Ignacio Trillo
INTRODUCCIÓN
LA NOTICIA DEL FALLECIMIENTO DE DON RAMÓN REGUEIRA RAMOS
La pasada tarde del día 15 de diciembre, miércoles, recibí un wassap de don José Regueira Ramos, farmacéutico jubilado, excronista oficial de la villa de Jimena de la Frontera y profundo investigador de nuestro pasado histórico, comunicándome desde Torreguadiario (San Roque), su lugar de estancia desde que comenzó la pandemia, la fatídica noticia, acontecida en su Galicia natal, de la muerte de su querido hermano Ramón, y por tanto la imposibilidad de su asistencia, formando parte, como estaba previsto, de la mesa presidencial en el salón de pleno de la Mancomunidad de Municipios del Campo de Gibraltar, sito en el parque algecireño de las Acacias, donde iba a tener lugar, dos días después, la presentación de mi libro –«Leopoldo de Luis en el paraíso del Sur»-, publicación editada por la Diputación de Cádiz y donde él figura entre los excelentes prologuistas que la introducen, junto a Jorge Urrutia Gómez, hijo del insigne poeta que es el protagonista central de la obra, y a Juan José Téllez, escritor y poeta gaditano. (VER: Presentación del libro, «La herida de Leopoldo de Luis en el paraíso del Sur» 17.12.2021. https://ignaciotrillo.wordpress.com/2021/12/15/presentacion-del-libro-la-herida-de-leopoldo-de-luis-en-el-paraiso-del-sur-17-12-2011/ )
El repentino mensaje del óbito por inesperado me impactó. Además no tenía conocimiento previo de que hubiera caído enfermo recientemente. A pesar de que se encontrara ya con cierta edad, ochenta y seis años, y de que lo hubiera vuelto a ver cincuenta y tres años después de su marcha de Jimena, podía más la fuerza de su imagen congelada que retenía desde mi infancia -no podía ser posible su muerte- donde contemplábamos la vida como una sucesión de hechos que se acompasaban sin que preveyéramos que tuviera final, salvo por algún accidente fortuito. No éramos aún conscientes de esa inexorable ley de vida que limita la existencia y por la que el poeta malagueño Manuel Alcántara, con la chispa que siempre le caracterizó, dirigiéndose en carta epistolar a Leopoldo de Luis, escribió que Dios, como Creador, por la intranquilidad y zozobra que nos significa ese ocaso, debía algún día de proporcionarnos una explicación razonable y convincente.
En este sentido, en aquel tiempo, para los de nuestra temprana edad, los ídolos no envejecían y nunca morían, siempre permanecían de forma igual, anclados en nuestras mentes, tales y como fueron en los mejores días de gloria que nos dieron. Ocurría asimismo con los mitificados actores y las actrices de la gran pantalla, así como con cuantos iconos cubrieron la etapa dulce de nuestra niñez y luego desaparecían de nuestra percepción y seguimiento diario, caso semejante a la gran persona objeto de esta necrológica.
La ausencia en el acto de la presentación del libro por parte de José Regueira podía tener solución, aún sintiéndolo enormemente, más teniendo en cuenta la gran ilusión que le causaba haber vivido ese momento, tan esperado por él para hacer justicia a un magnífico poeta y a un hombre ejemplar que desde que conoció Jimena y además se enamoró en la barriada de la Estación de la joven vecina María Gómez Sierra, siempre la llevó consigo en sus poemas y en su corazón. Por el contrario, la marcha de Moncho, así le llamábamos los chiquillos de aquel tiempo, y así lo he seguido conservando, además no había otro vecino que portara dicho nombre en el pueblo, era irreparable, no podía tener sustitución.
En este sentido, al conocer de don José Regueira el triste fallecimiento de su hermano Moncho, tras superar el instante en que me quedé en blanco, mi cabeza se olvidó de los pormenores que en ese momento me ocupaban, los lógicos que lleva acarreado que no quedase un cabo suelto de la organización del acto previsto a celebrarse cuarenta y ocho horas después, relacionados con la presentación de mi libro, para centrarme en la figura del que se nos marchaba definitivamente. Y ahora que transcurrió el evento y dispongo de un hueco en mis quehaceres, con casi todo cerrado por vacaciones navideñas y por el bicho pandémico que vuelve a explayarse, con mucho gusto, y porque es necesario y de justicia el reconocimiento que merece el finado por lo que significó en el fútbol y más cosas para Jimena, y sobre todo como un gran empresario innovador que fue para Galicia, expongo los apuntes y reflexiones que pasaron en aquel momento por mi mente, sobre todo para transmitírselo a sus familiares y para el conocimiento de las nuevas generaciones que no lo disfrutaron. Y sobre todo porque Moncho no merece el olvido, que es tanto como la segunda y definitiva muerte.
LA LLEGADA DEL FÚTBOL A JIMENA
Para ello, no ajeno tampoco al contenido del relato de la publicación que tenía que presentar en Algeciras, empecé previamente viajando por el túnel del tiempo, hasta llegar al origen de cómo se introdujo el fútbol en Jimena. Para ello me remonté en el recuerdo a la primavera del año de 1940. Unos presos republicanos derrotados por una guerra incivil, propiciada por la España inquisitorial que además había condenado a estos jóvenes españoles por el delito de auxilio a la rebelión, sinónimo real de que habían sido leales al gobierno que se habían dado en las urnas, juzgados por tribunales de guerra presididos por los que fueron francamente los felones que se sublevaron contra el ordenamiento constitucional vigente, o sea el mundo al revés, tenían que purgar las penas carcelarias que les fueron impuestas con la realización de trabajos forzados relacionados con infraestructuras militares para el ejército victorioso, teniendo como destino un campo de concentración ubicado en las cercanías de San Pablo de Buceite, pedanía de Jimena de la Frontera, en la planicie de la finca «El Llano de los Almendrales», curiosamente titular del golpista, banquero y contrabandista, el mallorquín Juan March Ordinas, y donde algunos días tenían que matar el hambre físico a base de comer cáscaras de plátanos y el afrecho que los autóctonos del lugar echaban en los corrales de aves para alimentar a sus pollos, gallos y gallinas, a la vez que rendir satisfactoriamente en ese duro trabajo de semiesclavitud al que estaban forzados.
En algunas tardes de domingo, en el permiso que les eran concedidos a esos ilustres presidiarios, desarrollaban una actividad deportiva de origen anglosajona, desconocida su práctica hasta entonces en la localidad, llamada fútbol, que inmediatamente sería traducido en el argot jimenato como «furgo». Se enfrentaban, pacíficamente, una selección de los trabajadores de una de las brigadas del IV batallón en el que se hallaban encuadrados, frente a otra. El pueblo acudía en masa para verlos jugar, no se sabe si también para olvidar el hambre que estaban pasando o el luto que portaban por sus seres queridos tan recientemente desaparecidos o en el exilio.
El campo estaba situado en el cruce de caminos, todavía no era carretera de asfalto, entre el que salía del pueblo, a la altura de la fábrica de harina y de la luz, con el que procedía de Ronda y de San Pablo de Buceite, y, más allá de esa parcela balompédica, continuaba atravesando la calle principal de la barriada de la estación de tren de los Ángeles, hasta conducir finalmente a Algeciras.
Algunos de estos reos llegaron a ser muy populares, como lo significó el portero de uno de los equipos, llamado Pedro Esparrach Roca, catalán y músico, que acabó casándose con la jimenata Jacinta Pérez-Navarro Boza.
Pues bien, estas raíces futbolísticas dejaron profunda huella en el pueblo y fue calando entre la infancia y la juventud hasta culminar en octubre de 1956 con la constitución del CD Jimena. El lugar de su campo era el mismo que elegieron los presos republicanos, al que se le bautizó con el nombre de «El Cañaveral». En agosto del año siguiente, ya contaba el club con 150 socios. Y dieciocho meses después, se hallaba ya vallado por cañizos, con porterías fijas como Dios manda y con un marcador de madera que para que figurara el resultado actualizado de los encuentros había que operar desde su parte trasera con una escalera de albañil para cambiar manualmente en su parte más alta el número que indicara cada vez que se producía un gol.
LA LLEGADA DE «MONCHO» A JIMENA
No fue hasta cuatro años después de la fundación del club de fútbol local, encontrándonos por tanto en el otoño de 1960, cuando Moncho Regueira llega a Jimena para realizar una primera indagación, antes incluso que su hermano José, de cara a conocer el funcionamiento interno de la farmacia que iba a traspasarse y para el buen manejo de los entresijos de la misma. La información que requería le fue suministrada por Paco Ordóñez, que a pesar de sus quince años ya llevaba dos de apendiz trabajando en ese establecimiento, así como por Antonio Roca Perales, mancebo de la botica pero originario de San Roque.
Sin haber estudiado Farmacia, Moncho contaba tan solo con una leve noción en esta especialización sanitaria por haber estado en contacto con la botica de su tía Pura, hermana de su madre, que se hallaba situada en la localidad coruñesa de Malpica. El trabajo en la farmacia de su tía Pura tuvo lugar en los veranos de su niñez y adolescencia en los que su madre Carmela lo mandaba a trabajar por no querer estudiar, pero su tía Pura junto con su marido Francisco Canedo que era veterinario, tan queridos en el pueblo, lo trataban inmejorablemente y le hacían trabajar tan poco que para Moncho irse a la casa de los tíos en Malpica en aquellos veranos era un regalo más vacacional que un castigo ya que se lo pasaba de forma extraordinaria con la gente del pueblo.
En esos días en que aterrizó por primera vez en Jimena, Moncho se hospedó en la fonda pensión «La Perla», de María Rodríguez Gómez, dos casas más arriba, y en la misma acera, de la farmacia.
Entre tanto, su hermano José se hallaba regentando temporalmente una farmacia, su titular estaba enferma, ubicada en el pueblo leonés de la comarca del Bierzo, llamado Toral de los Vados, a ocho kilómetros del pueblo de Cacabelos, adonde, aparte del buen vino que produce, habitaba la que iba a ser su enamorada, Queti Mauriz Sernández, hija de Victoriano y Adela, apreciados cacabelenses. Surgió el flechazo cuando fueron presentados en septiembre de 1959 teniendo ella 19 años estudiando tercero de Farmacia en la Universidad de Santiago y con el Magisterio y Comercio prácticamente ya acabados, habiéndolos hecho por libre.
Así pues, poco después de su marcha a Jimena, José volvió para contraer matrimonio con Queti y regresar seguidamente a la localidad, lo que llevó aparejado que la joven cacabelense tuviera que abandonar la docencia del magisterio que ejercía en su berciana localidad natal para retomarla a continuación con los párvulos jimenatos, así como que se quedase estacionada en los tres cursos que llevaba aprobados de la carrera de Medicina.
El porqué desde una Galicía tan lejana aterrizaron los dos hermanos Reguera en Jimena, separados entonces por carretera de una distancia que rozaba el millar y medio de kilómetros, ofrece la conjunción planetaria de múltiples coincidencias donde una vez más la realidad supera un relato novelado de ficción. En primer lugar, porque surgió un problema con el bien que heredaron del padre, José Regueira Varela, cuando falleció en el año 1945, contando con tan solo treinta y nueve años, como era un local en la coruñesa calle Flórez -curiosamente en la misma rúa que Amancio Ortega en 1975 abrió su primera tienda-, de cien metros cuadrados de superficie y techo, donde tenían pensado abrir una farmacia, pero cuyo inquilino se mantuvo en él tras la finalización del contrato del alquiler, y, a la vista de que el litigio judicial podía tener larga duración, ambos hermanos optaron, mientras tanto, con hacerse con el traspaso de una farmacia ya abierta. En segundo lugar, porque en la revista «Medicamenta», de la Real Academia Nacional de Farmacia que se venía publicando desde 1958, apareció un anuncio relacionado con el traspaso de una botica en un lejano pueblo de Cádiz, en las antípodas de La Coruña según se mira la geografía peninsular. Y tercero, porque al ponerse en contacto telefónico José con su simpático titular, un afable Antonio Mata Gómez, desde el primer momento de la comunicación resultó parecer más bien un miembro más de la familia y hasta la localidad de Jimena aparentaba que era Galicia.
Entre todas estas coincidencias galleguistas surgidas en la amena charla que mantuvieron ambos farmacéuticos, destaca, que los dos habían acabado la carrera en la facultad de Santiago de Compostela. Además, que el hermano de Antonio, Isidro Mata, había sido compañero de promoción de José. En la misma línea, el boticario de Jimena le transmitió que desde el año 1954, con boda celebrada en el Santuario de la Reina de los Ángeles de la barriada existente en la estación de tren, estaba casado con la gallega, Carmen María Lastres Pardo, hija del médico, también originario de Galicia, Manuel Lastres Abente, que había estado ejerciendo en Jimena hasta un año antes, hallándose en ese momento con plaza en Marbella y en la compañía de su esposa, Elisa Pardo Pernas igualmente gallega; ambas familias, los Lastres y los Pardo, asimismas conocidas por los Regueira. Además, que en dicha localidad gaditana ejercía un médico, Juan Trillo Trillo, que, aunque oriundo del pueblo jienense de Rus, su anterior plaza de médico, antes de llegar a Jimena en 1948, la tuvo durante varios años en el municipio gallego-lucense de Cospeito. Y para rematar, estoy seguro que el prolijo conversador y seductor de Mata le hablaría a José de su afición al fútbol, como jugador y de árbitro, como que Jimena tenía club y equipo, aunque le puntualizaría, en un brote de sinceridad entre carcajadas, que entre sus preferencias, entre las formaciones balompédicas de ámbito nacional, no figuraba el Deportivo de la Coruña porque era únicamente forofo merengue del Real Madrid.
Quedaba claro para José que en esa previsión de dos o tres años para estar fuera de la Coruña en tanto se desbloqueaba el asunto del local, Jimena podía ser la nueva Galicia para los Regueira. Así que puso a Moncho a trabajar con los bancos para conseguir el millón de pesetas, que para aquel tiempo era bastante dinero, necesario para pagar ese traspaso. La propiedad del inmueble de la jimenata farmacia, tal como le aseguraría Mata, pertenecía a la vecina colindante, Ana Barranco Díaz, viuda y sin hijos, que era una pedazo de pan y que vivía de alquileres y de una pequeña tienda que tenía en su casa, por lo que ningún problema generaba.
Y Moncho, con su red de buenos contactos que le venían de sus cuatro años ligados al Deportivo de La Coruña, así como del olfato que ya mostraba para los negocios y para las relaciones públicas, quizás heredado de su padre al que perdió teniendo diez años, se puso en la tarea encomendada por José y así logró, de la Caja de Ahorros de La Coruña y Lugo, la obtención de un crédito por el montante fijado.
Cerrada la operación crediticia y efectuado el pago a Antonio Mata, tras haber dado el visto bueno ambos hermanos a que la farmacia de Jimena podía cumplir las expectativas de esa transición de dos o tres años hasta retornar de nuevo a Galicia una vez que quedara liberado el local de la coruñesa calle Flórez, comenzaron las mudanzas. Moncho, contando con 24 años, ya había contraido matrimonio con Irene Otero López, dos años y medio menor que él, en Betanzos en julio de 1959, y ambos tenían una niña, María Jesús, Chusa, que nació casi un año después, 10 de junio 1960.
Y Pepe, el mayor de los tres hermanos, contraería matrimonio un año después, en noviembre de 1961, en Cacabelos, ausentándose temporalmente de Jimena para esa boda y regresar ya acompañado de su esposa Queti. Ambas hermanos vivieron inicialmente en el inmueble donde estaba el establecimiento farmacéutico, después le harían obras a la planta de arriba de la casa. Pero con la llegada de la familia de Moncho llevó a que alquilaran la casa de enfrente de la farmacia cuyo titular, Martín Castro Ramos, era el tendero de la calle San Francisco, paralela a la de Sevilla donde se ubicaba la botica, inmueble donde había estado viviendo antes el cuñado del propietario, José Fernández Sánchez «El Aceitero». Allí pasó a vivir el matrimonio Moncho con Irene junto a su hija Chusa, luego nacería Carmen María, en tanto su hermano José con su esposa Queti se quedarían en el inmueble de la farmacia hasta que retornó Moncho y familia a Galicia que pasaron a la que habían estado habitando.
Y con Moncho ya establecido en Jimena, viviendo con su familia llegó la revolución del fútbol a la localidad de la mano de este gran jugador que había sido del Deportivo de La Coruña, y que por el azar de la vida no llegó a hacer la misma trayectoria deportiva que su gran amigo Luis Suárez, -único balón de oro en esta modalidad logrado hasta el día de hoy por un futbolista nacido en España-, bien en el Barça, y quién sabe si después en Italia de la mano de Helenio Herrera.
En la larga conversación que mantuve a los postres en Betanzos con Moncho, donde se hallaba atentamente, siguiéndola, la jimenata Esther hija de su hermano José, a pesar de los cincuentra y tres años transcurridas desde su marcha de la localidad, a mi pregunta sobre lo que más le había impactado de su primer contacto con aquella Jimena en blanco y negro e instalada en el subdesarrollo, me respondió: Una, que se reflejaba el hambre física en las caras de muchos jimenatos, haciendo la comparación de que en Galicia había pobreza y penurias, pero no hambre. Y que la raíz de lo anterior estaba en las abismales diferencias sociales que observaba entre la población jimenata, entre los muy pocos que eran muy ricos, aunque no gastaran y fueran roñosos, en posesión de grandes fincas y riquezas, y la mayoría del vecindario que los pobres no tenían dónde caerse muertos. Eso no sucedía en la Galicia minifundista donde las pequeñas terruñas y el ganado estaban muy repatidos. Asimismo, le sorprendió de aquella Jimena, que hubieran usureros que prestaban dinero a más del treinta por ciento de interés anual, eso tampoco sucedía en su tierra natal.
El caso es que muy pronto el siempre agradable y sonriente Moncho, sin dejar en ningún momento de estar a pie de la farmacia, se integró perfectamente en el pueblo, al igual que lo hizo su hermano Pepe, y se puso en la tarea adicional de levantar un gran equipo de fútbol a la vez que a ayudar al que lo necesitara, proporcionando becas de estudios a los que sin disponer de recursos se les veía con enorme interés de aprender, y hasta regalando los medicamentos, entonces no existía la sanidad universal, a quienes no lo podían abonar. Así llegaron a granjearse la admiración, el agradecimiento y el respeto del vecindario.
En lo que respecta al buen hacer en la modalidad deportiva del balompié; primero, como jugador, e inmediatamente también como entrenador, Moncho fue venerado, tanto en Jimena como en las localidades que asistieron como club visitante, donde en el corto periodo que medió en su trabajo de preparador, no hubo equipo de similar categoría, o inmediatamente superior, que le ganara al club local, llenándose de espectadores los campos en los que se alineaba para disfrutar viéndolo jugar.
Así fueron transcurriendo los meses hasta que el 17 de agosto de 1961 sucedió el hundimiento de la plaza de toros portátil instalada en el mismo campo de fútbol «El Cañaveral», que hizo que quedara clausurado al menos hasta tanto duraran las diligencias judiciales, ya entonces también tan lentas como en la actualidad. El procedimiento judicial se alargó y concluyó en 1967; ya era tarde, además Moncho había retornado dos años antes a La Coruña.
(Continuación: «Moncho Regueira y los días de gloria que dio al CD Jimena (2ª parte): https://ignaciotrillo.wordpress.com/2022/01/10/moncho-regueira-y-los-dias-de-gloria-que-dio-al-cd-jimena-2a-parte-10-01-2022/ )»
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Bibliografía
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«José Regueira Ramos: coruñés, jimenato y cacabelense». Carlos Francisco, Blog Casteoventosa. 04.05.2012.
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«La sanidad de Jimena (1950-1970) (1ª parte)». Blog de Ignacio Trillo. 26.06.2017.
«La sanidad de Jimena (1950-1970) (2ª parte)». Blog de Ignacio Trillo. 03.07.2017.
«El médico Lastres de la Estación de Jimena». Blog de Ignacio Trillo. 23.07.2017.
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«El polifacéutico, Antonio Mata Gómez, Farmacéutico». Blog de Ignacio Trillo. 04.02.2019.
«Aragoncillo, farmacéutico en Jimena». Blog de Ignacio Trillo. 15.08.2017.
«El farmacéutico de Jimena, José Sánchez Medina». Blog de Ignacio Trillo. 07.08.2017.
«(IV) Los Larios y la Casita de Campo. La britanización del Campo de Gibraltar (Iª parte)». Blog de Ignacio Trillo. 16.07.2018.
«(Vº) Los Laríos y la Casita de Campo. El tren inglés (Iª parte)». 23.06.2018
«(VI) Los Laríos y la Casita de Campo. El tren inglés (IIª parte)». 08.08.2018.
«VI parte. Memorias de Juan López Morales». Blog de Ignacio Trillo. 29.06.2021.
«La guerra de Sidi-Ifni y Jimena». Blog de Ignacio Trillo. 02.05.2018.
«Choque de trenes en Jimena». Blog de Ignacio Trillo. 27.02.2018.
«Presentación del libro, «La herida de Leopoldo de Luis en el paraíso del Sur»». Blog de Ignacio Trillo. 17.12.2021.
«Leopoldo de Luis en el paraído del Sur». Juan Ignacio Trillo Huertas. Diputación de Cádiz. 2021.
«Parque de las Acacias y Villa Smith». Ayuntamiento de Algeciras.
«Un poco de historia del pantano de Los Hurones». Historia de Ubrique. 27.03.2011.
«La noble misión de la misión de la enseñanza de la enseñanza don Juan González». Guillermo García Jiménez.
Testimonios
Andrés Beffa García, Martín Cano Sánchez, Pascual Collado Saravia, Juan Gil Plata, Francisco Gutiérrez Ordóñez, Juan León Espinosa, Juan López Morales, Andrés Macías Sánchez, Juan Pajares Sarrias, Chusa Regueira Otero, Esther Regueira Mauriz, Víctor Regueira Mauriz, José Regueira Ramos, Ramon Regueira Ramos, Diego Rocha Sánchez, Juan Vallecillo Durán y Teodosio Vargas-Machuca García.
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Posted on enero 3, 2022
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