrícola de los Larios; e ir después, a dios gracia, por un puente ya de obra sobre el río Guadiaro recién construido, en dirección a Torreguadiaro, al hotel Patricia, ya inaugurado, para que, en tanto los varones cabezas de familia charlaban de sus cosas municipales en su terraza, con tapeo incluido, los niños debidamente protegidos por salvavidas de corcho, más tarde de plástico, nos bajábamos a la playa Ensenada, situada a sus pies, para bañarnos y de camino quemarnos por los rayos de sol a pesar de la crema «Nivea» que nos untaban.
Pues bien, ese enigma misterioso que corría por mi mente infantil sucedía a la entrada de San Martín del Tesorillo, tras pasar la larga recta de la carretera procedente de Jimena, donde íbamos dejando a mano izquierda unos campos encharcados de agua con plantaciones de arroz. Por cierto, a la vuelta de la playa, ya anocheciendo, teníamos que ir con los cristales de las ventanas del vehículo totalmente subidos para que no nos comieran las nubes de mosquitos que acudían desenfrenados atraídos por los focos encendidos.
Retomando la ida del itinerario, accedíamos al núcleo de población tesorillero, doblando y tomando una cuesta, la de la calle San Pedro, desde donde observaba al fondo una casa con incógnito triángulo de madera de fuerte color verde que precedía a la puerta de entrada. No la tenia ninguna otra construcción de Jimena ni del propio Tesorillo. Pensé que sería una mansión de fantasmas y por eso se hallaba siempre hermética en sus puertas, balcones y ventanas.
Hoy, de no haberlo investigado, especularía, al contemplarla abandonada, que se trataría tal vez, de un local reservado para las reuniones de antaño de las logias masónicas republicanas o gibraltareñas que Franco se afanó, cómo no, en exterminarlas.
También me resultaba curioso observar esa hilera de palmeras que portaban sus vías públicas desde que entraba por la citada cuesta de la calle San Pedro y continuaba doblando a la derecha por la calle Larga.
Este árbol era inexistente en Jimena, donde además no había vegetación en nuestras estrechas y pendientes calles en tanto en los alrededores si teníamos eucaliptos para contener las «greeras», y, más allá en el monte, alcornoques y encinas fundamentalmente que siempre fue históricamente lo nuestro.
Sin embargo, el mismo fenómeno de esta especie arbórea lo había contemplado, con similar porte, en San Pablo de Buceite, junto a la casa y calle de mi pariente, el coronel auditor Cazorla, el que decían que era militar pero que siempre lo veía vestido de civil.
Estas rarezas que me resultaban exóticas, los curioseaba con la mirada de un niño y no hallaba explicación, tampoco preguntaba.
Hoy, todos esos enigmas están más que descifrados y no van a ser ajenos al desarrollo que se contiene en el siguiente relato histórico.
Llegado al tiempo actual, ha sido una constante en mis conversaciones virtuales con la tesorillera, Rosa Estorach, apasionada como nadie con cuanto se refiere a su pequeña patria, San Martín del Tesorillo, hacer todo lo posible para salvar la Casita de Campo, esa casa misteriosa, de la ruina y posible desaparición, bien por dejadez o por abandono.
Imperdonable e inmerecida sería tal pérdida por cuanta riqueza de semblanzas históricas alberga. Ahí se alojó parte de la familia Larios que la construyó. Luego la habitó, Raimundo Burguera, el administrador del banquero, Juan March Ordines, que se hizo a partir de 1930 con las posesiones de las cuantiosas fincas que constituían la Sociedad Industrial y Agrícola del Guadiaro (SIAG)
Por ello, me resultó de lo más gratificante al pasar recientemente camino de la feria de mayo de Jimena, contemplar, al fin, que ese noble inmueble está de obras para su definitiva rehabilitación.
No pude por menos que pararme y llamar a Rosa para quedar a la vuelta, dos días después, de cara a visitarla. Lo llevé a cabo la mañana del domingo, día trece de mayo de este 2018.
En esa cita, amablemente para la ocasión, fui acompañado de un estimado séquito: la propia tesorillera, el presidente de la ELA, Jesús Fernández Rey, y el constructor, Diego Gómez, recibiendo detallada información sobre el proyecto que se pretende.
Esta agradable cita improvisada es lo que me ha obligado a rescatar las muchas historias que acumula el inmueble, sobre todo para su puesta en valor y ser transmitida a las nuevas generaciones que han de sucedernos. No me estoy refiriendo a las fantasías de mi infancia, sino a la realidad a que dio lugar, y durante años proporcionó sentido a la existencia de esta Casita de Campo. Es lo que pretendo narrar en los capítulos que vienen a continuación.
En el primer relato que viene seguidamente y en los próximos que iré editando, se recogen, tomando como símbolo lo que significó la Casita de Campo, la enorme actividad empresarial que desplegó la familia Larios.
Aconteció desde su llegada a Andalucía procedente de la comarca riojana de Tierra de Cameros, con el objetivo de vivir en el sur y mejorar su nivel de vida a base de hacer negocios. Asimismo, los resultados que lograron sus iniciativas económicas, bifurcadas en tres ramas empresariales, la malagueña, la gibraltareña, y, en menor medida, la de Cádiz, íntimamente interrelacionadas en uniones matrimoniales, en negocios y en patrimonios.
Conllevó, a lo largo de los siglos XIX y parte del XX, la transformación de las áreas geográficas que fueron gestionando, desde la jimenata, la campogibraltareña, la capital malagueña y casi todo el litoral oriental andaluz.
Igualmente, iré abordando, a lo largo del recorrido por diversos apartados, los diversos sectores económicos donde esta nobiliaria familia de los Larios fueron invirtiendo, su papel e influencia en la creación de las líneas del ferrocarril, la industria textil o azucarera, el gran salto que propiciaron a la agricultura con la creación de las colonias agrícolas, la introducción del regadío, el comercio, su condición de prestamistas, o la práctica de actividades deportivas de corte británico.
A la par, la traslación de ese enorme poder económico de riqueza que fueron acumulando, no solo por la innovación sino también, en base al contrabando, o como prestamistas usureros, o por practicas caciquiles, contraponiendo un paternalismo filantrópico de contenido caritativo, muy típicos entre la oligarquía de la época, al campo de la política, donde asimismo jugaron un protagonismo muy destacado a lo largo de gran parte del siglo XIX y el primer tercio del XX en el panorama de las provincias de Cádiz y Málaga como a nivel de toda España.
Ojalá todo ello se viera reflejado un día en esta Casita de Campo una vez que sea totalmente rehabilitada, reconvertida en centro museístico, bibliotecario, de documentación y de interpretación de la extensa labor realizada por la dinastía de los Larios.
Asimismo, de centralidad ante la dispersión de su obra, para el conocimiento de la población en general, de visitantes y de sesudos de la investigación en particular, hecho que representaría un motor de atracción, referencia y desarrollo cultural y material para la zona, frente al papel de núcleo dormitorio del boyante litoral que le circunda en el que se está quedando.
«LA CASITA DE CAMPO» Y LOS LARIOS (I)
Ignacio Trillo
Tras muchos años de esfuerzos, al parecer puede estar más que próxima la completa rehabilitación y la puesta al uso público de la monumental Casita de Campo, sede de recreo y veraniega de la familia Larios.
Su construcción data del año 1882. Alberga y simboliza, para Jimena, el Campo de Gibraltar, el propio Peñón, y Málaga, parte de la rica historia que alumbró esta dinastía a lo largo del siglo XIX y parte del XX, como lo significó, entre otras muchas iniciativas empresariales, la creación, primero, de las Colonias Agrícolas de San Pablo de Buceite y San Martín del Tesorillo, ambas en el municipio de Jimena de la Frontera, e inmediatamente después la Sociedad Industrial y Agrícola del Guadiaro (SIAG), que sumaba a lo anterior San Enrique de Guadiaro y la Colonia Agrícola San Luis de Sabinillas, y con ello el inicio de la construcción del núcleo de población del Tesorillo sobre lo que fue la finca Montenegral Bajo.
Adentrémonos en esa larga y rica historia desde su comienzo.
EL ORIGEN DE LA FAMILIA LARIOS
El patriarca de los Larios que irrumpió en Andalucía fue, Pablo Larios de las Heras (1755-1824). Nació el año 1755 en Laguna de Cameros (hoy cuenta con 139 habitantes, a inicio del siglo XIX con 550 habitantes) situado en la parte riojana de la comarca, Tierra de Cameros, a caballo entre las provincias de Logroño, Burgos y Soria. En 1784, se casó con Manuela de Llera y García. De este matrimonio nació, Manuel Domingo Larios de Llera (1785-1830)
Este cabeza de la saga, enviudó y volvió a casarse, también en la misma localidad camerana, esta vez con Gregoria Herreros de Tejada y Sáenz de Tejada. De este segundo matrimonio, nacieron: Pablo, (1793-1869), Juan (1796-1867), Martín, (1798-1873), que sería a partir de 1865 el primer marqués de Larios (el nombre Martín responde al del abuelo paterno y a que nació el 11 de noviembre, día de San Martín de Tours) y Pascuala Larios Herreros (1799-1882)
Al inicio del siglo XIX, el nuevamente viudo, Pablo Larios de las Heras, junto a sus cinco hijos varones y su hija Pascuala, tenidos en sus dos matrimonios, decidió venirse a vivir al sur, en concreto a Málaga.
OTROS ORIUNDOS DE TIERRA DE CAMEROS QUE LLEGARON A MÁLAGA
Al igual coincidieron los Larios, y en fecha, con Manuel Agustín Heredia (1786-1846) empresario, industrial y comerciante, pionero e impulsor de la revolución industrial en España a través de Málaga, en esta misma emigración laboral procedente de la Sierra de Cameros, comarca que pareciera de especial instinto para el negocio.
Así, Heredia se trasladó a esta provincia a la edad de quince años, donde trabajó inicialmente en Vélez-Málaga como dependiente de comercio. Sus primeros grandes negocios, ya establecido en la capital, tuvieron lugar en 1808, exportando a través de Gibraltar frutos secos y vino. Estamos par tanto bajo un perfil similar al de la familia Larios, donde además ambas sagas y años después se unirían compartiendo la ejecución de proyectos y negocios comunes.
También acaeció ese origen geográfico y actividad con José Marina Soria, padre del que llegó a ser médico en Jimena de la Frontera, Juan Marina Bocanegra, cabeza de una amplia saga familiar.
En este caso, fue más tardíamente. Ocurrió en el último tercio del siglo XIX cuando José Marina Soria, contando con 12 años, partió desde su localidad natal, Revilla de Calatañazor (Soria), de la misma comarca Tierra de Cameros, localidad que entonces contaba con 145 vecinos, rumbo a Vélez-Málaga, al objeto de establecerse para ganarse el sustento y hacer dinero, empezando como aprendiz en la fábrica textil que poseía un tío suyo para dar posteriormente el salto a Málaga y emprender negocios comercializando con Gibraltar.
Quizás, o sin saberlo, siguió los mismos pasos que décadas antes había emprendido, Manuel Agustín Heredia,
Igual sucedió con José Gálvez Andújar (1829-1901), que en el primer tercio del siglo XIX llegó desde la sierra de Cameros a Málaga donde contactó con las familias, Larios, Heredia y Salamanca, participando poco después en la puesta en marcha del ferrocarril. Fue el padre del doctor, José Gálvez Ginachero (1866 -1952), ilustre ginecólogo, alcalde de Málaga en el periodo de la dictadura de Primo de Rivera,1923-1928, y dio nombre al emblemático hospital que sigue abierto junto a la catedral.
Del mismo modo aconteció con el comerciante, Félix Sáenz Calvo, nacido en San Román de Cameros, año 1859, y fallecido en Málaga, año 1926.
De ese mismo origen migratorio eran, Juan y su hermano, José Agustín Gómez García (nacidos ambos en Villanueva de Cameros), industriales del textil y antecesores de los almacenes, Gómez Raggio.
O, como lo comprobaremos en detalle próximamente en la biografía que tengo pendiente publicar sobre el farmacéutico, Antonio Mata Gómez, que ejerció en la localidad jimenata, en la misma calle Sevilla donde tuvo la consulta el médico, Juan Marina Bocanegra.
Su bisabuelo, Felipe Gómez de Tejada, comerciante, había nacido en la riojana localidad de Lumbreras de Cameros, tierra natal de los Larios, llegando a Málaga al borde de la mitad del siglo XIX.
Sucedió igualmente con los alcaldes de Málaga, Pedro Luis Alonso (1939-43 y 1952-58), un comerciante cuyas raíces están en la tierra de Cameros, al igual que antes, Bartolomé Liborio García (1886-1889).
También otros apellidos que abundaron en Málaga, como los Sáenz de Tejada, los Llera, Bosalongo, Martínez, y De la Cámara, en su mayoría fueron comerciantes de tejidos y oriundos cameranos. Incluso, «el presbítero, Don Antonio Domínguez Fernández, dedicado entre nosotros, aparte de sus menesteres religiosos, al préstamo dinerario, era de Rabaneda de Cameros»; o sea, del mismo pueblo donde nació, Manuel Agustín Heredia.
Si por igual estudiamos la actividad comercial y naviera desarrollada en el puerto de Cádiz, nos encontramos con personajes que llegaron a formar una burguesía local y asimismo procedían en origen de Tierra de Cameros, como Juan de Dios Lasanta o Miguel Martínez de Pinillos de Villa Nieva de Cameros. E incluso algún personaje que llegó a ser ilustre en la actividad portuaria en Huelva.
También en esa emigración económica procedente de la Tierra de Cameros, arribó con su familia a Huelva, donde llegó a ser banquero y afamado comerciante de vinos, Víctor Jiménez Jiménez, nacido en Nastares de Cameros en 1828, que llegó a ser, tras casarse con la oriunda de Osuna, Purificación Mantecón López-Parejo, el padre del premio Nobel de Literatura en 1956, Juan Ramón Jiménez (nacido en 1881 en Moguer y fallecido en 1958 en Puerto Rico)
Esta salida migratoria en común de estos emprendedores, aunque en distintas fechas, desde la misma comarca riojana y castellana con destino a Málaga y otros puertos, fue debido a que entró en crisis la ganadería ovina de la raza merina de carácter trashumante que generaba la riqueza en la zona, bien por la venta de la carne, el comercio de la lana o la artesana textil de paños.
Se puso fin a los privilegios reales que gozaba la Mesta a favor del fomento de la agricultura, y de ahí la entrada en crisis y decadencia de ese entorno, dando explicación al proceso migratorio masivo que hubo.
Carlos III (1716-1788) que reinó en España en el periodo: 1759-1788, su hijo Carlos IV (1748-1819) que le sucedió en la Corona (periodo 1788-1808), las Cortes de Cádiz (1810-1814) y el trienio liberal (1820-1823), legislaron a favor de la agricultura (cereal, olivar y viñedos, principalmente) en contra de las prebendas a la ganadería. Más tarde, este sector agrícola en expansión se vio favorecido para un sector privado capitalista en fase de formación, por las desamortizaciones, sobre todo de Mendizábal (1836-1837) y Madoz (1854-1856) que afectaban a los bienes de la iglesia y de los ayuntamientos.
También porque en 1820 (ley de desvinculación) se puso fin al mayorazgo (norma que obligaba a que la herencia de los nobles fuera testamentada a favor del primogénito, que además tenía prohibido su venta o segregación), lo que propició que grandes propiedades latifundistas nobiliarias pudieran ser objeto de tráfico de mercado, acabando, todo ello, con las improductivas tierras en «manos muertas» y con el fuerte endeudamiento que arrastraban las familias señoriales que les impedía reinvertir o derrochar en consumos y caprichos.
En el mismo sentido, en esa etapa que se inicia con Carlos IIIº, se propiciaron otras medidas de liberalización del comercio exterior y el fomento de nuevos cultivos, como la caña de azúcar, que prácticamente había desaparecido desde la etapa musulmana.
En el municipio de Jimena, estas medidas favorecieron que pasada la mitad del siglo XIX, los Larios adquirieran tierras de la endeudada casa Ducal de Medina Sidonia, el gran propietario del municipio, y con ello se dio paso a la constitución de las colonias del Tesorillo y Buceite.
LA LLEGADA DE LOS LARIOS A MÁLAGA Y A GIBRALTAR
Málaga, a lo largo de los tres primeros cuartos de ese siglo XIX, se convirtió en uno de los primeros focos de industrialización de España, segunda potencia económica, tras Barcelona, y gran centro de negocios y del comercio con el exterior.
Para los Larios, como para el padre de la saga de los Marina, José Marina Soria, aunque con más modestia, Gibraltar fue una plaza fundamental para iniciar sus negocios y por tanto para la acumulación primitiva del enorme capital que llegaron a disponer.
En el sentido descrito, cuando el padre de la saga, Pablo Larios y de las Heras, viudo y comerciante ganadero proveniente de Laguna de Cameros (Logroño), se establece con su familia en Málaga, inicio del siglo XIX, lo hace, atraído por el influyente crecimiento del puerto de Málaga y las posibilidades de negocio exterior, vía marítima, gracias a la libertad de comercio para exportar con América, cosa que antes, hasta el año 1778, sólo podía llevar a cabo en régimen de monopolio el puerto de Cádiz, generando un auge en su agricultura, principalmente basada en aquel entonces en el viñedo, frutos secos y cereales.
El padre de los Larios comenzó así su actividad productiva y comercial a través del sector textil que bien conocía. Su experiencia con la lana en tierra riojana lo prosiguió en Málaga pero sustituyéndola por el algodón que se importaba desde las Antillas.
Los Larios, aparte de prestamistas, comenzaron a exportar vinos, aceite, pasas y almendras, realizando además importantes transacciones financieras, e importando, la mayoría de las veces, vía Gibraltar y mediante el contrabando: café, cacao, tabaco, mantequilla, seda, perfumes y manufacturas.
LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA Y GIBRALTAR
Al poco tiempo de la llegada a Málaga de la familia Larios transcurrió la invasión francesa. Napoleón incendió la ciudad de Málaga, el 5 de febrero de 1810, y bloqueó los puertos de España. Tanto en Jimena como en Gaucín, ese feroz paso de las tropas galas dio lugar a la quema de sus archivos, municipal, eclesiástico y civil, privándonos de una herramienta fundamental para el conocimiento de nuestro pasado.
Gran Bretaña era entonces la gran enemiga de Francia. Se olvidó de la anterior animadversión hacia España y blindó con su armada a Gibraltar, posibilitando así la continuidad de las exportaciones españolas a través del Peñón, entre las que figuraron las de la familia Larios.
Los ingleses venían ejerciendo la posesión de Gibraltar desde 1713 por los acuerdos de Utrecht, tras su ocupación por la escuadra anglo-holandesa en 1704. En tanto, su población autóctona ante el pillaje a que fue sometida por la soldadesca invasora, huyó, tomando como destino los campos y las localidades cercanas, Algeciras y los Barrios, y propiciando que el grueso de los refugiados diera paso al nacimiento de San Roque. Hasta Jimena llegaron algunos de sus habitantes escapados, como las monjas del Convento de Santa Clara que vivían en la Roca, siendo acogidas inicialmente por los franciscanos de la localidad. Pero todo eso fue historia pasada.
Ahora, de cara a derrotar a las tropas galas invasoras, el ejército inglés desde la Roca aprovisionaba militarmente a la resistencia de Jimena y de la serranía de Ronda, pertrechándolas de material bélico y disponiendo dos unidades de su infantería al servicio del general, Francisco Ballesteros (Zaragoza, 1771-París,1832) que en aquel tiempo, junto al mariscal, José de los Mártires Serrano Valdenebro, (nacido en Cortes de la Frontera en 1743 y muerto en Cartagena el 6 de marzo de 1814), realizaron una gran reforma en el Castillo de Jimena fortificándolo para su defensa.
El punto neurálgico que significaba Gibraltar ante las dificultades comerciales que se atravesaban por la ocupación francesa de los puertos españoles, obligaron a diversificar los negocios y la estrategia geográfica empresarial del padre de los Larios.
Sus hijos, Pablo, Pascuela y Martín Larios Herreros, se asentaron, a partir de 1809, en Gibraltar, donde estuvieron dedicados al comercio, al contrabando y a la concesión de préstamos, mientras continuó en Málaga el cabeza de familia junto a sus hijos, Manuel Domingo de Llera y Juan Larios Herreros, que formaron la sociedad, «Manuel Domingo Larios y Hermano».
Manuel Domingo Larios de Llera, contrajo matrimonio en el año 1810 en la parroquia de los Mártires, con Ana María Martínez de Tejada y Terry, malagueña aunque de padre y madre también nacidos en Laguna de Cameros.
De esta boda, dieron a luz cuatro descendientes: Manuel, Carlos (que acabará casándose, como más adelante se detallará, con su prima hermana, Amalia Larios Tassara, hija de Pablo Larios Herreros, el cabeza de la rama gibraltareña) Mercedes, y Margarita (que en 1831 contraería matrimonio con su tío, Martín Larios Herreros, cabeza de la rama malagueña, sobre lo que también volveré a hablar)
Posteriormente a la ocupación francesa, la familia, en sus dos ramas, abrió una delegación en Cádiz. La dirigió el primo hermano de los Larios Herreros, Juan de Dios Lasanta Herreros (1796-1863), que se lo trajeron de la misma Tierra de Cameros.
La familia Larios, fue inicialmente de ideología burguesa liberal, sobre todo la rama gibraltareña, hasta ir abrazando el conservadurismo conforme aumentó su riqueza.
Estuvo contra el absolutismo del nefasto rey Fernando VII. Llegó a apoyar económicamente, con 2000 duros que en aquel momento era un dinero, al general Torrijos en la preparación de las acciones insurreccionares que desde 1830 preparaba desde el Peñón, adonde había regresado de su exilio en Londres, lugar donde se refugió en 1823 tras su fallida resistencia frente al absolutismo.
En esta dirección, en diciembre de 1831, Torrijos y su partida de insurrectos salieron de Gibraltar por mar para propiciar desde Málaga un nuevo levantamiento liberal. Descubiertos, tuvieron que improvisar, desembarcando en las playas de Mijas y caminar precipitadamente hacia el municipio de Alhaurín de la Torre, campo a través y por pendientes. Se refugiaron en la finca de Torrealquería. Allí fueron descubiertos por las huestes absolutistas fernandinas que acabarían deteniéndolos, siendo fusilados en la malagueña playa de San Andrés.
Con la muerte de Fernando VII en el año 1833 se pone fin al Viejo Régimen y comienza la etapa isabelina que va a significar vientos favorables para los negocios de los Larios, sobre todo en abundancia para la rama malagueña.
TRAS LA MUERTE DEL CABEZA DE LA SAGA LARIOS, PABLO «EL VIEJO»
Después de acontecer el fallecimiento del patriarca de la familia, Pablo Larios y de las Heras «El viejo», ocurrido en el año 1824, posteriormente, en 1830, sucedió con 44 años la del hijo que tuvo de su primer matrimonio, Manuel Domingo Larios de Llera.
Manuel Domingo, en el año 1810, en la malagueña parroquia de los Mártires, había contraído matrimonio con Ana María Martínez de Tejada y Terry, paisana también de Laguna de Cameros, y que falleció muy pronto, año 1819, contando con 24 años.
Quedaron huérfanos sus dos hijos menores de edad, Margarita, nacida en 1812, y Carlos Larios Martínez de Tejada, nacido en 1817; otros dos hermanos murieron a muy temprana edad.
Manuel Domingo, desde Málaga había estado operando con la empresa, «Manuel Domingo Larios y Hermano».
Ello obligó a Martín Larios Herreros, hijo del segundo matrimonio del patriarca Larios «El viejo», a tener que abandonar Gibraltar para hacerse cargo de los negocios que la rama malagueña tenía en marcha, quedando como tutor y curador ad bona testamentarios de los menores citados, sobrinos suyos.
En la rama gibraltareña continuó el otro hijo del jefe de la estirpe y hermano de padre y madre de Martín, Pablo Eustaquio Larios Herreros, con la empresa, «Larios Hermanos».
Ya, siendo Pablo Eustaquio un influyente gibraltareño, residente de medio tiempo en el Peñón, en su oficio de comerciante y prestamista, y, el otro medio, de propietario de los cortijos que empezaba a adquirir en el área campogibraltareña, llegó a ser al borde de su muerte, acontecida en en Málaga en 1869, el terrateniente más rico de la zona. Se había casado con una joven gibraltareña: Gerónima Tashara Celli, con la que tuvo siete hijos, destacando como cerebros para la llevanza de los negocios: Pablo Antonio (1819-1879) y Ricardo (1820-1892) Larios Tassara.
Una vez afincado Martín en Málaga, disolvió, con el reparto del capital social, la empresa, «Manuel Domingo Larios y Hermano», a la vez que constituyó una nueva sociedad bajo la denominación: «Larios Hermanos y Cía.,» de la que formó parte, junto a su hermano, Juan, el empresario José López Lerdó domiciliado también en la capital malacitana pero nacido, como no, en Rabanera de Cameros.
Tras obtener, Martín, contando con 32 años, la obligada dispensa papal por la vinculación familiar que le unía a su sobrina huérfana (su madre había fallecido en 1819 y su padre en 1830), la hija mayor de Manuel Domingo Larios de Llera, su hermano de padre, de nombre, Margarita Larios Martínez de Tejada (nacida el 25 de agosto de 1812-1892), ambos contrajeron matrimonio el 11 de abril de 1831, fusionando capital, patrimonio y familia.
Hasta que tuvo lugar el acto nupcial y de cara a guardar las apariencias, la novia tuvo que vivir en la casa de sus amigos, los Heredias. El enlace estuvo apadrinado por, Pablo Eustaquio Larios Herreros, y su mujer, Gerónima Tashara y Cheli, ya citados de la rama de Gibraltar. En Cádiz nació la primera hija, Emilia (1832-1868), de los cuatro que tuvieron.
Con posterioridad, esa hija, Emilia Larios Larios, contraería matrimonio con Enrique Crooke Manescau (1829-1898), del que nacería en Málaga, en Alameda Principal número 3, donde se hallaba el palacio de los Larios, hoy acoge el edificio de la Equitativa, Enrique Crooke Larios (1856-1938), que pasado el tiempo daría nombre al núcleo de población San Enrique de Guadiaro.
En Cádiz, quedó el primo de Martín y Pablo Eustaquio, Juan de Dios Lasanta Herreros (1796-1863), también nacido en Laguna de Cameros, a cargo de la sociedad, «Martín Larios Lasanta y Cía», como sucursal de los Larios de Málaga y de Gibraltar en «la tacita de plata» para el comercio portuario y la concesión de préstamos.
La endogamia de los Larios, a través de enlaces matrimoniales consanguíneos y afines, fueron frecuentes, como en otras estirpes capitalistas y nobiliarias de la misma época. Se trataba de evitar la dispersión del patrimonio a la vez que reforzar su concentración. En resumen, no había sido una excepción el enlace nupcial entre Martín Larios y su sobrina, sino una regla.
Así, esta mezcolanza familiar igualmente acaeció en la boda contractual matrimonial, dotada con 108.000 reales en concepto de dote, que se celebró, en 1826, entre Pascuala Larios Herreros, de la rama gibraltareña, con su primo hermano, Juan de Dios Lasanta Herreros, delegado en Cádiz de la saga, que acabará más adelante, una vez aprendido la técnica de realizar suculentos negocios, haciéndose con una bodega en el Puerto de Santa María y exportando vinos a Inglaterra, para acabar, en 1859, independizándose definitivamente de las ramas de los Larios de Gibraltar y Málaga, no sin antes haber contribuido a la creación de Banco de Cádiz (1846) y, junto al marqués de Salamanca, el Banco Español de Crédito en Cádiz (1846)
A la vez, la hija de este matrimonio, Margarita Lasante Larios, se casó con Manuel Ruiz Tagle Paúl (1822-1882) -hijo de un acaudalado comerciante de origen cántabro y residente en Cádiz- que fue alcalde de la ciudad (1848-1849), diputado provincial y senador ultraconservador vitalicio (1864-1882), a la vez que titular de la empresa textil gaditana que había heredado de su padre, de hilados y tejidos de algodón, dueño de la de cristales del Puerto de Santa María «Ceres» y la de transportes «Ferrer y Cia», también en el Puerto, a la par que accionista del Banco Hipotecario Andaluz en Cádiz.
Por si fueran poco estos enlaces consanguíneos citados, añadir otro más. Carlos Larios Martínez de Tejada (1816-1896), hermano de Margarita y por tanto hijo del fallecido, Manuel Domingo Larios de Llera, se casó con su prima hermana, Amalia Larios Tassara (1825-1876), hija de Pablo Larios Herreros, de la rama gibraltareña.
Con haber resultado boyante para los Larios el recorrido de siglo transcurrido hasta aquí, lo mejor no obstante estaría aún por llegarles. Así se puede aseverar, situados ya al filo de la mitad del siglo XIX, que es a partir de entonces cuando va a desarrollarse la etapa más floreciente para los negocios económicos de esta estirpe así como para su ascenso político.
Continúa. Siguiente Capítulo: (II) LA CASITA DE CAMPO Y LOS LARIOS. LA RAMA MALAGUEÑA: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2018/06/27/ii-la-casita-de-campo-y-los-larios-la-rama-malaguena-27-06-2018/
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Posted on junio 14, 2018
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