EL CUENTO DE LA CIGÜEÑA Y LA REPRODUCCIÓN
Ignacio Trillo
Mi nacimiento, infancia y adolescencia escolar transcurren en la gaditana localidad de Jimena de la Frontera en un período donde primaba la propagada de aquel oscuro periodo histórico a la hora de alcanzar un riguroso aprendizaje que permitiera pasar el curso.
Metodología a lo bestia, que consistía en la creencia de que la letra con sangre entraba mejor. Las lecciones había que aprendérselas sin titubear, sin fijarnos en el contenido de lo que dijéramos, expresándolas de memoria de forma mecánica.
Lo importante era no dudar, aunque la mayor parte de las veces no entendieras lo que expresaras, lo interpretaras mal, o, si no te lo sabías, te lo inventases, hasta que prestaba atención el maestro y te pillaba; entonces un palmetazo con la regla de madera que, como si del mejor libro se tratara, obraba encima de la mesa de maricastañas y apolillada del magisterio situada delante de un crucifijo.
La regla, a veces se untada de cebolla para que picara más, haciendo estragos como castigo al golpear la mano abierta. Y en caso de reincidencia, en las puntas de los dedos al tener que juntarlos para que el dolor en las uñas fuera mayor.
Eso de los malos tratos a menores no existía y ni mucho menos la figura del protector a la infancia.
No era época para que las escuelas enseñaran para desenvolverse en la vida porque la prioridad era aprenderse de un tirón: los ríos, sus numerosos afluentes, los reyes godos o los profetas mayores y menores, así como los nombres de los doce hijos que tuvo Jacob.
Nos quedó tan marcado, que aquellos que con fortuna no padecemos de amnesia nos podríamos volver a examinar mañana y, sin repasar tan siquiera, obtendríamos matrícula de honor.
Resultó que para lo más elemental sobre lo cotidiano y la forma de desenvolverse ante situaciones delicadas, nos instruíamos en la calle, nuestra Universidad de la infancia, encima con los parámetros subculturales entonces existentes.
No obstante, eso de no adivinar lo que de memoria expresábamos en clase, pero que no formaba parte del argot jimenato, nos reportaba de vez en cuando alguna sorpresa a la hora de descifrarlo.
Me ocurrió el día que leí la causa del por qué una de las esposas, entre las que destacaban dos sirvientas, que tuvo el profeta Jacob, en concreto Raquel, había muerto. Según rezaba en el texto del libro sagrado de Religión: “al dar a luz”.
Entre murmullos de cómplice incomprensión y sonrojo como de escándalo, interpretamos el coro de niños de la clase este pecaminoso pasaje biográfico del polígamo personaje bíblico que aparecía sin censura.
Durante un tiempo entendí que la pobrecita mujer se habría quedado electrocutada debido a que el enchufe eléctrico del dormitorio donde parió se encontraría mal.
Años después, fue cuando me percaté que en tan prehistórica fecha, siglo XXI antes de Cristo, al inventor de la bombilla ocurrida en el año 1880 después de Cristo, de nombre Thomas Edison, le faltaban años luz para habérsele ocurrido nacer, por lo que eso de «dar a luz» no se refería a la lámpara incandescente al vacío sino que era la versión finolis de parir; término que era el que habitualmente empleábamos en Jimena para definir el alumbramiento de una nueva criatura.
Menos mal que por aquel tiempo no se me ocurrió preguntar al maestro de turno su significado, lo hubiera puesto en un gran aprieto.
Porque eso de «dar a luz», llevaba implícito, en las escuelas y en las familias, uno de los temas tabúes de lo que no se tenía que hablar: la técnica que se empleaba para la gestación de los futuros niños.
La cigüeña, se sorteaba entre los adultos y así se explicaba en las escuelas, era lo único oficialmente correcto para explicarle a la infancia de dónde procedían los recién nacidos.
En ese contexto, habiendo cumplido cinco años, una pareja de cigüeñas se asentó en El Campanario de la plaza de El Paseo, el único componente que quedó de pie tras la demolición de la monumental iglesia, Nuestra Señora la Coronada, que se encontraba en dicho espacio hasta que fue demolida con anterioridad, años 1946 y 1947, por hallarse en ruinas.
Fue justo en la parte intermedia del campanario, en el saliente de la alineada cornisa que separa el cuadrilátero de su silueta inferior del comienzo del cuerpo superior en forma octopoligonal hecho de ladrillo de barro cocido visto, donde pretendieron montar su nido. Ya había otros ponederos de paja y ramas secas creados por lechuzas para su reproducción y que perduraban en el tiempo.
Este Campanario estuvo a punto de ser demolido también, pero posteriormente, cuando se hizo la actual plaza, hoy de la Constitución, y que fue inaugurada en 1960.
Entonces se llamó del Generalísimo Franco, tal y como era obligado para todos los pueblos y ciudades de España que el Dictador tuviera dedicado con su nombre la plaza principal o, en ausencia de la misma, la avenida más importante o la calle principal.
Pero afortunadamente, gracias en aquel tiempo a la oposición de muchas voces jimenatas producida de forma espontánea, imposible que fuera organizada, entonces estaba drásticamente prohibido la libertad de asociación, que se mostraron sensibles a lo que hoy se denominaría conservación del patrimonio histórico del pueblo, se mantiene ubicada en la misma explanada de la plaza que fue también el antiguo Paseo, constituyendo una de las señas de identidad del paisaje urbano pasado y actual de Jimena.
Pues bien, volviendo al relato de la cigüeña. Esa mañana, los niños mayores comenzaron a lanzar piedras al aire contra las inocentes aves zancudas -normal en aquel tiempo en la mala relación que se mantenía con los demás seres vivos del Planeta- que estaban dotadas de enorme alas con plumaje blanco acabadas en sus filos con el color negro. Largas patas pues y con prolongado pico de color rojo. Los niños querían espantar esa esbelta y elegante presencia en dicho torreón así como su estancia en el pueblo.
Antes, le había contado a mi madre la novedad de la presencia de esa extraña pareja voladora en el resto eclesiástico de estilo neoclásico.
Mi progenitora me respondió, manifestándome que esa morrocotuda pareja de aves había llegado a Jimena con el objetivo de traerles un niño a los vecinos que vivían enfrente de mi casa.
Se refería al edificio del Juzgado de la calle San Sebastián donde vivía la sevillana familia Caro, cuyo padre trabajaba como apoderado en el Banco Hispano-Americano, situado al inicio de calle Sevilla, frente a la barbería del maestro, Andrés Sarrias.
Esta familia había llegado a Jimena en el año 1954, y marchó en 1962 con destino a otra sucursal de la misma entidad en Lora del Río. Entre medio, en 1958, llegó a dicho banco, Juan Bersabé Gálvez, un gran flamecólogo, que junto a su familia procedían de Écija, para sustituir como director al recién jubilado, Juan de Quinta.
Ahora he sabido el nombre completo de la familia Caro ya que he localizado a su descendencia que vive en el sevillano pueblo de Coria. El padre se llamaba, Andrés José Caro de Pazos. Su señora, Matilde Porrúa y Quirós. Y el bebé al que me refiero que luego nació en 1956, Cristóbal María.
Al parecer, la señora de Caro estaba en avanzado estado de embarazo y siendo próxima la noticia de la venida de un nuevo crío a mi misma calle, qué mejor que cuando eso sucediera lo asociara de inmediato a la visita al pueblo de esas cigüeñas.
Por ello, rápidamente me fui a la plaza y les reproché a los jóvenes agresores de las zancudas que dejaran de arrojarles piedras ya que podrían dañar al bebé que traían para la familia Caro, al que, según les dije, habían transportado desde París con su piquito y estaban prestos para, de un momento a otro, llevar el pequeñín a su nuevo hogar.
La reacción de esos traviesos chiquillos no se hizo esperar. Me hicieron el corro, mofándose hasta llevarme a llorar, abochornándome, una y otra vez, al grito burlesco: “¡tonto, se lo cree… tonto, se lo cree!”
Cuando acabó el incidente que tan ridículo me había dejado, le consulté a mi íntimo amigo, José María Macías Sánchez, si él sabía de dónde venían los recién nacidos; “si no era procedente de París y colgando del pico de la cigüeña, ó a través de los Reyes Magos como fue mi caso, ¿de dónde?”, le pregunté.
Antes de contestarme, tuve que jurarle que no se lo diría a nadie. Era un secreto.
La ceremonia del juramento que empleábamos en aquella infancia tenía su liturgia. Debía de hacerlo en nombre del niño Jesús, poniendo dos veces mis dos dedos anular de ambas manos, uno cruzado encima del otro, y viceversa, en forma de cruz, procediendo simultáneamente a darle a esas divinas figuras digitales formadas dos besos, señal de un compromiso obligado a cumplir, ya que vulnerarlo podía significar un grave pecado mortal, con el peligro adicional de ir directamente al infierno sin pasar por el limbo, al haber tomado el nombre de Dios no solo en vano sino también por haber mentido.
Esa concreta fórmula, tendría su propia evolución conforme pasaron los años, ya que este ritual estaba reservado exclusivamente para los muy pequeños.
En ese sentido, al hacernos mayores, debíamos jurar de otra forma, en cierta forma más laica y a lo tremendo por su impacto, para que nos creyeran.
Lo hacíamos en nombre de algún ser querido, preferentemente padre o madre, en la línea de que si no era verdad lo que decíamos, podríamos ocasionar como mal augurio la irreversible pérdida de la vida del familiar. El proceder consistía en: “… te lo juro que es verdad, y si no es cierto que se muera mi padre y mi madre”.
Pues bien, sintiéndose ya seguro mi colega de la infancia, José María, de que su respuesta sobre el origen de los nacimientos de los bebés no se lo chivatearía a nadie, sacó pecho, como el que todo lo sabe, para decirme con mucho sigilo, como cosa prohibida, en voz baja y ante el oído con su mano abierta cubriendo mi oreja para que nadie oyera sus palabras: “Juan Ignacio, las madres son como las cabras, que paren”.
Ese mismo día, me tiré por la noche en la cama, antes de dormirme, dándole vueltas al asunto, pensando cómo habría sido mi existencia en el interior de la barriga de mi madre; aparte de exigirme que, a partir de esta revelación, desconfiaría de lo que me contaran en casa sobre las cosas importantes de mi vida, ya que no paraban de engañarme: que si los Reyes Magos nos traían los regalos; que el ratoncito Pérez era el que nos ponía el dinero bajo la almohada cuando se nos caía un diente…
“¿Serían también hechos inciertos lo siguiente que me refirieran, tal y como había resultado con eso de que todos niños –menos a mí que me trajeron los Reyes Magos como regalo a mis padres- venían de París y los traían las cigüeñas”?, me pregunté.
El caso fue que lo de la cabra se me quedó muy bien grabado.
Pasado el tiempo, tampoco nadie de mi familia ni de la escuela llegó a explicarme la técnica que se empleaba para reproducirnos.
Creo además, que si se los hubiese reprochado cuando llegué a mayor, hecho impensable porque presuntamente a lo mejor seguiría sonando para ellos a pecado, siempre habrían encontrado coartadas para justificarse: Que si cuando éramos chicos no debían de explicárnoslos para no quitarnos la ilusión del cuento; o que conforme habíamos ido creciendo pensaban que ya lo sabíamos…
Tuvo que pasar por tanto otro tiempo más, hasta llegar a saber de buena tinta la práctica sexual que se empleaba para originar un embarazo.
Fue a raíz de un comentario futbolístico; nada de las pijaditas de las semillas que pasada alguna década después se impuso de moda para explicarles a los niñós la formación del embarazo.
El hecho causal tuvo como origen que el Algeciras Club de Fútbol, adonde me llevaba mi padre los domingod cada vez que competía en su estadio, «El Mirador», tenía como delantero centro a un eficaz artificiero, de apellido Tapia, al que le vino un bajón en su juego y se tiró, raro en él, más de dos meses sin marcar un gol.
Al preguntarle a José María Macías a qué obedecía ese desatino y no encontrar explicación, ambos fuimos a la búsqueda de Miguel Fernández Delgado, “El Aceitero”, que era algo mayor que nosotros y por tanto todo lo debía saber.
Su respuesta no se hizo esperar. Nos dijo que la esposa del ariete portaba un barrigón inmenso porque estaba a punto de parir, y eso lógicamente era lo que motivaba la baja forma del atacante algecireño.
En este sentido, nos explicó que para engendrar un hijo, el esfuerzo que tenía que realizar el macho era tan agotador que añadido a un líquido denso que que expulsaba por su picha, distinto al de la orina, le hacía temblar todos los músculos y se quedaba hecho polvo para una larga temporada por lo que necesitaba muchos meses para recuperarse y ponerse nuevamente en forma. De ahí el bajo rendimiento último de Tapia.
Eso me hizo, durante un cierto tiempo, plantearme muchas cábalas de lo que me esperaba cuando me casara. Por ello pensé, que si llegaba a ser famoso como jugador del balompié no debía contraer matrimonio, al menos hasta que me retirara de los campos de juego y colgara las botas.
Lo que había hecho Tapia era poco profesional; no tenía perdón y hasta podía hacer bajar al equipo algecireño de categoría.
A la vez, reflexioné sobre lo que nos metían en el coco los curas con que todo lo relacionado con el sexo era un pecado gravemente peligroso. Me costaba entender que con el matrimonio hubiera un antes y un después, cuando tan feo y sucio nos lo pintaban. No me imaginaba que mis padres lo practicaran por mostrársenos tan marrano, añorando entonces lo fácil e idílico que era entender que viniéramos volando sujeto a un pico desde París y no la nueva versión del liquidillo agotador y en pelotas, sin ropa alguna.
A cuento de tantas trolas que nos contaban desde chico con el riesgo de que contrajéramos un trauma al conocer la realidad, una más interrelacionada, pero ya a otro nivel más ligerito pero interrelacionado, tengo que incorporar al anecdotario.
Resultó ser que desde que nací, como ya he manifestado, me dijeron en la casa que a mí particularmente me trajeron a la vida los Reyes Magos.
Así pues, todos los años el seis de enero, junto a los juguetes tras la larga cabalgata del día anterior, celebraba mi cumpleaños; aunque en aquellos benditos años lo que más se festejaban eran los santos de los nombres de pila, en mi caso san Juan, que además coincidía con la onomástica de mi padre, al llamarnos iguales: Juan Ignacio.
Esa secuencia equívoca, año tras año, de la misma forma transcurrió, hasta que cumplido los dieciocho me fui a sacar el carné de identidad.
Con gran sorpresa y mucho desagrado, descubrí otro engaño. Cuando lo retiré de la comisaría de policía, al leer la plastificada cartulina, comprobé, tras requerir previamente explicación, que no había sido un error traspuesto a la tarjeta sino que realmente había venido al mundo el día cinco de enero, no el día de los Reyes Magos, tal y como se me mostraba en mi partida de nacimiento.
Llegué echando humo a casa, reprochando la última “papa” descubierta.
O sea, que lo de forzar que mi cumpleaños coicidiera con el día de Reyes, todo concentrado en fecha, respondía a una época donde aún perduraba la miseria económica, cuando no de estricta austeridad como era mi caso.
Encontré la respuesta de mi madre en el fácil argumento que lo de los Reyes de Oriente había sido para sentirme lo más ilusionado posible en ese día.
Me imaginé también, que para ahorrarse un regalo o un convite a mis amiguitos a la par que para evitar el escollo de tenerme que explicar todo el proceso de la gestación humana; incluida la causa y la forma en que se originaba. El caso es que nuevamente se encontraba el pretexto adecuado para salir del paso.
En la misma coartada, me indicó mi madre que esa nueva fecha de mi nacimiento puesta al descubierto, debía de producirme, pasada la momentánea y lógica indignación, un cierto orgullo por coincidir, justo, con el mismo día en que cumplía años, no el Rey Gaspar, Melchor o Baltasar, sino el que ya se vaticinaba como el sucesor a la muerte de Franco, el futuro Rey de España; entonces Príncipe Juan Carlos.
Así que, para consolar mi mosqueo, mis padres le escribieron a la Casa Real contándole lo sucedido; consistente en comunicarle la buena nueva de que a partir de ese momento pudiera compartir su Majestad el día de su cumpleaños con un españolito más, coincidente además con su mismo santoral, que celebraba cada veinticuatro de junio en el seno de su familia borbónica.
Cumpleaños y santo, a partir de entonces y a pesar de mi naciente republicanismo en puerta, me unirían en la distancia con quien habría de ser la cabeza sucesoria en la línea dinástica de la monarquía borbónica; según se vislumbraba ya, saltándose la tradición sucesoria en la persona del Conde de Barcelona, don Juan el padre de Juan Carlos, por la suprema voluntad del Caudillo, solo responsable de sus decisiones “ante Dos y la Historia”, como a sí mismo proclamaba.
Con sorpresa para todos, pasados unos días, se recibió en mi jimenato domicilio de calle San Sebastián, la contestación a la carta que le fue remitida por mi madre al entonces Príncipe Juan Carlos. Venía en forma de paquete.
Contenía, junto a una breve nota manuscrita del futuro monarca donde me expresaba su felicitación con retraso por mi dieciocho cumpleaños, un regalo consistente en una máquina de afeitar eléctrica, de la marca Philipshave, para rasurar lo que empezaba a ser mi cerrada barba.
Por ello, al final de todo este desaguisado sobre el día que nací, acabé algo más satisfecho ante el nuevo episodio sucedido, aparte de, sin haberlo sabido antes, percatarme de haber vivido un día menos, lo que me obligaba a un leve reajuste en ese contrarreloj equivocado que llevábamos los de mi generación para pretender ser mayores cuanto antes.
Concluyendo, como dijo el gran poeta universal, el zamorano, León Felipe, desde que nacimos nos mecieron con cuentos.
También ocurrió en mi caso y en aquella Jimena, donde no podíamos ser diferentes.
ANEXO I: POST AUTOBIOGRÁFICOS RELACIONADOS CON MI VIVENCIA EN LA JIMENA DE LA FRONTERA QUE ME VIO NACER Y TRANSCURRIR HASTA MI ADOLESCENCIA.
UN JIMENATO EN LA FERIA DE TESORILLO (15.02.2017): Un recorrido por las relaciones entre personas de distinto sexo acontecido a lo largo de una gran parte del siglo XX, tomando como hilo argumental de la narrativa la historia real sobre los avatares que le acontecen a un jimenato que fue a ligar a la feria del Corpus de la entonces pedanía y hoy entidad local autónoma, San Martín del Tesorillo: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2017/02/15/30992/
LOS ÁNGELES Y JIMENA CON LA FAMILIA LASTRES (05.02.2017): Pasado más de medio siglo, un recorrido por la Jimena y su Estación de tren de los Ángeles acompañado de una familia de octogenarios que así la vivieron en su tiempo de juventud y que tras marcharse del municipio han viajado de nuevo para volverla a recordar: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2017/02/05/30708/
BARBERÍAS Y PELUQUERÍAS DE JIMENA (27.01.2017): La sociología que envolvía a la clientela, tertulias y prensa que se leía en aquellas barberías de la década de los cincuenta y principios de los sesenta del siglo pasado, así como lo que significó la irrupción en el pueblo de las peluquerías para señoras: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2017/01/25/30573/
LA GRAN NEVADA DE 1954 EN JIMENA (20.01.2017): (El 3 de febrero de 1954) Jimena de la Frontera amaneció como nunca, con una inmensa nevada que casi todo lo cubría. Y en este caso desconocido y que no se ha vuelto a reproducir, narro cual fue la reacción de sus habitantes hasta que primero se heló y luego se derritió: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2017/01/19/30456/
LA DIVISIÓN AZUL EN JIMENA (09.01.2017): El relato de esta aventura del franquismo en apoyo a Adolfo Hitler, adonde llegaron dos jimenatos que atravesaron sinsabores múltiples por las penurias que padecieron: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2017/01/08/30335/
LOS ORÍGENES DEL FÚTBOL EN JIMENA (21.12.2016): La historia de la creación del club deportivo Jimena de fútbol asi como sus antecedentes, reconstruido a través de unos recortes familiares que casualmente hallé: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2016/12/19/30130/
LA TELEVISIÓN LLEGÓ A JIMENA A TRAVÉS DE SAN PABLO (21.10.2016): Las peripecias que ocurrieron cuando aparecieron los primeros televisores y cómo contribuyó a cambiar ciertas pautas del comportamiento de las gentes del pueblo: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2016/10/19/29752/
LA NOVENA QUE VIVÍ (01.09.2016): Cómo fueron a lo largo de mi infancia los nueve días dedicados a la patrona de la localidad, la Reina de los Ángeles, en la barriada que lleva su nombre y estación de tren, culminada el fin de semana de la primera semana de septiembre: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2016/09/01/29468/
TRAGEDIA TAURINA EN ALCALÁ LA REAL (26.08.2016): En el jienense pueblo de Alcalá La Real, cuatro años antes de que se hundiera la plaza de toros de Jimena de la Frontera, también había ocurrido un episodio de similares características: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2016/08/26/29375/
DESGRACIA TAURINA EN JIMENA (17.08.2016): El hundimiento de la plaza de toros de Jimena acontecido el 17 de agosto de 1961, donde hubo cinco muertos y cientos de heridos, entre ellas la hija del Primer Ministro de Reino Unido: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2016/08/17/29346/
EL PREGÓN A JIMENA QUE NO FUE (01.06.2016): En el año 2003 el ayuntamiento me nombró pregonero de aquella feria de Agosto. Cuando subí al escenario, me olvidé del guión que llevaba escrito para entregarme a las historias de mi infancia y adolescencia que me inspiraban los vecinos presentes. Ahora, localizado el texto que llevada redactado porque se me extravió, lo hago público : https://ignaciotrillo.wordpress.com/2016/05/29/28784/
EL CINE DE VERANO EN JIMENA (13.05.2016): Recorrido por lo que fue esta sala cinematográfica en la temporada veraniega y calurosa: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2016/05/13/28738/
EL CINE CAPITOL (25.04.2016): Radiografía sobre la sala cinematográfica y espectadores de invierno en Jimena: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2016/04/25/28693/
BARES DE JIMENA (04.04.2016): Descripción sobre bares y clientes que lo visitaban para beber, tapear y charlar: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2016/04/04/28375/
LA GASTRONOMÍA JIMENATA QUE FUE (03.03.2016): Un recorrido por los platos tradicionales, con el recetario de sus ingredientes y su evolución hasta hoy: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2016/03/03/28125/
ENTRAÑABLE AURELIO (19.02.2016) De la mano del taxista de Jimena recorriendo aquellas carreteras, paisajes y paisanajes de mi infancia en los coches de la época: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2016/02/19/27623/
LA MIRADA A LA GUERRA DESDE LA NIÑEZ (01.12.201): Cómo viví desde chico la Guerra Fría que se desarrollaba, como el accidente de bombas atómica caídas en Palomares, el bloqueo a Cuba por el despliegue de los misiles soviéticos o la carrera espacial: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2015/12/01/26981/
TOROS EN LA JIMENA DE 1957 (16.09.2015): Crónica de una historia local que recupero limpiando bolsas de recortes de prensa y apuntes manuscritos del pasado: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2015/09/15/26318/
CÓMO ÉRAMOS: ADOLESCENCIA, SCOUT Y MÚSICA (01.11.2012) Contiene las relaciones y vivencias de aquellos jóvenes y la música que oíamos de Radio Gibraltar así como los discos de vinilo que nos llegaban desde El Peñón: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2012/11/01/12928/
HACIA EL IIº REENCUENTRO DE LOS CLUBES DE JIMENA (18.04.2015): Tal como somos, medio siglo después de aquella adolescencia: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2015/04/17/25415/
CUANDO DE NIÑO ME FUI DE CINE (02.10.2012): Un apunte biográfico de mi infancia con la actriz sueca, Anita Ekberg, el español Fernando Fernán Gómez y el italiano, Vittorio de Sica: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2012/10/02/11624/
CÓMO LLEGÓ LA IIª REPÚBLICA Y SU PRIMER ALCALDE A MI PUEBLO (13.04.2014) La sencilla historia sobre cómo se enteraron radiofónicamente de la llegada de este acontecimiento histórico: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2014/04/13/22541/
LA HISTORIA DEL DOCTOR MONTERO (13.09.2014): Una sacrificada y sufrida biografía la del médico de mi pueblo comprometido con la causa de la democracia y la IIª República: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2014/09/13/23993/
CRISIS Y EMIGRACIÓN EN EL MEDIO RURAL (24.02. 2015): Cómo fue y las secuelas dejadas por la emigración de la décda de los sesenta del pasado siglo: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2015/02/24/25187/
MI PESADILLA CON WERT (18.03.2012): El relato a través del sueño sobre el modelo de enseñanza bajo el franquismo y que al parecer tenemos que volver con la LOMCE: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2012/03/18/6032/
GIBRALTAR, ESA GRAN COARTADA DE RAJOY (12.08.2013): No solo le sirvió el estribillo, «Gibraltar español», a Franco para desviar las tensiones contra su Régimen, sino que también lo ha empleado Rajoy para tapar su corrupción): https://ignaciotrillo.wordpress.com/2013/08/12/18762/
ANEXO II: TRILOGÍA SOBRE CASTELLAR DE LA FRONTERA.
DE JIMENA A CASTELLAR PARA VER MI PRIMERA NOVILLADA (06.11.2016): Cómo percibí el lugar en que se celebró y el transcurso de mi primera asistencia a una peculiar corrida taurina: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2016/11/06/29871/
LA CASTELLAR QUE CONOCÍ EN 1960 (06.12.2016): En qué situación de extremo subdesarrollo se encontraba este municipio y el cambio espectacular que se produjo en tan poco tiempo: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2016/12/06/29970/
CASTELLAR Y LA CASA DUCAL DE MEDINACELI (26.12.2016): Historia de Castellar y de la casa nobiliaria que la dominó durante un largo periodo con prácticas semifeudales y las distintos avatares divergentes que les vinieron sucediendo: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2016/12/25/30239/
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Posted on febrero 17, 2017
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