JOSÉ GONZÁLEZ MONTERO
El discreto jimenato que huyó en el “Stanbrook”
Ignacio Trillo

José González Montero, el discreto pasajero del “Stanbrouk” que para no poner a su familia en riesgo, tras su huida de Jimena la mañana de la ocupación por los golpistas sublevados en el Protectorado de Marruecos, nunca comunicó qué fue de él a lo largo del periodo que estuvo fuera de la localidad (1936-1948), dando a entender que se refugió en Tánger y luego marchó a Francia desde donde regresó a Jimena. La realidad fue bien distinta. La pista que proporciona su inclusión en el listado de pasajeros del mercante carbonero que salió del puerto de Alicante, sin embargo nos lleva a Orán (Argelia) donde permaneció todo el tiempo, además militando en la resistencia antifranquista como afiliado al PSOE de la sección argelina, hasta que en 1948 sintiéndose enfermo decide regresar a Jimena y lo hace presumiblemente en un barco desde este puerto argelino parte en navegación hasta el muelle francés de Port-Vendrès y desde el país galo a Jimena tomó el tren para entrar en España a través de la frontera de Irún. Foto: herederos de José González Montero.
José González Montero, nació en Jimena, el 24.12.1879. De oficio, cobrador de la luz de la empresa Electro Fabril que el padre de los Marinas, José Marina Soria, construyó a la entrada del pueblo y que fue inaugurada a finales de 1921. Asimismo, lo compatibilizó como comercial en Jimena de las bodegas de Jerez, Domecq entre otras firmas.
Con una economía familiar dependiente de su trabajo relativamente desahogada, así continuó durante los años veinte y mitad de los treinta del siglo XX, los mejores de su vida, hasta la llegada de la maldita guerra.

Año 1943. Antonio González Rocha, “Antonio el de Pilar”. Foto: Nietos de Gonzalez Cano
Tuvo dos matrimonios, al enviudar tempranamente, año 1907, a consecuencia del parto de un primer hijo, Antonio González Rocha, que, para mayor desgracia, al poco tiempo, teniendo entre tres y cuatro años, sufrió una meningitis dejándole irreversibles secuelas en su capacidad psíquica.
Se encargó del cuidado de Antonio una cuñada del padre, Pilar Rocha Domínguez, de ahí que se le conociera por “Antoñito el de Pilar”.
Pilar, acabó casándose con Pedro Quirós Piñero, no llegando a tener hijos.
Pedro Quirós Piñero fue alcalde de Jimena en la postguerra, del año 1943 a 1947, en que sustituyó a Bernardo Periñán Guerrero y a la vez fue paradójicamente sustituido por el mismo primer edil, que era maestro de profesión en Jimena procedente de Conil (Cádiz)
El matrimonio jimenato, Quirós-Rocha, poseía una tienda de comestibles y tejidos en la calle Sevilla del barrio de arriba, la casa siguiente de lo que luego fue la sastrería de Miguel Cárdenas Urbano, a unos cien metros, siguiendo la misma acera, de las cuatro esquinas del Bar España de Frasquito Vargas y casi enfrente de la barbería Rocha que nada tenía de parentesco con Pilar a pesar del apellido en común.
Pedro murió de un infarto, poco después de dejar de ser regidor, quedándose Pilar Rocha viviendo en la tienda con su sobrino disminuido, Antonio González Rocha, que por su disfuncionalidad nunca llegó a trabajar ni a casarse.
No obstante, siempre existió una afectiva y estrecha relación hasta sus últimos días con la siguiente familia que se echó su padre.

Año 1924. Familia González Cano. Delante, José en la rodilla de la madre, Emilia Cano Pinazo. Entre el matrimono con sombrero, Antonio, del primer matrimonio que tuvo José Gonzalez Montero, A continuación, el padre, y entre sus piernas, Teresa, y a la derecha la otra hija, Cándida. Manuel nacería un año después. Foto: nietos del matrimonio González Cano.
Y es que José González Montero, volvió a casarse el año 1918, contando ya 39 años, en segundas nupcias. Lo llevó a cabo con la también jimenata, Emilia Cano Pizano, y tuvo cuatro hijos más: Cándida, nacida en 1919, Teresa, José, y por último Manuel, el más pequeño que alumbró en 1925.
El matrimonio se fue a vivir a calle Barrera, más arriba y en la misma acera de donde vivió Alfonso Corbacho y su hijo Pedro El Cartero.

Año 27 de agosto de 1924. Carta de José González Montero como representante de varias firmas de bebidas de Jerez solicitando un adelanto de sus comisiones al objeto de comprar la casa de calle Barrera donde pasó a vivir con su familia. Fuente: Herederos de José González Montero.
Acontecía la segunda mitad de la década de los veinte y junto al quehacer cotidiano del padre, ocupado en el cobro de los recibos de la luz y la representación comercial de bebidas, todo marchaba bastante bien en la familia. Además disponía de tiempo para ocuparse asimismo e implicarse en la cosa pública local.
En este sentido, recibió con júbilo, como la mayoría de los paisanos, la llegada de la Segunda República, con la que venía simpatizando a lo largo de la dictadura de Primo de Rivera formando parte de la Agrupación local al Servicio de la República cuyo presidente en Jimena era el veterano, Jacinto Boza Coronil.

Año 1931, El alcalde del primer gobierno municipal republicano de Jimena, Fernando Calvo de la Fuente, nombrado el 16 de abril de 1931 y donde formó parte de su equipo como concejal, José González Montero. Foto: Descendientes de Fernando Calvo, y José Regueira Ramos.
Proclamado el 14 de abril de 1931 el nuevo régimen, fue concejal del primer ayuntamiento republicano que se formó en Jimena dos días después y que tuvo al frente de la alcaldía, al maestro nacional con plaza en la localidad, Fernando Calvo de la Fuente, oriundo de Huelva.

Año 1932. El médico de la localidad, José Montero Asenjo, que llegó en 1933 como Maestro a presidir la logia masónica de Jimena, “Fénix 66”, donde José González Montero, a pesar de compartir este mismo apellido no le tocaba nada a nivel familiar, ocupó el cargo de Limosnero en esa misma organización de carácter filantrópica. Muy caro lo pagó el bueno del doctor Montero que fue encarcelado en la prisión del Puerto de Santa María por un juicio al que se le sometió en la primavera de 1937 por la Ley de Responsabilidades Políticas y más tarde en otro proceso que se le abrió por masón en 1942 del que se tiró otros cinco años de cárcel, entre ellas, en la gélida de Burgos y donde fue inhabilitado de por vida para el ejercicio de la medicina pública. Foto: María Teresa Montero Núñez.
También en ese aire de libertad, solidaridad y fraternidad que por primera vez reinaba en el pueblo, José González era masón. Pertenecía, como iniciado en 1932, a la logia local, “Fenix 66”, con el Grado 3º, donde desempeñó el cargo de Limosnero en 1933. Se reunían en la Casa Grande de calle Santa Ana, titular de Fernando Medina Herrera, Guarda del Templo de la logia. Igualmente militaba en el PSOE.
Todo cambió de la noche a la mañana en la familia a partir de que el 28 de septiembre de 1936. José González Montero tuvo que salir huyendo del pueblo con la mayoría del vecindario porque se hallaban a punto de entrar la felonía que se había alzado en armas en el norte de África contra el ordenamiento constitucional.
José pensó, al igual que cuantos abandonaron el pueblo, que su ausencia, solo sería para unos pocos días en que se volvería a la normalidad. Así se lo hizo saber a sus seres queridos en el momento de partir.
No creía que la irracionalidad y la sinrazón del pasado que ya veía superado, pudiera triunfar frente a la civilización, la cultura y el progreso que para un futuro brillante veía simbolizados en los valores en la IIª República.

28 .09.1936. Entrada tropas golpistas y ocupación de Jimena tras haber pernoctado la noche anterior en la finca Santa Clara de Castellar de la Frontera donde los magrebies fueron despojados de sus turbantes para simular su presencia. En la loma que figura con el número 1, llamada Hortijica, los rebeldes por tanto entraron a la Estación por la zona del Guadiaro, situando unos cañones de gran potencia que estuvo bombardeando el pueblo a primera hora de la mañana aunque fundamentamente en dirección al Castillo, donde creían que en las almenas había instalada bastante artillería para la defensa del pueblo, cuando se trataba de unos troncos de madera pintados de negro para disuadir al enemigo. Ocurrió por tanto al revés y es que los sublevados se cebaron lanzando bombas hasta comprobar que de allí no salían réplicas. Una de esas bombas, aparte de las que dieron en el Castillo, en el ayuntamiento y en calle Romo, entre otras zonas, también cayó en el tejado de calle Barrera donde vivía Emilia Cano Pizano con sus cuatro hijos. El padre, José González Montero, ya había huido. Se salvaron de milagro. Con el número 2, aparece el avance de los regulares y mercenarios magrebíes por lo que se llama Camino del Tesorillo (Cañada de Manilva) que es una vía pecuaria. Con el 3, se sitúa la estación de tren donde los mercenarios rifeños fueron dando culetazos a las puertas de las casas y robando de su interior los enseres que consideraban como parte del botín que le habían prometido los golpistas. Los inquilinos ferroviarios con sus familias, gran parte de ellos miembros de la UGT, habían huido. Allí establecieron tras la conquista del pueblo el acuartelamiento de los magrebíes. En el 4 he situado un tren por encima de la vía que conduce a Algeciras pero que no pudo ser utilizado por los rebeldes ya que días antes el llamado puente de hierro saltó por los aires para impedir la llegada de material bélico y de los sublevados para la toma de Jimena. Ese hecho, la voladura del puente, conllevó posteriormente el fusilamiento de varios vecinos. Fuente: Testimonio del veterano estacionero, Bartolo Rojas González, “Coscorroto”.
Pero la tozuda realidad fue bien distinta. El dinero que antes de salir corriendo le dejó José a su mujer para que no le faltara de nada a ella ni a sus hijos, tuvo que gastarlo en reparar el tejado, ya que en la toma militar de Jimena por los sublevados, una bomba lanzada desde el cerro Hortijica, antes de la entrada de la Estación, cayó sobre el techo de la casa familiar de calle Barrera, destrozando la parte alta donde se hallaban los dormitorios con la suerte de que en ese preciso momento no pilló a nadie de la familia en la planta de arriba.
Otra consecuencia de esa ocupación y de la guerra que se desencadenó, fue el hundimiento de las expectativas que tenían los padres sobre lo mejor para el futuro de sus hijos. Querían que estudiaran y a ser posible que acabaran yendo a la universidad. La economía familiar había marchado bien hasta entonces.
Cándida, la hija mayor del matrimonio, iba a empezar a estudiar magisterio, su gran pasión. Pero tuvo que cambiar por trabajar como sirvienta. Su hermana Teresa acabó acarreando agua a las casas.
De los varones, José aprendió a barbero y se ganaba la vida yendo por los cortijos a pelar. Por último, Manolo se fue a trabajar a Algeciras a un bar que estaba justo al lado del Ayuntamiento donde se quedaba a dormir por las noches debajo del mostrador, solamente acompañada con dos mantas, una le servía como colchón y otra para taparse. Tenía entonces 13 años.

23.02.1926. Albaranes de José González Montero en cuya cabecera figura su condición de cobrador de la luz de la empresa “Electro Fabril” aunque el contenido de la hoja se refiere a su otro oficio de representante de bebidas ya que es recordatorio a sus clientes jimenatos de los envases a devolver. Fuente: Herederos de José González Montero.
Aunque se lamentaran de que la guerra les cambiara la vida, nunca se quejaron. Fueron educados por el padre también para soportar sacrificios. Así cuando transmitieron su cambio de vida, siempre contaban que ellos podían considerarse unos “privilegiados” para como habían quedado otros vecinos del pueblo, llenos de familias enlutadas por fusilamientos de sus allegados o fallecidos en los frentes y con un centenar de menores deambulando por las calles en situación de orfandad.
En todo ese tiempo que siguió a la guerra, perdieron todo el contacto con el padre. Se temieron lo peor.
Mientras, José González Montero, que en 1939 contaba ya con 60 años, no estaba para muchas trincheras de resistencia. Se pegó dos años y medio por media España sin destino, huyendo de un sitio a otro ante el avance de los sublevados, hasta que finalmente llegó en los últimos días de la guerra a Alicante, dispuesto a tomar un barco y exiliarse.

Los jimenatos que viajaron en el “Stanbrook” con números correlativos. El primero de la izquierda, José González Montero (foto tomada en Orán) El de la derecha, el jimenato estacionero, Bartolomé Barea Zapata (aquí en el campo de internamiento argelino de Bou Arfa) El tercero fue, José Ávila Herrero, del que no se dispone de foto, murió en el argelino campo de concentración de Bogart el 25 de agosto de 1941. Por otro lado, otro viajero del mítico mercante, y que figura en el centro de la imagen, fue, José Parra Rondón, que tras estar en varios campos de concentración argelinos, con el desembarco de los “aliados” en el norte de África se enroló en el ejército británico combatiendo en el Octavo Ejército británico en el desierto al mando del general Montgomery. Después saltó a la Europa en guerra participando en los desembarcos de los “aliados” que dieron el triunfo en Normandía, llegando victorioso hasta las mismas puertas de Berlín. También hubo otro jimenato que hizo este mismo recorrido militar. Se trata de Cristóbal Vera Sarabia “Telar”, el último alcalde republicano de Jimena (llegó a Orán un día después, 30 de marzo de 1939, partiendo desde el puerto de Cartagena en el petrolero “Campillo”), en este caso partiendo del campo de concentración argelino de Morand al de Colomb-Bechar donde estuvo como miembro de una de las 12 compañías de trabajadores que se formaron, en su caso para la construcción del Transahariano, un viejo proyecto para unir por ferrocarril las posesiones coloniales galas desde el África Occidental francesa (Níger) con el Mediterráneo (Orán, Argelia) Tanto Parra como “Telar”, ambos de la CNT, acabaron exiliados en Londres tras la Segunda Guerra Mundial hasta sus fallecimientos. Foto: Herederos de José González, Inés Parra Rondan y herederos de Bartolomé Barea.

El mercante carbonero “Stanbrook”, habiendo atracado en Orán tras su salida del puerto de Alicante acontecida la noche del 28 de marzo. Las barcas que la rodean son de solidarios españoles oraníes llevándoles comidas y enseres. Fuente: Acacia León Cuenca.
Tuvo suerte José, frente a los cerca de las quince mil personas concentradas en el puerto de Alicante que no pudieron escapar, algo más de 300 de ellos se suicidaron antes de ser apresados por el ejército italiano que quien tomaría el muelle, y lo hizo acompañado del panadero jimenato de la CNT, José Parra Rondón, que como miliciano venía derrotado del frente, el comerciante de la Estación, Bartolomé Barea Zapico, compañero republicano en el pueblo desde la formación del primer equipo de concejales del ayuntamiento, así como luego compartiendo fraternidad en la logia masónica “Fénix 66”, al igual que el otro acompañante, José Ávila Herrero, vecino de calle la Vaca, empleado y de militancia en la masonería.
A tres de los cuatro jimenatos citados, les fueron asignados números correlativos en el embarque, el de José era el 1535, en ese hacinado mercante inglés, el “Stanbrook”, con capacidad para veinte tripulantes en tanto por el contrario subieron a bordo más de tres mil refugiados.
Entre los paisanos que pudieron también tomar ese mismo barco, se hallaban, Juan Cuenca Navarro, padre de Ernesto y Antonio Cuenca Cobalea, también socialista, así como su hermana, Juana Cuenca Navarro con su marido, Eladio León Mariscal, dirigente del sindicato CNT de Jimena, y sus siete hijos menores.

Otros jimenatos que se embarcaron en el “Stanbrook”, el matrimonio constituido por Eladio León Mariscal y Juana Cuenca Navarro, que lo hicieron con sus siete hijos menores. A la derecha, su hermano, Juan Cuenca Navarro, que también viajó en el mismo mercante y que fue quien fundó en Jimena el bar Cuenca en 1920, padre de Ernesto, Antonio, Milagros y Mercedes Cuenca Cobalea. Fuente: Acacia León Cuenca y hermanos Cuenca Pérez.
Salieron de Alicante a las 23 horas del día 28 de marzo de 1939 y llegaron a Orán (Argelia) once horas después, estando a pique en dos ocasiones de ser hundidos por la aviación y por la flota franquista que bloqueaba los puertos levantinos para que nadie pudiera escapar.

Año 1945. José González Montero caminando posiblemente por el hoy Boulevard Maâta Mohamed El-Habib de la ciudad de Orán. Foto: Herederos de González Montero.
En Orán, tras sufrir otra odisea para el desembarco, pasaría al campo de refugiados número 2 que se hallaba junto al muelle portuario, Mont Blanch, cuyas naves ya abandonadas habían servido como bodegas.

Cuarta página de la relación de los refugiados republicanos españoles que llegaron a Orán y tras desembarcar pasaron al centro de concentración número 2 de Ravin Blanc (Barranco Blanco). Observamos que los tres jimenatos que llevaban los números correlativos en el “Stanbrook”, entre ellos, José González Montero, pasaron del mercante a este internamiento. Muy cerca de donde atracan los barcos fue improvisado a la entrada del muelle, entre el mar y los acantilados de Gambeta, destinado para hombres. Estaba vigilado por senegaleses armados con bayonetas con mando colonial francés, Sin agua, ni aseo y paja para dormir. Aunque estaba frente a Orán, la población no llegó a enterarse que aquí había republicanos españoles. Afortunadamente no estuvo mucho tiempo abierto. Fuente: Eliane Ortega Bernabeu. Listado: Antonio José López y Teresa Nebreda del Archivo Nacional d’Outre-Mer.

En cambio, en esta otra página, que tiene el número 3, documento también de los campos de concentración de Argelia, aparece en solitario José González Montero, sin los otros jimenatos e incorpora su condición de militante socialista, no así la edad que viene señalado en el anterior, y si en común la condición de agente comercial como profesión. Fuente del Listado: Antonio José López y Teresa Nebreda del Archivo Nacional d’Outre-Mer.
Al parecer posteriormente fue adoptado por una familia francesa, pudo ser una española ya francófona originaria de la emigración laboral que hubo a principios de siglo procedente del levante, que se portó generosamente con él.
Continuando con su compromiso político, José militó en la Sección argelina del PSOE. Siguió también reinventándose con su actividad laboral de agente comercial.

Ficha de José González Montero que obra en la Fundación Pablo Iglesias
En tanto, la represión de los vencedores en el interior de España siguió en la larga noche en que se adentró la dictadura de Franco.
De José González Montero, a pesar de hallarse huido de España, no se olvidaron. Fue procesado en rebeldía en el año 1942 por el Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas de Cádiz. Y el 28 de abril de 1945 también lo fue en un segundo juicio por el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, siendo condenado a 12 años y 1 día así como a la inhabilitación de por vida.

Año 1933. Los miembros de la logia masónica “Fénix” de Jimena donde en la relación de nombres en la séptima línea aparece, José González Montero como experto. También se puede comprobar la pertenencia de los otros dos embarcados en el “Stanbrook”: José Ávila, y Bartolomé Barea Zapata. Fuente: María Victoria Guerrero Montero y José Manuel Algarbani Rodríguez.
En la ficha policial que sirvió de acusación contra José González, constando falsas acusaciones, también figura inventado su oficio, que, según el auto de condena, había consistido en su dedicación en Jimena a la zapatería, pero daba igual. La ausencia de rigor en los informes, plenos de infamias, que se empleaban para esas condenas, estaba ajena a la más mínima seguridad jurídica, no requería ninguna veracidad ni contrastación por testigos, menos aún la posibilidad de recurrirlas.
Al cumplir 70 años, en junio del año 1948, y a la vista de que habían fracasado todas las presiones internacionales realizadas desde Naciones Unidas para que Franco abandonara el poder, sintiéndose enfermo, José abandonó Orán y tomó rumbo a Jimena, una vez asegurado que no iba a sufrir cárcel, al haberse acogido un año antes a los beneficios de un decreto para españoles residentes en el extranjero para que le fuera concedido un indulto y haber obtenido respuesta positiva.
Quería estar con los suyos, pasase lo que le pasase, para estar acompañado en lo que le quedara de vida.

1956. Bar Cuenca. Ernesto Cuenca Cobalea ya con su padre sentado en el centro de la mesa, tras la vuelta del exilio argelino para morir en su pueblo natal aquejado de un cáncer de pulmón irreversible. Frasquito López, sentado a mano izquierda con las piernas cruzadas, Eladio Carrión Moreno (niño) asomando la cabeza por detrás. Diego Lucas Caballero, primer sentado a la derecha, y el resto no identificados. Foto: Retratos de Jimena. Ediciones OBA
También, ochos años después, le sucedió a, Juan Cuenca Navarro, padre de Ernesto Cuenca Cobalea, que vino, también desde su exilio en Orán (Argelia) ya enfermo para morir en Jimena.
Al enterarse las gentes del pueblo que José González seguía con vida y retornaba al pueblo, el andén de la Estación se llenó de paisanos que contrayendo riesgos no lo olvidaban para darle una efusiva bienvenida. Pero he ahí que cuando se bajó de vagón apenas había alguien que lo reconociera. Aunque habían pasado doce años desde su huida de Jimena, el envejecimiento sufrido lo había transfigurado. Asimismo agudizado su pésimo aspecto debido a la enfermedad que portaba.
No obstante, hasta ocho años después de ese deseado regreso, José murió, rodeado del calor de los suyos, y sus restos fueron trasladados por su familia al cementerio, sito en el Castillo de Jimena, yaciendo en paz en un nicho de la zona que aquí se indica.

El cementerio de Jimena situado en el Castillo, donde en el círculo marcado está enterrado, José González Montero. Foto: Ernesto González Lobo.

30.07.1956. Fallecimiento de José González Montero, ocho años después del regreso del exilio argelino, difrutando por tanto de su querida familia. Lápida del cementerio del Castillo de Jimena. Foto: Herederos de José González Montero.
Afortunadamente, no sucedió como con otros vecinos y compañeros de aquel tiempo de José, que siguen figurando como desaparecidos, aún enterrados en fosas comunes que hay a pie de esos nichos o no se sabe dónde, y cuyos herederos, ya en tercera generación, no han podido hasta la fecha exhumarlos e identificarlos para darles la digna sepultura que se merecen.
Y en esa España siniestra donde el autoproclamado Caudillo seguía siendo responsable solo ante Dios y la historia de sus fechorías, la familia González Cano seguía pasándolas canutas para vivir y alimentarse.
La viuda, Emilia Cano, tuvo que poner en su casa unos futbolines y un chapolín para poder sacar unas pesetas y tirar hacia adelante, en tanto los hijos conforme crecieron tomaban irremediablemente las puertas de la emigración laboral a la búsqueda de una vida más merecedora.
Solo quedó en el municipio de Jimena -aparte de Antonio, el mayor, fumador empedernido, por sus limitaciones- el pequeño del segundo matrimonio, Manuel, pero teniéndose que marchar a la entonces pedanía de San Martín del Tesorillo, como comercial de Créditos Castilla de Jimena.

Año 1964. Bar Vargas del barrio arriba. En un acto de humor. Francisco Herrera Fernández, Manuel Vargas Domínguez, dueño del Bar, Antonio González Rocha “Antoñito el de Pilar”, el hijo mayor de José González Montero, que se quedó en Jimena, y Miguel Fernández Márquez “Minuto”, que de día trabajaba en Créditos Castilla y de noche en el cine Capítol. Foto: Retratos de Jimena. Ediciones OBA.
Antes de llegar al Tesorillo, Manuel estuvo proyectando las películas que se echaban en el cine de Macías, -cine San Martín- adonde se desplazaba en su Guzzi y Lambretta, teniendo como formador al jimenato Pepe Liñán Jiménez, un especialista en la materia, aunque acabó sacándose en Málaga el carnet de operador de cinematografía para salas públicas .

Año 1953. Plano del Cine de Juan Macías Ruiz en San Martín de Tesorillo. En el año 1950 se inaugura el cine de verano de Macías que valía la entrada 3 pesetas y 5 los domingos. El año siguiente, se abre por el mismo titular el de invierno, llamado cine San Martin, situado en la plaza, cuyo plano figura aquí. Y el 1952 en cine Ariza, titular de Antonio Martín Ariza. Fuente del plano: Archivo Histórico Provincial de Cádiz de la Junta de Andalucía.

Año 1954. Carnet de operador cinematográfico de Manuel González Cano, el hijo menor de José González Montero. Fuente: Hijos de Manuel González.
En esta entonces pedanía Manuel se casó con Milagros Lobo Trigo, la hija del médico, Ernesto Lobo Hernández Rubio, que también había ejercido de facultativo en Jimena hasta octubre de 1923. De ese matrimonio nacieron cuatro hijos: Emilia, Ernesto, José, y Ángeles.
La madre, Emilia Cano, acabó vendiéndoles los futbolines a Serafín que los instaló en un local situado también en calle Barrero y enfrente de la churrería de Frasquita “La Francesa”, y marchando también a Tesorillo a la casa de su hijo Manuel, donde de vez en cuando aparecía Antonio desde Jimena -curiosamente siempre llamó mamá a Emilia- a alegrar el entorno siempre con sus bromas e imitaciones de personas conocidas o de animales de lo que era un artista. Emilia murió en 1966.

Año 1957. Detras del hombre discreto y víctima, se hallaba la dura vida de su esposa, Emilia Cano Pizano, que tuvo que tirar de la familia hacia adelante, sufriendo además la ausencia, el destierro y posterior fallecimientiento de su marido. Aquí de riguroso lucto meses después de la muerte de su marido en la iglesia San Francisco que estaba casi enfrente de su casa con motivo de la boda de su hija Cándida. Foto: Herederos de José González Montero.
Una vez al año coincidiendo con la visita de Cándida, murió el pasado 2018, procedente de Ceuta, subían al cementerio de Jimena para estar un tiempo con el patriarca de la familia, José González Montero, víctima del franquismo.
Lástima que en este caso como en tantos otros, donde el miedo se imponía por la bestial represión que se aplicaba contra quienes hablaran de estos temas, hizo que el discreto de José González Montero se fuera de este mundo sin dejar rastros de lo que fue su vida desde que abandonó a Jimena hasta que retornó.

Reverso de foto remitido por José González Montero con su puño y letra a su familia de Jimena. Se puede observar en el sello, a pesar de haber escrito encima que procede de Orán (Argelia). José solía poner de dirección postal desde Orán a su hijo menor, Manuel, como temiendo o protegiendo a su mujer. Fuente: Herederos de José González Montero.
Su silencio además significa la pérdida de otra página de nuestra pasada y dramática historia que se cebó directamente contra una generación pero cuyas secuelas y cicatrices, con decenas de miles de desaparecidos que aún se hallan sin identificar, enterrados en ignorados paraderos, aún siguen presentes sin cerrarse al día de hoy a pesar de las más de cuatro décadas que han transcurrido de democracia.
Fuentes orales: José Manuel Algarbani Rodríguez, Rosa Estorach Escurriola, Ernesto González Lobo, Juan Gutiérrez López, Francisco Jiménez Jiménez “Currini”, Diego Rocha Sánchez y Bartolo Rojas González, “Cascorroto”.
Posted on enero 29, 2020
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