BARES DE JIMENA
Por Ignacio Trillo
Cuando escribí el reciente relato sobre la gastronomía autóctona del gaditano pueblo de Jimena de la Frontera (1), el que me vio aparecer al mundo y desarrollarme, expresé que lo que formaba parte del auténtico acervo local lo constituían los bares: castizos lugares de encuentro predominantemente de los varones a lo largo de la semana laboral y de las familias enteras los domingos.
A estos establecimientos por tanto me voy a referir aquí para recordar cómo eran a mitad de la década de los sesenta del siglo pasado, de cara a volverlos a recorrer. Por el ámbito territorial de mis vivencias, que se desarrollaban más frecuentemente en el barrio de abajo, eran los situados en estas esferas geográficas los que sociológicamente más controlados tenía.

Echar el rato entre tragos con las amistades en el bar. Niños a la izquierda: José Luis Castillo, y detrás, Jerónimo Pajares. Delante de la mesa, de izquierda a derecha: Antonio Linares Pérez, José Lucas Caballero Espejo, Pascual Álvarez Sánchez, José Navarro Jiménez y Juan Pozo Gómez. Detrás: camarero: Antonio Alvarado Hurtado, Agustín Sarrias Moreno, Fernando Navarro Ferrer, José María Sánchez Díaz, Andrés Gutiérrez Gómez, José Meléndez Sanjuán y Manuel Rebolledo Gil. Foto 2: Ediciones OBA
La pauta que influía a la hora de elegir a uno o a otro tenía como lógica dominante toparse con las amistades que más se congeniaban al objeto de echar un buen rato, y sí se disponían de algunas pesetas se compartían charlando entre rondas de bebidas con sus respectivas tapas.

De tratos en el bar. (sentados en círculo) José López Sarrias, Fernando Navarro, Diego Reyes y Antonio Andana. Foto 3: Ediciones OBA
Eran también lugares de encuentros para tratos de compras y ventas de animales, mayormente mulos y caballos; aunque también de fincas agrícolas o forestales, de huertas, y hasta de inmuebles. No obstante, la mayoría de la clientela iba a piñón fijo, a su tasca de siempre.

El mostrador del bar Becina o Vecina. Paco Jiménez Delgado, Manolo Vecina Ortiz y José María Macías Meléndez. Foto 4: Ediciones OBA
Destacaría de aquella época al bar Becina, como el más popular, y que muy posteriormente se supo que su denominación correcta debió de haber sido Vecina, ya que no respondía la intención de su bautizo al sobrenombre de su dueño sino que debido a una falta de ortografía del que hizo el letrero así quedó para la posterior clientela al coincidir casualmente con su apellido. Estaba situado en El Paseo.

En el cuartito de juego de carta y del dominó del Bar Becina improvisándose la celebración de una fiesta. Sentado a la izquierda: Paco Pajares Oncala. De pié a continuación: Diego Caballero Espejo. Sentado a la derecha: Lorenzo Jiménez Pajares. Fermín León Rondón, Felipe Gómez. Detrás de pie: Ramón López Godino, Frasquito Vecina Herrera (el dueño), Pedro Rubia (guardia civil), Ángel de la Rosa («Pintor»), Manolo Ortiz Sanjuán y Juan León Rondón. Foto 5. Ediciones OBA
La mayor actividad y ajetreo a diario ocurrían en horario de sobremesa, después del almuerzo de cada cual en su respectiva casa. En esos intervalos, la clientela era más lúdica que de consumo, de más cafés que otras bebidas y de más palillos de dientes en la boca, pasándose de una comisura a la otra, que de degustar tapas.
Ocurría, en un gran salón que tenía en la semiplanta de abajo en su parte trasera, aprovechando el desnivel abarrancado de la parcela donde se ubicaba la morada, y al que se accedía bajando unos cuantos escalones tras atravesar a ras de la calle la entrada principal donde se hallaba el mostrador y las mesas de madera acompañadas con sus respectivas sillas de tijeras. Allí se sucedían, en dos espacios contiguos separados por un tabique, primero en un cuartito que también servía de paso, las partidas de dominó y de cartas; y en el otro más grande ya al fondo, afinar carambolas en un billar.
Esto fue así hasta que llegó la televisión en blanco y negro que todo lo revolucionó. Por su alto precio inicial que lo hacía prohibitivo a las economías familiares, los primeros aparatos que llegaron a la tienda de Créditos Castilla para su venta fueron adquiridos por los bares.
Entonces, en Becina pasó a un primer plano por las tardes contemplar, en tanto se tomaba un café en el salón principal de su entrada, las corridas de toros, bien de San Isidro, San Fermín o desde donde fueran; y por las noches, a base de cervezas y vinos, los partidos de fútbol que se emitieran.

Bar Becina. De izquierda a derecha: Eduardo Rodríguez Pérez, Manolo Reyes Reyes, Juan Luis Rodríguez Pérez, Manolo Vecina Ortiz, Fernando Vargas Domínguez, Martín Castro Ramos, Lorenzo Jiménez Pajares y Juan Peláez Linares. Foto 7: Ediciones OBA
En los momentos de estos dos grandes espectáculos, el bar se convertía en una plaza de toros, o en un campo de fútbol, en plena efervescencia. Había que llegar al menos con media hora de antelación para alcanzar un sitio. Previamente, Manolo recogía las mesas para que cupieran el mayor número posible de sillas que colocaba en varias filas frente a la pantalla de veintitrés pulgadas situada sobre una repisa anclada en la parte superior de la pared. En esos eventos era obligada la consumición, y los que carecían de cuartos para verlo de gañote tenían que situarse de pie en la puerta de acceso desde la calle, dónde se aglutinaba el tropel de tiesos aficionados.
Las bebidas se sostenían en la mano o en el suelo, y su formato de vidrio quedaba en peligro cada vez que acontecía un buen capotazo y los presentes se ponían de pié, acompasados de los ¡olés! correspondientes, o en los goles marcados, arrancaban con calurosos aplausos. El ambientazo que se generaba era tremendo; casi lo mismo que sí se estuviera viviendo en el lugar de la celebración. Se discutía mucho; voces dirigidas hacia los favoritos de cada uno, que incluía alguna que otra bronca de rivalidad o tacos de exclamación, siempre sin asistencia femenina en esa franja horaria.

Frasquito Vecina Herrera, el dueño del bar Becina, con Andrés Gutiérrez Vecina. Foto 8: Ediciones OBA
Tras el mediodía en jornadas laborables después de nuestra salida de la escuela y antes de almorzar, salíamos de la clase flechados a este mismo bar para coger asiento de cara a no perdernos el programa favorito que para los modernos adolescentes del pueblo tenía lugar a las dos y cuarto de la tarde. Se llamaba “Cancionero”, con duración de quince minutos que tan poco nos sabía. Lo guiaba el presentador chileno, Raúl Matas, conocido ya en las ondas radiofónicas a través de su veterano programa musical, “Discomanía”; allí en Becina disfrutábamos con euforia de la música pop española del último momento, con algunas llamadas al orden por parte del dueño, Frasquito, cuando aumentaba nuestro entusiasmo y acompañábamos con nuestras voces las letras de las actuaciones rítmicas que nos sabíamos de memoria.
Nos reprochaba su propietario que esa música ruidosa le proporcionaba grandes dolores de cabeza, respondiendo con cara de pocos amigos cada vez que le pedíamos que aumentara el volumen. Allí nos familiarizamos con los grupos musicales del instante, tales como: Los Brincos, Los Bravos, Los Relámpagos, Los Pekeniques, Los Sírex, Lone Star, Los Salvajes, Los Mustang, o Los 4 De la Torre con “Mamita” y “Vuelo 502”.

La televisión de los bares nos hizo ver los directos o en play back a los adolescentes jimenatos de los grupos musicales del momento. Foto 9. Los Brincos. Fuente: Google
Con estos nuevos ritmos, en su inmensa mayoría de clara influencia anglosajona, rompíamos los moldes estéticos y melódicos de anteriores generaciones, aún aficionadas a la copla y al bolero, en aquella España en blanco y negro que seguía siendo tan profunda, como pecata y subdesarrollada.

El Paseo, a mano derecha, con mesas en la calle el Bar Becina y a la izquierda, el Bar de Cuenca. Foto 10: Ediciones OBA
En este caminar, señalaría igualmente el bar Cuenca, que entonces se encontraba situado también junto a El Paseo.
Aquí, parte de la composición de la clientela era relativamente más elitista. Basta un botón de muestra para demostrar lo que digo. Por ejemplo, un domingo por la mañana y en fiestas de guardar, tras la misa eclesial, este bar se llenaba de piadosos vecinos; en cambio, el de enfrente, Becina, de connotación más laica, tenía a esa hora la misma clientela que cualquier otra mañana laboral; eso sí, hasta que llegaban los momentos del aperitivo previo al almuerzo, donde ya ambos establecimientos se ponían en pie de igualdad, es decir a tope, incluidas las mesas desplegadas en sus aceras sí la meteorología del tiempo no lo impedía.

Foto 11: Parejas de amistades en el bar de Cuenca. En círculo: Lorenzo Piñedo Jiménez, Consuelo Rodríguez Pérez, Fermín León Rondón, Antonia Corbacho Espinosa, Ana María Cigales Pérez, Eloy Pérez Gil, Lorenzo Jiménez Pajares y Ángeles Castilla Gómez. Ediciones OBA.
Y es que una determinada asistencia al bar de Cuenca era más proclive a cumplir con esta obligada devoción en un entorno vecinal que nunca fue excesivamente ferviente con la fe católica, la única oficialmente existente.
Cuenca contaba con una buena cocinera, Pepa, su esposa, y un decorado, tras la profunda reforma que realizó, más acorde con el concepto de bar-cafetería actual. El fin de semana se ponía a rebosar, de bote en bote. Si era invierno, en sus interiores; y en verano, también al completo sobre todo en las mesas colocadas en su acera.
Su dueño, Ernesto, heredó de su padre a muy joven edad el establecimiento, anteriormente denominado bar Republicano. Esa denominación le acarreó a su progenitor el penoso destino del exilio. Temeroso de cómo se la gastaban las tropas coloniales que ocuparon el pueblo procedentes del llamado Protectorado de Marruecos y que fueron sublevadas contra el orden constitucional bajo el mando del general golpista, Francisco Franco, hubo de coger las de Villadiego.

Bar Cuenca. Ernesto Cuenca Cobalea ya con su padre sentado en el centro de la mesa, tras la vuelta del exilio. Frasquito López, zapatero, sentado a mano izquierda con las piernas cruzadas, Eladio Carrión (niño) asomando la cabeza por detrás. Diego Lucas Caballero, primer sentado a la derecha, y el resto no identificados. Foto 14: Ediciones OBA
Pasada la guerra civil, Ernesto volvió a abrirlo, y se obligó desde la distancia a ayudar a su padre, que no pudo retornar del destierro en el extranjero hasta bien avanzado la década de los cincuenta, mandándole mientras tanto veinte pesetas al mes en concepto de arrendamiento.
No era fácil en aquellas crudas fechas de la postguerra abonar ese periódico alquiler y tener a su vez que vivir del negocio junto a mantener la parte de la familia que pudo quedarse en Jimena. Nadie tenía dinero en aquellos momentos donde las gentes estaban más tiesas que la mojama, y cuando lo más frecuente que se consumía al día era un café, que estaba al precio de una chica, es decir, cinco céntimos de la peseta.

Año 1944. Recién abierto el Bar Cuenca. Paco Carrión Gómez, Antonio Cuenca Cobalea, Antonio Pajares, Antonio «El de Grazalema», Ernesto Cuenca Cobalea y Juan Guerrero. A la derecha de pie y de lado desconocido como detrás el del sombrero que está sentado. También los dos encorbatados que aparecen de pie en la puerta de entrada. Foto 15. Ediciones OBA.

Miembros de la Junta Directiva fundacional del equipo de fútbol, Jimena, CD y otros aficionados. Año 1.959. Sentados, de izquierda a derecha: Saldaña/Ernesto Cuenca Cobalea y Juan Trillo Trillo. De pie: Fernando Carrión Durán/Juan Piñero/José Domingo Carrasco Corbacho/Miguel Ramos Perales y Diego Bautista Prieto. Foto 16: Ediciones OBA.
Ernesto Cuenca era de temperamento más bien nervioso y siempre tenía presente entre sus prioridades aparte de la restauración la enorme pasión que sentía por el fútbol. Pasados los años de más penuria, en unión de mi padre del que siempre fue gran amigo y de otros desahogados vecinos, formó parte de la Junta Directiva en la etapa de mayor grandiosidad por la que atravesó el equipo aficionado de balompié, Jimena Club Deportivo, que fuera fundado en octubre de 1956.

En la acera del bar de Cuenca: José López Sarrias, Frasquito Vera Benítez, Bartolo Pajares Jiménez, Fernando Navarro Ferrer, Eugenio Roque Gallego y Diego Reyes Reyes. Foto 17: Ediciones OBA

Delante de la barra del Bar Becina: Ernesto Cuenca Cobalea, Juan Aguilar Sánchez e Ignacio Trillo. Detrás: José María Macías Sánchez, Javier Vargas-Machuca García, y Tobi Castilla Luque. Año 1969. Foto 18: Ediciones OBA
Para ese tiempo, también en el Bar de Cuenca había hecho acto de presencia la pantalla de la televisión. Con la caja tonta, el contacto y la comunicación entre las parejas adquirieron una nueva dimensión los domingos después de comer. Entre sorbos de una taza de café con leche, migado con una magdalena, se tragaban simultáneamente las cosas maravillosas que le ocurrían a una familia ejemplar del oeste americano, llena de varones, pertenecientes a la interminable serie de “Bonanza”.
A continuación, quedaban embobadas observando a José Luís Barcelona y Mario Cabré que hacían cumplir las ilusiones soñadas por las estrechas economías familiares, que eran la mayoría, y que no podían llevarlas a cabo, con su programa, “Reina por un Día”. Y de un tirón, en sesión continua prestas para completar la programación televisiva, ya junto a un biberón de cerveza Cruz Campo sobre la mesa, se ensimismaban con la música de “Escala en Hi-Fi” que presentaba Juan Erasmo “Mochi”, para finalizar con algún que otro episodio circense sobre el trapecio, que encarnara “Pinito del Oro”. De ahí, a la casa a cenar y a la cama. De esta forma, habían echado una tarde redonda de domingo.

En la bodega de Cuenca: Su dueño, Antonio Cuenca Cobalea, Andrés Macías Sánchez, Fernando Medina y Lucas Caballero Espejo. Foto 20: Ediciones OBA
Justo al lado del bar de Ernesto Cuenca, en su esquina, colindante y entrando ya por la calle Jincaleta, antes, Padres Marcelino y Justo, se encontraba la bodega de su afable hermano, Antonio, hombre de pocas palabras y constante sonrisa que había atravesado en la vida las mismas fatigas que su hermano. De ambos se decía en broma que uno sólo servía para tener niños, caso de Ernesto con cinco varones, mientras el otro, Antonio, para traer niñas al mundo; éste contaba en contraposición con cinco herederas.

Con el plato en la mano, el practicante, Miguel Cuenca Avilés, Dolores Jiménez Sánchez, Antonio Cuenca Cobalea y su mujer, Juana Soriano Camacho, Mercedes Morales Troyano, Anita Rocha Sánchez y Mari Pepa Delgado Vallecillo, no identificadas las dos sentadas al fondo. Foto 21: Ediciones OBA
Esa bodega era el lugar más frecuentado por una composición masculina de procedencia laboral estable, en una franja horaria muy cercana a la de las comidas y cenas. Su consumo estaba obligado, al tenerse que situar la clientela, por razones de espacio y en ausencia de sillas, en posición vertical junto a la barra.
Era corriente las rondas de bebidas que podían ser, en una primera vuelta, de hasta ocho, cada una de ellas con tapas distintas; no había que pedirlas ni elegirlas, venían automáticamente, correspondiendo con el número de veces que se había llenado la copa de vino fino, o repuesto el botellín de cerveza por entonces llamado biberón o un quinto (de litro) cuando aún no existía la caña de grifo. Claro que esto era posible gracias al buen hacer de su mujer, Juana, en la trastienda.
Las gentes aguantaban tragando una barbaridad, lo que no estaba escrito; era toda una costumbre enraizada en la cultura del pueblo. Eso sí, siempre socialmente compartido; a nadie se le ocurriría colocarse en solitario, como por entonces tenía lugar, según se comentaba, en ciertos países europeos, como Aleania, o como ahora en España también se observa en determinados ambientes urbanos.

Bar de Rebolledo. Tras el mostrador: Manuel Rebolledo Gil, discapacitado porque tenía cortada una pierna y llevaba dos muletas para caminar. padre de José, José Luis Castillo, que es el niño, y el hijo de Manuel, José Rebolledo González sirviendo una copa de fino blanco. Delante del mostrador: Andrés León Prieto, de camarero, y Juan Rey de la Torre, hermano de Reimunda (así le llamaban en el pueblo, pero era Raimunda) la peluquera de calle Larga. (Faltan las identificaciones de seis de los siete que están al fondo, con la excepción de Manolo León, el segundo a mano izquierda con corbata) Foto 22: Retratos de Jimena. Ediciones OBA
Otro bar, que destacaba por su singularidad gastronómica era el de Rebolledo, en calle Jincaleta número diez, junto a la barbería de Juan Sánchez, famoso por sus caracoles o pajaritos fritos, en una época de nula sensibilidad ambiental o animalista donde legalmente no estaba prohibido. El hijo del dueño, José, persona seria, amable y muy interesante, estaba muy estimado y reconocido en los círculos flamencos por su profundo conocimiento y buen toque a la guitarra; controlaba cantidad de palos.

Bar Rebolledo. Grupos de amigos compartiendo tragos. Agachados: Martín Castro Ramos, Cristóbal Ruíz, y Camilo Sánchez. De pie: Andrés Sarrias Navarro, Lorenzo Jiménez Pajares, Antonio Bersabé Borjas, Eduardo Rodríguez Pérez, y Pedro Corbacho Espinosa. Detrás del mostrador: José Rebolledo González y José Luis Castillo. Foto 23: Ediciones OBA
A iniciativa de mi padre, fueron muchas las horas que a la seis de la tarde, hora menos frecuentada por la clientela, en una habitación que tenía tras la barra y que se utilizaba al mediodía de comedor; José, entre tapa y tapa y copa que servía, me fue introduciendo en el manejo de las cuerdas sonoras del laúd.
No olvidaré la primera canción que me enseñó. Fue “Perfidia”, que tanto le encantaba a mi madre por ser de su época. Después, yo le tarareaba otras más modernas que deseaba aprender, y él, con el buen oído que le caracterizaba, de inmediato me indicaba el tracto que debía pisar con el dedo y la doble cuerda metálica que era obligada puntear o hacerla trinar con la púa. Así pasé a los acordes del cancionero que triunfaba en el italiano Festival de San Remo, tales como la melodía de Doménico Modugno que hiciera famosa la jovencísima Gigliola Cinquetti: “Non ho l’età”, ó, “Un tango Italiano”, que cantaron a dúo, Sergio Bruni y Milva, seguida de, “Quando Quando”, de Claudio Villa.
Y ya subiendo calle Sevilla, justo al lado de la barbería del maestro, Andrés Sarrias, nos encontrábamos con el más modernos de todos los establecimientos de bebidas en su diseño y composición juvenil de su asistencia, me refiero al bar Satélite, cuyo secreto de éxito en la planta de abajo fue la introducción de una Sinfonola, donde los jóvenes por una peseta oíamos una pieza que seleccionábamos de lo más avanzado del pop y el rock inglés y en castellano que se conocía en ese momento de prebeatlemanía: Elvis Presley, Chuck Berry… Duo Dinámico, Mikel Ríos… y cuyos sones de rock and rock y twist no podíamos reprimirnos para bailarlos allí mismo en su espacio libre. En la planta de arriba también gozaba de un billar y sala de juegos.

El bar Satélite de calle Sevilla. Su dueño, José María Cano Rojas. Antes fue de Crespillo y su mujer Rufina. Y anteriormente fue una tienda de muebles de Pedro Núñez.

Tobi Navarro Mena «Cain» y Pepe Gómez «Carrillo», en el bar El Satélite bailando un twist, El que está dando las palmas es Balme Ruiz. Detrás a mano derecha la Sinfonola.
Una mañana de sábado, personándome en la barbería del maestro Sarria, le pregunté en plan sorna por su equipo favorito, el Atlético de Madrid, que llevaba varias jornadas sin ganar, a lo que me respondió que ya lo único que le preocupaba era el bar Mi Ruina que le habían puesto más arriba; a lo que extrañado a bote pronto sin cogerle la guasa le contesté: «¡Pero si se llama Satélite!». Y con su habitual fina ironía y en el mismo tono, me respondió: «¡Qué me digan a mi cómo se llama, cuando ayer ingresé quince pesetas pelando y ahí me gasté -señalándomelo con el dedo en plan maldito- veinticinco en vino!».

Bar Bollito. Gabriel Moreno Vega, su dueño, con la bandeja en la mano. Su padre: Alfonso Moreno Vallecillo, Juan Valenzuela, Andrés León Prieto y Torre (falta la identificación total). Foto 26, cedida por su hija.
También resaltaría, en este recorrido, y más arriba siguiendo la misma acera de calle Sevilla, el bar Bollito, de Gabriel Moreno Vera, recientemente fallecido con noventa y cinco años y medio. Tenía muy buena fama igualmente por el tapeo. Era un lugar muy tranquilo, más propenso, entre trago y trago, para la tertulia, casi siempre sentado y en ambiente más intimo y relajado; gozaba de menos ruidos y jaleos. Previo al almuerzo, era el lugar preferido por mi padre para el aperitivo, junto a José Gómez Llaves, más conocido por “Carrillo”, apellido de su abuelo materno, y Cayetano Lobillo, estrechos amigos, para ponerse al día de lo que ocurría en el pueblo y en la esfera internacional.

La casa bar de Carrillo que fuera demolida al fondo que sobresale haciendo esquina a mano derecha detrás del caballo. Semana Santa de 1918. Foto 27: Ediciones OBA
Sin embargo, por la excepcionalidad decorativa que presentaba entre los establecimientos de restauración existentes en aquellas fechas, no puedo dejar de hacer mención al bar Carrillo, de José Gómez Quirós, padre del citado con anterioridad, al que le llamábamos con acento sarcástico: “El de las botellas vacías”, aunque lo que oficialmente se leía en su letrero de reclamo era, “Especialidad en té”.

Año 1953. José Gómez Quirós, «Carrillo». Fuente: Ediciones OBA.
Y es que sus estanterías estaban siempre repletas de inmutables envases de cristal sin el líquido elemento; fundamentalmente de anisados y coñac, sin olvidar los bellos diseños de los gaseosos sifones de entonces. Sus salas interiores, siempre ausentes de clientes, con sus techos blancos abombados, constituían otra de sus señas particulares de identidad. Le daba un toque escénico que en este presente hubiera hecho las delicias del cineasta Amenábar para el rodaje de una de sus películas de suspense. Eso era lo que más me llamaba la atención cada vez que entraba buscando a su nieto, Juan Carlos, que vivía en la planta de arriba hasta que el inmueble fue declarado en ruina.
Lamentablemente, la casa quedó totalmente derribada, incluida por tanto su fachada y cimentación, con el objetivo de construir un edificio de nueva planta para en aquel momento instalar una sucursal de la entidad financiera cajista de Jerez.

Bar Carrillo, ya cerrado y un tanto deteriorado al que he remozado. Foto 28: Cedida por Miguel Ángel Gómez, nieto del dueño del bar
Con ello se perdió la clásica estampa tradicional y armónica que ofrecían las cuatro esquinas al inicio de la calle Sevilla, dando paso a un bloque ajeno a nuestra arquitectura, que se alza como ejemplo de lo que nunca se debió hacer. Auténtico caballo de Troya introducido en una de las zonas más nobles de nuestro paisaje urbano. Un ejemplo más del nefasto desarrollismo de los sesenta, clavada en lo que fue la arteria principal de entrada al pueblo. Algo que en la perspectiva actual está bastante claro, no en aquellas fechas que incluso su construcción motivó un enorme interés y gran curiosidad entre los vecinos.

El edificio de la entidad financiera, entraño a nuestra arquitectura tradicional, procedente del desarrollismo de los sesenta que vino a sustituir al Bar Carrillo. Foto 29: Google Map
Fue el primer edificio que se construyó en Jimena con estructuras de vigas de hierro; conociéndose también la novedad de que los trabajadores hacían uso de sopletes; antes sólo se había visto su práctica restringida a los fontaneros soldando los contaminantes tubos de plomo de las escasas conducciones de agua existentes en algunas casas.
En la acción constructiva de unir las vigas de hierro que formaron la estructura del nuevo inmueble, en vez de la habitual de hormigón armado, a los obreros les estaba obligado ponerse unas caretas metálicas con parte de material especial transparente, desconocidas hasta entonces, en evitación de que los chispazos pudieran originar afecciones a la vista. Uno de estos trabajadores, Alfonso Pérez Sánchez, por descuido al omitirlo, en un destello quedó ciego, con enorme alarma, consternación y angustia entre familiares y vecinos. Dio la fatalidad de que era tuerto y la chispa fue a parar a su ojo de visión. En su nueva etapa de vida en la oscuridad, el siniestrado se hizo muy aficionado a tocar el acordeón que le acompañó hasta sus últimos días.

Alfonso Pérez Sánchez, el operario que se quedó ciego en la obra, acompañado de sus familiares: María Martín Prieto, Cristóbal Martín Martín, Ana Paulete Vallecillo, y Cristina Martín Prieto, su mujer. Foto 30: Ediciones OBA
Además, esos operarios contaban con monos azules, correas rodeando sus cinturas y cascos en las cabezas, como medida de prevención y de seguridad para colgarse también de las vigas en las alturas. Todo este espectáculo nos era inédito, lo que hizo que la obra se desarrollara con una gran concurrencia de ociosos mirones.
Ni que decir que en el pueblo no había mano de obra tan cualificada para este tipo de moderna construcción, por lo que algunos de los operarios tuvieron que venir de fuera. Se comentó mucho las enormes nóminas que cobraban estos especialistas, entre doscientas y cuatrocientas pesetas diarias, frente a las setenta y cinco que recibían los peones en otras obras en el pueblo.

El parque en la plaza de toros que fue, donde se emplazó la mole del edificio del Instituto que se construyó y que como barrera arquitectónica hizo perder esa imagen de espléndida vista al pueblo desde su entrada. Sentadas delante: Antonia Conde Sánchez, Paca Conde Sánchez y Ángeles Torres. Sentada detrás: María Conde Sánchez, Esperanza Jiménez Delgado, María Jiménez Delgado, Dominga Fernández de Córdoba Macías y no identificada. De pie: Juan Gallego Macías, Juan Conde Sánchez, Juan Piñero y Bartolo Pajares Jiménez. Foto 31: Ediciones OBA

Ubicación del Instituto en la década de los setenta sobre la parcela del anterior jardín. Foto 33: Google

Impacto visual de la ubicación del Instituto a la entrada del casco histórico del pueblo. Foto 34: Google Map
Este edificio, una vez finalizado, junto al bloque escolar que con posterioridad se ubicó indebidamente en el antiguo parque que había en el acceso principal al pueblo; lugar donde anteriormente estuvo situado una plaza de toros; constituyeron dos muestras que distorsionaron esa homogeneidad de calidad de nuestro diseño de pueblo árabe, serrano y Mediterráneo, que hasta entonces tan bien habían sabido conservar las generaciones que nos precedieron. Lamentablemente, la cosa no quedó ahí; ulteriores impactos edificatorios fueron engrosando una larga lista de «modernas» actuaciones a lo que fue la ampliación del pueblo en dirección a su Estación de tren.
Más evocaciones de bares que completan mi memoria, cada uno con su peculiar clientela y oferta diferenciada, lo constituyeron en aquellos momentos: el de Torres y La Parada, ambos en calle Romo.

Foto 35.1. Ano 1970: Bar La Parada de Francisco Jiménez Herrera «Orellana», al comienzo de calle Romo, lugar obligado como parada de taxis o muy cercano el autobús La Valenciana, uno de los tajos de Paquiro. Fue abierto en 1959. Foto: Francisco Jiménez Plata.

Foto 35.2. Enero 1969. Bar la Parada. Antonio Plata, Manuel Heredia, Antonio Jiménez Plata, Encarnación Plata Ayala, Francisco Jiménez Herrera. Foto: Antonio Jiménez Plata.

Foto 35.3. Año 1965. Bar la Parada, Antonio Jiménez Plata y Francisco García Lorente. Fuente: Antonio Jiménez Plata.
El bar España en las cuatro esquinas del barrio de arriba, y más allá: Vargas, Pérez, Manolo Mena…, pero ya de estos últimos no controlaba tanto y alargaría en demasía el relato que no aspira ser exhaustivo en el temario. Cómo los que igualmente incluyo en el elenco que viene a continuación la presencia de estos establecimientos en las poblaciones del mismo municipio situadas en San Martín del Tesorillo, San Pablo de Buceite y la Estación de los Ángeles.
ANEXO I: REPORTAJE GRÁFICO DE BARES Y CLIENTELAS DEL MUNICIPIO DE JIMENA
Bar Manolo de la Estación; Diego Ferrer García, José María Macías Meléndez y Antonio Torres. Tras el mostrador Manolo Sánchez Pro, el dueño. Foto 36: Ediciones OBA

Cafetería-kiosko Milagros: Situado también en el Paseo, en el otro extremo de la acera del Bar Cuenca, junto a la centralita de teléfono. Fermín León Díaz, Milagros Díaz Sánchez, viuda que con gran sacrificio sacó adelante a sus dos hijos que le acompañan, y Alberto León Díaz. Era lugar para que los niños compraran chuchuerías. Tenía muy buenos almendrados y piñonates que ella misma elaboraba. También para que los mayores degustaran sobre la barra, café con copas de coñac y de anis. Foto 37: Ediciones OBA.

Bar de Manolo Mena. Delante de la barra: desconocido, José Parra Fernández y José Cano Fernández. Detrás de la barra y sentada, dos mujeres no identificadas. Foto 38: Ediciones OBA

El Bar Bollito. Detrás del mostrador, su titular: Gabriel Moreno Vera. De izquierda a derecha: Francisco Delgado «Morán», Frasquito Meléndez, José Sánchez Barranco y Juan Peláez. Foto 40, cedida por su hija.

En círculo: Juan Vargas Pino, Antonio Pérez Sánchez, Mariana Pajares Sánchez, Herminia Pérez Sánchez, Cati Jiménez Saavedra y Ana María Vargas Pino. Foto 41: Fuente: Ediciones OBA

Venta de Juan Torres en Marchenilla: Delante del mostrador: Martín Álvarez Sánchez, Juan Gómez García, Paco Piñero Jiménez y Alfonso García Machado. Detrás del mostrador y de Juan Gómez, el dueño, Juan Torres Riquelme, junto Juan José Lizau Santos, y Manolo Pajares. Foto 43: Ediciones OBA

La Bodega, al final del pueblo. De pie a la izquierda, Gabriel Meléndez Dominguez. En primera fila agachados: Antonio Meléndez Duarte y Santos Moriche Valenzuela. Segunda fila: Juan Doncel y Antonio Trujillo. A la izquierda, botella en la mano: Diego Sánchez Pérez. A la derecha y con la copa en la mano: Antonio Navarro Valenzuela. Detrás de la barra: Manolo Prieto Pérez, el dueño, primo hermano del poeta Diego Bautista Prieto. Foto 44: Ediciones OBA

Foto 45. Agachado con la botella en la boca: Pepe Gil Sánchez. En círculo sentados: Juan Sarrias Vargas, Pepe Martín Moya, Paco Benítez Banitez, Juan Ruíz Delgado, Miguel Delgado Castilla, Antonio Martín Moya, Barme Ruiz Delgado, y Gonzalo Delgado Delgado. De pie: Miguel Ferández Delgado, Pepe Grazalema y Juan Sánchez Montero. Foto: Retratos de Jimena. Ediciones OBA

Foto 46. Bar Cuenca: Delante del mostrador: Antonio Rosado Gil, José Cantos Rueda, Gonzalo Gil Herrera y Ernesto Cuenca Cobalea. Detrás de Ernesto y detrás de la barra, dos no identificados. Fuente: Retratos de Jimena. Ediciones OBA

Bar de los Hermanos Gómez de la Estación de los Ángeles. José Rebolledo González con Bernardo Oncala, ambos encorbatados a mano derecha. Entre los presentes, de frente delante de la barra tocándose las manos: José Ortiz. También figuran detrás de la barra los hermanos Gómez : Paco Gómez Sierra, Antonio Gómez Sierra, Manolo El Molinero, Andrés León, Juan Mena Herrera y el resto no identificados. Foto 47: Ediciones OBA
Bar Manolo de la Estación: Amigos de Práxedes Gómez García y de José María Macías Meléndez, tales como Juan Torres y Juan José Lizau Santos con el brazalete negro . Detrás de la barra, su dueño, Manolo Sánchez, y su hijo, Antonio Luis, en el otro extremo y el resto no identificados. Foto 48: Ediciones OBA
Puerta del bar de Ernesto Cuenca. En la imagen: José Ortiz e hija, Carmina Ortiz Vargas, José Gómez Sánchez, con luto en su manga, y su mujer, Isabel Vallecillo Orellana. y la pareja, Paca Bañón García y Manuel Muñoz Vallecillo. Foto 49. Ediciones OBA.

Bar de Cuenca: Diego Delgado Ramírez e Isabel Mendoza Duarte. Foto 50: Ediciones OBA

Arrodillado al cante: Bartolo Pajares Jiménez. Sentados: Domingo Jiménez Oncala, Francisca Lorenzo, Sabastián Jiménez Mateo, María Ordóñez Gutiérrez, Ana María Vargas Jiménez, María Jesús Jiménez Mateo. Primera fila de pie: Francisca Conde Sánchez, Ana Jiménez Oncala, Paca Bernal, y Enrique Pajares Oncala. Detrás: Antonia Delgada Moreno y Paco Jiménez Mateo. Foto 51: Ediciones OBA

Bar Manolo de la Estación: Delante: Sebastián Gutiérrez Gómez, Frasquito….. Elio Gómez Vallecillo, Salvador Barroso Barroso, no identificado. Detrás: Antonio Gómez, Plácido García Mena y Manuel Sánchez Pro, el dueño. Foto 52: Ediciones OBA

Cantina de Luis Luque. Frente al Bar de Ernesto Cuenca donde además era tienda de comestibles y en la planta de abajo tenía la panadería. José Pérez Navarro, Bartolo Luque Barranco, Jacinto Boza Córdoba, Antonio Leal Estrada, Francisco Pérez Pozo, desconocido, Jacinto Coronil Sarrias y Francisco Rodríguez Pérez. Foto 53: Ediciones OBA

Bar Ernesto Cuenca: Delante-sentados: Andrés Carretero Sánchez, Manolo Montero Rojas. Atrás: Manolo Heredia Sánchez, Frasquito García, Juan Márquez, Manolo Fernández Pérez. Foto 54: Ediciones OBA

La familia de José Regueira Ramos y Kati Mauriz Fernández con sus cuatro hijos (delante: Héctor, Esther y Jesús, y detrás, Víctor). Atrás en la imagen: Manuel Castilla García, José Castilla Gómez, y no identificado con gafas de pasta negra. Foto 55: Ediciones OBA

Niños: Francisco Martín Barranco, Ana Martín Barranco y Cristóbal Martín Martín. También de izquierda a derecha: José Martín Prieto, Bárbara Barranco Gallego, Cristina Martín Prieto Ana Pérez Sánchez, María Martín Prieto y Alfonso Pérez Sánchez. Foto 56: Ediciones OBA.

Niños: María del Carmen Sala García, José Sala García y Francisco Giraldo Téllez.. Mayores: Antonia García Luque, Casimiro Sala Meléndez; Francisco Giraldo Giraldo y Francisca Téllez Espinosa. Foto 57: Ediciones OBA

Guillermo Ruíz Jiménez, Paca Pérez Gil, Ana Gil de Castro y los niños: Loli Ruiz Pérez, Paco Ruíz Pérez y Mariano Ruíz Pérez. Foto 58: Ediciones OBA

Bar Cuenca; Delante: José Monte Blanco, Antonio Gil Rosado. Detrás: Francisca Jiménez Pérez, Francisca Bueno Lozano y delante frente a la cámara no identificada. Foto 59: Ediciones OBA

Bar Manolo de la Estación: a la izquierda, no identificada, Elio Gómez Vallecillo, Ángeles Merino Pérez y de perfil a la derecha, no identificada. Detrás de Elío y que vuelve la cara, no identificado. Foto 60: Ediciones OBA

Delante: Andrés Godino Gil. A su izquierda: Paco Moya Herrera. Detrás y a su derecha: Paca Pozo Gómez, Antonio Téllez Rojas y Maribel Peláez Sánchez. Foto 61: Ediciones OBA

Bar España en las cuatro esquinas del barrio de arriba: José Castilla García, Frasquito Vargas Domínguez y Miguel Sarrias Mena. Detrás: Manolo Gallego Macías y José Andrades Navarro. Foto 62: Ediciones OBA

Miguel Cárdenas Urbano, Martín Álvarez Sánchez, Francisco Ramos Saavedra, Andrés Gutiérrez Gómez, Ricardo Díaz Sánchez. Foto 63: Ediciones OBA

Bar Vargas: Francisco Herrera Fernández, Manuel Vargas Domínguez, dueño del Bar, Antonio González Cano y Miguel Fernández Márquez, de día en Créditos Castilla y de noche en el cine Capitol. Foto 64: Ediciones OBA

Bar Vargas: Sebastián Jiménez Gómez, Juan Mena Herrera, Máximo Mateo Coloma, Manuel Vargas Domínguez, no identificado y Juan Vargas Pino, el hijo del dueño Manuel Vargas Domínguez. Foto 66: Ediciones OBA

Bar Vargas: Niño: Alfonso Marquez Liñán, Juan Moreno Sierra y Alfonso Márquez Domínguez. Detrás de la barra: Juan Vargas Pino, hijo del dueño: Manuel Vargas Domínguez. Foto 67: Ediciones OBA

Paco Moya Herrera, Paco Pérez Duarte y Miguel Moriche Valenzuela. Foto 68: Ediciones OBA

Francisco Herrra Fernández, Loli Castilla Luque, Bartolo Luque Barranco, y Matilde Cárdenas Castillo. Foto 69: Ediciones OBA

Alfonso Reinaldo, desconocido, desconocido, desconocido, Antonio Macías, Francisco Meléndez «El Lolo», María Riquelme, resto a la derecha desconocidos. Foto 71. Ediciones OBA.

Año 1959. Foto 71 bis. Bar de Manolo Mena de calle Fuente Nueva. De izquierda a derecha: Román Llamas, Diego Pino, José Sánchez López «Reinaldo, Alfonso Collado y Rodrigo Mena. Foto de Gregorio Pino Oliver

Bar Becina. Aparecen en la foto: Manolo Becina Ortiz, Juan López, Manolo Reyes Reyes «El Escarabajo», Jacobo Rovira, Manolo Jiménez «Manolito El Gitano», Lorenzo Notario «Bermejo», «Andrequito», Vicente Reyes «El Güitri», Diego Moreno y Miguel Morón (niño) Foto 72 Fuente: Tío Jimeno.

Bar Becina. Manolo Vecina Ortiz, Manolo Reyes Reyes, Diego Reyes Heredia (niño) y desconocido. Foto 73. Fuente Tío Jimeno

Bar Central de San Martín del Tesorillo (Jimena de la Frontera) Foto 74. Fuente: José María Ferrer Pulido. Blog `Quiero a Tesorillo´

San Martín del Tesorillo. Bar Fernando, calle Real. José María Macías Maléndez (camarero de Jimena que se desplazaba a trabajar esta pedanía de Jimena cuando estaba en feria), en el centro, José Gómez Domínguez. «Joselito» o «El pollero», con la máquina de café e hijo del dueño, y José Albarrán Troya a la derecha. Segunda mitad de la década de los sesenta. Foto 76. Fuente: Noticias de San Matín del Tesorillo. Blog de Pacurro.

Bar Fernando en San Martín del Tesorillo. Día de lluvia. En la foto José Gómez (Joselito), Antonio Serrano, Juan Alaminos, Manolo Cobalea…. Foto 77. Titular: Francisco Martín Sánchez. Fuente: Blog «Quiero a Tesorillo»..

Bar Ortega. Existió en la plaza central (hoy de la Constitución) de San Martín del Tesorillo. En la imagen: Juana Ortega (propietaria) hija, Juani Ortega Ortega, su hermano Alfonso, su hermana Isabel, y el propietario, padre y esposo, Juan Ortega Siles. Año 1960 aproximado. Foto 78. Fuente: Isabel Ortega Ortega. Fuente: Blog «Quiero a Tesorillo».

Bar Tibero en la calle Real de San Martín del Tesorillo. En la imagen: Antonio Sánchez Tibero, el propietario, su hijo, Antonio Sánchez Díaz, un sobrino, hijo de una hermana de Antonio Tibero, y el tercer niño, Andrés, hijo segundo del propietario. El cliente es Luis Rojas. Foto 79. Fuente: Andrés Sánchez Díaz, en el Blog «Quiero a Tesorillo».

Bar de Tesorillo: Diego Sarabia, José Marcos, detrás Diego El Carnicero; Antonio González, Julio Vázquez y Celestino Martín. Foto 80: Fuente: Antonio Jesús González Martín. Fuente: Blog: «Quiero a Tesorillo».

Bar de San Martín del Tesorillo Juan Risco (apoyado en la columna) Dominguito González Quintero (camisa blanca) Antonio El Aceitero, Eduardo Carrera. Paco Ruiz. Foto 81. Fuente: José María Ferrer Pulido en Blog `Quiero a Tesorillo´.

Bar Central de San Martín del Tesorillo. Foto 81. Fuente: José María Ferrer Pulido en Blog `Quiero a Tesorillo.

Bar de San Martín del Tesorillo. La cafetera de origen italiano que revolucionáron los bares y la estética tras los mostradores. Foto 82 . Fuente: José María Ferrer Pulido en Blog `Quiero a Tesorillo´.

Bar de San Martín del Tesorillo. Foto 83. Fuente: José María Ferrer Pulido en el Blog ^Quiero a Tesorillo`.

Bar Central de San Martín del Tesorillo. En imagen: Fernando Martín El Mondeño, Mariquita Mena La del Mezquillón, Modesta y Lorenzo. Foto 84. Fuente: Lupita Martín Mena en el Blog `Quiero a Tesorillo´.

Bar Fernandito de San Martín del Tesorillo. en la imagen: Eduardo Delgado Rojas, Peña, Blas Gil Fernández y Paco Martín Cerralbo. Foto 85. Fuente: Blog `Quiero a Tesorillo´.

Bar de San Martín del Tesorillo. Foto 86. Ju con José Macías, Jesús, Francisco, Mondeño, Gil y Segovia, Fuente: Cati Ju en Blog `Quiero a Tesorillo´.

Bar de San Martín del Tesorillo. Foto 87. Fuente: Loli Ruiz Sánchez en el Blog `Quiero a Tesorillo´.

Bar de San Martín del Tesorillo. Juanito Collado, Jerónimo Gil, El Nene, Francisco Alegre, Lola Montes, Carmen La Granaina, Francisco Collado, Pepa La Española, Foto 88. Fuente: Loli Ruiz Sánchez en el Blog `Quiero a Tesorillo´.

Bar de San Pablo de Buceite. A la guitarra, Gonzalo Delgado, al cante, Juan Muñoz, al baile, Jose Nebreda, y los palmeros: Miguel Banderas, Melchor Sanchez y Juan Perez Lara. Foto 89. Fuente: Portal de facebook de la Junta Municipal del Distrito de San Pablo.

Bar de San Pablo de Buceite. Foto 90. Fuente: portal de facebook de la Junta Municipal del Distrito de San Pablo.

Bar de San Pablo de Buceite. José Chinela, Miguel Bandera….. Foto 91. Fuente: Portal de facebook de la Junta Municipal del Distrito de San Pablo.

Bar de San Pablo de Buceite. Foto 92. Fuente: Foto cedida por Lourdes Sánchez del Pino a portal de facebook de la Junta Municipal del Distrito de San Pablo.

Bar Central de San Martín del Tesorillo en lo que hoy es plaza de la Constitución. Foto 93. En la imagen: María Cinta Estorach Escurriola, Rafael Estorach Zaragoza. Cinta Escurriola Prats y la pequeña, Rosa Estorach Escurriola. Fuente: Rosa Estorach Escurriola en el Blog `Quiero a Tesorillo´.

Bar Central de Tesorillo: Delante: Rivas, el zapatero/ Domingo (Quintero)/ Marín/ Juan Riscos/ Pedro García y Ciro. Detrás: Miguel Martín Franco, camarero y Antonio Mena. Foto 94. Fuente; Portal de Facebook: «Quiero a Tesorillo».

Foto 95 del año 1971. Feria de San Martín del Tesorillo. De izquierda a derecha: 1.- José Calle, 2.- Juan Jiménez, 3.- Francisco Navarro, 4.- Curro Ravira, 5. Juan Martín, 6.- Serafín Montes. FUENTE: Mira Torreguadiaro.
Teodosio vmg
abril 4, 2016
COMO SIEMPRE HAS BORDADO TU ARTÍCULO COSTUMBRISTA LOCAL. LOS DE LA ESTACIÓN Y SAN PABLO RECLAMAN QUE CONTINÚES CON ELLOS. TE HAS PASADO CON EL NÚMERO DE LAS TAPAS DE ANTONIO CUENCA, YO NUNCA PUDE PASAR DE LA QUINTA. ME SUPONGO QUE LO HABRÁS MANDADO A TÍO JIMENO. FELICIDADES Y UN ABRAZO. TEODOSIO
Date: Sun, 3 Apr 2016 23:15:47 +0000 To: teovm@hotmail.com
Isabela Palau
abril 4, 2016
Fabuloso¡¡¡¡, Muchas gracias por este legado histórico. Vitus Olander ha visto a su madre en la foto Parejas de amistades en el bar de Cuenca. Foto: Ediciones OBA. La 1ª de la derecha.
Un fuerte abrazo
nilda avalos
agosto 30, 2016
faltan el bar «la parada»… historico …y »
venta cano» de la estacion…
Ignacio Trillo
septiembre 16, 2017
A continuación de la foyo 35,ya figura.el bar La Parada.
pedro durán gavilán
agosto 31, 2016
Se llamaba LUCAS MACIAS CABALLERO (Q.E.P.D.) regentaba un Molino,funcionaba con el agua del Río Guadiaro a su paso por la Central Hidroeléctrica «El Corchado»; se trataba de Molino Maquilero; es decir los dueños de Cortijos les llevaban el trigo y tras molerlo, le cobraba una Maquila y además vendía harina para las tahonas que se dedicaban amasar y y vender el pan.- Su madre se llamaba Dª Mercdes y fue padre de tres hijas y un hijo.- Los nombres no los mencionos porque a Dios gracias creo que viven y no se si les gustaría; una familia ejemplar, eso puedo decirlo ; pues son merecedores de ello.En otra ocasión hare´alusión a otros de los fotografiados. Un fuerte abrazp a todos. Pedro Duràn Gavilán.
Juan Riscos Sanchez
agosto 31, 2016
Genial reportaje fotográfico y mejor articulo. Felicidades. Y nuevamente gracias por incluir el Bar Central de Tesorillo que regentaba mi padre. Un abrazo.
Teresa
diciembre 8, 2016
Un excelente artículo. He llegado a él buscando información sobre emigrantes de Jimena de la Frontera, concretamente sobre una familia que emigró a América, hija de Matías Bueno, fallecido en Jimena en el año 1887, sus descendientes quieren conocer sus raíces y su cultura.
Si alguien tiene información agradezco me lo hagan llegar.
Gracias.