El protagonista de la autobiografía, Juan López Morales. Foto: Helios López Lamothe.
INTRODUCCIÓN
Ignacio Trillo
Hago pública la tercera entrega sobre la autobiografía de Juan López Morales nacido el año 1915 en la localidad gaditana de Jimena de la Frontera, por tanto teniendo veinte años de edad cuando se inició la sublevación militar de una parte del ejército contra la Segunda República, efeméride en el que está centrado el primer bloque de sus revelaciones.
Como se indicó en la primera parte (VER: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2021/05/27/memorias-de-juan-lopez-morales-desde-el-exilio-27-05-2021/) aquí expuesta, esta lectura es posible gracias a la voluntad expresada por Helios López Lamothe, hijo del protagonista y de madre francesa, Ivette Lamothe, al que es de agradecer su gesto por cuanto contribuye por la importancia del testimonio que le fue legado para seguir profundizando en el conocimiento de la Historia de aquella época tan convulsa.
Esta semblanza fue dictada en primera persona por el protagonista de los acontecimientos a su nieto Romaric, hijo de Helios y de Sylvie Lafaurie igualmente aborigen francesa, para información a sus herederos y demás familiares.
El hijo y el nieto de Juan López Morales nacieron, crecieron y se formaron ya en Francia donde se exilió al final de la guerra su antecesor, del que nunca olvidarán la odisea que sufrió junto a su familia, a la par que el sacrificio que le reportó su compromiso político y ético por la libertad y la justicia en España. A la vez, ambos descendientes continúan profesando un intenso amor a la tierra chica donde vio la luz su antepasado y continúa viviendo gran parte de su extensa familia.
La casa actual de Helios, hijo de Juan Morales López, en el sur de Francia donde Jimena está más que presente. Foto de Helios López Lamothe.
Como subrayé en las dos entradas anteriores, mi papel en este relato está reducido a insertar las imágenes acompañadas de los comentarios a pie, de cara a contextualizar o ampliar puntuales instantes de la narrativa que se dan por consabidos en la óptica de aquel tiempo para acercarlo al lector de hoy, así como supervisar la redacción ortográfica y los giros francófonos incluidos en el texto original, contrastar fechas, nombres y demás hitos que se exponen, en evitación de algún desliz que se hubiera podido arrastrar como consecuencia también de la diferencia de seis décadas que media entre los hechos aquí retratados y la transcripción del testimonio memorístico.
Para situar al lector con el hilo expuesto hasta ahora, la segunda parte que antecede de esta autobiografía de Juan López Morales acabó en el momento en que después de la caída de Málaga y el consiguiente camino recorrido en la huida con su familia con destino a Almería caminando entre bombas, en lo que se ha denominado la horrible Desbandá, se alistó en el campamento militar de Viator como voluntario, incorporándose al ejército popular republicano siendo el primer destino la defensa de Madrid, para donde partió con su batallón Ascaso número 2 el día 29 de febrero de 1937.
El nombre del batallón "Ascaso" se debe al líder sindicalista de la CNT muy amigo de Durruti, Francisco Ascaso Abadía nacido en Almudevar (Huesca) el 1 de Ab
ril de 1901 en el seno de una familia campesina y fallecido en Barcelona el 20 de Julio de 1936 en el golpe de Estado en el asalto al cuartel de Atarazanas de un disparo en la frente
.Aquí en la imagen, tomada en Paris donde estuvieron exiliados los tres que figuran durante gran parte de la dictadura de Primo de Rivera, Así a mano izquierda Ascaso en tanto en el centro figura el mítico Buenaventura Durruti, muerto el 20 de noviembre de 1936 de forma accidental en la defensa de Madrid al dispararse el fusil naranjero MP28 que se hallaba sin el seguro puesto, y a mano derecha el otro dirigente anarquista, Gregorio Jover Cortés, también originario aragonés y más tarde vecino de Barcelona, pertenecientes por tanto los tres al mismo sindicato en el que militó hasta su muerte el jimenato-estacionero Juan López Morales. Foto: AraInfo.
DE MADRID PARA LA BATALLA DEL JARAMA, A UN PERMISO PARA VER A SU FAMILIA REFUGIADA EN GRANYANELLA (LLEYDA)
Juan López Morales
Continuación año 1937
Los batallones 1 y 2 Ascaso procedentes de Almería llegamos el día 2 de marzo al madrileño cuartel de la calle Granada número 33 perteneciente al distrito Puente de Vallecas. Desde Aranjuez hasta Madrid tuvimos que marchar con los faros apagados de los camiones ya que de noche las baterías enemigas situadas en la distancia apuntaban igualmente en dirección a la carretera, con la amenaza que ello significaba si nos detectaba. Los insurrectos atrincherados en el Jarama pretendían cortar la comunicación de la capital de España con Valencia para así dejarla aislada.
Año 1936. Centro Obrero del distrito Puente de Vallecas
Al entrar en Madrid, era de noche, se hallaba sin luz y todo oscura, sin embargo veíamos como si fuera pleno día de forma intermitente, coincidente cuando los aviones rebeldes arrojaban bombas y bengalas sobre la capital iluminando el cielo como si se trataran de fuegos artificiales. Como mi batallón estaba compuesto por andaluces, muchos de la provincia de Sevilla, con la guasa que nos caracteriza, nos bautizamos como los Chirigoteros. Y es que en Aranjuez nos recibieron con música y ahora en Madrid con cohetes.
20 DE Noviembre de 1937. Acompañamiento en el funeral por la muerte del líder sindicalista de la CNT en el frente de la defensa de Madrid, Buenaventura Durruti. El segundo por la izquierda, Manuel Mora Torres, comandante del batallón Ascaso 2, cogido al brazo del asesor militar de Durruti, el sargento José Manzana, que se hallaba a su lado en el momento que le explosionó el fusil que manejaba, que a la vez se coge del brazo de la viuda, Mimi.
En esa fecha, la batalla del Jarama y la de Guadalajara estaban su fase más álgida. Nos enviaron a los del batallón Ascaso 2, que mandaba un tal Manuel Mora, al Jarama; en tanto el 1, que lo ordenaba un tal Gutiérrez, a Guadalajara.
A la llegada al Jarama, nos agregaron a la 77 brigada mixta frente al famoso cerro Pingarrón.
El cerro de Pingarrón muy apetecible para el control de la zona fue tomado y perdido numerosas veces por los ejércitos enfrentados a lo largo de febrero de 1937 con pérdidas humanas colosales
El otro batallón, o sea Ascaso 1, salió al mismo tiempo del cuartel del Puente de Vallecas para Guadalajara, agregado a la división que mandaba Cipriano Mera, donde los Italianos del general Mario Roatta atacaban en dirección a Valencia. La batalla terminó con una derrota demoledora para los Italianos y los facciosos que les acompañaban. En total cuatro divisiones italianas compuestas de 50 000 hombres, apoyadas por la división Moscardó de 20 000 hombres entre los cuales se encontraban gran numero de marroquíes y de carlistas, sucumbieron en la batalla y no pudieron lograr sus fines militares, como eran también aislar a Madrid y cortar su corredor con Valencia, donde el Gobierno y las instituciones republicanas se hallaban desde el día 7 de noviembre.
Batalla de Guadalajara.
La operación de aislar la capital madrileña y asfixiarla rompiendo además su comunicación con Valencia donde se hallaba el Gobierno de la República y con Aragón y Cataluña, conllevaba el ataque con tropas fundamentalmente legionarias y regulares magrebíes por el sur de Madrid a lo largo de la carretera de Aranjuez, de ofensiva de penetración hacia el nordeste, a través del río Jarama, para cortar la carretera de Valencia que había de coordinarse con un ataque por tropas principalmente italianas unos treinta mil soldados dotados de numerosos tanques del "Corpo di Truppe Volontarie", que, a las órdenes del general Roatta, que procedían en gran parte de la toma de Málaga, debían avanzar desde Sigüenza hacia Guadalajara para cerrar la pinza a la altura de Alcalá de Henares. Ambas batallas por las prisas de los sublevados no se llevaron simultáneamente retrasándose la de Guadalajara lo que unido al mal tiempo que hizo y a la fuerte respuesta republicana en ambos frentes a pesar de que las pérdidas en vidas humanas y armamentísticas fueron cuantiosos por los dos lados, el balance final es que los insurrectos no lograron su objetivo y Madrid nunca sería ocupada sino entregada con el fin de la contienda.
En cuanto al 2° batallón, del que formaba parte, llegamos al Jarama el 5 de marzo de 1937 y como dije antes nos agregaron a la 77° brigada. El primer día de nuestra llegada, nos entregaron fusiles rusos y ametralladoras en gran cantidad. Al día siguiente, el 6 de marzo, pasamos al contraataque ya que, costase lo que costase, se trataba de frenar el avance enemigo, en su mayoría alemanes de la división Cóndor que seguramente creían que en Madrid se podía entrar como Pedro por su casa, al compas de los tambores y cantando como si se tratara de un desfile militar, como venía siendo desde Toledo, en fila de tres.
Plano del escenario principal de la sangrienta batalla del Jarama
.Imagen: Googlemap
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Como no se esperaban tan intenso fuego de ametralladoras y fusiles por nuestra parte, además apoyados por la aviación leal que llegaría al momento, teníamos que evitar el cerco a la capital de España con el corte de la carretera de Madrid a Valencia, los dejamos aproximarse lo máximo posible, y cuando recibimos la señal de abrir fuego empezaron a caer como moscas sobre el terreno.
Ante la ofensiva por el sur de los sublevados comenzada del seis de febrero de 1837 en torno al río del Jarama, las fuerzas republicanas reaccionaron con sus mejores mandos y tropas, logrando, para sorpresa de Franco, muñidor personal de esta operación militar, detener el ataque y que quedara la sangrienta batalla en tablas tras un mes con enormes pérdidas de miles de vidas humanas por ambos lados.
Imagen: Rutasbelicas.com.
Aprovechando la desbandada del enemigo, nos dieron orden de pasar al contraataque y entre los olivos y las viñas de esas tierras, empapadas por las lluvias, con ese frio y esa humedad del mes de febrero y de marzo de 1937 que hacía, se formó un auténtico cementerio donde se veían por todas partes cadáveres y heridos de los dos frentes. Los que seguían con vida, lamentándose y arrastrándose entre la tierra fangosa y resbaladiza en aquella batalla imposible de borrar sus imágenes que transcurrió frente al pueblo de Morata de Tajuña situado al sureste de la provincia de Madrid.
Un héroe anónimo de esta batalla que no figura en ninguna gesta escrita pero que es obligado rescatar. Se trata del jimenato Antonio Peláez Sanjuán, que aquí se contempla
con el brazo en cabestrillo en un hospital de Madrid donde fue evacuado a consecuencia de los disparos que recibió en ese mes de febrero de 1937, tras tomar al asalto el cuartel general de los sublevados en Morata de Tajuña, en esa lucha para impedir que los sublevados cortaran la entrada en Madrid. Curado de esas heridas, se volvió a incorporar al ejército republicano. Estuvo también en las batallas de Guadalajara, Belchite, Teruel, en la del Ebro, a continuación en la de Aragón-Cataluña hasta que tras el avance final de los franquistas se exilió en Francia donde fue internado en el campo de concentración de Argelés de donde más tarde se escapó y retornó a España siendo apresado y encerrado en un campo de concentración en Huesca. De allí fue sacado por un jefe militar franquista que era pariente y que declaró haberse tratado de un error ya que, según declaró, había hecho la guerra en el batallón franquista llamado "Marcial". Y fue entonces cuando regresó a Jimena donde lo que le esperaba no era la represión sino el hambre.
Foto: Tomo I, Retratos de Jimena. Ediciones OBA.
Mi batallón, a las cinco de la tarde del mismo día, había perdido, en tres contraataques sucesivos, la mitad de sus efectivos, entre muertos y heridos.
Febrero de 1937
.Lo que sería la primera gran batalla de la guerra de España y a tumba abierta con decenas de miles soldados por tierra, empleándose
por ambas partes
del conflicto: artillería pesada, tanques y aviones, y en medio de unas condiciones
meteorológicas
de lo más adversa
con abundantes lluvias y frío intenso.El balance asimismo de víctimas no pudo ser más desolador.
Los republicanos sufrieron alrededor de 10.000 bajas, mientras los sublevados 7.000... Madrid perduró en manos republicanas hasta el fin del conflicto, finales del mes de marzo de 1939. Imagen: Rutasbelicas.com.
Como no teníamos trincheras, nos cubríamos dentro de los hoyos que hacían las bombas y los obuses de la aviación y de la artillería, llenos de agua con color rojizo producto de la sangre humana.
La batalla sangrienta del Jarama cuerpo a cuerpo las fuerzas que se enfrentaron sin más protección que los olivos o las oquedades que sobre el terreno iban dejando las bombas procedentes de la artillería pesada o de la aviación.
Foto: Ayuntamiento de Morata de Tajuña.
El frio era inmenso ya que una lluvia fina transformada en nieve helada caía sin parar. Entre todo este calvario, se añade el de un amigo y compañero llamado Ojeda, natural de Osuna (Sevilla). Se acercó a mí con una pierna que no le quedaba nada más que el pantalón a cachos y el pellejo colgando por debajo de la rodilla. A continuación se sacó una navaja que portaba procediendo a cortarse lo que le quedaba de la pierna. El valor de mi amigo Ojeda no lo podré nunca olvidar…
El día 8 por la mañana, salí del frente con una pierna helada. Me tuvieron que cortar la bota para sacarla del pie. Fue ya en el hospital de Ocaña donde me trasladaron de inmediato.
Lugar donde estuvo inicialmente hospitalizado Juan Morales López. La cárcel de Ocaña que data de 1983 para presos comunes y a partir de 1914 tras una reforma en un reformatorio para adultos, al iniciarse la guerra el gobierno de la República lo destinó para hospital militar para a los heridos de distintos. Tras el final de la contienda volvió a ser prisión. y de las más grandes de España, que la Dictadura franquista destinó fundamentalmente para presos, primero republicanos y más tarde de las nuevas generaciones antifranquistas, llegando a albergar a más quince mil encarcelados.
Foto, AMT Colección Alba
Abandoné Ocaña el siguiente día 9. Me llevaron al hospital de Alcázar de San Juan en una ambulancia. La misma noche de mi llegada, un paciente que había ingresado después de un bombardeo en el fragor de la batalla en el Jarama, perteneciente a mi brigada, se había vuelto loco. En su estado de demencia, le vino la idea, durante la noche, de hacer rodar las camas de los pacientes de guerra allí ingresados hasta estacionarnos en el patio del hospital. En mi habitación había un tal Benito de Jimena que vino herido conmigo del Jarama, estaba en ametralladoras en mi mismo batallón. Él estaba herido en la espalda y nos encontramos los dos estupefactos en medio del patio. Suerte corrimos que no le diera al que había perdido el cerebro por hacer mal a nadie. Por la madrugada llego un enfermero y le tiró una manta a la cabeza y así pudo hacerse con él, y a nosotros liberarnos de aquella situación surrealista y también del miedo que pasamos.
Hospital de la red Socorro Rojo Internacional como hospital de Sangre número 2, que inspeccionaba el doctor Ortega Durán en su estancia en Alicante donde desempeñó el puesto de director del hospital Provincial, Joaquín Costa de Alicante.
De Alcázar de San Juan, dos días después, siendo día 11 de marzo, en un tren hospital fuimos trasladados al hospital del Socorro Rojo de San-Vicente, en Alicante. Allí me encontré con Don Guillermo Ortega, el médico de Jimena que había sido nombrado director del hospital provincial de Alicante y que había venido a este otro centro sanitario en visita de inspección. Fue enorme su sorpresa, al igual que la mía. Al tomar nota de mi percance, en el acto fue a entrevistarse con el doctor del hospital de San-Vicente que me trataba y gracias a él quizás salvé mi pie helado ya que querían amputarlo después de haberlo examinado.
Guillermo Ortega Durán, nacido en Montejaque (Málaga) en 1889 estuvo de médico titular de Jimena de la Frontera durante veinte años, de 1916 a 1936, en que tuvo que huir con su familia ante la llegada a la localidad de las tropas coloniales sublevadas. Fue la mayor eminencia de la IIª República en el municipio. Presidente de la Unión Republicana era a su vez miembro de la logia masónica local "Fénix 66". Tras el triunfo del Frente Popular llevó las riendas del Ayuntamiento en la condición de primer teniente de alcalde. Prestó sus servicios médicos en el frente del Torcal en la defensa de Málaga para hacer a continuación el camino por la carretera de la muerte de Málaga a Almería. Tras dos años dirigiendo el hospital provincial de Alicante pasó a dirigir el hospital provincial de Valencia. En los últimos momentos del fin de la guerra huyó por la frontera con Francia donde pasó más de un año en sus campos de concentración. De ahí con la ocupación por los nazis de parte del país galo marchó a Casablanca donde se hallaba su mujer, la maestra de carrera en Jimena, doña Pura Terrones, y cuatro hijos pequeños, y a continuación, perseguido por el gobierno galo presidido por Petain, colaboracionista de Adolfo
Hitler, se embarcó a México donde se exilió. Murió de cáncer en Caracas adonde se desplazó conociendo su enfermedad para estar junto a su primo hermano, el rondeño, José Luis Ortega Durán, también exiliado, y que era una eminencia en el campo de la psiquiatría y de la nutrición infantil a nivel internaciona
l.Foto. Juan José Montero Ortega.
En Alicante en este mes de marzo hacía un tiempo magnifico y nadie podría imaginar que en España transcurriera una guerra, ni que sufriera tanto los rigores de esa triste contienda bélica que estaba enlutando nuestro país. Las playas se hallaban abarrotadas de bañistas, paseando en barcos y quemando su piel al sol magnifico en esas vísperas de la primavera.
El día 13 de abril, me trasladan al hospital de Crevillente para recuperarme donde en el tiempo que estuve, cerca de dos meses, me sorprenden por medio los sucesos ocurridos en Barcelona del 2 al 6 de mayo de ese mismo año de 1937.
Barcelona mayo de 1937. En esos días de mayo de 1937 señalados se produjeron fuertes enfrentamientos en el seno republicano entre el Gobierno de la Generalitat en manos de ERC con el apoyo del Gobierno de la nación con sede en Valencia que seguía presidiendo Largo Caballero y el de los comunistas catalanes, el PSUC, socialistas y UGT para acabar con lo que ellos convinieron en definir como caos y desorden en la Ciudad Condal ocasionados por el dominio arbitrario que ejercían determinadas milicias de la CNT, de la FAI y del POUM, comunistas de tendencia troskista. Todo empezó por el desalojo del edificio de Telefónica por la Guardia de Asalto de la Generalitat ocupado por la CNT desde los primeros intentos de Golpe de Estado. El balance se saldó con 500 muertos y 1000 heridos. En el fondo subyacía
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a diferencia táctica por parte de las fuerzas de
izquierda sobre si la prioridad única era ganar la guerra posponiendo medidas revolucionarios o hacer la revolución para ganar la guerra como planteaban sectores mayoritarios en la CNT catalana. Restablecido el orden que buscaba la Generalitat, la crisis se trasladó al Gobierno donde el presidente de la República, Manuel Azaña, procedió a sustituir a Largo Caballero por considerar que había perdido el consenso y a su vez sustituirlo por el doctor Juan Negrín. Esta crisis gubernamental también acabó con el cese de los cuatro ministros de la CNT quedando uno solo al igual que la UGT. Estos hechos debieron desconcertar y causar mucho dolor a Juan López que solo pasa de puntillas en su relato limitándose a señalar los días que acontecieron sin hacer ningún tipo de valoración.
El día 15 de mayo, cae el gobierno de Largo Caballero y le sucede el doctor Juan Negrín. El 18, cobré mi primera paga de sargento.
El 13 de junio 1937, fui dado de alta en el hospital de Crevillente con 15 días de permiso por convalecencia y aprovecho para ir a ver a mi familia al saber que se encontraba en un pueblecito de la provincia de Lérida llamado Granyanella, entre los municipios de Tarraga y Cervera, adonde la llevaron desde Almería. No la había visto desde entonces, finales de febrero.
Estación de tren de la localidad leridana de Cervera.
El día 16 llegué a la estación de Cervera sin saber nada de catalán. Al instante, un señor con gorra numerada de mozo cogió mi maleta y como no entendía lo que me decía ya que me hablaba exclusivamente en catalán, mientras más me resistía a que se hiciera con ella por desconfianza hacia su intención, más eran sus tirones. Así estuve hasta que una muchacha madrileña refugiada vino en mi ayuda, manifestándome que el hombre quería llevarme a un taxi ya que el pueblo que yo buscaba, Granyanella, se hallaba a unos 10 kilómetros de distancia. No hubiera jamás imaginado que en Cataluña existieran estos servicios de taxis tan útiles para un caso como el mío que gracias al mozo de la estación de tren descubrí al no manejar la lengua ni conocer el territorio. Sin su auxilio, quizás no hubiese encontrado tan fácilmente ese pueblecito perdido donde estaban mis padres y hermanos en compañía de otra familia que recuerdo aun el nombre del progenitor: se llamaba Juan, al que le faltaba una pierna, de oficio retratista.
La localidad leridana de Granyanella donde la familia de Juan López Morales tras la amarga peripecia de la "Desbandá" de Málaga a Almería fue trasladada por las autoridades republicanas en su condición de refugiados.
El taxi pues me condujo a esa pequeño localidad que no conocía ni de lejos. Al bajar del coche, vi a mi padre con mis hermanos, Lola y Joaquín. Como no había anunciado mi llegada, no me esperaban. Al observarme, miraron sorprendidos a aquel miliciano que viajaba y se bajaba de un taxis.
El día 30 de junio 1937 mi convalecencia acabó y emprendí viaje de regreso para encontrar de nuevo mi unidad en Madrid. El 2 de julio, llegué al cuartel de calle Granada y el día después, o sea el 3 de julio, me encontré de nuevo en el frente.
Antes, cuando regresaba de viaje tras mi convalecencia, a la altura de Tarragona me encontré con otro miliciano que como yo volvía a Madrid, en su caso después de un permiso en Barcelona, y que no conocía. Solo sé que se llamaba Ricardo. A la salida de esa capital de provincia catalana, en una gasolinera encontramos un camión francés que, nos dijo el chofer, iba a recoger naranjas cerca de Castellón. Montamos atrás de la cabina, encima de la batea del camión, ya que iba sentado al lado del conductor otro muchacho que le acompañaba.
De pronto, antes de de llegar a Castellón, el chofer vio dos aviones y, debido al pánico que sintió, dio un volantazo saliéndose de la carretera. El camión chocó frontalmente contra un poste de madera de teléfono partiéndolo, quedándose colgado en el aire por el tendido de los cables. En el balanceo el poste le dio un fuerte golpe en la cabeza al chico acompañante hiriéndole gravemente. Tuvo que ingresar en el hospital de Castellón donde lo dejé, y como yo tenía el cuartel en el Puente de Vallecas, de paso cumplí con la promesa que le hice y me dirigí a la dirección que me dio de Villaverde y avisé a la oficina de su batallón del accidente ocurrido y de que no podría volver del permiso en el plazo previsto.
El Hospital Provincial y la Clínica Militar 1936-1938 de Castellón. Fue en este hospital donde sería ingresado y fallecería el acompañante de viaje de Juan López a consecuencia del choque del vehículo con un poste de teléfono. Este hospital jugaría un papel fundamental para el campo republicano en la batalla de Teruel para la atención de los múltiples heridos habidos.
Foto Grup Per la Recerca de la Memoria Histórica.
José Antonio Aparici Gallart.
La primera cosa que hice, dos o tres días después de mi llegada al frente, fue escribir al hospital de Castellón, solicitando noticias de Ricardo, al que solo conocía de aquel fortuito encuentro en Tarragona y del inmediato viaje por carretera que efectuamos ambos en dirección a Valencia. Cinco días después me respondieron informándome que ese muchacho había fallecido al día siguiente de su ingreso. Lo sentí profundamente como si lo hubiese conocido de toda la vida, más aun por no disponer de la dirección de su familia para explicarle la manera en que tuvo lugar el accidente que le resultó letal.
Tras la batalla de febrero del Jarama que quedó en tablas, en base a la experiencia adquirida el ejército republicano construyó una línea de defensa que iba desde Morata a Arganda del Rey compuesta por 93 nidos de ametralladora de hormigón armado y unos 500 “puestos de escuadra” blindados, Además se construyeron una extensa red de atrincheramientos y refugios para la tropa.
Asimismo se realizó un exhausto trabajo de excavación de cuevas, desde pequeños refugios individuales hasta grandes cuevas y un laberinto de túneles que permitían albergar a escuadras o pelotones completos, la instalación de puestos de mando, puestos sanitarios, almacenes.
..dotados de chimeneas para la salida de humos.
Fuente y foto: Asociación Tajar
En cuanto a mi regreso al frente del Jarama, encontré mi batallón ya en sólidas trincheras reguarnecido. Hacía un calor tremendo, a diferencia de cuando lo dejé en el mes de marzo. El frente del Jarama estaba estabilizado. Era una guerra de trincheras, con golpes continuos durante las noches. En Madrid no habían podido entrar los insurrectos y la carretera de Valencia no la habían logrado cortar.
Tres días después de mi llegada, una noche de tormenta muy oscura, un escucha que vio un bulto andar entre las dos líneas, dio la alerta de fuego y se formo un gran chirrío de ametralladoras, fusiles y granadas de manos.
En mi batallón había una miliciana llamada Rafaela, picado su rostro por la viruela, desfavorecida físicamente además por la naturaleza y por el uniforme militar que portaba, prefería quedarse en el batallón vestida de hombre y con el nombre de Rafael. Al amanecer el día de la noche de ese tiroteo, quiso mirar si había algún muerto o herido delante de las trincheras y se meó de risa al ver dos burros muertos entre las dos líneas, gritando: no vale ser hombre y tener miedo a dos borricos.
Como ya el frente del Jarama estaba relativamente tranquilo y por la zona de la Cuesta de la Reina los fascistas intentaban atravesar el rio Zojo, nos relevan y nos trasladan a la segunda línea.
El 20 de julio, Sanjurjo despegaba desde un campo improvisado en Estoril para volar hasta Gamonal, en Burgos, y ponerse así al mando de la sublevación. La avioneta se estrelló sin conseguir elevarse y el general golpista encontró la muerte. Casi un año después, el 3 de junio de 1937, el general Emilio Mola perdía la vida en otro accidente aéreo, en el Puerto burgalés de la Brújula. Fueron dos fallecimientos muy oportunos para los planes personales del Dictador de permanecer en el poder hasta su muerte.
El 3 de julio, el general Mola tiene la misma “suerte” que Sanjurjo. Muere en otro accidente de aviación. El 19 de julio, Bilbao cae en manos de las fuerzas de Franco.
Del 6 al 8 de julio, la batalla que se estuvo librando en Brunete fue tremenda.
El jefe de mi batallón había pedido voluntarios para Bilbao o Brunete, ya que éramos fuerzas de choque y teníamos que ir por todas partes por donde el enemigo atacara.
En la segunda línea, no lejos de “curazolas” donde se encontraba el mando de la brigada, estábamos en plena reorganización esperando nuestra salida sin saber para qué frente, pero en la noche del 5 al 6 una tormenta nos sorprendió en las chabolas que los zapadores habían levantados. Estábamos acampados a orillas de un pequeño arroyo seco y en la madrugada, sin que los que estaban de guardias se dieran cuenta, llegó una enorme tromba de agua y de barro inundando todas las tiendas de campaña que tuvimos que abandonar como pudimos.
La catástrofe hubiera podido ser mayor, pero solo tuvimos cuatro ahogados y bastante fusiles, ametralladoras y fusiles-ametralladores que al otro día tuvimos que limpiar.
El día 10 de agosto, salimos para el frente de la Cuesta de la Reina, no lejos de Aranjuez donde teníamos el cuartel general del batallón Ascaso. En esta ciudad formamos la 149 brigada mixta que volvió a mandar Manuel Mora compuesto por los batallones 593, 594, 595 y 596. Esta brigada se llamaba la brigada de la pana porque estábamos vestidos todos de esta tela. Una vez que la nueva brigada fue constituida tomamos posición a lo largo del rio Tajo, en Seseña, Ciempozuelos y en las zonas altas, no lejos de Aranjuez.
Milicianos cenetistas de "la brigada de la pana", ataviados con la gorra confederal y cazadoras y pantalones de pana y botas de agua para las inclemencias del momento.
Foto. SBHAC
Las cocinas las teníamos en el cuartel en Aranjuez y había la pareja de un compañero llamado, o apodado, Canuto, que sin llegar a ser límite era algo retrasado, analfabeto como muchos en esa fecha tenía con su mujer una menor de unos 10 años. Al verla que no estaba bien de salud, la madre la llevó al médico quien pronosticó un embarazo de la chica. Enseguida, en el puesto de mando interrogaron a la niña que dijo que un tal Uribe, cocinero, tras haberla besado había abusado de ella.
Fue detenido y juzgado en la comandancia de la brigada y enviado a la primera línea, vigilado a fin de que no pudiera escapar. Me tocó a mí ir a buscarlo con mi unidad. En el camino, una vez detenido, uno de mis compañeros quiso liquidarlo pero me interpuse y me costó bastante trabajo convencerlo de que con la condena de situarse en primera línea ya era suficiente, aunque entendía que tuviera razón ya que el delito lo merecía.
Cumplida nuestra misión, como éramos una brigada de choque, la 149, y el frente del Jarama se encontraba tranquilo sin ofensiva enemiga, el día 4 de octubre 1937 salimos para Madrid donde después de unos días nuevamente en el cuartel de calle Granada, Puente de Vallecas, nos enviaron a ocupar las trincheras cavadas en uno de los márgenes de la carretera de Extremadura.
El frente aquí estaba formado por trincheras cubiertas en forma de túnel, verdadero laberinto donde no era difícil perderse en el camino y encontrarse en el lado enemigo. Le ocurrió a un soldado moro que era cantinero en el ejército franquista. Buscando al que le había vendido unos paquetes de cigarrillos en su cantina, se presentó un día ante uno de mi escuadra de guardia intentando localizarlo para cobrarle. Lo hicimos prisionero en el acto ya que nada le debíamos.
Dos o tres días después, el cocinero que en Aranjuez dejo a la niña embarazada desertó pasándose al enemigo. El que quiso liquidarlo tenía razón y me lo reprochó bastantes veces después, pero en fin, yo cumplí mi misión y nada se me podía reprochar.
Regulares magrebíes y brigada republicana separados por la carretera
Solo la anchura de la carretera nos separaba del enemigo, y a veces ocupábamos casas donde el enemigo estaba presente en la otra mitad de las mismas, como la llamada Casa Blanca, una antigua taberna donde habitábamos en una parte del edificio y ellos en el garaje y en otras dependencias.
Durante la noche, los escuchas se tiraban chinitos los unos a los otros y se hablaban mutualmente, como hecho frecuente también eran las explosiones de minas que hacían volar a cualquiera.
Lo de conseguir papel de fumar en los frentes era muy complicado como un recurso escaso. Aquí contemplamos después de lograrlo cómo lo lía el general de brigada, Luis Castelló Pantoja, sevillano de Guadalcanal que había sido ministro de la Guerra. Detrás y a mano derecha liándolo, también vemos al jimenato Andrés Jiménez Gutiérrez "Peana" con la ansiedad que denota la imagen. Andrés era mecánico en Jimena y miembro de Izquierda Republicano cuando estalló el golpe de Estado y tras huir de Jimena antes de la entrada de las tropas sublevadas huyó a Málaga donde se alistó al batallón "Pablo Iglesias" para la defensa de la capital. En la batalla del frente de Teruel donde "Peana", ya como sargento, tras darle por desaparecido en un ataque de los franquistas apareció a la semana siguiente tras haber estado escondido ese tiempo para salvar la vida soportando temperaturas de veinte grados bajo cero, pero con la pierna congelada, afección que arrastraría, a diferencia del autobiografiado Juan López Morales que le fue curada, a lo largo de
su posterior largo exilio francés como en su regreso a Jimena ya iniciada la década de los sesenta hasta su fallecimiento.
Durante varias noches se efectuaron intercambios de tabaco por papel de fumar y otros objetos que escaseaban de un lado u otro, con peligro de encontrarse un hermano de cada lado, o paisanos del mismo pueblo ya que, después de todo, se trataba también de una guerra entre españoles. Pero una noche, el comandante dio órdenes severas de que si esto se repetía, pondríamos en marcha las ametralladoras contra el enemigo osado. Así se terminaron estas salidas nocturnas y estúpidas que solo a partir de entonces se efectuaron una única vez para recoger y enterrar los muertos de dos lados después de duros combates, como sucedió, durante el 16 y 17 de noviembre, cerca del cementerio de San Isidro.
Durante los meses de noviembre y diciembre hacía en Madrid un frio intenso y húmedo, lo que provocaba que la vida de las trincheras fuera muy penosa y difícil de soportar.
El día 20 de octubre 1937 cae Gijón, lo que hace que todo el norte esté controlado por los fascistas.
El 15 de diciembre 1937 empieza la batalla de Teruel que el 8 de enero cae en manos del ejército de la República.
Año 1938
Las noticias que llegan de esta provincia aragonesa son que el frio y las sierras heladas, junto a los contraataques fascistas, son de una extrema violencia. El 22 de febrero, Teruel caía de nuevo en poder de las tropas franquistas.
Diego Sánchez de la Torre, hermano de María, (la mujer del tendero, Bartolo Macías González, y por tanto tío de Andrés y José María) y de Irene, la mujer que fue de Sebastián Zarza, el del taller de mecánica en la Estación. Diego, perito mercantil, que sacó la carrera bajo el quinqué en noches de estudios después de haber acabado la jornada de trabajo en la finca "La Huerta, propiedad de su padre, que estaba ubicada en Marchenilla. Sin militancia partidista o sindical, sin embargo era profundamente republicano y repudiaba el fascismo. Muy culto y dotado de una exquisita oratoria como demostraba participando en coloquios, impartiendo charlas conferencias y dando mítines. Sería célebre el transmitido en Estepona desde un balcón de una panadería ante cientos de vecinos. Encontró la muerte en enero de 1938 con 26 años, combatiendo en la fría nieve de la Sierra de Teruel, a veinte grados bajo cero, cuando encontrándose con Juan Millán Torres, de la estación de Gaucín, fueron sorprendidos mortalmente por los disparos de un mortero. Desde el año 2016 una plaza de Jimena lleva su nombre en reconocimiento a su generosa entrega para la salvaguarda del orden constitucional violentado.
Foto: Retratos de Jimena. Ediciones OBA.
El día 1° de marzo 1938, recibo carta de un compañero del batallón Salvochea donde me anuncia la muerte de mi amigo y compañero Diego Sánchez de la Torre, que murió en las sierras blancas de Teruel, blancas como las casas de Jimena, combatiendo como mueren los hombres, entre el frio y la nieve de Teruel, unos de los frentes más terribles de esa guerra de España.
Jóvenes jimenatos que cita Juan López Morales porque le llegó la noticia de sus muertes en distintos campos de batallas. De izquierda a derecha:, Antonio Benítez, el hijo del caminero, En el centro, Francisco Infante Riquelme (en este caso perteneció al Batallón Número 8 “Pablo Iglesias” que se constituyó en Málaga capital, calle Córdoba número 6), que contaba con 29 años en 1936, soltero, chófer y afiliado a la UGT, ascendido a cabo, muerto en la batalla de Pozoblanco (Córdoba), donde yace enterrado en una fosa común en el paraje conocido por “La Losilla” donde existen importantes yacimientos visigodos, perteneciente al término municipal cordobés de Añora.
Y a la derecha, Fermín León Rubiales muerto en combate en Peñarroya, hermano del dirigente jimenato de la CNT, Sebastián que también murió en el exilio francés, marido de Milagros Díaz Sánchez,
madre de Fermín, Alberto, Pasionaria y Pedro.
En la parte inferior, Manuel Linares Pérez y José Sánchez Gavilán.
Fotos: Retratos de Jimena. Ediciones OBA.
Rosa
junio 17, 2021
Impresionante relato.