5ª parte. MEMORIAS de Juan López Morales (22.06.2021)

Posted on junio 22, 2021

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Juan López Morales en el exilio francés, después de acabada la Segunda Guerra Mundial y haber pasado las peores penurias.

INTRODUCCIÓN

Ignacio Trillo

Tras la práctica derrota militar de la IIª República con la caída de Cataluña en manos de los militares sublevados, Juan López Morales atraviesa la frontera de España con Francia en febrero de 1939 y al igual lo hace la totalidad de la familia en fechas distintas y sin comunicación entre ellos. Comienza otra vida llena de penurias y de nuevas miserias donde las autoridades del país galo en absoluto los irán recibiendo como héroes luchadores por la libertad y la democracia en España, en pleno ascenso del fascismo en Europa, sino todo lo contrario: con hostilidad siendo conducidos por la gendarmería y tropas coloniales a alambrados campos de concentración muchos de ellos sobre arenas de playas a orillas del mar y careciendo de las mínimas condiciones de infraestructuras y sanitarias y donde la alimentación apenas les llegará.

Es la quinta parte de la autobiografía del republicano español nacido en el gaditano municipio de Jimena de la Frontera que cuando empezó la guerra contaba con veinte años. Está escrita en primera persona desde su exilio francés donde permaneció hasta el último día de su vida, aunque sus cenizas fueron posteriormente esparcidas en el Castillo del pueblo que le vio nacer, y que ve aquí la luz gracias a la gentileza del hijo y del nieto del protagonista, ambos ciudadanos franceses pero que no olvidan la gesta y el sacrificio de su antepasado ni tampoco a su familia en nuevas generaciones que siguen viviendo en la localidad campogibraltareña.

Juan López Morales

Los campos de concentración. SAINT-CYPRIEN Y OTROS. Pirineos Orientales

Tal como conté en mi capítulo anterior, al finalizar la ofensiva franquista con la ocupación de Cataluña pasé a Francia, sin más equipaje que la ropa que llevaba puesta, iba en camisa, además de mi pistola que entregué en la frontera y las armas de servicio que arrojé en una pila grande.

No portaba ningún otro objeto de valor que pudiera vender más tarde para sobrevivir, aparte de mi pluma estilográfica que compré en Alicante y que me fue robada por un gendarme al pasar la frontera gala.

Sin ninguna riqueza ni dinero en el bolsillo, portaba, -aparte de mi juventud, de mi buena salud, y de una gran carga de recuerdos-, la conciencia muy tranquila de no haber hecho mal a nadie, sino por el contrario todo el bien que pude realizar por donde fui pasando, y si a alguien hice mal fue porque me obligaron a llevar a cabo una contienda bélica que siempre repudié desde que en mi adolescencia mi padre me relató las atrocidades de la guerra de Cuba donde combatió durante cinco años también contra su voluntad.

Febrero de 1939. Nuevos republicanos españoles siendo conducidos por la gendarmería francesa y por sus tropas coloniales marroquíes, argelinas y senegalesas marchando hacia los campos de concentración que los acogería, como el de "Argelès sur-Mer" situado a siete kilómetros de la localidad gala de Colliure donde fallecería ese mismo mes el gran poeta y literato Antonio Machado y su madre. Fuente: http://todoslosrostros.blogspot.com.es

Así que, sin saber nada de mi familia tan numerosa como siempre unida, pasé sin ella la frontera el 9 de febrero 1939, donde, después de una caminata y custodiados por los gendarmes franceses a caballo, me encontré el día 10 de febrero entre alambradas de espinas de varios espesores en una playa bastante extensa de arena, con mucho viento, bajísima de temperatura, a orilla del mar mediterráneo, y rodeado de negros senegaleses, como vigilantes, y de miembros de la caballería marroquí al servicio de Francia.

Sin más refugio que las arenas para hacer hoyos donde podernos abrigar del viento, ni otro techo que el cielo para cubijarnos de la lluvia y del frio de este terrible mes de febrero del 39, y sin más alimentación que lo poco que pudimos llevarnos de los camiones con que habíamos atravesados la frontera en nuestra retirada como ejercito republicano derrotado.

Naturalmente que esto se mejoraría poco a poco, a medida que el tiempo transcurrió. Después de todo, teníamos que estar «contentos» por el recibimiento, ya que, de momento, salvamos la vida, y además, nadie nos obligó a entrar en Francia, aparte de Franco y su régimen.

Ante el hacinamiento que se daba en el campo de concentración de "Argelés-sur-Mer" donde llegó a haber más de cien mil refugiados españoles, algunos miles de ellos fueron conducidos a pie al nuevo campo que se instaló en Le Barcares, también sobre la arena de playa.

Este campo de Saint-Cyprian, era una inmensa playa de los Pirineos-Orientales y uno de los más terribles de Francia con el de Argelès-sur-Mer, también en dicha región. A nuestra entrada al mismo, yo no podría dar una cantidad exacta de internados, pero, habrían unos 60 o 70 mil, no creo que sea exagerado, entre militares y civiles españoles.

Pronto la miseria, el hambre y los parásitos, provocaron gran cantidad de enfermedades entre los moradores del campo.

Personalmente, comencé a buscar y hacer gestiones para ver si por casualidad localizaba a alguien de mi familia, o al menos, que me dieran noticias de algunos de ellos, ya que lo único que sabía era que estaban todos en Cataluña antes del final de la ocupación por los franquistas, aunque nada supe de ellos desde antes de la última ofensiva que llevó a cabo el enemigo.

¿Se hallarían con vida mis padres y hermanos, sobre todo José de la quinta del biberón, después de aquellas sangrientas batallas y horrible retirada desde Cataluña hacia Francia?

¿Pudo haber salido ileso de España mi otro hermano Miguel, con su compañera y sus seis hijos?

Todo esto lo fui pensando,  generándome  permanentes insomnios, acompañados de pesadillas terribles que me hacían la vida imposible tanto de día como de noche.

Por fin, entre tantas gentes, encontré unos paisanos de Jimena que me dijeron que vieron a mis padres no lejos de la frontera. Me tranquilicé un poco, quizás me lo indicaron para eso… Pero esto me animó un poco.

Muchos internados, debido al hambre y a la miseria, pidieron su regreso a España sin medir sus consecuencias. Esto llevó a tensionar las relaciones entre los españoles, con la satisfacción de los medios de la prensa de derecha y fascista francesa que hacían fotos desde fuera del campo publicándolas después en periódicos fachas diciendo que los rojos españoles se peleaban entre ellos mismos. Con el mismo objetivo, lanzaban panecillos desde los camiones en los exteriores a las alambradas, aprovechando el hambre existente como si se trataran de canes hambrientos en una perrera.

En el mes de abril 1939, o sea después de tres meses pasados en este campo, casi en las mismas condiciones que el primer día, nos trasladaron hacia otros campos algo mas humanos y mejor condicionados. Salí en dirección para el campo de Barcares (P.O.)

En este campo citado ya existían barracas, algo mejor que en Saint-Cyprien, pero sin dejar de ser un campo de concentración, y vigilados de la misma manera, o quizás, con más rigor.

El campo se componía de islotes con 25 barracas cada uno de ellos. Cada islote llevaba una letra del abecedario, desde A hasta Z. Yo ocupé la barraca 20, islote Y, y cada una estaba mandada por un anciano oficial del ejército español. A cada barraca, le daban un pan de 2 kilos por día con el cual teníamos que hacer 25 pedacitos que pesábamos con un palito y una cuerda al centro, que hacía de romana. Estos 25 trozos, los hubiera comido uno solo de nosotros, ya que todos éramos jóvenes.

Guardados siempre por los senegaleses, y por fuera por la caballería colonial marroquí, sin reparar en atropellar a los que con permiso de los guardias, o sin él, intentaban salir para visitar a alguien, de familia o amigos, situado en otro islote del campo. Cuando podía, yo salía a recorrer los diferentes islotes, a fin de encontrar a alguien de mi familia, o que me pudieran dar noticias de ellos, ya que los paisanos, Sebastián León Rubiales y Rogelio Navarro Sánchez, me dijeron en Saint-Cyprien que los vieron cerca de la frontera.

Los jimenatos, Sebastián León Rubiales, (al que se refiere como León, Juan López Morales) uno de los dirigentes de la CNT de Jimena, junto a su mujer Milagro Díaz Sánchez y sus cuatro niños pequeños (Pasión, Pedro, Alberto y Fermín) se hallaban también en el campo de concentración de Saint Cyprien. Milagros con su descendencia tiempo después retornarían a Jimena en tanto Sebastián, ante la represión que continuaba en la España de Franco se tuvo que quedar y moriría, según su hijo Alberto "de pena", en el exilio francés en 1951 sin poder haber vuelto a ver a su familia. Foto: Alberto (Heliodoro) León Díaz.

El jefe de mi barraca, un tal Biosca, que hablaba algo de francés, nos leía todos los días la prensa para estar informados de los acontecimientos que se desarrollaban. Me encargó, si yo salía ese día, que le comprara el diario de la región La Dépêche a una señora que lo vendía en una camioneta, justo delante de la puerta del campo. Pedí permiso al gendarme de guardia y me dijo que me pusiera en la cola a esperar mi turno de salida. En esta fila, estábamos unos diez o doce, entre ellos, justo delante de mí, un anciano comandante de un batallón del ejército republicano español.

Para nuestra sorpresa, vemos que un gendarme se coloca delante y dos detrás de la cola. Y a su orden: “Allez, marche” (Vamos, marcha), pasamos delante de la camioneta donde la señora vendía los periódicos. El viejo comandante me dijo: “estos tíos se han equivocados de camino”. Quiso hablar con uno los gendarmes, pero no le escucharon y lo empujaron para que continuara caminando en fila.

Poco después, nos encontramos delante del un recinto reducido, rodeado de varias hileras de alambradas de pinchos, y al borde de la playa, donde un frio y viento intenso no nos dejaría ni descansar, ni dormir solo un momento. Al anciano oficial republicano que llevaba una chaqueta, o cazadora, le hicieron que la dejara en el puesto de guardia. Luego, le dieron a uno de los que iban con nosotros una maquinilla de cortar el pelo y le dijeron que nos pelaran al pelo, todos a rape. Cada quince minutos venían a pasar lista y al mismo tiempo te quitaban la gorra o el gorro, y el que se había dejado cortar el pelo, salía.

Yo, como tenia la barba larga, le dije al gendarme que si no me afeitaba también la cara no me dejaría cortar el pelo a rape; varios de los presentes se hicieron solidarios conmigo, entre ellos el viejo comandante, porque el que cortaba el cabello no era barbero ni había visto nunca una máquina de pelar y hacía unos trasquilones en la cabeza que te ponían de adefesio.

No podíamos aguantar mucho tiempo en las condiciones a que nos obligaron estar, como medidas de represalias por nuestra actitud de no pelarnos, nos dejaron sin comer y al aire libre con un frio intenso. Además, como no teníamos nada para cubrirnos del viento, permanecíamos constantemente apretados los unos con los otros, y de vez en cuando nos cambiábamos de posición para que los de delante se pusieran detrás; así resistimos dos días.

Resultó imposible continuar resistiéndonos. Decidimos aceptar el rapado al tercer día por la mañana, dejándonos trasquilar las cabelleras. Cuando el gendarme, que venía para pasar lista nos descubrió y vio que estábamos pelados, no evitó que algunos huyeran y se dieran a la fuga temblando del frio y por el hambre que tenían, sin haber comido ni dormido y en aquellas condiciones ambientales tan terribles.

Cuando llegué a mi barraca, el jefe, o sea Biosca, que ignoraba la causa de mi ausencia, ya había comunicado al jefe del campo la desaparición creyendo que se trataba de una fuga de mi parte, enseguida, fue en persona a rectificar al puesto de mando y le dijeron que ellos sabían dónde yo me encontraba y demás pormenores.

El salir vivo de este campo de castigo fue, quizás, gracias a los soldados franceses que hacían la guardia por los alrededores de las alambradas y que nos arrojaban pan u otras golosinas a escondida de los gendarmes.

Como seguí sin tener noticias de mis familiares, continué visitando los diferentes islotes existentes en el campo de concentración para encontrar a alguien que me pudiera informar de ellos, sabiendo que era muy difícil que me topara con algún conocido entre tantas gentes.

Verano de 1939. Ya se había pasado del frío al calor y los españoles republicanos seguían encerrados en los campos de concentración franceses y en vísperas inminentes de que estallara la Segunda Guerra Mundial. Entre los muchos jimenatos que se hallaban en ellos sin que llegaran a localizarse, figuraba el médico de Jimena, don Guillermo Ortega Durán, presidente local del partido Unión Republicana y miembro de la masonería Fénix 66. Fue teniente de alcalde en el Ayuntamiento tras el triunfo electoral del Frente Popular. Ya huido del pueblo por la ocupación de las tropas sublevadas, sería nombrado director del Hospital Provincial de Alicante al que acudió Juan López Morales con un pie congelado en la batalla del Jarama y que por su auxilio evitó que se lo cortaran. Por el contenido de sus Memorias (en el caso del doctor Ortega, escritas por su hijo Alfredo que obran también en mi poder) no llegaron a verse en esa odisea del exilio. Les hubiera representado una gratificante sorpresa y se hubieran podido ayudar mutuamente. En la imagen tomada en el campo de concentración de "Argelès-sur-Merr" se observa al doctor Ortega Durán en el centro con bigote, pantalones cortos, ropa blanca y turbante, en uno de esos “barracones de cultura” que ese día desarrollaba una actividad teatral. Trataban de elevar el nivel de los internados y matar el tiempo. Asimismo el doctor Ortega asistía a nivel sanitario a quién se lo requería. Fuente: Juan José Montero Ortega.

Uno de los días, por casualidad, vi un hombre con una pila de leña al hombro. Me pareció conocerlo por la cabeza alargada que tenia. En efecto, lo paré y al preguntarle si era de Jimena, tiró su fagote de leña y cuando le dije quién era, me respondió: “¡a ti no te conoce con esa barba, ni la madre que te parió!”

A continuación, me dijo que hacía unos días que se había encontrado en el mismo campo de concentración donde se hallaban con mi hermano mayor, Miguel, el que vivía en San Roque y fue fusilado resultando ileso junto a otro, presentándose ambos en Jimena. Me contó que estaba en la barraca n°2, Islote R, donde todos son médicos o enfermeros. Fui enseguida a verlo y tras localizarlo y exteriorizar nuestra alegría me dijo con pesar que no sabía nada de su mujer y de sus hijos, ya siete, pero que suponía que se hallarían en algún lugar de Francia ya que él mismo los llevó a la frontera en una camioneta del campo de aviación republicano de VIC y que supo posteriormente que su compañera dio a luz en la Junquera a su séptimo descendiente, al pasar al país galo.

Al preguntarle cómo él se encontraba en esa barraca donde todos eran sanitarios, me dijo que fue por mediación de un médico de San Roque que él conocía y que lo hizo pasar por enfermero. Este doctor se llamaba Leveque y me lo presentó en el acto.

Seguimos buscando a la familia, escribiendo a direcciones de la Cruz Roja, y otras que pudimos obtener.

A fuerza de escribir a un sitio y a otro, por fin encontré a la familia por mediación de María Pérez desde Tánger, a la que mis padres le habían escrito, sabiendo que fue mi madrina de guerra durante la contienda de España. Mi hermano José también había escrito a Gibraltar y pude saber de él que se encontraba en el campo de  concentración de Septfond (Haute-Garonne), en tanto mis padres y demás hermanos en un refugio del norte de Francia y luego por ellos supimos que Antonio, el discapacitado, estaba en el campo de concentración de Bram (Aude)

Por último, ya solo quedaba por encontrar la familia de mi hermano Miguel, o sea la mujer y sus siete hijos menores, pero supusimos que estarían en Francia, en algún hogar para civiles.

Por fin, fue por mediación de la Francmasonería de la que mi hermano Miguel formaba parte, que tuvo conocimiento, por la Cruz Roja Internacional, que en un refugio, no lejos de Orleans (Loiret), se encontraban cinco niños solos, menores, cuatro hembras y un varón, correspondiendo a sus nombres, pero había que localizar a la madre cuyo paradero se desconocía.

Señalados en círculos rojos, dónde finalmente se hallaba dispersa en Francia la familia jimenata López Morales tras su huida de España.

Después de varios días, encontraron a la mujer de mi hermano en un hospital de Orleans o en sus alrededores.

Mi hermano, entonces, aprovechando que en el campo de concentración de Barcares se formó un C.T.E. para ese departamento, pidió y consiguió salir formando parte de esa compañía y así se pudo reunir con ellos.

Mucho tiempo le costó a mi hermano Miguel tener la certeza de que la niña nacida al pasar la frontera francesa se trataba de aquella niña que en la maternidad le entregaron, pero a medida que la pequeña crecía, más se parecía su físico a su madre y sobre todo a su padre.

Una vez que mi hermano Miguel salió del campo de concentración para reunirse se con los suyos, yo me quedé solo en Barcares.

Como el tiempo transcurría a una velocidad vertiginosa, intuí que los acontecimientos que se estaban produciendo conducían cada vez más hacia una guerra mundial inevitable, que ya, Julio  Álvarez del Vayo en la Sociedad de Naciones, como representante de España en este organismo con sede en Ginebra, advirtió a los demás países europeos que sería posible, e inevitable, si las potencias democráticas abandonaran la España republicana ante Alemania e Italia en la contienda insurreccional y fuera derrotada, como así sucedió.

(CONTINUA: Juan López Morales en la Segunda Guerra Mundial: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2021/06/29/6a-parte-memorias-de-juan-lopez-morales-29-06-2021/)

AUTOBIOGRAFÍA DEL JIMENATO REPUBLICANO JUAN LÓPEZ MORALES

1ª Parte. Memorias de Juan López Morales desde el exilio (27.05.2021):  https://ignaciotrillo.wordpress.com/2021/05/27/memorias-de-juan-lopez-morales-desde-el-exilio-27-05-2021/

2ª Parte. Memorias de Juan López Morales desde el exilio (01.06.2021):  https://ignaciotrillo.wordpress.com/2021/06/01/2a-parte-memorias-de-juan-lopez-morales/

3ª Parte. Memorias de Juan López Morales desde el exilio (07.06.2021):  https://ignaciotrillo.wordpress.com/2021/06/07/3a-parte-memorias-de-juan-lopez-morales-07-06-2021/

4ª Parte. Memorias de Juan López Morales desde el exilio (15.06.2021):  https://ignaciotrillo.wordpress.com/2021/06/15/4a-parte-memorias-de-juan-lopez-morales-15-06-2021/

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FRANCISCA, POETA EN LA INTIMIDAD QUE QUISO SER PERIODISTA (26.04.2021: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2021/04/26/francisca-poeta-en-la-intimidad-que-quiso-ser-periodista/

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ÁNGELES VÁZQUEZ LEÓN (3ª Parte) (08.09.2020): https://ignaciotrillo.wordpress.com/2020/09/08/43673/

ÁNGELES VÁZQUEZ LEÓN (2ª Parte) (19.08.2020): https://ignaciotrillo.wordpress.com/2020/08/18/43318/

ÁNGELES VÁZQUEZ LEÓN (1ªParte) 06.08.2020: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2020/08/06/43170/ 

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