INTRODUCCIÓN
Ignacio Trillo
Tras la práctica derrota militar de la IIª República con la caída de Cataluña en manos de los militares sublevados, Juan López Morales atravesó la frontera de España con Francia en febrero de 1939 y al igual lo hizo la totalidad de su numerosa familia en fechas distintas y sin comunicación entre ellos. Comenzó otra vida también llena de penurias y de nuevas miserias donde las autoridades del país galo en absoluto los recibieron como héroes luchadores por la libertad y la democracia en España en momentos en que estaba el fascismo en pleno ascenso en
Europa, incluyendo el país galo, sino todo lo contrario: con hostilidad fueron conducidos por la gendarmería y tropas coloniales africanas a campos de concentración alambrados en sus perímetros
muchos de ellos instalados sobre las arenas de las playas a orillas del mar y careciendo de las mínimas condiciones de
habitualidad y sanitarias y donde la alimentación apenas les llegaba. Para colmo, si era mucho lo sufrido hasta entonces, a los siete meses de la llegada como refugiado estalla la Segunda Guerra Mundial. De eso trata este capítulo.
Es por tanto la sexta parte de la autobiografía dictada por el republicano español nacido en el gaditano municipio de Jimena de la Frontera que cuando empezó la guerra contaba con veinte años. Está escrita en primera persona desde su exilio francés donde permaneció hasta el último día de su vida, aunque sus cenizas fueron posteriormente esparcidas en el Castillo del pueblo que le vio nacer, y ve aquí la luz gracias a la gentileza del hijo y del nieto del protagonista, ambos ciudadanos franceses pero que no olvidan la gesta y el sacrificio de su antepasado como tampoco a su familia en nuevas generaciones que siguen viviendo en la citada localidad campogibraltareña.
Juan López Morales
LA OCUPACION ALEMANA DE FRANCIA
En efecto, la Alemania nazi, envalentonada antes la cobardía de los aliados con el pacto de Múnich del 29 de septiembre de 1938 y la victoria en la guerra de España de los franquistas, empezó, el 15 de marzo de 1939, invadiendo las regiones de Bohemia y Moravia, una extensión de unos 57.000 km2, y más tarde lo llevó a cabo con al resto de Checoeslovaquia, después con Polonia y los países orientales de los Estados Bálticos (Estonia, Letonia y Lituania), firmando a continuación el pacto de no agresión germano-ruso de 23 de agosto de 1939, nueve días antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, por el que, entre otros acuerdos, ambas potencias se repartían Polonia. Alemania ocupaba Dantzig, ciudad libre bajo los auspicios de la Sociedad de las Naciones, por donde Polonia tenía salida al mar Báltico.
Ese 1 de septiembre de 1939, Francia e Inglaterra declaran la guerra a Alemania y comienza en toda Europa occidental, para pasar más tarde a extenderse a nivel mundial, dejando por el camino sus rastros de muerte, desolación y miseria.
Entretanto solicité, y me fue concedido, trasladarme desde el campo de concentración de Le Barcares, donde me hallaba encerrado, al de Septond, distantes algo por encima de los 250 kms, donde se encontraba encerrado mi hermano, José, el de la quinta del biberón, con el fin de tomar una decisión conjunta para afrontar la nueva situación.
Ante la angustia de los republicanos españoles internados en los distintos campos de concentración franceses por la declaración de la guerra europea, muchos de estos refugiados pidieron salir de Francia para establecerse en América del Sur, otros se apuntan a la Legión extranjera, y los más numerosos en batallones de marcha, o C.T.E. (Compañías de Trabajadores Extranjeros)
José y yo, una vez los dos nos reunimos en el campo de Septfond, decidimos no alejarnos de España, rehusando marchar a México u otro país del cono sur americano, entiéndase Chile o Argentina. Además, alistarnos en la Legión francesa extranjera nunca estuvo en nuestro punto de mira. En consecuencia, aprovechamos la ocasión de que se formaba una Compañía de Trabajadores Extranjeros y el 15 de septiembre de 1939 partimos en la 64° C.T.E. con rumbo a las minas de Cravant (departamento de Yonne) no lejos de Auxerre.
En Cravant nos dijeron que iban a montar una fábrica de aviación en una mina que había sido de piedras, a orillas del rio Yonne, y que, al llegar nosotros, era un criadero de setas para el mercado de Paris.
Pero dos meses más tarde, 15 de noviembre 1939, nos trasladaron a Bretteville (departamento de Calvados), continuando en la misma compañía, la 64, y aquí nuestro trabajo consistió en cargar y descargar grandes obuses, de 500 kilos y 1000 kilos, para el ejército británico, que amontonábamos en un bosque y que más tarde caerían en poder de los alemanes.
En abril de 1940, los nazis atravesaron su frontera con Holanda y Bélgica, cogiendo la famosa “Línea Maginot” por detrás, sin que esta defensa fuera eficaz para impedir el avance alemán.
Mi familia, mis padres y demás hermanos, se hallaba establecida en Peronne (departamento de Somme), donde mi hermano Antonio, el discapacitado, pudo unirse a ella.
Pero con la irrupción de los alemanes, tienen todos que salir corriendo, como en España lo habían hecho cuatro años antes, de Málaga a Almería y dos años después de Cataluña hasta la frontera francesa, en este caso bajo las bombas de la aviación alemana. Siempre con rumbos desconocidos, aquí como allá, sin saber el nuevo destino que les esperaba…
Mientras, a José y a mí, permaneciendo formando parte de la 64° C.T.E., nos trasladaron con destino al departamento Deux-Sevres, para instalar una fábrica de municiones entre Parthenay y Niort. Después seleccionaron a un grupo y nos llevaron a Mezieres, en Gatinais, en el mismo departamento pero para trabajar en una cantera, extrayendo piedras.
A nuestra llegada, nos entregaron todas las herramientas necesarias para esa clase de trabajo, o sea: una pala, una espiocha, una horca para cargar las piedras, una grande maza, una barra de mina, unas gafas de seguridad, un casco y una vagoneta para cada persona.
Nosotros, que no habíamos visto jamás una cantera, nos pusimos las manos en la cabeza y nos mirábamos unos a otros, preguntándonos dónde nos habían metidos.
Un día, unas mujeres que hacían cola en una lechería para abastecerse, observaron un avión del ejército polaco, de la base de Parthenay, que sufría una avería en el aire y que cayó a continuación a pie de un árbol. Empezaron a hacer circular, por el pueblo, que vieron paracaidistas alemanes saltar en paracaídas. Fueron al cuartel de gendarmería, para advertir a los guardias y estos fueron a buscarnos para rastrear por aquellos campos con el fin de encontrar a los paracaidistas imaginarios.
Salimos delante de los gendarmes, contentos por ver si encontrábamos a algún alemán. Pero, como en esa fecha ni hablábamos el francés, ni lo entendíamos, nos encontramos en un gran grupo de campesinos, que armados de horcas de hierro y de palos, nos cercaron, creyendo que éramos los alemanes. Suerte que los gendarmes venían detrás y recondujeron el equívoco.
Por fin, a unos doscientos metros, vimos caído el avión polaco con la divisa tricolor de la bandera de Francia que había chocado contra un nogal, al pie de la carretera, entre Niort y Parthenay, y el piloto polaco, se hallaba herido de una pierna. No se atrevía a bajar, ya que, como nosotros, tampoco hablaba francés ni lo comprendía apenas. Estaba rodeado de campesinos insultándolo ya que también lo confundieron con un alemán.
Al llegar nosotros acompañados de dos gendarmes y al hablarle en español, el hombre se tranquilizo y nos dijo que había hecho la guerra de España en las Brigadas Internacionales al lado de los republicanos. Todo entró en orden, llegando una ambulancia que lo trasladó al hospital de Niort.
Los primeros días en la cantera, como no conocíamos nada de este trabajo, no sabíamos encontrar las betas a las grandes piedras y mientras más dábamos con la maza, mas redonda se iba quedando, y así hasta que hacíamos una bola. De esta forma empezamos a estar acostumbrados y a aprender un poco el oficio.
Pero una mañana, cuando desayunábamos en la cantina, llegó alguien y nos dijo que los alemanes ya habían entrados en Parterney y proseguían su avance hacia Niort. Abandonamos el tentempié que tomábamos y, sin recuperar nada de la poca ropa que teníamos en el local donde dormíamos, nos dirigimos hacia la puerta para salir sin saber adónde. Al mismo tiempo, un portugués que hacía de almacenista se puso delante diciéndonos que no podríamos salir de la cantera mientras no entregáramos las herramientas que él nos había proporcionado a nuestra llegada. Lo sacamos del medio a empujones y, sin despedirnos de nadie pero dejando las herramientas para que las recogiera el lusitano, salimos como otras veces sin dirección fija.
Así salimos de Mezieres en mayo de 1940. Un poco antes de Poitiers, se nos cruzó un sidecar con dos alemanes que avanzaban hacia adelante sin resistencia alguna. A orillas de un gran rio encontramos fuerzas de aviación francesa, nos dieron armas e intentamos organizar una resistencia. Pero al ver que los jefes nos abandonaban, nosotros nos retiramos.
Juntos a otros militares franceses, cogimos los camiones con ellos hasta Poitiers y luego, con mi hermano José y otros compatriotas españoles, seguimos hasta Cahors en el departamento de Lot, con miras de acercarnos a la frontera española. Pues, aunque sabíamos que no podíamos entrar, hacíamos como el pájaro herido que se acerca “al lugar de su primer nido”. O llegar a un puerto que nos permitiera de embarcar hacia Inglaterra. En esta capital de Cahors, encontramos a un señor español profesor casado con una española y nos llevó a comer a su casa. Cuando estábamos comiendo, escuchamos por la radio que Francia había firmado un armisticio y que Alemania respetaría una zona libre, cortando el país en dos.
Logramos llegar hasta Carcassonne donde nos detienen los gendarmes y como pago de nuestra intervención en esta corta y extraña guerra, nos meten en el campo de concentración de Bram situado en el sur de Francia.
Al día siguiente de nuestra llegada a este campo, encontramos con sorpresa a mi padre al que no habíamos visto desde la ofensiva franquista en Cataluña.
Nos dijo que mi madre y mis hermanas, por tanto mi hermano Joaquín se encontraba con él, estaban en el mismo campo pera en la sección de mujeres, separada de los hombres por una doble alambrada de pinchos. Los detuvieron a todos en París, durante su retirada desde Peronne. Mi otro hermano Antonio fue separado de ellos y no sabían nada de él porque se lo llevaron al campo de concentración de Argelès-sur-Mer a una zona de castigo.
Al día siguiente acompañado de mi hermano José fuimos a ver al coronel, jefe del campo de concentración de Bram, para pedirle permiso de cara a poder entrar en el espacio para las mujeres y así abrazar a mi madre y a mis hermanas. Pero no quiso, nos dijo que estaba prohibida la entrada a los hombres y que solo podíamos visitarlas desde el otro lado de las alambradas y que como nuestro caso había otros cuantos esperando. A pesar de nuestras protestas a este señor, como todo buen militar, no se le ablandó el corazón.
¡Qué momentos más tristes aquellos! ¡Y Cuánto sufriría mi madre, como otras tantas, en semejante situación sin poder ver a sus hijos teniéndolos tan cerca!
Ocurrió porque nuestra estancia en este campo de Bram fue de corta duración ya que en junio 1940 José y yo tuvimos que salir porque nos trasladaron al campo de concentración de Argelès-sur-Mer desde donde salimos en una Compañía de Trabajadores Extranjeros, esta vez en la 139° C.T.E., que se organizó en este campo.
El día 16 de agosto, llegamos a Ambert (departamento de Puy-de-Dôme), donde nos hicieron cortar pinos o sea en plan de leñadores para las minas de Saint-Etienne del departamento del Loira y al mismo tiempo guardábamos los caballos del ejército francés ya que los alemanes habían movilizados a todos los militares que no estaban prisioneros.
En mayo de 1941, nos trasladaron a La Chause-Dieu en la misma 139° Compañía de Trabajadores (C.T.E.) para hacer los mismos trabajos. En junio, nos enviaron en grupo con 6 caballos para hacer los trabajos en un castillo en Chambon en el departamento Haute-Loire donde estaban internados los políticos y militares franceses antes del armisticio franco-alemán. Entre estos internados se encontraban Paul Reinaud, Daladier, y Gamelin que fue general-jefe del ejército de los aliados durante la guerra, y otros que más tarde fueron juzgados en Riom, por el gobierno francés pro nazi de Vichy.
La Chaise-Dieu es un pueblo del centro de Francia, situado en una montaña, donde, por su altura sobre el nivel del mar, como su nombre lo indica (La Silla de Dios), hace mucho frio. La nieve dura desde el mes de octubre o noviembre hasta el mes de mayo o junio. Nos hacían sacar la nieve de las calles y carreteras del pueblo durante el invierno y sobre todo delante de su famosa iglesia.
En diciembre de 1941, nos trasladaron, a unos veinte o treinta kilómetros, a Sembandel, pueblo pequeño no lejos de La Chaise-Dieu. Aquí, para mi gran sorpresa, me dijeron que me presentase ante el capitán francés de la compañía. Este me manifestó que había llegado a conocer mi ficha militar de la guerra de España, donde figuraba mi condición de sargento del servicio antigás por lo que había decidido nombrarme enfermero en otro grupo situado en Julianges no lejos de Craponne.
Yo, que nada conocía de sanidad, me vi entonces, pasando de leñador, de saca-nieve, o de cuidador de caballos, a sanitario, sin saber nada de medicina, además yo me desmayaba cuando observaba sangrar a alguien. Me entregaron aspirinas, algodón y agua oxigenada, todo eso componía mi botiquín. El presunto doctor que estaba por encima de mí era español como yo, y a lo mejor tampoco conocía nada de atención a la salud.
Mientras tanto, los alemanes, que ya habían roto el pacto de no-agresión con la URSS, declararon la guerra a esta potencia, invadiendo su frontera y avanzando en profundidad en su interior hacia Stalingrado (hoy Volgogrado) y otros lugares del este del territorio soviético. Pero el frio y la nieve los habían paralizados. Ya se había formado el eje nazi-fascista, Berlín-Roma-Tokio, contra los aliados.
Estados Unidos había declarado la guerra y nosotros continuábamos en La Chaise-Dieu hasta que, en un día del mes de noviembre 1942, se presentaron dos señores que nos querían hacer jugar al futbol.
Sacaron a mi hermano José como portero y dos más, pero mi hermano dijo que el si yo no iba, él tampoco iría. Entonces me cogieron a mí y a mi hermano, a otro muchacho asturiano y a otro catalán para formar un equipo en una fábrica que iba a montarse en Vertaizon, no lejos de Clemont-Ferrand. El caso es que, después de enfermero, leñador y otros oficios, me encontré de futbolista…
El día 8 de noviembre de 1942, llegamos a la estación de Vertaizon, cerca de Pont-du-chateau no muy distante de Clermont-Ferrand, donde ingresamos en el equipo de futbol del A.S. Vertaizon y, al mismo tiempo, nos hicieron trabajar en una fábrica de barracas llamada Lecorcher-Freres. Esta empresa estaba compuesta de trabajadores alsacianos y de muchos marinos de la flota de Toulon que más tarde hundieron los barcos de este puerto antes de que se hicieran con ellos los alemanes.
En este lugar estuvimos bien, aunque pagados como militares, cincuenta céntimos de franco por día. La fábrica pagaba directamente a la Compañía de Trabajadores (C.T.E.) y a nosotros nos daban solamente algunas primas de estimulo. Cobramos también del club de futbol, poca cosa pero en fin, algo era algo. Además estuvimos alojados en un hotel y comíamos en la cantina de la fábrica.
Estábamos en zona libre, dominada por los paramilitares del régimen colaboracionista de Vichy, de Petain y Laval. Un día vinieron a recogernos y nos concentraron en un campo de barracas guardados por los gendarmes. Al preguntar las razones, nos dijeron que tenían orden de concentrar a todo los españoles que trabajaban en la región porque Franco venia a entrevistarse con Hitler en Perdiguera, pero esto duró tan solo dos días.
Nosotros sabíamos que en la fabrica se ocultaban coches y hasta camiones militares, entre grandes pilas de listones de madera, con intención de que, más tarde, pudieran servir para la resistencia, bien por las FFI (Fuerzas Francesas del Interior) o para las fuerzas del general De Gaulle, ante el desembarco de los aliados que ya todo el mundo esperaba como próximo.
El 15 de junio de 1943, a las tres de la madrugada llamaron a la puerta del hotel donde teníamos las habitaciones y aparecieron varios guardias franceses y personal civil armado con metralletas. Les dijeron al propietario del hotel que traían orden de detención para llevarse a los españoles que trabajaban en la fábrica de Lecorcher-Freres. No sin que protestara el dueño del hotel empezaron a golpear con las metralletas a las puertas de las habitaciones que ocupábamos y, sin dejarnos coger nada más que la ropa puesta, nos metieron en coches, bien vigilados por los paramilitares de Petain. Preguntamos a dónde nos llevaban y nos respondieron con un: ”ya lo sabréis”. Les pedimos telefonear al director de la fabrica para que viniera, ya que era el responsable, y además para poder recuperar la poca ropa que teníamos en casa de una señora que nos la lavaba. Pero no quisieron saber nada de nuestras peticiones. En el coche iban cuatro armados con metralletas y pistolas en mano.
En el camino se pararon en varias ocasiones para recoger a otros españoles que trabajaban en casas de campos de familias francesas donde los maridos o los hijos estaban prisioneros en Alemania, no sin llantos y protestas de estas madres y abuelas que quedaban sin una mano de obra que les era imprescindible.
Así, después de toda la noche de viaje, a las siete de la mañana, llegamos a Puy (departamento de Haute-Loire), situado a unos cien kilómetros de Vertaizon.
En Puy, concentraban a todos los españoles refugiados de la guerra de España que pudieron detener por sorpresa, ya que muchos con anterioridad se habían incorporado a los maquis que en esta región eran numerosos.
En el local del Socorro Nacional de Petain, nos concentraron entre quinientas y mil personas detenidas en los departamentos de Haute-Loire y Puy-de-Dome, todos españoles y algunos judíos o armenios. Luego nos hicieron pasar delante de una especie de jurado compuesto de alemanes que nos interrogaron uno a uno, haciéndonos una ficha individual con el oficio, la edad y la nacionalidad, todo eso para el trabajo obligatorio al servicio de la Organización TODT que era dependiente de las fuerzas armadas y del ministerio de Armamento de la Alemania nazi, dedicada a la ingeniería y construcción de infraestructuras tanto civiles como militares por trabajadores forzados.
Nos requisaron las cartillas de alimentación, de tabaco y los carnets de identidad o documentos que poseyéramos con el fin de que no pudiéramos escapar. Pero, a pesar de todo, muchos fueron los que, saltando por ventanas o por otras artimañas, lograron huir para ingresar a continuación en el maquis. El Haute-Loire era propicio para ello, al ser esta región muy montañosa y con muchos bosques de pinos y otras especies arboleas.
El día 20 de junio, una vez que los colaboracionistas franceses de los nazis habían detenidos a todos, o casi todos, los españoles, nos condujeron en autobuses a Clermont-Ferrand, distante a unos ciento treinta kms del Puy. En la estación de ferrocarril, entre una fila de gendarmes de unos mil metros de larga, nos hicieron andar hasta un tren formado de vagones de mercancías para el transporte de ganado, “8 caballos, 40 hombres”, sin asientos ni aseos nos hacinaron siendo cerrados y precintados sus accesos ya escoltados por alemanes del Tercer Reich armados con metralletas.
Antes de subirnos, como sabíamos que los gendarmes franceses no tenían municiones en las cartucheras que portaban y llevaban el fusil vacio, al pasar delante de ellos hasta llegar al tren les insultábamos, llamándoles colaboracionistas con los nazis y otros insultos. Ellos bajaban la mirada hacia tierra para no oír y les cantábamos a nuestro paso la Marsellesa y otros himnos revolucionarios sin que ellos reaccionaran ante nada. Algunas mujeres se pusieron delante del tren para impedir su marcha pero pronto fueron sacadas por la policía o por los paramilitares al servicio del gobierno francés pro hitleriano de Vichy.
Cuando el tren se puso en marcha, varios fueron los que, a patadas y utilizando otros medios, hicieron agujeros en los vagones para intentar escapar, pero en casi todos los casos, o los volvían a detener de nuevo los alemanes, o lo efectuaban los mismos ferroviarios franceses que decían que lo realizaban para evitar que los alemanes dispararan contra ellos con sus armas.
(CONTINUARÁ: Juan López Morales en la Segunda Guerra Mundial, IIª Parte: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2021/07/07/7a-parte-memorias-de-juan-lopez-morales-07-07-2021/)
AUTOBIOGRAFÍA DEL JIMENATO REPUBLICANO JUAN LÓPEZ MORALES
1ª Parte. Memorias de Juan López Morales desde el exilio (27.05.2021): https://ignaciotrillo.wordpress.com/2021/05/27/memorias-de-juan-lopez-morales-desde-el-exilio-27-05-2021/
2ª Parte. Memorias de Juan López Morales desde el exilio (01.06.2021): https://ignaciotrillo.wordpress.com/2021/06/01/2a-parte-memorias-de-juan-lopez-morales/
3ª Parte. Memorias de Juan López Morales desde el exilio (07.06.2021): https://ignaciotrillo.wordpress.com/2021/06/07/3a-parte-memorias-de-juan-lopez-morales-07-06-2021/
4ª Parte. Memorias de Juan López Morales desde el exilio (15.06.2021): https://ignaciotrillo.wordpress.com/2021/06/15/4a-parte-memorias-de-juan-lopez-morales-15-06-2021/
5ª Parte. Memorias de Juan López Morales desde el exilio (22.06.2021): https://ignaciotrillo.wordpress.com/2021/06/22/5a-parte-memorias-de-juan-lopez-morales-22-06-2021/
LAS DOS ÚLTIMAS ENTRADAS PUBLICADAS ANTERIORES A ESTA AUTOBIOGRAFÍA
FRANCISCA, POETA EN LA INTIMIDAD QUE QUISO SER PERIODISTA (26.04.2021: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2021/04/26/francisca-poeta-en-la-intimidad-que-quiso-ser-periodista/
ENTREVISTA DE MÓNICA ONCALA GIL A JUAN GIL PLATA (11.05.2021): https://ignaciotrillo.wordpress.com/2021/05/10/entrevista-de-monica-oncala-gil-a-juan-gil-plata/
BIOGRAFÍAS DE MUJERES REPUBLICANAS:
ÁNGELES VÁZQUEZ LEÓN (5ª Parte) (20.10.2020): https://ignaciotrillo.wordpress.com/2020/10/17/angeles-vazquez-leon-5a-parte-18-10-2020/
ÁNGELES VÁZQUEZ LEÓN (4ª Parte) (21.09.2020): https://ignaciotrillo.wordpress.com/2020/09/21/43806/
ÁNGELES VÁZQUEZ LEÓN (3ª Parte) (08.09.2020): https://ignaciotrillo.wordpress.com/2020/09/08/43673/
ÁNGELES VÁZQUEZ LEÓN (2ª Parte) (19.08.2020): https://ignaciotrillo.wordpress.com/2020/08/18/43318/
ÁNGELES VÁZQUEZ LEÓN (1ªParte) 06.08.2020: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2020/08/06/43170/
Posted in: Solo Blog
Posted on junio 29, 2021
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