Introducción.
Hasta aquí ha venido relatándose, en un primer capítulo, (VER: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2020/08/06/43170/) el comienzo de la vida de Ángeles Vázquez León, nacida en 1922 en Jimena de la Frontera (Cádiz) Corresponde a su etapa de infancia felizmente transcurrida en el seno de una familia humilde donde destacó bien pronto por su pasión a la lectura y porque a muy temprana edad se tuvo que poner a trabajar de ditera, compatibilizándolo con la escuela.
Asimismo, en el segundo capítulo, (VER: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2020/08/18/43318/) contando ya con catorce años, es sorprendida por la irrupción del golpe de Estado del 18 de julio de 1936. Tiene que huir del pueblo acompañando a sus padres y cuatro hermanos ante el temor a la represión de los sublevados en armas contra la IIª República. En una primera marcha, con destino al malagueño municipio serrano de Genalguacil. Tres semanas después, tras el 28 de septiembre en que es ocupado su pueblo natal, y ya formando parte del tercer capítulo, (VER: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2020/09/08/43673/) llegando a Estepona.
De la mano de Ángela y de su familia, se van recogiendo en estos relatos los acontecimientos bélicos e hitos que iban sucediéndose de forma simultánea en los campos de batalla. Asimismo, lo que acaecía en la Jimena que dejaron y siempre reaparecerá en el recuerdo o en el presente sobre su sufrimiento, a la par que la descripción de los lugares por donde iban pasando, unido a las peripecias de los paisanos con los que se iban cruzando en esa terrible odisea que significó este periodo histórico.
ÁNGELES VÁZQUEZ LEÓN (4ª Parte)
Ignacio Trillo
DE ESTEPONA A MÁLAGA
Habiándose quedado el padre de Ángeles Vázquez en el capítulo anterior dándole vueltas a la cabeza, pensando en tomar una decisión que diera seguridad definitiva a su familia, ante el irrefrenable avance de los militares rebeldes alzados en armas, ésta no se hizo esperar.
No debían seguir corriendo más riesgos permaneciendo en Estepona, sufriendo cada día los horribles bombardeos desde el aíre y con la amenaza de padecer otros nuevos, vía marítima, procedentes de barcos rebeldes; más, cuando los insurrectos habían tomado los municipios limítrofes del oeste y el noroeste, Casares y Manilva, y se hallaban posicionados prácticamente en sus puertas. También la falta de suministros de alimentos llevaba a que el hambre empezara a pasarles factura.
Situándose en la carretera y subiéndose a continuación a un camión, el cabeza de familia se plantó en solitario en la capital malagueña con el propósito de buscar un alojamiento.
Estaba convencido, con el déficit de información que acumulaba, que la capital de la provincia sería el lugar idóneo, con una defensa militar que suponía de lo más sólida, a la par que le resultaba imposible creer que el Gobierno republicano no reaccionara, con una ofensiva en toda regla, y acabara decididamente con la sedición antes que dejarla caer a manos golpistas.
Solucionada la misión, en la jornada siguiente regresó con la buena nueva. Y dos días después, con lo que llevaban a cuesta desde que salieron de Jimena; esta vez, sin mulos ni caballos, sino por medio del mismo transporte por carretera ya empleado; llegó toda la familia a la capital malagueña sin ningún sobre salto por el camino, aunque haciendo paradas en las localidades por las que pasaban. percatándose de la calamitosa situación existente.
LA LLEGADA A LA CAPITAL A «VILLA CARLOTA»
En la urbe malagueña, la familia Vázquez León, con suerte -hasta la catedral y el interior de otras iglesias, como la de San Agustín y Los Mártires, estaban repletas de refugiados- se hospedó en un lujoso chalet que se llamaba «Villa Carlota». Estaba situado en el Paseo de Sancha, entonces denominado, Antiguo Camino de Vélez.

El interior de la Catedral de Málaga, albergaba a muchos menores, siempre los grandes perdedores de las guerras, en la condición de refugiados de la mano de una parte de sus familias.

Desde finales de julio 1936 al 8 de febrero, fecha esta última en que fue ocupada militarmente la capital malagueña por el ejército italiano y por mercenarios magrebíes, la Catedral sirvió de albergue para muchos refugiados y como lugar seguro ante los indiscriminados bombardeos que sufría la ciudad por la aviación rebelde. La avalancha de población civil, primero procedentes de las provincias de Sevilla, Córdoba y Granada, y más tarde del Campo de Gibraltar y de las ciudades costasoleñas que iban cayendo en manos de los sublevados, así como de las comarcas de Antequera y Ronda, hizo que conseguir un lugar en la capital para hospedarse y alimentarse no fuera nada fácil. La familia de Ángeles Vázquez tuvo suerte con el cobijo que hallaron. Fue por mediación de sus parientes jimenatos, constituido por el matrimonio, León y Cuenca, que habían llegado antes a la capital procedentes también de Estepona. Aquí vemos en esta imagen, con estas caras despavoridas de rostros llenos de tristeza y de miedo, a algunos de los primeros refugiados llegados al interior del monumento eclesiástico. Al fondo, se puede apreciar un tabique de ladrillos, mandado a construir por el entonces gobernador civil republicano, el médico forense de origen asturiano, José Antonio Fernández Vega, como muro de protección de la magnífica sillería del coro, el altar, y el sagrario, que formaban parte del noble mobiliario de la Catedral. También se hallaba la virgen de la Victoria, patrona de la ciudad. Fue traída a este lugar desde su Santuario para que no le pasara nada. A pesar de ello, y de haber salvado además la vida de varios sacerdotes y de ilustres personajes de la derecha antirrepublicana de la ciudad, el citado gobernador, militante de Izquierda Republicana, el partido de Manuel Azaña, fue posteriormente fusilado por las tropas franquistas y arrojado su cuerpo a una fosa común que fue cavada en la superficie del cementerio de San Rafael, donde yace, junto a más de cuatro mil quinientos malagueños que corrieron semejante destino. Lo mismo deparó a los otros dos gobernadores civiles que le sucedieron hasta el 8 de febrero de 1937. Me refiero al docente, Francisco Rodríguez Rodríguez, militante del PSOE, cuyo cuerpo aún no ha sido localizado, y a Luis Arráez Martínez, también socialista. Este último fue detenido el último día de la guerra cuando iba a pasar a Gibraltar camino del exilio, habiendo renunciado antes a huir desde el puerto de Alicante en el mercante británico, «Stanbrook». Fue fusilado con 43 años, dejando cinco hijos, habiendo sido el que protegió durante su mandato en Málaga la vida de Josefina Gálvez Moll, la esposa del aviador rebelde, el capitán, Carlos de Haya, Esta dama fue retenida en los primeros momentos del fallido golpe de Estado en Málaga. Su marido había huido el 18 de julio desde Málaga, donde le sorprendió el levantamiento militar cuando se hallaba de vacaciones en el domicilio familiar de calle Císter, en un mercante hasta Tarifa para desde aquí viajar a Sevilla al objeto de ponerse a disposición del golpista Gonzalo Queipo de Llano. Tras el 8 de febrero de 1938, el citado gobernador civil siguió amparando a su esposa «como rehén «especial» en su huida en coche oficial, de la marca Heige, a Almería para no ser víctima precisamente de los bombardeos rebeldes, de los suyos. Entregada sana y salvo al Gobierno republicano que se hallaba establecido desde noviembre en Valencia, en el Palacio del Marqués de Benicarló, se efectuó su canje, ocurrido a mediados de julio de 1937, por el intelectual izquierdista, de origen húngaro y protegido por los ingleses, Arthur Koestler, corresponsal de guerra en España de diversos medios de prensa internacional, que permanecía encarcelado en Sevilla desde la ocupación en febrero de la capital malagueña, donde fue detenido por el periodista del diario ABC, Luis Bolín, y entregado al general Queipo de Llano. Koestler, estuvo durante los primeros 103 días de su encarcelamiento, esperando cada madrugada ser ejecutado. Dicho intercambio de presos aconteció en la verja de Gibraltar con la presencia de la Cruz Roja Internacional. Fue el primero que sucedió entre ambas partes en guerra. Estos hechos explican sobradamente porqué el aviador Carlos de Haya no participó en los bombardeos de Málaga capital ni en los de la carretera de Málaga a Almería. Pues bien, en los últimos días de la guerra, el gobernador civil, Luis Arráez, por medio de la ya viuda de Carlos Haya a la que había salvado y cuyo marido había muerto el 21 de febrero de 1938 en combate aéreo en la batalla de Teruel, al ser abatido por la escuadra republicana, logró documentación falsa sobre su identidad y se encaminó a exiliarse en Gibraltar. En el momento de disponerse a atravesar la frontera española, tuvo la mala suerte de ser reconocido por uno de los guardias que era de Málaga. Tras ser detenido, fue fusilado sin piedad.
En «Villa Carlota», la familia de Ángeles, se instaló en un pequeño anexo edificado en la misma parcela del inmueble, al fondo del bello jardín que poseía, con flores y árboles frutales que incluían chirimoyos que jamás habían visto ni probado su manjar. Era una habitación grande a dos niveles que disponía además de un cuarto de baño, coronada por una azotea. Daba a pie de playa.
El edificio se hallaba en la parte Este de la ciudad, pasada la Malagueta, conocida la zona como Reding. Estaba separado de la arena que daba a la orilla del mar tan solo por una vía férrea de raíles estrechos que comunicaba por tren la capital malagueña con Torre del Mar, y a continuación, adentrándose en el interior de la Axarquía, llegaba, como destino final, a la granadina localidad de Ventas de Zafarraya.

Foto de 1969-70, Estado que presentaba la calle Paseo Sancha, antes llamada, Antiguo Camino de Vélez, tomada la imagen antes de ser demolida «Villa Carlota» junto a los otros dos inmuebles que figuran más a su derecha, para construir las actuales «Torres de la Caleta», frente a la «Fuente de Reding». Con el número 1, en amarillo, aparece la mansión «Villa Carlota», lugar donde, junto a otras familias alojadas, se hallaba el matrimonio jimenato, León y Cuenca, con sus siete hijos pequeños. Fueron allí destinados por las autoridades republicanas malagueñas en la condición de refugiados, al ser abandonado por su dueña, tras un uso previo como hotel restaurante. Y con el 2, el lugar que describe Ángeles Vázquez, al fondo de su jardín y con vistas al mar, como habitáculo que tuvo que ser antes para el servicio doméstico, donde se hospedó con su familia. En esta imagen, tres décadas después, acondicionado como oficina para venta de los futuros pisos a construirse. Delante había una vía de tren que comunicaba la capital con Torre del Mar. Aquí figura ya desaparecida sus raíles, construida sobre ellos la carretera del Paseo Marítimo, hoy llamado Pablo Ruiz Picasso, que además hizo desaparecer la playa existente y serle ganado terrenos al mar. Sobre ella también se percibe también la escollera de piedras que se situó para la defensa de esa infraestructura viaria de los embates del oleaje. «Villa Carlota», fue edificada, entre 1904 y 1905, junto a los dos chalet que figuran a su derecha, «Villa Carmen», y «Villa Rosa» que da a la calle Gutenberg. La iniciativa corrió a cargo del millonario, Carlos Alessandri Casalonga, oriundo de Córcega (1835-1911), ingeniero de caminos y director de la «Compañía de Ferrocarriles de Andalucía» que tuvo su sede en el «Palacio de la Tinta», muy cerca de estas villas, y se los regaló a sus hijas, entre ellos a Carlota Alessandri Aymar, que tuvo como descendiente a la escritora, María Ángeles Rubio-Argüelles. Ésta, se casó con Edgar Neville, diplomático, escritor, dramaturgo, director de cine, pintor español, y IV conde de Berlanga de Duero. Tras la ocupación de Málaga por los rebeldes, al parecer fue destinada a Gobierno Militar, luego a sede de Falange Española y más tarde a las oficinas del ICONA. Foto: Ignacio Krauel Barrionuevo.
Otra vez, fortuitamente, coincidieron en el mismo lugar, con sus parientes jimenatos. Se trataba del matrimonio constituido por Eladio León Mayoral y Juana Cuenca Navarro, con sus siete hijos, entre ellos Acracia, la gran amiga de Ángeles. También había sucedido antes en Genalguacil, aunque en esta ocasión, habiéndoseles adelantados en la llegada a Málaga procedentes asimismo de Estepona, además se iban a ver y compartir este mismo espacio habitacional durante algunas semanas.

El Mercado de Atarazanas, el central de la capital, del que se quedó extrañada Ángeles de la normalidad reinante donde había todo tipo de alimentos y con las gentes, el tráfico de carruajes, de coches, y el desarrollo de las ventas, como si la guerra no fuera con ellos, acordándose del hambre que habían pasado los últimos días en Estepona.
Lo primero que se percató Ángeles al llegar a la capital malagueña fue el normal funcionamiento de la ciudad, lo que le generó una enorme extrañeza, como si no estuvieran tan cerca los frentes de guerra. Los mercados, las tiendas y las panaderías permanecían abiertos durante todo el día y aunque hubiera que guardar colas para comprar el pan, una unidad por día y persona, estaban muy bien abastecidos, a diferencia de las penurias y el hambre que habían tenido que pasar los últimos días en Estepona.

Ángeles Vázquez León, la adolescente que con catorce años le tocó vivir el inicio y primer transcurso de la guerra. En esta imagen, con cinco años mayor al momento que aquí se describe. Foto: Descendientes, Gómez Vázquez.
Reflexionó la adolescente sobre la desorganización que existía en el mando republicano para hacer llegar esos alimentos a tantas criaturas que se habían dejado atrás, aparte de Estepona, en las localidades costasoleñas donde habían hechos paradas hasta llegar a Málaga, como San Pedro de Alcántara y Marbella.
EL FALLIDO GOLPE DE ESTADO DEL 18 DE JULIO EN MÁLAGA
El inmueble de «Villa Carlota», lugar del alojamiento, en la noche del día 18 de julio anterior, fecha del fallido golpe de Estado en Málaga, se había librado del fuego provocado por descontrolados procedentes de los barrios más populares de la capital; acciones realizadas como medidas de represalias por el levantamiento de las tropas militares destinadas en el malagueño cuartel, sito en el barrio de Capuchinos, acontecido durante aquella misma tarde y noche con el objetivo de derrocar el Gobierno y demoler el sistema político vigente.
Transcurrió, en aquel aciago día, el desarrollo de una batalla en el centro de la capital, entre los sublevados que intentaban tomar el Gobierno Civil, fuertemente protegido por la Guardia Republicana de Asalto, y la resistencia en las calles protagonizada por sindicalistas y militantes de las organizaciones de izquierda que les hizo frente.
Al borde del amanecer del día siguiente, 19 de julio, se dio por fracasada la intentona, desertando los soldados de sus mandos golpistas, pero los incendios ocasionados a las mansiones de los barrios de la Malagueta y El Limonar, donde residenciaban gran parte de las familias adineradas que se suponían que apoyaban el golpe de Estado, prosiguieron una jornada más con efectos devastadores para el valioso patrimonio arquitectónico allí existente.

19 de julio de 1936. Edificio de la Aduana de Málaga, sede del Gobierno Civil. El ambiente de esa misma mañana de euforia era más que elocuente, tras abortarse en la capital el intento de golpe de Estado que pretendieron la tarde noche del día anterior los jefes rebeldes destinados en el cuartel de Capuchinos, al desertar la mayoría de los soldados de sus filas. Foto: Blog «Ojos de Belladona».

19 de julio de 1936. Imagen tomada en la puerta principal del Palacio de la Aduana, Gobierno Civil de Málaga, donde figura parte de la Guardia Republicana de Asalto que defendió férreamente la sede del gobernador, máxima autoridad del Gobierno de la Segunda República en la provincia malagueña. Sucedió a lo largo de la tarde y noche del día 18 de julio y la madrugada del día siguiente, impidiendo que cayera la capital en las manos de los golpistas, que seguían las órdenes impartidas desde Sevilla por el general, Gonzalo Queipo de Llano. Los insurrectos, habían salido del cuartel de Capuchinos con banda de música en plan festiva, y al grito de ¡Viva la República! Estaba claro que era para confundir. Se hallaban al mando del capitán Huelin y del teniente Segalerva, encontrándose como tapado de la sedición, el general Patxot. El gobernador civil, Antonio Fernández Vega, de Izquierda Republicana, atrincherado en el interior del edificio, se negó a rendirse, dando lugar a doce horas continuas de disparos, donde obreros, militantes de los partidos de izquierda y de los sindicatos, CNT y UGT, se echaron a las calles en defensa de la República y se dotaron, ante la falta de armas, de botellas de gasolinas incendiadas con las que estuvieron instigando y acorralando a los militares golpistas toda la noche, hasta que, con la luz del día, la mayoría de los soldados desertaron y abandonaron a sus mandos facciosos, dirigiéndose al Gobierno Civil para ponerse al servicio de la legalidad republicana.
La excepcionalidad de que no saliera ardiendo el suntuoso chalet de «Villa Carlota», fue debida al uso que en aquellas fechas le había dado su titularidad. Se trataba de un hotel-restaurante.
Así, antes de que le metieran fuego los encolerizados, salieron los camareros que trabajaban en dicho lugar y los convencieron para que no osaran quemar dicha mansión por depender de ella sus empleos.
EL VELOZ VIAJE Y ESTANCIA EN VÉLEZ MÁLAGA
Uno de esos días aún de tranquilidad y antes de que se pusiera a trabajar, Ángeles se encontró por las calles de Málaga con el comandante de carabineros de Jimena, también huido del pueblo, el teniente, Manuel Martínez Mora, que había sido miembro del Comité local del Frente Popular, aparte de formar parte de la logia masónica, «Fénix 66».
Con enorme alegría lo saludó y, una vez correspondida, fue invitada a la localidad de Vélez-Málaga para pasar unos días con su familia. En esta localidad cabecera de la comarca de la Axarquía, se alojaba, junto a sus dos hijas, Ana y Antonia, tan amigas de Ángeles, aunque algo más mayores de edad.

Jimena. La gran casona de calle San Sebastián, junto al Paseo, que sirvió, antes y durante el periodo republicano, como cuartel de la unidad de Carabineros destinada en la localidad con competencias en materia fiscal y contra el contrabando. Poseía además este cuerpo de seguridad un garito de vigilancia a la altura del puente (La Pasada de Alcalá) sobre el río Hozgarganta, que comunica Jimena de la Frontera con Alcalá de los Gazules de cara a controlar a recoveros o maturanas y a portadores de cuarterones de tabaco y otros productos de contrabando que entraban al pueblo por dicho viario procedentes de Gibraltar. Al mando de esos carabineros estuvo durante la República, el teniente, Manuel Martínez Mora, perteneciente además a la logia masónica local, «Fénix número 66», de la que formaban parte, entre otros, los dos médicos de la localidad, José Montero Asenjo y Guillermo Ortega Durán, el practicante, José Arjona Gil, y el veterinario, Salvador Gómez García, oriundo este último de Los Barrios que vivía justo enfrente de ese cuartel. Tras la ocupación militar por los insurrectos, se convirtió en Juzgado, y el resto, también el piso de arriba, de cárcel para los republicanos. Allí fueron encerrados, antes de que muchos de ellos fuera fusilados, sin que se instruyera sumario ni se celebrara juicio, tanto los que no huyeron y recibieron acusaciones por su militancia política o sindical, o simplemente como presuntos votantes de la candidatura del Frente Popular, como los que luego regresaron, en febrero de 1937, tras la caída de Málaga, creyendo que Franco, tal como les dijeron, había concedido amnistía, «a los que no tuvieran manchadas sus manos de sangre». El juzgado hasta esa fecha había estado en calle Sevilla, en la casa que más tarde sería la tienda de tejidos de Paco Núñez Piñero, por debajo de la escuela nacional donde impartió la docencia, don Eduardo Periñán, y luego don Antonio Puchán. Foto: Google Map.
Obtenido el permiso de los padres, pocos días después, Ángeles con sus catorce años tomó el tren que pasaba justo por delante de «Villa Carlota» y se encajó en la casa donde se alojaba el teniente de carabinero, disfrutando de lo lindo de unas inolvidables jornadas de asueto en el seno de esa entrañable familia.
Una tarde, el padre de sus amigas las llevó a caballo al entonces pequeño núcleo de población de Torre del Mar, situado junto a la playa. Lo que más se acuerda Ángeles, aparte de encantarle el lugar donde además merendaron, es que todo fuera llano, acostumbrada como estaba a las cuestas de Jimena.

Estación de Rincón de la Victoria. El tren de vía estrecha que entonces cubría el trayecto, Málaga-Ventas de Zafarraya y que cogió Ángeles, en la parada de la puerta trasera de «Villa Carlota», para verse en Vélez-Málaga con sus amigas de Jimena, Ana y Antonia Martínez. Foto: Lourdes Royo Naranjo.
Ángeles lamentó no poderse quedar más tiempo, sintiendo enorme envidia de la actividad que desarrollaban sus amigas, integradas en el grupo artístico local que había creado las Juventudes Socialistas, donde sobresalían la representación de obras de teatro, disciplina que tanto le encantaba y ya había ensayado en Jimena, y en la que intervenían como actrices sus dos allegadas.
Se despidieron calurosamente y Ángeles retornó a «Villa Carlota». Nunca más volvió a saber de ellas ni de su familia, «se perdieron en la guerra».
EL TRABAJO DE ÁNGELES Y SU HERMANA ANA EN MÁLAGA

Ángeles y Ana Vázquez León, cuando llegan a Málaga tienen catorce y diecinueve años, Se pusieron a trabajar días después en un taller para confeccionar ropa militar. Esta imagen está tomada dos años más tarde. Foto: Herederos de Gómez Vázquez.
Ángeles y su hermana Anita, como empezó a faltar en la familia el dinero que traían desde su salida de Jimena, bastante había estirado, buscaron y encontraron trabajo en un taller de sastrería dedicada a confeccionar prendas militares que eran enviadas a los distintos escenarios bélicos. Estaba situada en la Alameda Principal, junto a calle Larios.

A mano izquierda de la imagen, en la misma acera de Alameda Principal, se hallaba el taller de costura de prendas militares donde se puso a trabajar Angelita y su hermana, Anita. Al fondo, calle Larios. El monumento al IIº Marqués de Larios en primer plano a la derecha, donde el obrero del monumento originario que se hallaba en un lateral, aparece ya subido en el pedestal, sustituyendo al del noble que en la celebración del 14 de abril de 1931, día de la llegada de la IIª República, había sido arrancada y tirada al fonde del mar en el Puerto. Foto: El Observador de Málaga.
Una tarde noche, Ángeles y su hermana Ana sufrieron un gran susto. Era una noche cerrada de diciembre. Tras salir a las ocho de la tarde del taller de costura, cuando se dirigían camino de «Villa Carlota» hallándose a la altura del Parque, les pilló la alarma de aviso de ataque aéreo con el consiguiente apagón de luces, señal inequívoca de que se aproximaban aviones rebeldes. Pero, al empezar a caer las bombas sin que les diera tiempo a correr en dirección a un refugio, que encima les pillaba algo lejos, optaron por tenderse en el suelo, resguardándose tras una palmera. Así aguantaron con suerte el chaparrón de fuego y el estruendo de las voladuras de materiales sueltos de todo tipo que oían que caían no lejos de sus cuerpos.
Pero lo peor de todo, cuenta la propia Ángeles, consistía en que esos ataques eran aprovechados desde sus domicilios por los de las derechas antirrepublicanas, apostados en sus ventanas o en los balcones, considerando que eran momentos de impunidad por la oscuridad del entorno, para proceder como locos a disparar a cuanto se moviera. Consideraban que a esas horas los únicos que se atrevían a salir a la calle eran trabajadores de vuelta de sus puestos. Estos francotiradores a los que se les llamaban, «los pacos», eran incluso más peligrosos que los propios aviones rebeldes. En este sentido, las dos hermanas se quedaron un rato más sobre el suelo, en tanto volvía la luz, oyendo antes disparos procedentes de los próximos pisos de la calle Cortina del Muelle.

Aviones rebelde sobre el cielo de Málaga prestos a iniciar el bombardeo diario a primera hora de las mañanas sobre la capital y a veces hasta de noche.
LA MIRADA HACIA JIMENA, SIEMPRE PRESENTE

Eladio León Mariscal, dirigente de la CNT de Jimena, primo hermano de la madre de Ángeles, y Francisco Vázquez Pérez, el padre de la adolescente. Ambos matrimonios con sus descendencias alojados como refugiados en «Villa Carlota».
Una vez que quedaron instalados en el inmueble de «Villa Carlota», Eladio León, presidente de la CNT de Jimena y tío de Ángeles, tuvo tiempo para irle contando a su padre, Francisco Vázquez Pérez, lo que éste no sabía sobre lo ocurrido en el pueblo con posterioridad al inicio del mes de septiembre que fue cuando ya no se hallaba por haber huido antes con destino a Genalguacil.
En este sentido, Eladio comenzó recordándole a Francisco los esfuerzos personales que realizó en la segunda quincena de agosto, tendentes a apaciguar la radicalización de algunos vecinos del pueblo desconocida hasta entonces. Lógicamente influenciados por los refugiados campogibraltareños que lo habían perdido todo, incluso a familiares que inmediatamente a la ocupación por los rebeldes de las poblaciones de la bahía de Algeciras fueron fusilados. A sumar, los grupos de incontrolados milicianos, procedentes de los municipios colindantes de la Serranía de Ronda, principalmente de Cortes de la Frontera, que irrumpían armados en el pueblo con la pretensión de tomarse la justicia por sus manos.
Eladio tenía claro que toda manifestación de violencia que ocurriera se volvía en contra de la causa que defendían y también en perjuicio de la vida de los propios vecinos en caso de que la localidad fuera ocupada. Los africanistas no perdonaban.
De esta forma, en ese ambiente de deterioro de la convivencia que aceleradamente se instaló en Jimena por culpa de ese golpe de Estado, se granjeó la animadversión de algunos refugiados venidos de fuera, desconocedores de su sacrificada lucha a favor de los trabajadores, que acabaron contagiando a puntuales jóvenes de la localidad que habían llegado a ser hasta monaguillos en su infancia.
Todo fue inicialmente, por evitar, junto al alcalde «Telar», que asaltaran la iglesia de la Misericordia del Llano de la Victoria y lincharan a los párrocos, Marcelino y Justo, lo que llevó a que corrieran entre las gentes del pueblo, la frase: «Ese Eladio es un traidor, se ha vendido».

Eladio León Mariscal, tío por la rama materna de Ángeles, responsable de la CNT de Jimena y Cristóbal Vera Sarabia «Telar», alcalde de la localidad desde febrero de 1936, tras el triunfo del Frente Popular, hasta la toma de Jimena por los rebeldes. Ambos manifestarían en todos sus actos que no querían ver correr ni una sola gota de sangre de ningún ser humano en el pueblo, pensasen lo que fuera. Foto: Herederos de León Cuenca y Andrés Macías Sánchez.
Pero, ante una segunda y tercera irrupción momentánea de las que llevaban a cabo estos facinerosos procedentes de la Serranía, no pudieron impedir que los tres templos de Jimena; el citado del barrio arriba, La Misericordia del Llano de la Victoria, así como Nuestra Señora la Coronada sito en El Paseo -ya cerrada al culto desde 1934 por problemas de seguridad en su cimentación ante el deslizamiento de la «greera» existente en su subsuelo y cuya última restauración de envergadura con resultado estéril se había realizado el año 1906 por el obispado de Cádiz y sufragado por el vecindario- y el Convento de los Ángeles en la estación de tren: fueran profanados, quemados sus archivos, entre ellos los libros de bautismos, y destrozadas sus imágenes y hasta, en la del barrio abajo, unas tumbas existentes en su interior que permanecían allí desde tiempos remotos, quizás pertenecientes a ancestrales familias de dinero.
Estos hechos deleznables resultaban impropios y rompía el pacífico comportamiento del vecindario de la localidad que había presidido los cinco años de la República, incluso en los actos de solidaridad, siempre reanscurridos de forma tranquila, que se desarrollaron cada vez que él, como dirigente sindical de la CNT local, y otros compañeros del sindicato, eran detenidos por la Guardia Civil y encarcelados durante días; bien por motivo de las huelgas que se hacían, relacionadas con reivindicaciones salariales o para la mejora de las condiciones de trabajo de los obreros y jornaleros del pueblo.
Nunca fue, lo ocurrido en esta ocasión, una práctica en Jimena, donde reinó siempre el respeto a lo que cada cual pensara, fuera político o religioso. El golpe de Estado, como reacción a sus excesos, había levantado odios y demonios malditos entre el vecindario, desconocidos hasta entonces.

La iglesia Nuestra Señora La Coronada, sita en lo que hoy es la plaza de la Constitución, demolida posteriormente en 1947 por motivos de ruina constructiva, la iglesia de la Misericordia del barrio arriba que perdura en el mismo Llano de la Victoria, y, asimismo, el convento de La Reina de los Ángeles en el núcleo de población de la estación de tren. Los tres centros religiosos fueron asaltados y profanados.
Estos desmanes a las iglesias realizadas de forma sorpresiva sucedieron con la impotencia del Comité del Frente Popular de Jimena para hacerles frente, totalmente desbordado, pero donde estos milicianos llegaban a contar con apoyos entre los miles de refugiados que ya albergaba el pueblo, desesperados ante la amenaza de volverse a ver invadidos por los golpistas, coléricos por los fusilamientos de los suyos por los rebeldes así como por el pronunciamiento que hizo público la jerarquía de la iglesia católica a favor de los sublevados del golpe de Estado.
ENTRADA DE LOS REBELDES EN JIMENA Y LOS PRIMEROS FUSILAMIENTOS
Lo que entonces no tenían ni idea los cabezas de familias que charlaban en el jardín de «Villa Carlota», era lo que ya estaba significando, como represalia y venganza, con fusilamientos que transcurrían en Jimena para los que no habían huidos y se quedaron en el pueblo como para aquellos que bien pronto regresaron. Estaban pagando, justos por pecadores tales destrozos. En este sentido, ante la no localización de los autores materiales de las profanaciones, les fueron atribuidos falsamente esos estropicios a los que iban siendo acusados, siendo inmediatamente fusilados sin juicio o prueba alguna.
Tan solo le había trascendido a Eladio León, hallándose ya en Estepona, la ejecución sin formación de causa alguna, ocurrida el 6 de octubre de 1936, ocho días después de la ocupación de Jimena, del menor de edad, Sebastián Conde Godino, de 15 años, ante la desesperación e impotencia de la madre. Fue acusado de hallarse en el Llano de la Victoria cuando el saqueo a la iglesia de la Misericordia, a la vez que de haber vendido periódicos republicanos de tirada nacional. Lo llevaba a cabo para el sustento de su humilde familia.
Asimismo, de otras tres muertes más, también asesinados en el mismo acto, entre los que figuraban, Pascual Collado Jiménez, el que tenía el almacén de harina, que bien pronto había regresado de la «juía» cansado de andar por esos montes, perdido con su mujer y sus dos niños chicos -África, y Aurelio el que luego fue taxista- pasando calamidades a chorro, por considerar que no tenía sentido que siguiera huyendo como un fugitivo de la justicia cuando nada tenía que ocultar porque no había hecho mal a nadie.
En ese pronto retorno, Pascual Collado, fue detenido por dos vecinos falangistas («eran más malos que un dolor», los calificó décadas después su hija África), y otros dos más que le acompañaban, que vivían en su misma calle, el callejón de la Farmacia. Al parecer: «porque era de los que no pisaban la iglesia y encima, antes del comienzo del glorioso Movimiento, había enterrado a su padre sin que consintiera que fuera un sepelio con cura y rito católico».

Año 1936. Pascual Collado Jiménez, boyante empresario de la harina, de convicción republicana y socialista aunque sin militancia en partido o sindicato. A su retorno a Jimena, tras su inicial huida con su familia, convencido por su vecino, el padre de Juan Barranco, que no paró de decirle: «Pascual, vente que lo que va a entrar es muy malo», se encontró su casa y almacén de harina, saqueado y destrozado todo. «Franco tenía los moros más malos del mundo», manifestó en su testimonio su hija África. A los escasos días de ese regreso, sería detenido y encerrado en la cárcel del edificio del juzgado, que ya estaba en calle San Sebastián, anteriormente a la sublevación cuartel de carabineros. Sin juicio alguno, junto al menor de edad, Sebastián Conde Godino, y dos más, sería fusilado el 06.10.1936, en el interior del Castillo camino del cementerio, contando con 43 años. Ahora la familia, ochenta y cuatro años después, espera que su cuerpo pueda hallarse enterrado en la fosa común donde transcurre una exhumación. Su hermano, Aurelio Collado Jiménez, nacido en el año 1901 también en Jimena, trabajaba de empleado en la fábrica de harinas. Era militante del PCE. Huyó a Málaga por ser segura zona republicana. Con algún defecto físico, fue movilizado por el ejército republicano al comienzo de enero de 1939, donde se encontraba nuevamente huido, y hecho prisionero por los franquistas bien pronto, el día 12 de ese mismo mes, en el frente de Tarragona. Trasladado al campo de concentración de Burgo de Osma (Soria), estuvo allí encerrado hasta finales de junio en que fue trasladado y encarcelado en Jimena. Fue acusado de actos anti clericales siendo condenado a muerte en el consejo de guerra celebrado en San Roque el 12 de septiembre de 1939. Fusilado el 22/04/1940, contaba con 39 años. Ocurrió en el Castillo de San Sebastián, construido a inicios del siglo XVIII, junto a la playa de La Caleta, en el extremo norte de la capital gaditana. Su cadáver permanece enterrado en la fosa común del patio 1, sur del cementerio de San José. Asesinaron también a su novia porque vivían juntos sin casarse. Su otro hermano, Luis, a mano derecha de la foto, sería igualmente fusilado el 13 de febrero de 1937 en el cementerio de Jimena al volver tras la toma por los rebeldes de Málaga, el 08.02.1937, creyendo que Franco había concedido una amnistía, Foto: Pascual Collado Saravia. exalcalde de Jimena, nieto y sobrino de las víctimas, así como nietos de Luis Collado Jiménez.
Asimismo, le relató Eladio al padre de Ángeles, el secuestro de varios jimenatos de la derecha antirrepublicana por los susodichos milicianos cuando se hallaban encerrados en la iglesia de San Francisco por orden del Comité Local del Frente Popular, como medida de prevención para que no conspiraran y para garantizar su seguridad, de cara a que no fueran objeto de represalias ante las bárbaras noticias que llegaban al pueblo provenientes de las zonas del litoral ocupadas por los rebeldes, en relación con las violaciones que estaban llevando a cabo magrebíes contra mujeres republicanas y por los fusilamientos masivos que simultáneamente se sucedían.
Ese secuestro referido aconteció antes de que él se hiciera cargo de la guardia y se le encargara por el Comité su vigilancia al objeto de la protección de ese inmueble eclesiástico para la salvaguarda de las vidas de los veintiún vecinos restantes de derechas que permanecían en su interior.
Esta orden la efectuó a rajatabla, a pesar de las presiones que recibió para que fueran ajusticiados, hasta ponerlos en libertad, que fue justo en el momento de la entrada de los sediciosos a la localidad cuando iban subiendo por la cuesta de la calle Romo.

Casas destruidas en la calle Romo de Jimena por los impactos de bombas lanzadas desde la Estación por la artillería rebelde. Fuente: Retratos de Jimena. Ediciones OBA.
Procedían los rebeldes de la estación del pueblo donde situaron la artillería en una colina antes de su acceso al núcleo de población- Desde dicho lugar y desde primera hora de esa mañana, día 28 de septiembre de 1936, estuvieron bombardeando el pueblo, cayendo dos bombas cercanas al centro religioso donde se encontraba Eladio de guardia, temiendo por su vida y por la de los encerrados.
Una de estas explosiones, hundió el tejado de una casa colindante a la tienda de Alfonso Corbacho, con la familia dentro. Correspondía a la saga de, José González Montero, cobrador de la luz y comercial del pueblo. Él, de militancia socialista, ya había huido pero su mujer e hijos permanecían en su interior. Y el otro artefacto, dio su estallido en la misma calle san Francisco, más arriba del inmueble de Martín Castro, en la confluencia de la pendiente de subida de este viario con la calle Consuelo.

Año 1924. Familia González Cano que sería objeto, doce años después, del impacto de una de las bombas que lanzaron los rebelde desde las proximidades da la estación de tren, hundiendo el tejado del inmueble donde se hallaba la mujer e hijos, el cabeza de familia había huido ya, De haberlos pillado durmiendo en la planta de arriba que era donde estaban los dormitorios habrían muerto todos. Delante, José en la rodilla de la madre, Emilia Cano Pinazo. Entre el matrimonio con sombrero, Antonio, del primer matrimonio que tuvo José González Montero, A continuación, el padre, y entre sus piernas, Teresa, y a la derecha la otra hija, Cándida. Manuel, el último descendiente, nacería un año después. año 1925. Foto: nietos del matrimonio González Cano.
Prosiguió Eladio contándole al padre de Ángeles en el jardín de «Villa Carlota», que tras esa puesta en libertad a los vecinos de la derecha antirrepublicana que se hallaban en el interior de la iglesia, a continuación aprovechó para montarse en el caballo que tenía preparado y galopar con destino a Genalguacil donde le esperaba su familia. Mientras, los hasta entonces apresados bajaron por el callejón de San Francisco, llamado popularmente callejón «Canuto» por su estrechez, al encuentro de los sediciosos para abrazarlos y darles vítores. En ese acto, les rogaron a los mandos que por favor respetaran la casa del que los había liberados. Ningún caso les hicieron.
Cuando llegaron «los moros» al barrio arriba, saquearon y destruyeron cuanto había en el interior de su casa, sin respeto alguno a que se hallara sola su anciana madre. No dejaron nada sin robar o destrozar. Hasta un saco de harina que tenía la pobre, como reserva para hacer masa de pan, lo sacaron a la calle y esparcieron su contenido por el suelo. «¡Mira que son malos esos «moros» del fascista de Franco…!, con una pobre persona senil… ¿De dónde los habrá sacado…?», remató. Todo ello se lo contó a Eladio su primo Frasquito que esa noche de la ocupación también marchó a Genalguacil a caballo a la finca «La Umbría» donde ya se hallaba.
FUSILAMIENTOS DE JIMENATOS DE DERECHA EN LA ESTACIÓN DE ARRIATE
Tras una pausa, Eladio continuó el relato, esta vez referido exclusivamente al desarrollo y terrible desenlace del secuestro de nueve de los encerrados que se hallaban en el interior de la iglesia de San Francisco, acontecido a principio del mes de septiembre cuando ya el padre de Ángeles había huido de Jimena. Otra vez acaeció por la intervención de estos autodenominados milicianos de la Sierra que irrumpían armados periódicamente desde fuera de la localidad y al que el alcalde republicano, «Telar», calificó de «chusma».
Seleccionaron a los más religiosos y a un mallorquín aparcero de Juan March. No lo hicieron, por tanto, por sus patrimonios personales sino la mayoría por su condición de beatos. La continuidad del apoyo de las autoridades de la jerarquía eclesiástica a los insurrectos, a cuya «hazaña» comenzaron a denominarle, Cruzada, así como la financiación al golpe de Estado por el banquero Juan March, que era además dueño de las pedanías de Jimena -San Martín del Tesorillo y San Pablo de Buceite- así como de otras grandes fincas del municipio, fueron los motivos.
De Jimena, los secuestrados, caminando a pie y con las manos atadas, llegados ya a la pedanía de San Pablo de Buceite, fueron encerrados en una nave almacén, sita en el núcleo de población, que en ese instante estaba destinada a uso agrícola.
En este inmueble se hallaban otros presos del litoral campogibraltareño que habían sido tomados por refugiados como escudos para protegerse en sus huidas a Jimena. También un vecino sampableño de derecha, oriundo de Ronda, antiguo guardia civil en Cortes de la Frontera, que fue despojado del uniforme por el Cuerpo debido al maltrato a su mujer, hecho sucedido antes de la llegada de la República.
Esta nave, había sido la antigua ermita Santa Leocadia, construida en su día por los Larios, dueños que fueron hasta el año 1929 de este entorno, y a partir de entonces vendida al banquero, Juan March. No tenía uso religioso desde antes de la proclamación de la IIª República.
Allí se sometería a «un juicio popular» a los secuestrados en Jimena, siendo escuchados en su defensa pero sin garantía de legalidad alguna, con el veredicto de condenados a muerte.

El único vestigio que queda en pie de lo que fue la ermita de Santa Leocadia de San Pablo de Buceite, mandada a construir por los Larios en 1873 y quedando en desuso para cultos religiosos desde 1928. Fue demolida tras la guerra y puesta sobre el tejado de un nuevo inmueble propiedad de, Alfonso Rubio Carrillo, que sería del 24.09.1955 al 27.09.1962, alcalde pedáneo de la localidad. Foto: Periódico digital, «buceite.com».
Estos apresados, sin orden alguna de la autoridad gubernativa y del Comité local del Frente Popular, fueron conducidos posteriormente a pie siguiendo la vía del ferrocarril hasta la estación de tren de Gaucín, donde les obligaron a subirse a un convoy, expresamente llegado desde Ronda y conducido por un sindicalista ferroviario que ignoraba el objetivo de la petición que había recibido para desplazarse a dicho lugar.
Los recogió y transportó en dirección hacia Ronda-Bobadilla, y se detuvo a quinientos metros antes de llegar a la estación de Arriate, donde estaban las agujas del cambio de vías, ya que los comités y alcaldes republicanos de las localidades por donde fue pasando la máquina con anterioridad se negaron a que parara el convoy para realizar una fechoría. No querían que hubiera derramamiento de sangre en sus términos municipales.
En el punto de Arriate antes indicado, a punto de iniciarse la madrugada del siete de septiembre de 1936, fueron bajados del tren para ser fusilados los nueve secuestrados en Jimena siendo alumbrados por la luz de la máquina del tren.

Los nueve fusilados sucedido el domingo, 6 de septiembre al borde de la media noche, cercano a la estación de Arriate, a la altura de la aguja. El escenario del crimen fue iluminado por los focos de la máquina del ferrocarril. Fueron ejecutados los religiosos franciscanos, Marcelino Lázaro Bayo, oriundo de Teruel, y su coadjutor, Justo Rivero Sánchez, nativo de Priego (Córdoba), destinados en la Iglesia de la Misericordia de Jimena situada en el Llano de la Victoria. También, a su derecha, los jimenatos: Gonzalo Vallecillo Jiménez, nacido el 15 de febrero de 1866, dueño de la fábrica de harina de la estación de tren de los Ángeles, que había sido alcalde de la localidad durante gran parte de la Dictadura de Primo de Rivera, desde el 29.03.1924 al 26.02.1930. Asimismo, su hijo, Juan de Dios Vallecillo Jiménez, que vio la luz el día 8 de junio de 1898, que portaba sus mismos apellidos por ser su madre Jiménez, mecánico de la citada fábrica, casado con Manuela Soriano Ruiz, nacida en 1896, que tuvieron por descendientes a, Ana María, que cuando este asesinato de su padre, contaba con 10 años, Nina, con 8, y Gonzalo Vallecillo Soriano, con 7. Otro jimenato en ese horrendo acto fue: Damián Carrasco Jiménez, de oficio zapatero, familiar de los anteriores Vallecillos, que vivía en calle Sevilla, entonces denominada «14 de Abril», más abajo y en la misma acera del inmueble del médico, Juan Marina Bocanegra, hoy hostal Henrietta. Igualmente acaeció con: el jimenato, Luis González Sánchez, hijo del médico de Jimena, nacido en Cádiz, Juan González Padilla, ginecólogo, muy beato, fallecido en 1920, y como madre, Jacinta Sánchez, antes de la boda, monja (sus otros dos hijos, Pío y José María González Sánchez serían fusilados en Ceuta pero por los franquistas al ser masones) comerciante y organista de la iglesia del Paseo, Nuestra Señora la Coronada, casado con Rosa, vecina de la Estación con tres hijos, Mariano, Manolo y Jacinta, que luego, ya viuda, llevó la centralita de teléfono y le fue concedida por su viudez por milicianos un estanco que años después vendió a Luis Luque Huertas. Del mismo modo, Agustín Llinás del Villar, dueño, entre otras propiedades, de la finca a la entrada de la Estación, El Gurugú, nacido en la Línea de la Concepción, concejal, y primer teniente alcalde del ayuntamiento de Jimena durante la etapa (1931-1935) en que su hermano Pedro, abogado y gran hacendista, fue primer regidor salido de las urnas del 31.05.1931 por el Partido Radical de Alejandro Lerroux y se mantuvo en el cargo hasta el 14 de noviembre de 1935. La madre poseía un estanco en Algeciras. Asimismo, fue fusilado, el secretario judicial, Emilio Carballo Acuña, nacido en Tarifa que junto a su mujer Pepa, tenían tres hijos: Pepe, Emilio y María, vivía en calle Sevilla, junto al hostal La Perla. Y por último, el mallorquín, Miguel Perelló Vidal, soltero, hombre de Juan March Ordines, aparcero en la finca «La Herradura», perteneciente a la SIAG (Sociedad Industrial y Agrícola del Guadiaro) titular del banquero. Fueron por tanto cinco los fusilados nacidos en Jimena, y la motivación de la muerte de la mayoría estuvo en el espíritu fuertemente religioso que les caracterizaba, como represalia al apoyo de la jerarquía de la iglesia católica española al golpe de Estado, excepto Perelló que fue por sus vínculos con Juan March. Lo que estuvo claro es que este criminal como estéril acto, sirvió para una matanza de vecinos que fueron fusilados posteriormente tras la ocupación del pueblo por los sublevados. Se estima, también por otras causas, que fueron, 123 considerados como republicanos. Por otro lado, en Jimena, durante el periodo que fue desde el levantamiento militar del 18 de julio de 1936 hasta la ocupación por los sublevados, 28 de septiembre de 1936, bajo la dirección política y de gestión del Frente Popular local, tan solo sucedió la muerte por fusilamiento de una persona. Antes, desde el 14 de abril de 1931, ninguna. El fusilado en el pueblo, ocurrió precisamente el día siguiente a los luctuosos hechos de la estación de Arriate y sin que nada tuviera que ver la causalidad. Tuvo lugar en la tapia del cementerio del Castillo. Se trataba del comandante del cuartel de la Guardia Civil local, el brigada, Salvador Carrasco Zurita, originario de San Roque, que contaba con 47 años. Le fue encontrado un listado donde figuraban los republicanos jimenatos que había que fusilar apenas entraran las tropas sublevadas desde Algeciras. Figuraban los dirigentes sindicales, de los partidos políticos republicanos de izquierda y todos los integrantes de la logia masónica local, «Fénix 66», entre ellos los dos médicos, el practicante, el veterinario, el comandante de los carabineros, varios tenderos…
Hasta aquí lo que le describió Eladio León al padre de Ángeles Vázquez en estos primeros días de coincidencia en «Villa Carlota», temiendo, poniéndose en lo peor, lo que estaría sucediendo en Jimena en esepreciso momento como venganza por estos hechos criminales, tanto contra los que se habían quedado en el pueblo, así como con los que se atrevieran a regresar.
JIMENATOS EN LOS FRENTES DE GUERRA PARA LA DEFENSA DE MÁLAGA
En esas fechas de diciembre habían sido muchos los jimenatos, menores de treinta y cinco años y mayores de dieciocho, que, no habiéndose parados en Estepona sino que prosiguieron en sus huidas llegando directamente a la capital malagueña, acontecido desde principios de octubre, llevaban ya varias semanas incorporados a los frentes de guerra para la defensa de la capital malagueña, tras haberse alistados previamente en los batallones de voluntarios que se fueron formando.

Octubre de 1936. Muchos jóvenes procedentes de la «juía» de Jimena que llegaban a Málaga capital como refugiados, se iban ofreciendo como voluntarios milicianos para la defensa del Gobierno legítimo republicano, mediante la contención del avance de las tropas sublevadas, siendo encuadrados en brigadas militares con despliegues en las zonas de Cártama, El Chorro-Valle de Abdalajis y El Torcal. Correspondían a los jimenatos que no se detuvieron en Estepona, donde se creó el batallón «Fermín Salvochea», ni formaron parte de la unidad de unos trescientos vecinos que huyeron a caballo con escopetas de caza, figurando a la cabeza el alcalde del Frente Popular, Cristóbal Vera Sarabia «Telar», que se instaló en el frente de Marbella, en concreto en la zona de Ojén-Monda. Estos jimenatos en Málaga se alistaron en el punto de enganche que había en la calle Córdoba en el batallón «Pablo Iglesias», que fue desplegado para defender la zona de, El Chorro y Valle de Abdalajis, saliendo en tren desde la estación de la capital con destino a las comarcas del Guadalhorce y la Bajo Antequera, tal y como se observa en la imagen. Entre ellos figuraron los dos médicos con plaza en Jimena, que se ofrecieron para socorrer a los que resultaran heridos. Eran muy amigos de la familia de Ángeles. Se trata de don José Montero Asenjo, que fue enviado a la defensa que se montó en Cártama-Churriana, y don Guillermo Ortega Durán -marido de la maestra Doña Pura fue la que enseñó a leer y escribir a Ángeles- que fue destinado al frente de El Torcal.
La mayor parte lo hicieron en el Batallón «Pablo Iglesias», -se crearon otros como «México» y el «Noy del Sucre»- cuyo banderín de enganche estaba en calle Córdoba, número 6. Era de inspiración socialista, promovido por Enrique Mowbray, secretario del Gobernador Civil, y fueron en tren a la zona de los pantanos del Chorro y al frente del Valle de Abdalajis, en tanto otros fueron destinados a Jaén y a la defensa de Madrid.

Entre los numerosos milicianos voluntarios nacidos y con domicilio en Jimena, miembros de la UGT (se ignora si era obligado ponerlo en las fichas personales, y no CNT, para ser aceptado su ingreso, aunque figuran otras afiliaciones), que fueron voluntariamente encuadrados en el batallón “Pablo Iglesias», constan documentalmente: DOMÍNGUEZ QUIROS, JUAN, de 29 años, soltero, arriero. Afiliado a la UGT. GARCÍA MENA, PLACIDO, de 24 años, casado, carpintero. Afiliado a la UGT. GÓMEZ BENÍTEZ, JUAN, con domicilio en la Estación de Jimena, de 29 años, soltero, panadero. Afiliado a la UGT. INFANTES RIQUELME, FRANCISCO, de 29 años, soltero, chofer. Afiliado a la UGT, ascendido a Cabo. JIMÉNEZ GUTIÉRREZ, ANDRÉS «PEANA», con domicilio en calle Romo 3, de 32 años, casado, mecánico. Afiliado a Izquierda Republicana. Sargento. MARCHENA CANO, JOSÉ, de 29 años, casado, chofer. Afiliado a la UGT. MORA CAMACHO, ANTONIO, de 22 años, soltero, panadero. Afiliado a la UGT. MOYA CAMACHO, ANTONIO, de 22 años, soltero, campesino. Afiliado a la UGT. ORTIZ CUENCA, FRANCISCO, de 24 años, soltero, dependiente. Afiliado a la Juventud Socialista y a la UGT. PÉREZ CANTIZANO, FRANCISCO, de 27 años, soltero, taponero. Afiliado a la UGT. SÁNCHEZ NIETO, ANTONIO, de 30 años, soltero, campesino. Afiliado a la UGT. Cabo de Ametralladoras. TORRES BAUTISTA, ANTONIO. Natural de Algeciras, de 26 años, soltero, telegrafista. Afiliado a la Juventud Socialista de Jimena de la Frontera. TRUJILLO PÉREZ, SEBASTIAN, de 25 años, soltero, campesino. Afiliado a la UGT. TRUJILLO RUIZ, SEBASTIAN, de 26 años, soltero, campesino. Afiliado a la UGT. VALDIVIA MENDOZA, ÁNGEL, de 34 años, soltero, herrero. Afiliado a la Juventud Socialista. Y VALLECILLO MATEO, ANTONIO. Natural de Jimena de la Frontera y vecino de La Línea de la Concepción (Cádiz), con domicilio en calle Pedrera 6, de 28 años, soltero, panadero. Afiliado a la UGT y al Partido Comunista. En la imagen: Francisco Infantes Riquelme y Andrés Gutiérrez Jiménez, «Peana» liándose un cigarro en el frente de Teruel antes de que sufriera, en una incursión ofensiva contra el enemigo, donde murió el jimenato Diego Sánchez de la Torre, la congelación de una pierna que en parte le fue amputada.
No obstante, el avance de los sediciosos proseguía con infructuoso freno por la resistencia de estos milicianos voluntarios que continuaban careciendo de preparación y de armas adecuadas para hacer frente al potente enemigo. De esta forma, sobre todo a partir de mitad del mes de enero, en una nueva ofensiva de los insurrectos, ya más reforzados aún por mercenarios rifeños y por militares italianos, siguieron tomando localidades malagueñas de la costa y también del interior.

Diciembre de 1936. El médico de Jimena, Guillermo Ortega Durán, que también fue primer teniente alcalde del último ayuntamiento republicano de Jimena, así como distinguido masón y responsable local del partido, Unión Republicana. Huyó igualmente de Jimena con su familia y al llegar a la capital malagueña ofreció sus servicios como sanitario para lo que hiciera falta. Fue destinado al frente de El Torcal, cercano a Antequera que se hallaba en manos de los sublevados desde la noche del 12 de agosto. Dicho frente estuvo defendido por milicianos republicanos hasta el inicio de febrero de 1937, cuando siete columnas, entre legionarios, marroquíes, falangistas y guardias civiles, salieron de de dicha cabecera de comarca para tomar Málaga, rompiendo las líneas de resistencias. Aquí, observamos al doctor Ortega en una pausa de los combates, junto a sus hijos, Guillermo y Alfredo, a los que quiso ver, mandando para ello un coche a la capital malagueña al objeto de que los recogieran. Tras compartir unas horas, retornaron junto a donde se hallaba su madre, doña Pura, la maestra de Jimena que dio clases a Ángeles Vázquez, y que se hospedaba igualmente como refugiada en el centro de Málaga en una casa particular. A mano derecha, el doctor don José Montero Asenjo, también republicano y masón, el otro médico de Jimena que corrió la misma suerte que su colega, en su caso, estuvo antes de llegar a Málaga prestando su servicio alférez de sanidad en el Hospital de la Sangre de Estepona. Ante el avance de los rebeldes huyó a Málaga donde estuvo también de médico en el frente de Cártama-Churriana, pero al caer la capital, intentó volver a Jimena y ahí empezó su ruina, a punto de ser fusilado, sustituida por años, de cárcel a cárcel. Foto: Juan José Montero Ortega, nieto y descendientes de Montero Núñez.
La capital malagueña, a la vez iba sufriendo con mayor frecuencia los bombardeos aéreos indiscriminados, inicialmente cada mañana a la hora del desayuno contra edificios civiles, con carreras de la población despavorida con destino a los refugios. Después también se incrementarían por la noche.
Las familias de Ángeles Vázquez y de Acracia León Cuenca, comenzaron a sentir enorme preocupación por el desarrollo negativo de los acontecimientos bélicos. Estepona había caído en poder de los sediciosos y se acercaban para tomar Marbella. Los alimentos empezaron a escasear en Málaga. El temor a que se volvieran a reproducir las precipitaciones de última hora empezó a recorrer otra vez sus pensamientos.
(CONTINUARÁ)
Anexo que ha servido no solo para elaborar este capítulo sino para toda la biografía.
Fuentes orales consultadas o entrevistadas:
José Manuel Algarbani Rodríguez, Fernando Arcas Cubero, Cristóbal Báez Huércano, Bartolomé Barranco Benítez, Ana Barranco Jiménez, Manuel Barranco Sánchez, Honorat Bauçà Roig, Andrés Beffa García, Brigitte Butler León, Pedro Cabrera Ortega, Gloria Cabrera Ortega, José Carracao Gutiérrez, Pilar Casuso Gutiérrez, José María Casuso López, María Jesús Collado Muñoz, Pascual Collado Saravia, Sebastián Conde Sánchez, Juan Manuel Contreras Benítez, Elena Díez Vega, Rosa Escobar Mackinley, Rosa Estorach Escurriola, Jesús Fernández Rey, José María Ferrer Pulido, Luis García Bravo, Manolo García Lobato, Andrés Godino Sánchez «Pichán», Juan Ángel Gómez López, Ildefonso Gómez Ramos, Carmen Gómez Vázquez, Ernesto González Lobo, Domingo González Quintero, Juan Granado Gutiérrez, Arturo Grinda López, Sebastián Gutiérrez Gil, Pilar Gutiérrez Luengo, Francisco Gutiérrez Ordóñez, Isidoro Guerrero Gallardo, Antonia Infante Aguilar, Rocío Izquierdo Arjona, Francisco Jiménez Jiménez «Currini», Sebastián Jiménez Ordoñez, María Jesús Lavado Rodríguez, Ignacio Krauel Barrionuevo, Alberto León Díaz, Francisco Lobato Barea, Helios López Lamothe, Andrés Macías Sánchez, Juana Marín Ortega, Leopoldo Moreno Barranco, José María Moreno Vega, Cristóbal Navarro Mena «Caín», Christian Ortega, Isabel Ortega Ortega, Mercedes Parages Revertera, Álvaro Parages Revertera, Juan Parra Barranco, Juan Peláez Sarrias, Antonio Pérez Gil, Juan Pintor Jiménez, Francisco Quirós Ocaña “Pacurro”, Andrés Rebolledo Barreno, José Regueira Ramos, Pedro Reyes Pérez, Carlos de las Rivas Hidalgo, Diego Rocha Sánchez, German Rodríguez González, Laureano Rodríguez Liáñez, Bartolo Rojas González, “Cascorroto”. Juan Rondán Angulo, Laura Rubio Verdugo, Guillermo Ruiz Ruiz, Gonzalo Saavedra Gil, Jerónimo Sánchez Blanco, Francisco Sanmartín Medina, Fernando Sigler Silvera, Jesús Solis Trujillo, Carlos Taillefer de Haya, Francisca Téllez Medina, Juan Carlos Tirado López, Carmen Troncoso López, Benito Trujillano Mena, Teodosio Vargas-Machuca García y Juana Vázquez Ramos.
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“La posguerra en Jimena”. Ángeles Vázquez León. Editorial Regueira. Año 2000.
“La Jimena de mi niñez”. Ángeles Vázquez León. Editorial Regueira. Año 1998.
“Y Jimena se vistió de luto. IIª República, guerra civil y posguerra en Jimena de la Frontera“. José Manuel Algarbani Rodríguez. Diputación de Cádiz. Año 2011.
«La Guerra de mi Padre». Leopoldo Moreno Barranco. Autor-Editor. Algeciras, 18 de enero de 2016.
“Caín: Otra forma de hacer la guerra”. Fernando Navarro Ferrer. Luis Vallecillo Durán. Editorial Regueira. Algeciras. 1995.
«Historia de San Martín del Tesorillo en la España Contemporánea». Jerónimo Sánchez Blanco. Año 2007.
«El Tesorillo. Mallorquines tras los pasos de March». Honorat Bauçà Roig y Margalida Juan Taberner. Roig Editors S.A. Mallorca 2012.
«Los payeses que siguieron a March». Jaime Mora Vallejo | Palma. Diario El Mundo. 19/08/2013.
“Relato sobre Guillermo Ortega Durán”. Por Alfredo Ortega Terrones. Córcega. Noviembre del año 2009.
“Memoria desde el exilio en Francia de la Guerra Civil”. Juan López Morales. 1996.
“Memoria de una cigüeña”. Autora: María Teresa Montero Núñez. Año 2011.
Entrevista de Andrés Macías Sánchez al último alcalde republicano de Jimena: Cristóbal Vera Saraiba “Telar”. “El alcalde republicano Cristóbal Vera regresó a Jimena”. Diario de Cádiz. Julio de 1987.
«A mi tío. Diego Sánchez de la Torre; que dio su vida por la República. Apuntes biográficos». Andrés Macías Sánchez. Enero 2020.
«Semblanza de San Martín del Tesorillo». Juan Gutiérrez López. 31.01.1980.
«Cómo llegó la IIª República a mi pueblo». Ignacio Trillo Huertas (14.04.2014)
«Un recorrido por la historia de San Pablo de Buceite» Andrés Beffa García. 10.05.2012.
«Historia de las iglesias de San Pablo de Buceite», por Cristóbal Moreno «El Pipeta». Buceite,com. 26.06.2013.
“Escenarios de guerra (en Sierra Nevada”) El Blog de Ignacio Henares. 15 de Mayo de 2016.
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Posted on septiembre 21, 2020
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