¿REPLIEGUE O DESERCIÓN, DOCTOR NÚÑEZ? (II) (22.09.2021)

Posted on septiembre 19, 2021

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Introducción

Ignacio Trillo

La primera parte de esta temática, versó (Ver aquí: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2021/09/06/repliegue-o-desercion-doctor-nunez-i-06-09-2021/) sobre la serie de acontecimientos que protagonizaron los Cuerpos de la Guardia Civil y de Carabineros en las líneas y secciones en que se hallaban desplegadas en el municipio de Jimena de la Frontera, también por sus interrelaciones con alusiones a los de Castellar de la Frontera, a raíz del golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y la guerra abierta que declaró la sedición a consecuencia de su fallido.

En esta segunda entrada, que va a proseguir en la misma línea argumental, se analizarán otros hechos expuestos por el doctor Núñez, tanto en su tesis doctoral como en los artículos publicados recientemente en el diario campogibraltareño Europa Sur, extraídos fundamentalmente de los archivos de la Guardia Civil, de cara a contrastarlos con fuentes locales y con los formulados por distintos historiadores.

Tal y como se comentó en el capítulo anterior, con esta publicación no se pretende entrar en polémica alguna, menos aún ensombrecer la meritoria obra de la autoría mencionada, cuya aportación, inspiradora de esta entrada, valoro en sus justos términos. Lo que aquí se ambiciona vuelve a ser el máximo acercamiento posible entre el relato y la realidad sucedida.

Ni mucho menos se pretende erradicar, de los trabajos elaborados con rigor, los informes oficiales contaminados, como los de la Guardia Civil de aquel siniestro periodo histórico, por considerarse, no tanto corporativistas sino, resultado de una época donde todo debía ser justificado con las manipulaciones obligadas para poder sobrevivir; todo lo contrario. Aportan perspectivas y datos, muchos de ellos desconocidos hasta la fecha, que ofrecen enorme interés; eso sí, contextualizados y una vez despojados del ideologizado lenguaje de que hacen gala, sesgados en sus juicios de valor, para no seguir reproduciendo la historia de aquel pasado según el prisma represivo franquista. Incluso, es más, sirven de guion para ser complementados o revisados por los razonamientos desgranados de otras investigaciones o testimonios directos cuando se les sobreponen por superior solvencia.

¿Repliegue o deserción, señor Núñez? (II)

Como continuación al apartado, iniciado en el capítulo anterior, con respecto al papel desempeñado por los miembros del cuartel de la Guardia Civil y el de los Carabineros en los hechos que se desencadenaron en la colonia agrícola de San Martín del Tesorillo tras el golpe de Estado de 1936, se concluye con lo que sigue.

El doctor Núñez, en base a los archivos a los que ha accedido correspondientes al Cuerpo de la Guardia Civil del que forma parte, afirma en el artículo que titula, El repliegue del puesto de Tesorillo (diario Europa Sur 16.08.2021): «Muy probablemente debieron abandonar la casa-cuartel en la madrugada del 28 al 29 de julio y realizar la marcha a pie durante varias horas hasta San Roque».

Pues bien, en base a fuentes locales, escritas y orales, conviene que se revise la fecha, la forma y la dirección geográfica concreta que tomaron los miembros de este Cuerpo.

En este sentido, dicho «repliegue», es decir su sedición, no se llevó a cabo el día 29 de julio, tal y como se indica, sino tres días antes, domingo 26 de julio, festividad de Santa Ana. En esta ocasión, a diferencia del episodio ya narrado en el capítulo anterior sucedido al inicio del mes de septiembre en la frustrada toma de esta Barriada de Jimena que se saldó con la muerte, por parte de los atacantes, del guardia civil Cristóbal Riquelme y el asesinado del joven vecino Francisco Mateo, sí es un dato de relevancia precisar la fecha con exactitud.

Y es que de la misma se deduce la causa del por qué, en la frustrada y sangrienta toma de San Roque por milicias republicanas procedentes de la provincia de Málaga, ocurrida el día siguiente, 27, no se hallaba presente el destacamento de la Guardia Civil de San Martín del Tesorillo a pesar de haber sido expresamente invitada su participación, en el lugar donde se hallaban fugados, por republicanos allegados del vecindario de esta colonia agrícola. En este sentido, esos guardias civiles ni estuvieron presentes en la defensa de los insurrectos de la localidad sanroqueña ni tampoco formaron parte de las fuerzas atacantes leales al Gobierno republicano.

Me sumerjo seguidamente en sintetizar las peripecias que acaecieron y que condujeron a la marcha de Tesorillo de los guardias civiles allí destinados, ocurrida el 26 de julio para que no siga siendo calificado como un «repliegue» ni tampoco con destino a la ciudad de San Roque en poder de los sublevados desde el anterior día 19. Para ello sigo los pasos de lo manifestado por el tesorillero Juan Gutiérrez López, testigo directo y privilegiado del acontecimiento nada sospechoso de ser un «rojo» sino todo lo contrario, por lo que también hay que saber leerle. Lo refleja en detalle en sus memorias dejadas por escrito, «Semblanza de San Martín del Tesorillo. 2ª parte», páginas 4 y 5, editado el año 1997, publicación que, como ya se dijo, no se incluye entre la bibliografía que figura en la tesis doctoral del coronel Núñez del año 2015, y que está apoyado por el relato testimonial de otros tesorilleros de aquel tiempo algunos de cuyos herederos figuran a pie de esta entrada.

La guarnición del cuartel de la Guardia Civil de San Martín del Tesorillo estaba compuesta en aquel mes de julio de 1936 por seis números al mando del cabo, antaño carabinero, que ejercía como comandante de puesto, José León Pineda, donde figuraban el guardia 1º Mateo García Pérez, y los guardias 2º: Sebastián Campos Palacio, el jimenato Cristóbal Riquelme Lobato, Joaquín García Moya, José Mudéjar Gutiérrez, Andrés Pérez González y Manuel Valenzuela Cubillo.

Siendo las cinco de la tarde de ese tórrido domingo 26 de julio de 1936, irrumpió en Tesorillo lo que luego sería considerado una primera incursión militar protagonizada por los sublevados procedentes de Algeciras, hubo tres en total hasta su toma definitiva el día 8 de octubre. Estaba compuesta la tropa rebelde por regulares magrebíes, infantería y guardias civiles. Unos aparecieron por la carretera del río Guadiaro y otros lo hicieron por las huertas que rodean esta pedanía de Jimena, transportados todos ellos en seis camiones.

Con un ritual ceremonioso militar, como mandan los cánones del protocolo reglamentario, realizado en la plaza del pueblo, la guardia civil local, lejos de ofrecer resistencia, esperaba a los insurrectos en formación. A continuación, ante su presencia, depusieron las armas situándolas en el suelo y dieron la orden de rendición con el saludo militar al comandante jefe que venía al mando de los facciosos que les pasó revista como señal inequívoca de que quedaban a su disposición.

El objetivo principal de estos golpistas procedentes de Algeciras, en esta primera entrada en Tesorillo, perseguía, no su toma definitiva para quedarse sino, cumplimentar una circular emanada del “Director” del Golpe, el general Mola, emitida a nivel nacional, con remisión a las zonas ocupadas por la sedición, para que los sublevados se incautaran, también en los entornos que fuera posible, del máximo de bienes materiales que sirvieran para uso militar. En ese momento ya se previa que la guerra, unilateralmente declarada por los que se alzaron en armas contra el sistema republicano, ante el fallido golpe de Estado, iba a tener larga duración y recorrido. De este modo, el Bando para toda España sería firmado dos días después por el general Cabanellas, jefe de los insurrectos que relevó al general Sanjurjo muerto en accidente aéreo cuando salía de Lisboa, siendo publicado el 30 de julio de 1936 en el Boletín Oficial de los rebeldes, impreso desde la sede que, ante la imposibilidad de hacerse con Madrid, fijaron en Burgos.

El bando de guerra de 28 de julio 1936 decretado, no por el Gobierno republicano sino, por el mando militar sublevado, una vez que resultó fallido el golpe de Estado ante la resistencia popular que encontró. Lleva la firma del general, Miguel Cabanellas por ser el de mayor graduación y edad de los mandos militares sublevados, aparte de capitán general de la única región militar donde se había impuesto el Golpe, la de Aragón. Sustituyó como cabeza de los insurrectos al general Sanjurjo ante su muerte en accidente aéreo cuando se disponía a despegar de Lisboa a Madrid. Hasta el 1 de octubre de ese año de 1936 no fue designado Franco, como jefe definitivo de los golpistas. Los dieciocho artículos del Bando de guerra contienen, aparte de los instrumentos represivos y violentos para acallar cualquier resistencia con supresión de todos los derechos fundamentales y libertades que habían gozados los españoles, la aplicación del código penal militar al revés, o sea contra los leales al ordenamiento constitucional y a la jerarquía de mando del Gobierno a los que se les considera rebeldes. Wikipedia

En el retorno de los sediciosos de San Martín del Tesorillo en dirección a sus cuarteles de Algeciras, previa retirada de las fachadas de las casas de la colonia agrícola de las banderas republicanas, pancartas sindicales y de los partidos políticos que colgaban de ventanas y balcones, izando la rojiguarda monárquica en el edificio del cuartel de la Guardia Civil, se llevaron a los chóferes tesorilleros, Antonio Redondo López, conduciendo el camión requisado al vecino Miguel Jiménez Collado, así como a Rafael Gutiérrez Ariza que pilotó el de Juan Vallecillo Jiménez, oriundo jimenato. Igualmente, antes de irse, incautaron varias escopetas a sus titulares tras efectuar diversos registros domiciliarios.

Pasada la irrupción militar que duró cuatro horas, los guardias civiles locales al mando del cabo, José León Pineda, no acompañaron a los insurrectos en su regreso a Algeciras. Tampoco se afanaron con posterioridad en someter al vecindario a los designios rebeldes sin la ayuda y presencia ya de esas fuerzas militares. Por el contrario, a sabiendas de que el acto público exhibido en la plaza del pueblo podía haber sido interpretado por muchos de sus moradores como postración y sumisión a los objetivos anticonstitucionales de los golpistas, temiendo posibles represalias por parte de la resistencia republicana, aún no se había producido una huida masiva de la población, abandonaron, llevándose las armas, a los vecinos de Tesorillo a su suerte. Tomaron inicialmente como destino, sin que obedeciera a ninguna orden, imposible por tanto de que pudiera calificarse de repliegue, un lugar situado entre los ríos Guadiaro y Hozgarganta donde quedaron a la espera del desarrollo de los acontecimientos. Allí permanecieron hasta que, tras unos días de titubeos, se posicionaron definitivamente al lado de los que pensarían que iban a triunfar, los sublevados, marchando inicialmente a Algeciras a la comandancia militar golpista donde se pusieron a sus órdenes y a lo que dispusieran.

Es más, en esa huida inicial, aun no teniendo claro consumar de forma irreversible su felonía, no se llevaron consigo a sus familiares. Quedaron alojados en un inmueble enfrente del cuartel, en la misma calle Larga pero en el número 18, donde se ubicaban unos almacenes junto al economato de José Blanco del Río, el que tantas veces sería alcalde pedáneo. Permanecieron estos consanguíneos de los guardias civiles, por temor y de forma voluntaria, encerrados en el interior de esa casa sin atreverse a pisar las aceras. Sus vidas, no obstante, no corrieron peligro, fueron respetadas en todo momento por los leales al Gobierno, tampoco les faltó alimentos. Les socorrió el Comité local del Frente Popular que fue creado ante la emergencia que generaron los golpistas y que encabezaba Joaquín Gómez Cuadro, El Tejero, que tras el resultado electoral habido el anterior 16 de febrero en los comicios generales había sido nombrado alcalde pedáneo por el Gobierno Civil de Cádiz.

Los carabineros de Tesorillo, que contaban también con cuartel, un sargento y seis números, ante la incursión con superioridad numérica y armamentística de esas fuerzas facciosas procedentes de Algeciras, a diferencia de los guardias civiles, no se rindieron ante ellas sino que se ausentaron el tiempo que estuvo ocupada la localidad. Lo llevaron a cabo en unión de sus familiares y de las armas que poseían. Se ocultaron en las proximidades de la vega del Cardo y junto al río Guadiaro hasta que se marcharon los insurrectos para regresar de nuevo a su cuartel. Más tarde, ante la amenaza de una invasión definitiva, marcharían en dirección a Estepona para ponerse a disposición de las autoridades locales republicanas.

Antes de pasar a Jimena y San Pablo, se ha de indicar que para evitar equívocos, el cuartel de la Almoraima de la Guardia Civil, perteneciente al colindante municipio de Castellar de la Frontera, se sublevó, no el 28 de agosto, como se recoge en la tesis doctoral del señor Núñez (página 233 en el epígrafe 683 que figura a su pie) basada en las mismas fuentes. Esa fecha indicada fue la de la toma de la fortaleza y pueblo que vivía en su interior de Castellar de la Frontera a cuyo municipio pertenecía La Almoraima que estaba desde el 21 de julio en manos insurrectas, tal como y como se manifiesta en la posterior página 269.

Cuartel de la Guardia Civil de La Almoraima de Castellar de la Frontera. Se trata de una torre almenara o de señales, edificada por los musulmanes sobre una colina situada a unos doscientos metros de su estación de ferrocarril. En el periodo Nazarí, se utilizaba como torre fuerte, en caso de invasión, y como elemento de transmisión de novedades. Por medio de una fogata o almenara encendida en su terrado se avisaba a otras torres o castillos de los alrededores sobre la existencia de un peligro. A finales del s. XIX, se le adosó el Cuartel de la Guardia Civil, aprovechándose la torre como prisión. Dicen sus escrituras de 1603, que el Convento que lleva su nombre se levantó frente a una torre que llaman de la Almoraima. El pueblo de Castellar de la Frontera que vivía en el interior del Castillo no contaba en julio de 1936 con unidad de la Guardia Civil, si de Carabineros formando parte de la misma sección que la de Jimena adonde se marcharon el día 7 de agosto de 1936 siguiendo órdenes del Gobierno legal. En La Almoraima en el mismo edificio de su estación de tren había otra unidad de Carabinero pero dependiente de La sección de la Línea de la Concepción Fuente: Ayuntamiento de Castellar de la Frontera.

Por otro lado, al igual que en Tesorillo, el resto de los distintos integrantes de la Guardia Civil del municipio jimenato, correspondiente a los cuarteles de Jimena y San Pablo de Buceite, tras provocarse el golpe de Estado del 18 de julio y quedar a la espera de su resultado final para no precipitarse en su toma de decisión, me imagino que tendrían en mente el fallido golpe de Sanjurjo de agosto de 1932 y sus consecuencias, acabaron abandonando, con sus armas y algunos enseres de trabajo, con nocturnidad, alevosía y engaño, el cuartel de Jimena donde se hallaban concentrados para sumarse a la sublevación, excepto el brigada que los comandaba que por razones de salud y fingiendo lealtad a la República permaneció en la localidad.

De este modo, se dieron a la fuga, nada de repliegues, con sus armas y uniformes reglamentarios proporcionados por el Gobierno legal y legítimo y pagados con los impuestos de todos aquellos españoles. A la par, al igual que en San Martín del Tesorillo, abandonaron a su suerte a los habitantes de esas poblaciones, Jimena y San Pablo, a los que era su deber defender y velar por su seguridad. Se dejaron en el cuartel solo las prendas interiores que fueron luego repartidas por el Comité local del Frente Popular entre los refugiados que llegaban procedentes fundamentalmente de las zonas ocupadas por los golpistas del litoral campogibraltareño. Asimismo, dejaron en el pueblo a la mayoría de sus familiares que en todo momento gozaron de la protección del alcalde republicano, Cristóbal Vera Sarabia, Telar. La mayor parte de los vecinos por el contrario, acordes con la voluntad que expresaron en las urnas, cinco meses antes, permanecieron leales al ordenamiento constitucional, contraviniendo estos rebeldes uniformados igualmente la orden emanada de su máximo responsable en toda España, el general de la Guardia Civil Sebastián Pozas Parea, transmitida por la escala de mandos, para que defendieran el Gobierno y el ordenamiento constitucional. Igualmente, la de ponerse a disposición del teniente de Carabineros de Jimena, Manuel Martín Mora. Difícilmente a esta deslealtad se le puede calificar de repliegue.

Tampoco se puede afirmar como cierto, tal y como obra en los informes de la Guardia Civil y reproduce el señor Núñez, de que tanto en San Pablo como en Jimena dicho Cuerpo se quedó incomunicado y al no saber lo que sucedía en el país se acuarteló.

Vayamos nuevamente a relatar lo sucedido realmente. En la misma tarde del 18 de julio, los superiores de los uniformados de la localidad, Guardia Civil y Carabineros, fueron citados, por el alcalde Cristóbal Vera Sarabia, Telar, en el mismo Ayuntamiento. Se les puso en conocimiento la sublevación que estaban protagonizando militares españoles y que, habiendo empezado el día anterior en las colonias del norte de África, ya se estaban sumando desde esa misma mañana destacamentos de Algeciras. Frente a la actitud clara y nítida del oficial de los Carabineros, mostrando la máxima lealtad al Gobierno legal y poniéndose a disposición del máximo responsable político de la localidad, el primer edil; en cambio, el representante de la Guardia Civil local presente respondió que estaban a la espera de recibir las órdenes oportunas de su superioridad. A partir de ese momento, tomaron la decisión de acuartelarse. Fueron testigos de esa actitud, no solo el alcalde Telar, sino también el funcionario municipal José Fernández Ruiz, los sindicalistas Eladio León Cuenca, José Segovia Ferrer, y Diego Mariscal, el comerciante de la Estación, Bartolomé Barea Zapata, el titular del bar del Paseo, Juan Cuenca Navarro, el cobrador de la luz, José González Montero, el practicante, Juan Arjona Gil…que se hallaban en dicha Casa Consistorial adonde habían acudidos alarmados ante los rumores de golpe de Estado que corrían por todo el pueblo.

En consonancia con lo anterior, no tiene mucho sentido el segundo titular que figura en el artículo del señor Núñez, «El repliegue del puesto de Buceite San Pablo», publicado en el diario Europa Sur de 28.06.2021, donde expresa: El sargento Antonio Casablanca Romero, incomunicado el 18 de julio de 1936, se acuarteló junto a sus hombres mientras un destacamento de milicianos rojos tomaba la barriada de Jimena. Entre otras cuestiones, además, porque esta colonia agrícola no fue tomada por ningún grupo de milicianos ya que su población, con su alcalde pedáneo a la cabeza, Cristóbal Jiménez Clavijo, nunca se sumó al Golpe. Es más, el propio guardia civil Casablanca reconoce que el día siguiente 19 de julio hubo una huelga general revolucionaria de la población sampableña contra el Golpe, y: ni hubo agresiones de ningún tipo ni se produjeron entonces daños entre las personas desafectas al gobierno del Frente Popular ni contra sus propiedades. («El repliegue del puesto de Buceite (II)» Europa Sur. 05.07.2021, también del doctor Núñez). 

La otra falacia también relatada se cae por su propio peso, como que la incomunicación en que se halló la Guardia Civil fue debida a que (…) La carencia de enlace telefónico, como era el caso de Jimena, impedía poder contactar con sus superiores inmediatos que eran el teniente Ojanguren en San Roque y el capitán Miguel Romero Macías, jefe de la Compañía de Algeciras. Si esto quiere decir que no había llegado el teléfono a Jimena no es cierto. La localidad poseía centralita desde el año 1927 (Revista Telefónica Española, septiembre 1927 página 59). El Ayuntamiento tenía asignado el número 1, como abonado, y el cuartel de la Guardia Civil, el número 9. (Guía de Teléfono 1936 donde figuran, entre el pueblo y la Estación, un total de 14 abonados) Si por el contrario se refiere a que el sargento Casablanca se quería poner en contacto con el teniente rebelde de San Roque, Odón Oscar Ojanguren Alonso, y las líneas telefónicas estaban cortadas con la zona ya ocupada, o se hallaban intervenidas y no se atrevía a llamarle, bien sabía que ese oficial formaba parte de los golpistas, por tanto cesado por el Gobierno legal. Tampoco fue una casualidad ya que resultó ser el mismo oficial al que se dirigió cuando desertó con el grupo de guardias civiles del cuartel de Jimena. En el caso de San Martín del Tesorillo, existía la telefonía desde principio del siglo XX instalado por los Larios. En cambio, en San Pablo de Buceite no llegaría hasta el año 1959.

Acuerdo de la Comisión Gestora del ayuntamiento de Jimena de fecha tres de junio de 1936, punto del orden del día número 34, solicitando la permanencia del guardia civil Antonio Casablanca Romero tras su ascenso de cabo a sargento en el puesto de San Pablo de Buceite. Fuerte: Archivo municipal del ayuntamiento de Jimena de la Frontera, documento facilitado por Andrés Beffa García.

Doloroso le resultaría al alcalde de Jimena en la corta etapa que perduró el Frente Popular, Cristóbal Vera Sarabia, Telar, esa traición del sargento Casablanca a la II República, aun en el caso de que no le extrañara tras sospechar la transfiguración externa que su oculta personalidad sufrió a raíz del golpe de Estado. Mes y medio antes del 18 de julio, la Comisión Gestora del Ayuntamiento de Jimena había acordado por unanimidad dirigirse al Ministro de Gobernación, Juan Moles Ormella, con la petición de que con motivo del ascenso de cabo a sargento del guardia civil, Antonio Casablanca Romero, no se produjera su traslado a otra localidad sino que permaneciera llevando la comandancia de la Guardia Civil de la barriada de San Pablo de Buceite, como premio a su meritísima labor, al bien de la República, del orden público y del vecindario en general.

Los dos inmuebles de la calle Real, antes calle Jimena, números 10 y 12, que fue el cuartel de la Guardia Civil de San Pablo de Buceite desde finales del siglo XIX. Foto: Andrés Beffa García.

Esos felones uniformados del municipio de Jimena, en premio a su traición al Gobierno legal y a la bandera republicana a los que habían jurados lealtad, ascenderían en su graduación tras su sedición; o sea, una vez que se pusieron a las órdenes de unos mandos insurrectos que ya habían sido cesados. Otra vez hay que insistir en el equivocado concepto de repliegue empleado porque ninguna autoridad legal se los ordenó y tampoco sucedió ninguna circunstancia, como hubiera significado recibir un ataque armado imposible de hacerle frente, que les obligara a huir.

Estos ascensos de los que no habla la tesis doctoral citada, sí por el contrario los explicita el historiador J.M. Algarbani en la página 88 de su libro «Y Jimena se vistió de negro» (año 2011), a pesar de que es minusvalorado su contenido por el doctor Núñez aduciendo de que no va más allá de la actuación de la Guardia Civil como fuerza represora del nuevo régimen que comenzaba a implantarse, sin plantearse otro interés historiográfico sobre los componentes de dicho Cuerpo (página 33 de su tesis doctoral).

Sin embargo, en la publicación del profesor Algarbani encontramos lo siguiente: El guardia civil Calixto Sanz López que era cabo en el puesto de la Atunara, tras haberse sumado a la sublevación fue ascendido a Sargento y nombrado comandante de puesto del cuartel de San Pablo de Buceite. Igualmente sucedió con el cabo de Tesorillo José León Pineda que pasó, en el mismo puesto de esta pedanía de Jimena, de cabo a sargento. También Antonio Casablanca Romero de la misma forma que habiendo ascendido momentos previos al golpe de Estado del grado de cabo al de sargento, pasó a ser brigada para poco más tarde ocupar el puesto de jefe de la comandancia de Jimena. En 1953, que es cuando está tomada la foto que viene a continuación del señor Casablanca ya era capitán (aquí sobre la imagen es referida esa graduación según el señor Núñez). Otro que ascendería será el guardia civil del puesto de Tesorillo Sebastián Campos Palomo que más tarde sustituiría a Antonio Casablanca en la Comandancia de Jimena (página 105 JM Algarbani ibídem)

En las fotos los guardias civiles felones, Antonio Casablanca Romero, arriba, y debajo José Nieto Jiménez, ambos del puesto de San Pablo de Buceite "que se replegó sobre San Roque", es decir que se sublevaron. A la derecha, las fichas de conceptualización que merecen bajo el franquismo. Resaltar que en ambas reseñas se califiquen también a estos dos guardias civiles que figuran, aparte de lo bueno que eran, lógicamente porque se habían sumados a la sedición, en el caso contrario habrían sido fusilados o encarcelados, de apolíticos. Así, en el caso de Antonio Casablanca Romero, que fue nombrado comandante del cuartel de Jimena más tarde de la ocupación militar por los golpistas, se subraya también que era "refractario para todo lo político"; y en la de José Nieto Jiménez, que igualmente resultaba ser "completamente apolítico". En ambos casos se añade en común: "en ningún momento se olvidaron de su condición de Guardia Civil", o sea que sitúa como sinónimo de este Cuerpo la condición de golpistas de sus miembros, desleales y traidores a la bandera que habían jurado defender y a la jerarquía de mando al que se debían y en cuya cúspide estaba el Gobierno que se habían dado los españoles. O sea, todo un esperpento. Fuente: Fotos y fichas del doctor don Jesús Núñez Calvo publicados en Europa Sur.

CONTINUARÁ: ¿REPLIEGUE O DESERCIÓN, DOCTOR NÚÑEZ? (y III) https://ignaciotrillo.wordpress.com/2021/09/27/repliegue-o-desercion-doctor-nunez-y-iii/

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Fuentes orales consultadas o entrevistadas.

José Manuel Algarbani Rodríguez, Cristóbal Arjona Navarro, Bartolomé Barranco Benítez, Ana Barranco Jiménez, Manuel Barranco Sánchez, Honorat Bauçà Roig, José Bautista Gómez, Melchora Bautista Gómez, Andrés Beffa García, Cristóbal Báez Huércano, Brigitte Butler León, José Carracao Gutiérrez, Ana Castilla Luque, Pilar Casuso Gutiérrez, José María Casuso López, Aurelio Collado Jiménez, María Jesús Collado Muñoz, Pascual Collado Saravia, Juan Manuel Contreras Benítez, María Corbacho Álvarez, Elena Díez Vega, Rosa Escobar Mackinley, Montserrat Esparrach Pérez-Navarro, Rosa Estorach Escurriola, Jesús Fernández Rey, José María Ferrer Pulido, Luis García Bravo, Manolo García Lobato, Juan Gil Plata, Andrés Godino Sánchez “Pichán”, Juan Ángel Gómez López, Ildefonso Gómez Ramos, Carmen Gómez Vázquez, Ernesto González Lobo, Domingo González Quintero, Juan Granado Gutiérrez, Arturo Grinda López, Victoria Guerrero Montero, Sebastián Gutiérrez Gil, Pilar Gutiérrez Luengo, Francisco Gutiérrez Ordoñez, Joaquín Hita Pérez, Antonia Infante Aguilar, Marile Izquierdo Arjona, Rocío Izquierdo Arjona, Francisco Jiménez Jiménez “Currini”, Sebastián Jiménez Ordoñez, María Jesús Lavado Rodríguez, Alberto León Díaz, Helios López Lamothe, Andrés Macías Sánchez, Blanca Marina Benítez. Salvador Marina Benítez, Gregorio Marina Díaz, Antonio Marina Pérez Navarro. Antonio Marina Puigdó, Simón Marina Ureña, Diego Mariscal Gómez, Bernardo Medina Sánchez, Francisco, Melchor Guzmán, Juan José Montero Ortega, Leopoldo Moreno Barranco, José María Moreno Vega, Cristóbal Navarro Mena “Caín”, Christian Ortega, Carmen Ortega de Cossío, Guillermo Ortega Lupiáñez, Isabel Ortega Ortega, Mercedes Parages Revertera, Álvaro Parages Revertera, Juan Parra Barranco, Juan Peláez Sarrias, Antonio Pérez Gil, José María Pérez-Navarro Bonelo, Cristina Pérez Pérez-Navarro. José Pérez Pérez-Navarro, Juan Pintor Jiménez, Gonzalo Prieto Cabrera, Francisco Quirós Ocaña “Pacurro”, Andrés Rebolledo Barreno, José Regueira Ramos, Miguel Ríos Jaén, Carlos de las Rivas Hidalgo, Diego Rocha Sánchez, German Rodríguez González, Bartolo Rojas González “Cascorroto”, José Luis Rondán Angulo, Juan Rondán Angulo, Guillermo Ruiz Ruiz, Gonzalo Saavedra Gil, Diego Sánchez, Francisco Sanmartín Medina, Jerónimo Sánchez Blanco, Francisca Sánchez Gil, Carmen Sánchez Medina, María Ángeles Sánchez Medina, Jesús Solís Trujillo, Francisca Téllez Medina, Juan Carlos Tirado López, Melchora Torres Prieto, Carmen Troncoso López, Juana María Ureña de Juan, Teodosio Vargas-Machuca García y Juana Vázquez Ramos.

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