Ignacio Trillo
INTRODUCCIÓN
En la primera parte de esta semblanza (VER: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2022/01/03/moncho-regueira-y-los-dias-de-gloria-que-dio-al-cd-jimena-1a-parte-03-01-2022/ ) reflejé el momento en que recibí la triste noticia del fallecimiento de Moncho Regueira que me fue comunicado por su hermano José con el que tenía previsto que me acompañara para presentar en Algeciras el libro que acabo de publicar, "Leopoldo de Luis en el paraíso del Sur". Ante el impacto que me causó, partiendo del recuerdo del último encuentro que mantuve con el finado en su tierra natal gallega, me adentré, entre otros pormenores, en los detalles y circunstancias que condujeron a su imprevisto aterrizaje en Jimena de la Frontera junto a su hermano José. Asimismo, en la huella que dejó su estancia en la localidad y también lo que significó su aportación para revolucionar el fútbol local, cuyos orígenes en el pueblo igualmente abordé, donde supo transmitir su impronta, como jugador de élite que había sido, al igual que su carácter afable y su espíritu altruista, lo que le llevó a granjearse la amistad y la simpatía de todo el vecindario que seguía históricamente pasándolo muy mal.

En aquella profunda y rutinaria Jimena en blanco y negro del inicio de la década de los sesenta, aún de escasez y penuria, que todo cuanto le significara novedad lo husmeaba con atención y lo chismorreaba con profusión, como una distracción más que encima no necesitaba desembolso dinerario alguno, que era de lo que en aquel tiempo se seguía careciendo, la mirada quedaba fijada hasta los más nimios detalles que causaran asombro. Así, aquellos chiquillos clavábamos nuestra observación en la prenda especial que vestía Moncho Regueira cuando lo veíamos llegar al campo de fútbol en las primeras tardes que empezó a entrenar al equipo local y al que a ese uniforme le llamaba chándal, hasta entonces desconocido en la localidad, incluso su denominación. Lo traía ya puesto cuando bajaba desde su casa situada enfrente de la farmacia de su hermano José, donde igualmente él trabajaba, con destino al rectángulo de juego, bien descendiendo por la cuesta del Calvario a pie o motorizado en la Lambretta roja que ambos Regueira se habían traído matriculada desde La Coruña.

Era el primer ciclomotor de esa marca que llegó al pueblo. Hasta entonces solo se había visto en las pantallas del cine Capítol, propiedad de Antonio Ramos Perales, situado un poco más abajo de la calle Sevilla en la misma acera de la farmacia. Acaeció en el transcurso de la proyección de la película «Vacaciones en Roma», autorizada para todos los públicos según la censura inquisitorial eclesiástica de aquel tiempo que tantas películas nos impidió ver a los menores, aparte de que se proyectaran recortadas en sus escenas pecaminosas relacionadas con la carne, que era lo más atrayente para el público espectador reprimido, o manipulándole el lenguaje en el doblaje, cinta que fue dirigida por William Wyler, donde una bella y joven princesa, Audrey Hepburn, se enamora de un periodista estadounidense, que a los niños de entonces nos parecía muy mayor para ella, encarnado el elegante personaje, siempre tan bien peinado, en el actor Gregory Peck.
Esta motoneta, de origen italiana-milanés, era utilizada para todo tipo de viajes por el personal de la farmacia. También sucedía con los que realizaba el titular, José Regueira, cuando obtuvo el certificado de inspector farmacéutico y tenía que trasladarse periódicamente a Castellar de la Frontera, municipio colindante a Jimena, por entrar dentro de sus competencia la supervisión de la botica establecida en el interior del recinto fortaleza del Castillo, donde vivían todavía sus pobladores primitivos. Estos habitantes, de gentilicio «chisparrero», se hallaban pendientes de establecerse en un nuevo emplazamiento a consecuencia de la construcción a sus espaldas de un embalse sobre el río Guadarranque que tiene su nacimiento en la finca «Buenas Noches» (llamada realmente «Hoyos del Guadarranque»), perteneciente al jimenato término municipal, y cuyo administrador, antes fue colono en la misma, era el vecino de prolija descendencia, Ramón Vargas-Machuca Robau, casado con Mercedes García Calle, precisamente los progenitores de Inmaculada que figura en la primera foto de este capítulo junto a Irene y Chusa.

El final de la existencia de ese ciclomotor ocurrió en 1967, cuando el empleado en la farmacia, Paco Gutiérrez Ordóñez, la cogió para peregrinar a la barriada de Estación, a la fiesta de la Novena a la Reina de los Ángeles, y tras bajar por las empinadas calles, Sevilla y Romo, a la altura de la antigua plaza de toros, -reconvertida desde hacía más de década y media en un jardín que mimaba el trabajador municipal y aficionado a tocar la guitarra flamenca, Antonio Pajares Rivas, especialista en el baile típico de la localidad, La Jincaleta-, salió ardiendo, habiendo acumulado ya más kilómetros que el baúl de la Piqué. Lo raro es que hubiera sucedido el siniestro cuesta abajo y no subiendo las dificultosas rampas que caracterizan a la mayoría de las calles de Jimena, o a la accidentada carretera, llenas además de baches y de curvas cerradas, que dan acceso al castillo fortaleza de Castellar, que provocaba en aquellos frágiles vehículos el recalentamiento de sus motores.
Cuatro de los jugadores jimenatos que formaban parte de las alineaciones de Moncho Regueira: Juan Rondán Angulo, Andrés Macías Sánchez, Diego Rocha Sánchez y Juan Vallecillo Durán. Foto: Retratos de Jimena. Edciones OBA.
Si bien como se ha señalado, el fútbol practicado en Jimena tras la llegada de Moncho adquirió una relevancia que traspasaba en su celebridad los ámbitos campogibraltareños, la intensidad y la cantidad de los encuentros que se celebraron en ese periodo, a todas luces por la fijación y almacenamiento de sus imágenes en las retinas de aquellos niños que lo observábamos todo con deleite y donde el tiempo que transcurría lo hacía a una lentitud pasmosa, todo lo contrario a como lo percibimos hoy en día, hacía que, echando la mirada atrás, ahora nos dé la impresión de que su transcurso fue una era de triunfos del club local muy prolongada en el tiempo, cuando la verdad es que dicho sueño hecho realidad tan solo perduró diez meses, truncado por el accidente taurino ya relatado en el capítulo anterior.

El Jimena CD, en aquel verano de 1961, cuando sucedió el siniestro taurino había competido frente a los rivales de todas las poblaciones cercanas, participando hasta en un trofeo comarcal junto a los equipos de San Roque, Los Barrios y Tarifa. En esa fecha agosteña tenía pendiente jugar otra final con el vecino equipo de Cortes de la Frontera.
Así, tres días después del hundimiento de la plaza de toros, siendo ya martes 20 de agosto, era cuando estaba previsto en el campo de «El Cañaveral» que el equipo local se enfrentara al conjunto de Cortes de la Frontera aprovechando sus festejos patronales en honor de San Roque y San Sebastián. La aspiración máxima de la formación jimenata era entrar en la categoría regional. El partido quedaría suspendido sine die y el proyecto deportivo también.
A mi memoria vienen dos encuentros que fueron muy comentados por razones dispares y cuyo eco entre el vecindario trascendió más allá de aquel periodo; uno, el que se jugó en Jimena, abarrotado el campo de espectadores, frente a los forzudos contrincantes del equipo constituido por trabajadores que estaban construyendo, desde principio de los años cincuenta, la presa de los Hurones que sería inaugurada en 1964 por el mismísimo, Generalísimo Franco, «Caudillo de España por la Gracia de Dios», según explicitaba el acto de la histriónica convocatoria. Y el otro, pleno de incidentes, que tuvo lugar como visitante en Estepona
La fortaleza y la altura física de Moncho, su destreza en los regates, sus pases largos y sobre todo la potencia que le daba al balón en los disparos a la portería, procedentes de esas recias piernas de densa musculatura de que estaba dotado, le hacían ser temido por los guardametas rivales.

Así que esas cualidades especiales que albergaba y desplegaba Moncho esperábamos con expectativas que las pusiera esa tarde en práctica en el partido a celebrarse contra los fornidos componentes del equipo del Charco de los Hurones, experimentados en llevar años construyendo dicha presa en los términos municipales, también gaditanos, de Algar y San José del Valle, a base de levantar y extraer piedras de las canteras que se abrieron en el entorno. Al salir al campo el equipo rival, cuando vimos el pedazo de portero que traían, que cubría casi toda la portería, pensamos en todo caso y así lo comenté con mi gran amigo José María Macías, que de altruista recogepelotas había ascendido a encargarse generosamente de actualizar marcador cada vez que el balón se colaba hasta el fondo de la red, que el partido quedaría en un empate a cero, así que esa tarde no iba a tener que bajar y subir por las escaleras de madera de obra para poner los números de los goles en el tablero. Y he aquí que el primer chupinazo que pudo darle Moncho al balón, jugando de falso centrocampista, más bien como interior izquierdo, aprovechando un despiste del cuadro visitante que lo dejó sin marcaje, encontró la diana, no en el fondo de la portería sino en las partes más sensibles del cancerbero rival que cayó desplomado al suelo. El encuentro tuvo que suspenderse durante bastantes minutos hasta que ese único portero con el que contaban los de las obras del embalse, a base de abundante y milagrosa agua bendita que le fue dando el practicante local, Miguel Cuenca Avilés, ya que los visitantes no traían equipo sanitario, se pudo restablecer del durísimo y doloroso golpe recibido por el balón de cuero al pretender pararlo en dos tiempos, en vez de quitarse de en medio, lo que le impactó con dureza en el bajo vientre y al rebalársele por la pólvora que traía en sus testículos. A partir de entonces, el mareado y ya temeroso cancerbero, sería un coladero y encajaría tres dianas por ninguno el equipo local.

También destacó en ese partido un jovencísimo y canijo, Andrés Macías Sánchez, al que el público, cada vez que le llegaba el balón, le gritaba: «¡Más plátanos, Andrés, más plátanos!», como queriéndole insinuar que comiera algo más para engordar. Su fino estilo y los dribles que realizaba en reducidos espacios del campo, sobre todo en la zona derecha del córner, antes de centrar al área, les fueron reconocidos con fuertes aplausos. Andrés era en materia futbolística uno de los ojitos de Moncho y cuando su padre, el comerciante Bartolo, no lo dejaba de salir del soberao de la casa para que siguiera estudiando, como vivía tan cerca de la farmacia, casi enfrente, Moncho, antes de bajar al campo de fútbol, entraba en la tienda y le rogaba, con ese lenguaje gallego entre meloso, disuasorio y suavón que poseía: «Bartolo, deje que su chico entrene, que se le va a poner mala la cabeza de tanto estudiar», logrando la mayoría de las veces su propósito.
El campo de fútbol "San Fernando" del Estepona que vivió los altercados típicos de la época donde el árbitro fue el gran protagonista de la bronca que se vivió. En la imagen, realizándose obras para aparcamientos de vehículos en superficie ya que la gente comenzaba a tener coches y emplearlos para ir a ver los partidos.
El otro partido accidentado, esta vez por los altercados que tuvieron lugar, le sucedió al equipo jimenato como visitante en un partido contra el Estepona. Se jugaba en el antiguo campo de fútbol de «San Fernando» de la ciudad costasoleña, y tuvo como origen las provocaciones del árbitro. Era una especie de Antonio Mata Gómez, el anterior farmacéutico que le traspasó la botica a José Regueira, que actuando de árbitro, para favorecer sin disimulo al equipo jimenato llegó a pitar un penalti a su favor en «El Cañaveral», campo local, y menos mal que fue aquí por la que podría haber liado. Sin embargo la máxima falta se había producido al revés y donde además se estaba compitiendo por el balón. Aparte de la lógica indignación con las lógicas protestas de los jugadores visitantes damnificados que resultaban a todas luces estériles, costándoles además una expulsión, una unísona y sonora carcajada contagió al vecindario espectador. Fue por tanto el mismo caso de favoritismo arbitral el que se dio en Estepona pero al revés, perjudicando al equipo de Jimena para que ganara el conjunto local, aunque no se realizó con tanto descaro. Comenzó la parcialidad del juez del encuentro al percatarse que era imposible que ganara el equipo local al de Jimena sin su discriminatoria intervención, lo que dio motivo para que empezara a arreciar las protestas del minoritario público jimenato que se había desplazado a ver el partido y apoyar a su equipo. Halló enfrente una afición esteponera muy broncosa y aguerrida dispuesta a responder dando caña. El hecho fue que aquello se desmadró y llevó a que se interrumpiera el encuentro, al liarse a guantazos unos contra otros, en las gradas entre el público, y sobre el campo entre jugadores y suplentes. Todos a puñetazos limpios como si de una película del Oeste americano se tratara. Uno de los golpes, se comentó que llegó a impactar en el pómulo del pacífico don José Regueira, rompiéndole las gafas de sol que llevaba, al enterarse algunos de los exaltados locales que era el hermano del temible Moncho. El partido acabó como el rosario de la Aurora y con algún jugador del Jimena subido en la copa de un árbol esperando que aquella refriega bélica finalizara para tomar cuanto antes el camión que los había transportados en su batea desde Jimena y así poder ver desde la carretera, en el horizonte y a la mayor brevedad posible, el relajado paisaje de las casas del pueblo acostadas sobre la falda del monte de San Cristóbal, una vez que se llegaba a la altura de la venta del Cagajón.

Por cierto, «malolienta y malsonante denominación», así fue calificada esta casa de comidas caseras cercana al poblado de Marchenilla y a pie de la finca «Barría» -venta que ya estaba abierta en 1874, según consta en la cartografía del municipio de Jimena, como parada obligada de arrieros con sus mulas que dejaban las lógicas huellas excrementicias propias de estos animales junto al establecimiento gastronómic-, poco después de los incidentes futbolísticos relatados de Estepona, cuando, ante el Gobierno Civil de Cádiz de la época, se personó su titular, Curro Sánchez, para renovar el permiso de ocupación, obligado porque se halla levantada sobre una cañada real, de cara a poder continuar con el negocio, conminándosele como respuesta para obtener la autorización temporal a que le cambiara el indecoroso nombre, motivo por el que, a partir de entonces, pasó a llamarse, como actualmente continúa, «La Adelfilla».

Moncho, tras esa experiencia balompédica tan intensamente vivida en Jimena, se quedó un tiempo más en la localidad, casi cuatro años, donde al inicio del año 1962 nació su segunda hija, Carmen María (Caty), otra enamorada, como su hermana mayor, Chusa, que sigue siéndolo de la localidad, en este último caso como pueblo natal. Se echó sus amistades locales como cualquier vecino y continuó plenamente integrado en el entramado societario vecinal, al igual que su mujer Irene, prosiguiendo su dedicación, ya disponiendo de más tiempo, a la farmacia y a la familia.

EL RETORNO DE MONCHO A GALICIA
Fue sobre junio de 1965, desbloqueado judicialmente el asunto del local coruñés de la calle Juan Florez, cuando Moncho, contando ya con treinta años, retorna junto a su familia a La Coruña para iniciar, partiendo de ese espacio de unos cien metros cuadrados, una aventura empresarial, como era, una vez desechado una farmacia ya que su hermano José se quedaba con su familia en Jimena, abrir un negocio de venta de recambios de vehículos.
Ello hizo que se reforzara, previamente a su marcha para cubrir el vacío que iba a dejar, el equipo de la farmacia, con la incorporación de Martín Cano Sánchez que había vuelto a vivir con su padre en una humilde choza en Castellar de la Frontera al habérsele retirada la beca de estudios de que disfrutaba por el ayuntamiento de Jimena. Fue recomendado por Paco Gutiérrez Ordóñez al titular José Regueira que no se lo pensó dos veces. En el siguiente viaje que realizó a Castellar en la Lambretta se lo propuso al padre, al que se lo encontró andando por la carretera, y Martín no demoró la respuesta de inmediata incorporación ni un solo segundo.

Moncho retornaba únicamente con su familia a La Coruña en esa mitad del año 1965, en tanto su hermano José con su esposa Queti y los dos hijos que ya habían tenido, Víctor y Jesús, se quedaban en Jimena. Aparte de que la farmacia fuera marchando, aunque con numerosas fichas amarillas de morosos cada vez más cuantiosas en una población que se desangraba en la diáspora migratoria masiva de carácter laboral que sin precedentes en su historia estaba ocurriendo, José decidió permanecer en la localidad por el amor que le había cogido al lugar, por los fuertes lazos que había estrechado con su gente y con una historia que se propuso estudiar e investigar porque aún tenía enormes flecos por descifrar y explicar, como las causas que estaban detrás de ese éxodo que estaba sucediendo. Esta labor a llevar a cabo se hallaba aún en pañales, aunque entonces lo tenía claro, como meta, la de convertirse, en un futuro no lejano, en meritorio investigador de su milenario y rico pasado, objetivo que solo podía alcanzar con su continuidad en la localidad. Ello dio lugar con el paso del tiempo, ante los conocimientos que adquirió, reveló y difundió, creando incluso una editorial para esas publicaciones y la de otros jimenatos estudiosos, fue nombrado cronista oficial de la localidad, sucedido por el Pleno del ayuntamiento en su sesión del cuatro de diciembre de 1998, y más tarde Hijo Adoptivo de Jimena.
De esta manera, lo explicó cuando el 12 de diciembre del 2009 la Corporación jimenata le concedió el máximo reconocimiento:

«Por una serie de circunstancias extrañas un día de 1960 desde mi brumosa Galicia
recalé en Jimena. Venía para estar dos o tres años (…) yo había estudiado para dispensar medicamentos curativos de enfermedades individuales pero no para la tremenda enfermedad colectiva de este pueblo en esos años. La búsqueda de un “medicamento” eficaz para la curación de esta enfermedad social y la explicación del porqué de la emigración masiva que se iniciaba en aquellos años necesitaba de nuevos estudios y éstos me llevaron al terreno de la historia de Andalucía, de Jimena y de esta singular comarca plurifronteriza, pluricultural y encrucijada de mares y continentes que es el Campo de Gibraltar (…) soy licenciado en Farmacia por la Universidad de Santiago, en Óptica por la de Barcelona y en Historia, en Ciencias Humanas, en Humanidad, por la Universidad Popular de Jimena. Mis profesores fueron el arriero, el carbonero, el corchero, el jornalero y las mujeres de todos ellos, que realizaban diariamente el milagro de la subsistencia familiar administrando los jornales de miseria… cuando los había.(…) HIJO ADOPTIVO DE JIMENA. ¡Qué hermoso nombre para una madre! ¡JIMENA! Alguien dijo que más bien me deberían nombrar abuelo de Jimena. Ya lo soy. Mi hija tuvo el buen gusto de poner este hermoso nombre a mi nieta (nacida el 9 de junio del 2003) Desde hoy, además de abuelo también soy hijo de Jimena».

Sobran pues más palabras para aclarar las razones que llevaron a que José Regueira, optando de la elección profesional a la elección personal por Jimena, no pudiera acompañar a su hermano Moncho en su retorno a Galicia y dejar a la localidad que le había cautivado desamparada de un gran boticario y de un excelente estudioso e investigador, que más tarde, en correspondencia, supo reconocérselo, honrándolo y adoptándolo como hijo propio, y gracias a su jimenata hija Esther, también como yayo.

En este sentido, cuando Moncho marchó del pueblo, José, a sabiendas de que se quedaba en Jimena con su familia de forma definitiva, o al menos durante el transcurso de su vida laboral, pasó a vivir a la casa de enfrente a la farmacia donde había estado morando Moncho con Irene y las dos hijas, que seguía alquilada al vecino de la tienda de la vía paralela, calle San Francisco, de nombre Martín Castro Ramos, que era de su propiedad y donde antes había estado viviendo su cuñado Pepe Fernández Sánchez, «El Aceitero», que va por el camino de cumplir el centenario de añadas, pero como él dice, no gracias al vino sino al aceite de oliva.

Ramón, aunque marchó del pueblo, nunca se olvidaría de Jimena. Además su tercera hija, Irene, había sido engendrada en la localidad, aunque naciera en Betanzos un mes después de su marcha.
Por ello se desvivía cada vez que se enteraba que había que echar una mano a un jimenato que se encontrara en Galicia y necesitara su atención. Como sucedió con Andrés Beffa García, al que le tocó en 1980 realizar el servicio militar en el cuartel «Isabel la Católica» de La Coruña. Su hermano Damián había entrado a trabajar en la farmacia Regueira de Jimena una década antes. Andrés recuerda cómo los fines de semana que le daban permiso, allí estaba Moncho, o su familia, a la puerta de la instalación militar para recogerlo e invitarlo a comer. Aún se acuerda «de los mejores mejillones que se ha comido en su vida», eran los de Lorbé en Oleiros.

Por cierto, Andrés en esa mili, en sentido contrario a esa gratificante vivencia con los Regueira en tierra gallega, pasaría por unas horas de las más amargas de su vida y de mayor miedo. Ocurrió en la tarde del 23 de febrero de 1980 cuando fueron llamados a formación todos los efectivos del cuartel, no solo para el recuento sino para estar en disposición de salir del recinto con sus armas de fuego reglamentarias, en tanto se preparaban camiones que los transportarían cargados de armamentos para emular por las calles coruñesas «la gesta» que estaba protagonizando Jaime Milans del Bosch por las de Valencia. Se trataba de sumarse al golpe de estado contra el ordenamiento constitucional y para derrocar al gobierno legítimo y legal que se habían dado los españoles en las urnas. Otro 18 de julio de 1936. Y es que el capitán general militar de la región gallega, Torres Rojas, se hallaba entre los sediciosos. Afortunadamente, el Golpe fracasó y, de la tensión y el acojono, pasaron, una vez que habló el Rey, a las literas de la relajación. Tampoco Andrés se olvida lo que en el momento álgido de incertidumbre le dijo un soldado de reemplazo oriundo de Torrejón: «Si estos cabrones nos sacan a la calle, me doy el piro en la primera oportunidad que tenga». El soldado era de ideología anarquista.
En este mismo sentido de generosidad por parte de Moncho para echar una mano a cuanto pudiera hacerlo relacionado con Jimena, también a mediados de la década de los noventa, -estando de presidente del nuevo club de fútbol local refundado por quien había sido jugador del magnífico cuadro de fútbol que él conformó, el estacionero Juan Rondán Angulo, que fue el único que osó convertirse en jugador profesional-, le regalaba los equipamientos al equipo jimenato, y, en una de sus visitas desde Galicia al pueblo, fue conmemorado, recibiendo en el salón del bar Las Rejas, situado a la salida de la carretera del pueblo en dirección a San Pablo de Buceite, el escudo de la nueva entidad deportiva local. De igual forma, cuando el Ayuntamiento de Jimena le hizo el reconocimiento público e institucional a su hermano José, diciembre de 2009, con el nombramiento por su Pleno de Hijo Adoptivo, no podía faltar a la cita del entrañable evento personándose junto a su tercer hermano, Suso.

Lo recordó, como no podía ser de otra forma, don José Regueira en este Pleno donde en justicia y por méritos se le nombró Hijo Adoptivo de Jimena: "(…) mi hermano Ramón (Moncho) que compartió con nosotros los primeros difíciles tiempos de la farmacia (…)
(Continúa, 3ª parte: «Nacimiento y vida de futbolista de Ramón Regueira»: https://ignaciotrillo.wordpress.com/2022/01/16/nacimiento-y-vida-de-futbolista-de-ramon-regueira-3a-parte-16-01-2022/)
OTRAS ENTRADAS EN EL BLOG RELACIONADA CON LA TEMÁTICA:
Presentación del libro, «La herida de Leopoldo de Luis en el paraíso del Sur». 17.12.2021. https://ignaciotrillo.wordpress.com/2021/12/15/presentacion-del-libro-la-herida-de-leopoldo-de-luis-en-el-paraiso-del-sur-17-12-2011/
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Bibliografía
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«Ramón Regueira Ramos, vecino de Cabovilaño. Fue futbol deportivo y fundador de la empresa ‘AD REGUEIRA'». Crónicas de Laracha. Xabier Maceiras. 20.12.2021.
«Moncho Regueira, ex xogador de Fabril, CD Juvenil e Deportivo e fiel patrocinador do Club, faleceu aos 86 anos. RC Deportivo». 16/12/2021.
«Entrevista a Ramón Regueira Otero, gerente de Ad-GrupoRegueira en la ruta del recambio». ADGRUPODEGUEIRA. 23.01.2018.
«Ramón Regueira Otero: «Mi padre era futbolista, lo mandaron a la mili y al acabar montó la empresa»». Sonia Vázquez. Diario La Voz de Galicia. 30.09.2017.
«Ficha técnica del futbolista Ramón Regueira Ramos». BDFutbol.com.
«Así fue la carrera de Luis Suárez, único Balón de Oro español». Álvaro Canibe. Diario AS, 6-12-2019.
«Regueiras y Ramos: Relatos y recuerdos vía whatsapp con José Regueira». José Regueira Ramos. Coria Gráfica. Año 2021.
«Unas líneas de agradecimiento… «. José Regueira Ramos. Tiojimeno. 10.12.2009.
«El Camino de Santiago y sus Prodigios… «. José Regueira Ramos. Tiojimeno. 25.04.2012.
«José Regueira Ramos: coruñés, jimenato y cacabelense». Carlos Francisco, Blog Casteoventosa. 04.05.2012.
«Acta del Pleno del ayuntamiento de Jimena de la Frontera, de doce de diciembre de 2009 por el que se nombra a don José Regueira Ramos, Hijo Predilecto de Jimena».
«Fallece el arquitecto, profesor y artista gallego Manuel Franco Taboada». Diario La Voz de Galicia. Edición 15 de febrero 2019.
«De Caixa de Aforros a Caixa Galicia». Diario A Opinión A Coruña. 05.04.2009.
«Los orígenes del fútbol en Jimena». Blog de Ignacio Trillo. 23.12.2016.
«Desgracia taurina en Jimena». Blog de Ignacio Trillo. 17-08-1961/17.08.2016.
«La sanidad de Jimena (1950-1970) (1ª parte)». Blog de Ignacio Trillo. 26.06.2017.
«La sanidad de Jimena (1950-1970) (2ª parte)». Blog de Ignacio Trillo. 03.07.2017.
«El médico Lastres de la Estación de Jimena». Blog de Ignacio Trillo. 23.07.2017.
«Los Ángeles y Jimena con la familia Lastres». Blog de Ignacio Trillo. 07.02.2017.
«El polifacéutico, Antonio Mata Gómez, Farmacéutico». Blog de Ignacio Trillo. 04.02.2019.
«Aragoncillo, farmacéutico en Jimena». Blog de Ignacio Trillo. 15.08.2017.
«El farmacéutico de Jimena, José Sánchez Medina». Blog de Ignacio Trillo. 07.08.2017.
«(IV) Los Larios y la Casita de Campo. La britanización del Campo de Gibraltar (Iª parte)». Blog de Ignacio Trillo. 16.07.2018.
«(Vº) Los Laríos y la Casita de Campo. El tren inglés (Iª parte)». 23.06.2018
«(VI) Los Laríos y la Casita de Campo. El tren inglés (IIª parte)». 08.08.2018.
«VI parte. Memorias de Juan López Morales». Blog de Ignacio Trillo. 29.06.2021.
«La guerra de Sidi-Ifni y Jimena». Blog de Ignacio Trillo. 02.05.2018.
«Choque de trenes en Jimena». Blog de Ignacio Trillo. 27.02.2018.
«Presentación del libro, «La herida de Leopoldo de Luis en el paraíso del Sur»». Blog de Ignacio Trillo. 17.12.2021.
«Leopoldo de Luis en el paraído del Sur». Juan Ignacio Trillo Huertas. Diputación de Cádiz. 2021.
«Parque de las Acacias y Villa Smith». Ayuntamiento de Algeciras.
«Un poco de historia del pantano de Los Hurones». Historia de Ubrique. 27.03.2011.
«La noble misión de la misión de la enseñanza de la enseñanza don Juan González». Guillermo García Jiménez.
Testimonios
Andrés Beffa García, Martín Cano Sánchez, Pascual Collado Saravia, Juan Gil Plata, Francisco Gutiérrez Ordóñez, Juan León Espinosa, Juan López Morales, Andrés Macías Sánchez, Juan Pajares Sarrias, Chusa Regueira Otero, Esther Regueira Mauriz, Víctor Regueira Mauriz, José Regueira Ramos, Ramon Regueira Ramos, Diego Rocha Sánchez, Juan Vallecillo Durán y Teodosio Vargas-Machuca García.
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Posted on enero 10, 2022
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