PREÁMBULO
En la primera entrada de este relato histórico (https://ignaciotrillo.wordpress.com/2019/05/23/37540/) que llevo a cabo por el fallecimiento de Manuel Bautista Reyes «Manolete», acontecido a mitad del pasado mes de marzo, dejé descifradas muchas claves conceptuales del argot local, asociadas al profundo entorno sociológico y familiar que le tocó vivir al cercano y singular vecino de Jimena que nos ha dejado.
En esta segunda parte, de las tres previstas, desarrollo en detalle la trágica historia por la que atravesó su saga familiar, al igual que la de otros tantos jimenatos.
Le tocó padecer el horror en que se sumergió la población local haciendo saltar a pedazos la convivencia pacífica entre su vecindario.
Ocurrió como consecuencia del golpe militar del 18 de julio de 1936.
La generación que sufrió cuanto sucedió y sobrevivió, lo ocultó conscientemente a sus descendientes por el tremendo miedo y pavor a la represión implacable que ejercía la Dictadura. No quería, para la salvaguarda de las vidas de sus descendientes, que conocieran las barbaridades que ocurrieron.
De aquello ya han pasado más de ochenta años.
Pues bien, ya va siendo hora de que salgan a la luz, antes de que estos luctuosos episodios asociados a la citada familia, como a otras tantas del municipio, desconocidos de forma generalizada por la población actual, se pierdan definitivamente para la memoria colectiva.
Por ello, con un enorme esfuerzo de averiguaciones y contrastaciones, me he obligado a reconstruir los hechos en su integridad, con el máximo rigor y realismo posibles sobre cómo acontecieron, y que siguen poniendo al día de hoy la piel de gallina a pesar del tiempo transcurrido por la inhumanidad que destila la crudeza con que se desencadenaron.
He de agradecer a los jimenatos que generosamente se han prestados a hablar abiertamente, algunos por primera vez, sobre este espinoso asunto. Asimismo, me he ayudado por la meritoria, aunque aún escasa historiografía existente sobre esa siniestra época, datadas de forma significativa en la mayoría de los casos en fechas muy recientes.
A Manolo Bautista “Manolete” (2ª Parte)
Ignacio Trillo

Cuando se hablaba de Manolete raras veces se sacaba a la luz las horas de reflexión que se pegaba, quizás pensando en lo sucedido en su saga familiar
Manolete no nació un año cualquiera y sin historia, sino, tal como se ya se señaló en la primera parte, en 1948.
Casual y precisamente cuando en la hoja del calendario político local marcaba que el franquismo, por fin, suspendía la obligación de tener que disponer cada habitante de cada localidad española de un salvoconducto oficial para poder salir del lugar donde viviera por el motivo que fuera.
Esa restricción a la libertad de movilidad se impuso en Jimena en octubre de 1936, con motivo de la ocupación militar del municipio por los que se sublevaron contra la IIº República.

El salvoconducto militar que desde el otoño de 1936 hasta la primavera de 1948 necesitaban los jimenatos para que fueran autorizados a poder salir del pueblo como forma de tener controlada de forma estricta a la población. En este caso se trata de la joven del pueblo, Ana Barranco Jiménez, entonces contando con 20 años, soltera y vecina de la calle José Antonio, correspondiente al nombre del jerezano fundador de Falange Española con que fue bautizada por los vencedores esta vía principal de la localidad, antes conocida, bajo la IIª República, como «14 de Abril». En la Dictadura anterior de Primo de Rivera se llamó «Nuestra Señora de los Ángeles» y desde siempre se la conoció popularmente, como figura oficialmente a partir de 1979 tras la reinstauración de los ayuntamientos democráticos: calle Sevilla, al formar parte antiguamente de una cañada real que conectaba el Campo de Gibraltar con la capital hispalense. A la jimenata Ana, no obstante, se le limitaba con esa autorización a moverse exclusivamente por los municipios del Campo de Gibraltar. Fuente: Juan Parra Barranco, su hijo.
Sin embargo, Manolete, de haber vivido esos años atrás a su nacimiento, entre la guerra y la inmediata posguerra, no lo hubiera necesitado.
Nunca abandonó el pueblo hasta que el pasado mes de marzo tuvo lugar su despedida final, aunque sus restos yacen en lo más alto del pueblo, donde los muertos viven encima de los vivos, en el antiguo cementerio del Castillo.
Si se me apura, matizo: con la sola excepción, como ausencia relativa, ya entrado los años setenta, de estar desplazado unas semanas a la Línea de la Concepción para trabajar en un comercio en carga y descarga de muebles, empleo que le buscó su hermano mayor, Diego, pero que a los pocos días, acostumbrado a la nómada vida que llevaba en el interior de Jimena, pronto la echó de menos y lo dejó todo para regresar de nuevo y no salir más al exterior. Manolete no podía vivir sin el lugar que lo vio nacer y crecer.
Su transcurrir en el pueblo, paralelo a la historia que se atravesó en años tan difíciles, fue un constante deambular por sus calles, cuestas, `roaeras´, o por el Paseo, adonde llegaba algunas mañanas corriendo, pendiente abajo, desde el barrio Alto con los brazos extendidos, de una acera a la otra, haciendo ruidos por la boca, a modo de avión o buitre; de ahí que en una etapa avanzada de su existencia le pusieran también como mote en tono simpático: «pajarraco».
Igualmente le cogió gusto a hallarse entre las piedras del Castillo, después de tener que superar el vértigo que le producía el `mal de altura´, síncope que le producía la subida a la cúspide del monte San Cristóbal, en cuya ladera de orientación sur se asienta el pueblo desde siglos.

Años 60. Aljibes y Castillo de Jimena, lugar que ya siendo un adolescente y superado su mal de altura, le gustaba visitar Manolete para contemplar a las mujeres lavar la ropa con jabón elaborado en las propias casas a base de aceite usado, ayudándose de las paneras de corcho o de madera que también se subían sobre sus cabezas. Fuente: Retratos de Jimena. Ediciones OBA.
Lo que la Dictadura de Franco no levantó en esa fecha de 1948, cuando nació Manolete, fue la persecución implacable a quienes consideraba desafectos al Régimen. Tampoco “la jambre” que aún persistía en Jimena y que gran parte del vecindario se quitaba a base de tagarninas de día y de noche cocidas con agua del Regüé, cuando las setas de los hongos aún no formaban parte de la rica gastronomía local por temor a envenenarse.
En esa no reposición del franquismo, tampoco lo significó las vidas truncadas por la represión de los muchos parientes carnales de Manolete que por tal motivo no llegó a conocer.
Formaron parte de los horrendos y trágicos episodios a los que he accedido en detalle después de una amplia investigación y verificación sobre todo de testimonios orales tras décadas de recóndito silencio y dolor contenido por el miedo que ha imperado.
Se sucedieron tras el golpe de Estado del 18 de julio de 1936.
Cinco meses antes en las elecciones generales que hubo a nivel nacional el 16 de febrero de ese mismo año, la candidatura del Frente Popular había ganado en Jimena con el 60% de los votos, en tanto en los demás municipios campogibraltarenos lo hacía con una media del 80%, destacando la Línea de la Concepción con un 90%, lo que denotaba el peso que el caciquismo ejercía en el cuerpo electoral local.
Ello fue el desencadenante del levantamiento militar en evitación de los cambios que este resultado electoral generaría en la sociedad, concluyendo en inicial fracaso que para imponerse necesitó del genocidio de la población, acontecido a lo largo de tres años de guerra y de una represión masiva e indiscriminada a todo lo que oliera a republicanismo durante una posguerra que nunca acababa, desconocida en la historia anterior y con un balance de víctimas descomunal.
La vida de las personas, que es el máximo derecho humano, dejó de tener importancia en ese largo periodo. El odio y el rencor se instalaron entre el vecindario.
Así me lo han hecho llegar familiares y vecinos, quizás como última posibilidad de que salgan los hechos a la luz en todas sus crudas aristas ante los irremediables fallecimientos de las personas mayores que puedan ser transmisores.
Lógicamente no se pretende aquí remover nada ni generar inquietud alguna, tan solo que queden para la historia como episodios luctuosos de ese triste pasado. También por justicia y en recuerdo a las víctimas al objeto de que no queden en el olvido y para que nunca más se puedan repetir hechos tan espeluznantes.

Arriero en pleno verano transportando con sus mulos el corcho desde los montes del término municipal a los patios existentes en la Estación de tren de los Ángeles. Foto: Retratos de Jimena. Ediciones Oba.
El barrio Alto de Jimena en los años treinta del siglo pasado, cuando la economía de supervivencia del pueblo estaba basada exclusivamente en la agricultura, la ganadería, el corcho y el carbón, albergaba en buena parte a numerosos arrieros. En tanto, escasos titulares concentraban grandes propiedades.
Solo «Los Mares», así se llamaba en el pueblo al banquero y contrabandista, Juan March con la cohorte de menorquines que se trajo de su isla natal, poseía 131 fincas en el término. En tanto, la familia Furest Sánchez, tenía 53, y José Luis Robledo Crespo, 43.
El denominador común de esa desigualdad social imperante en sus consecuencias era el abuso hacia los más débiles, la inmensa mayoría de la población, ya que el 90% estaba constituido por trabajadores del campo, carboneros y arrieros de la sierra, que aportaban mano de obra y prestación de servicio en abundancia y no cualificada.
Muchos de estos trabajadores que se dedicaban al transporte con animales de carga adquirieron en aquel periodo histórico conciencia de su situación de miseria económica y cultural, que no procedía de una maldición bíblica, y en su pretensión de liberarse de la misma fueron ferozmente represaliados sin piedad por las poderosas fuerzas que habían mandado siempre y se alzaron contra la IIª República.
Los que no huyeron del pueblo en el momento de su ocupación militar, más de cuatro mil almas con lo puesto, fueron condenados en su mayoría sin juicio alguno por el «delito» de haber estado afiliados a la CNT -en Jimena se le denominaba el Sindicato Único de Trabajadores- en tanto otros para escapar de la represión que no cesaba «se tiraron al monte» posteriormente.
Incluso, los no destacados abiertamente por su militancia de izquierda (en el lenguaje de los sublevados eran «los rojos», aunque en aquel momento apenas había socialistas en el pueblo y los comunistas eran habas contadas. Los mayores partidos políticos implantados en la localidad eran, «Unión Republicana», de ideología centrista, e «Izquierda Republicana», de centro-izquierda) se vieron obligados a hacer la guerra con los sublevados como forma de salvar inicialmente sus vidas o quitarse el hambre.
La agrupación sindical de trabajadores que sobrevivían del transporte y acarreo de los aprovechamientos agrícolas y del monte con bestias, los arrieros, contaba entonces, entre los municipios de Jimena y Castellar, antes de la ocupación militar por los sediciosos, con más de dos mil afiliados.
Fue constituida por el que sería el último alcalde republicano de la localidad, también con el oficio de arriero, Cristóbal Vera Sarabia «Telar», que vivía al lado de la antigua plaza de toros, antes de que empezara la calle Romo, de cara a hacer frente a las duras condiciones de vida que llevaban y a obtener de los patrones, dueños de grandes fincas, mejoras salariales y reducción en el interminable horario laboral a destajo que sufrían. Le costó para librarse de una ejecución inmediata tener que exiliarse finalmente en 1945 en Londres tras haber hecho también la Segunda Guerra Mundial como voluntario a favor de las potencias democráticas.

Cristóbal Vera Saraiba «Telar», arriero, fue el último alcalde republicano en Jimena y su mandato duró desde febrero hasta septiembre de 1936 en que tuvo lugar la entrada de los militares sublevados en la localidad. Fue quién creó la sección sindical de los arrieros. Aquí lo vemos en la visita que desde Londres, lugar de su exilio, realizó al pueblo de Jimena en julio de 1987. Foto: José Regueira Ramos. Se contiene en el Tomo IIº de Retratos de Jimena. Ediciones Oba.
Pero esa salvación por «Telar» de su vida, no sucedió por igual en el caso de la familia de Manolete, que, en diversas fechas distintas, determinados hermanos de los veintidós que tuvo su abuela, Francisca Oliver García, por parte materna, de dos matrimonios que contrajo su bisabuelo, serían posiblemente fusilados como fue el caso de Martín Oliver García (sucedido en Granada-El Campillo, fusilado, contando con 15 años) y yacen todavía como desaparecidos, correspondiendo a los casos de: Tomás, y Miguel Oliver García.
Para algunos testimonios, pudieron haber transcurrido sus muertes en las paredes del cementerio del Castillo y quizás hallarse enterrados, junto a otros jimenatos, en una fosa común existente en el interior del camposanto, en el huerto que hay a mano derecha de su entrada.

Expertos de la Universidad de Cádiz el pasado mes de noviembre del 2018 escaneando el cementerio de Jimena a la búsqueda de señales que pudieran acreditar que en ese subsuelo se hallan restos de republicanos fusilados a causa de la represión durante el periodo de la guerra y la postguerra que desencadenó el golpe de Estado que encabezó el general Francisco Franco, y entre ellos pudieran encontrarse familiares de Manolete. / E. S.
En los momentos de este relato histórico, tras las recientes pruebas realizadas por la Universidad de Cádiz con un georradar de última tecnología llevadas a cabo en el subsuelo del cementerio del Castillo de Jimena y cuyo resultado ha dado positivo, se está en puertas del inicio por un equipo de arqueólogos de las excavaciones necesarias para las exhumaciones de las personas que pudieran encontrarse allí enterradas, al objeto de proceder a sus identificaciones, cotejando sus ADN con los que ya se han obtenidos de sus familiares en vida.
En el caso de que correspondieran a quiénes se presuponen, lo encontrado les serían entregados a sus parientes, o sea, a sus herederos en tercera generación en su mayoría, para que al fin puedan proceder a darles en condiciones de normalidad el descanso eterno que merecen, tras haber figurados más de ochenta años como desaparecidos, pero donde ya Manolete tampoco podrá estar presente para presenciarlo y vivirlo.
Como afectado por la represión franquista, también figura otro hermano de los citados con anterioridad, Cristóbal Oliver García, pero en esta ocasión contaba con vida el 26 de febrero de 1940 como condenado por servir en las filas del ejército republicano realizando labores forzosas en el Batallón de Trabajadores de Errazu (Navarra)

Entrada en el cementerio de Jimena, dónde y cómo se producían los fusilamientos, según la libre creación de Juan Ángel Gómez López o porque le fuera comunicado a su padre, Práxedes Gómez García, carpintero de la Estación y socialista de convicción, y éste transmitido. Lo plasmó en el año 1985 tal y como aquí aparece. Se reproducía tal vez la escena del 2 de mayo de 1808 de Madrid, pintado por Goya, o el cuadro, obra pictórica de Antonio Gisbert Pérez, del fusilamiento de Torrijos y demás liberales que le acompañaron que aconteció en la playa malagueño de San Andrés el 11 de diciembre de 1831. Fuente: Centro de la Memoria Histórica de la Sauceda y El Marrufo. Autor: Juan Ángel Gómez López.
Otro tío de Manolete, pero en este caso de la rama paterna, Manuel Bautista García, hermano de su padre, del que no se conoce cómo, fue enrolado en el ejército rebelde que se sublevó.
Se sabe de él, porque estuvo internado en julio de 1938 en el hospital militar de Cádiz por heridas de guerra sufridas, junto a otro jimenato, Francisco Orellana Sánchez, hermano del titular de la finca «La Horqueta», tío de la actual dueña del bar «El Ventorrillero», cuya familia campera tuvo que sufrir en su cortijo, durante la guerra y la posguerra, los dos fuegos cruzados, de presiones y extorsiones, entre la Guardia Civil y «los del monte».
«El Ventorrillero» fue el antiguo establecimiento de Ernesto Cuenca Cobalea junto a El Paseo, que a su vez lo heredó de su padre, Juan Cuenca Navarro, de ideología socialista, que le llamó bar «Republicano» en la primera mitad de los años treinta y fue miembro del Comité del Frente Popular que se creo en Jimena para hacer frente al golpe del 18 de julio de 1936, por lo que tuvo que huir del pueblo hasta exiliarse en Francia.
En tanto, el otro hermano de Ernesto, Antonio, mayor que él, montaría posteriormente una bodega junto a su bar, haciendo las cuatro esquinas del barrio abajo, tras sumarse previamente a las trincheras del ejército republicano, donde fue incorporado al frente de Extremadura, por lo que una vez detenido sería confinado en el campo de concentración de Trujillo (Cáceres), lugar en que aparece recluido el 20.04.1939, recién acabada la guerra civil.

Año 1954. Bar Cuenca, hoy El Ventorrillero y durante la mitad de los años 30, bar Republicano. Cuando tuvo lugar la ocupación de Jimena por los militares sublevados, la familia Cuenca al igual que sucedió con otros 4000 jimenatos huyó del pueblo. Ernesto Cuenca Cobalea, al contar con seis años, cuando esa «juía» de paisanos a la Costa, fue dejado por su padre junto a su madre con la familia de la abuela materna que vivían en la finca «La Barca Moreno» cercana a «Sambana» y al río Guadiaro, a espaldas de Marchenilla, próxima a la vía de comunicación que comunica San Martín del Tesorillo con San Pablo de Buceite. Con la entrada de las tropas sublevadas en el pueblo, el bar, situado en la plaza General Franco, número 1, como fue denominado por las nuevas autoridades locales, sería incautado y convertido en la sede de Falange Española. El joven Ernesto en 1944 contando con 14 años, lo recuperó a través de la influencia que tenía en Cádiz, Cristóbal Luque Huertas (en 1955 sería el padrino de la boda entre Ernesto Cuenca Cobalea y Josefa Pérez González) aborigen de Espera (Cádiz) para volver a convertirlo en bar, siempre con la mente puesta en poder sacar un dinero, cuando en el pueblo apenas había gentes con algo en el bolsillo y el café tenía el precio de una «chica», cinco céntimos de la peseta, para enviárselo como ayuda y en concepto de alquiler a su padre que ya estaba instalado en el exilio en el sureste de Francia, en la región de la Provenza. En la foto, sentado en el centro de la mesa, Juan Cuenca Navarro, tras regresar del país galo cuando vino a morir a Jimena por un cáncer de pulmón. A su izquierda, echándole el brazo por su hombro, su hijo, Ernesto Cuenca Cobalea. También aparecen, Frasquito López «El Zapatero», sentado a mano izquierda con las piernas cruzadas, Paco Carrión Moreno (niño) asomando la cabeza por detrás, y Diego Lucas Caballero «El Chirri», en primer plano sentado a la derecha. Foto: Retratos de Jimena. Ediciones OBA.

Año 1939. El buque carbonero británico, Stanbrook, fondeado en el puerto argelino de Orán, repleto de refugiados republicanos españoles, un total de cerca de tres mil pasajeros, de los cuales 2.638 figuran en un listado con sus nombres apellidos, fecha de nacimiento y profesión, cuando contaba con capacidad para 100 personas, A punto estuvo de ser hundido a su salida del puerto de Alicante por un avión franquista. Había llegado el carguero al puerto levantino desde Marsella para recoger naranjas, tabaco y azafrán, pero el capitán Dickson, todo un héroe, (la tripulación solo tenía 24 integrantes) al ver el desastre humano que acontecía en el puerto alicantino, desobedeció las órdenes. Partió el 28 de marzo del puerto español donde había unas 20.000 personas esperando su salida para huir de España por miedo a ser represaliados, una docena se suicidaría al no poder tomar el barco. Otras fuentes las cifran en medio centenar. Allí viajaría el padre de Ernesto Cuenca Cobalea, Juan Cuenca Navarro, con 48 años, su hermana, Juana Cuenca Navarro (43 años) con su marido Eladio León Mariscal (47 años), dirigente en la CNT de Jimena, y los hijos de este matrimonio: Minerva (7 años) Delio (10 años) Flora (11 años), Armonía (14 años) Germinal (15 años) y Juan León Cuenca (18 años), que posteriormente a su desembarco en Orán, tras pasar nuevas penurias en Argelia, por otro medio partieron para Francia donde se quedarían definitivamente a vivir en el exilio. Fuente: Legado del socialista Rodolfo Llopis. Fundación Caja Mediterránea.
Por otro lado, la hermana de la abuela de Manolete, Ana Oliver García, perdería, en la juía de Jimena a la costa, a una hija pequeña que murió.
Asimismo, en la primera quincena de febrero de 1937, la propia abuela de Manolete, Francisca Oliver García, recovera de oficio, contando entonces con treinta y cinco años y portando además un embarazo de ocho meses, así como el abuelo, Manuel Reyes Ruiz, trabajador del monte, compositor de coplas con sus letras, persona de izquierda y de la CNT, fueron fusilados.
Dejaron siete hijos: Pedro con once años (quién heredó del padre la vocación de las cancioncillas chirigoteras), Ana («La Serrana»), María, Francisco, Vicente, Isabel (la madre de Manolete) y Manuel, con edades comprendidas entre los dos y los dieciséis años de edad.

Ana Reyes Oliver (aquí la vemos en el rodaje de la películas «Los 3 etc del Coronel» en el año 1959) y su hermano Pedro, que tantas letrillas de canciones sacó, heredada esta afición de su padre, entre otras sobre ese evento cinematográfico, dos de los siete huérfanos que quedaron como consecuencia del fusilamiento de sus padres, abuelos por la rama materna de Manolete. Foto: Herederos de Pedro y Ana Reyes Oliver, nietos de las víctimas.
La abuela de Manolete fue ejecutada, sin juicio alguno, el 13 de febrero de 1937, por falangistas del pueblo, junto a las otras dos paisanas, Melchora Prieto Moncada y María «La Benita», tal vez junto a la carretera de Jimena a San Pablo de Buceite, entre el nuevo cementerio y el núcleo de población donde no hace tanto se proyectaba una urbanización con campo de golf que resultó en quiebra y hoy yace un adulto acebuchal. De las dos últimas paisanas no he encontrado registro de defunción.
Melchora Prieto Moncada, vecina de Jimena con domicilio en calle Fuente Nueva, 14, aunque oriunda de Gaucín, de padres hortelanos y carboneros, pronto, sobre el año 1926, había quedado viuda con tres hijos, Cristóbal, Diego y Juan. Tuvo que ponerse a trabajar para mantener a su prole. Lo hizo de empleada del hogar en la casa de una familia latifundista, de gran patrimonio y acaudalado del pueblo que vivían en calle Sevilla, enfrente de la casa de los Marinas.
Era una mujer muy culta, librepensadora, activista y fervientemente republicana. Muy avanzada para su época.

Casa del barrio arriba correspondiente a la calle Fuente Nueva, 14 donde vivió la fusilada Melchora Prieto Moncada y nació el día su hijo, Diego Bautista Prieto el 17 de agosto de 1917, autodidacta que tras la guerra y sufrir doce años de cárcel que los aprovechó para leer, estudiar y aprender un perfecto inglés, y al igual que Román Llamas, se dedicó a «maestro particular» dando clases por los cortijos y por el monte. También creó una academia ya viviendo en la entrada de la Estación casi enfrente de la fábrica de harina. Fue también denunciado, en este caso no como intruso por los maestros oficiales del magisterio sino por el cura debido a sus antecedentes republicanos y ateos. También su hermano mayor, Cristóbal, daba clases particulares en la improvisada aula que tenía en su casa, en calle Ancha, cerca del Llano de la Victoria. Foto: Retratos de Jimena. Ediciones OBA
En el año 1929, Melchora había tenido una cuarta descendiente, Carmen, al haberse quedado embarazada del hijo del cacique y magnate donde trabajaba en labores domésticas, en una historia de amor difícil de consagrarse entre ambos. Esa boda no pudo celebrarse por la oposición frontal de los pudientes padres del varón.
Tal hecho, instaurado el nacional-catolicismo puritano de los vencedores, unido al republicanismo militante que Melchora desplegó aquellos años, sirvieron como excusa para justificar formalmente su ejecución.
Pero no, la causa de este fusilamiento fue realmente la delación y la presión e influencia política que gozaba entre las nuevas autoridades franquistas el padre del ex-novio, un gran propietario que llegó a ser de la derecha republicana pero que el 18 de julio se sumó a la causa de los sublevados.
Tenía el temor a que Melchora pudiera reivindicar para su hija Carmen una parte del abundante patrimonio que poseía en concepto de herencia.
Este personaje había pasado en cinco años de 1931 a 1936 de ser un lerrouxista republicano moderado, a convertirse con el golpe de Estado en un furibundo franquista con ansias vengativas a todo lo que en el pueblo oliera a republicanismo, quizás también debido al fusilamiento de su hermano por un comando de la FAI en la estación de tren de Arriate posiblemente de la parte baja de la Serranía de Ronda.

Melchora Prieto Moncada, una mujer culta, librepensadora y activista republicana, Una adelantada a su época. Madre del insigne poeta jimenato, Diego Bautista Prieto, fatalmente asesinada y antes humillada por la barbarie falangista local. También fue de las que huyó de Jimena, con su hijos, Carmen de 8 años y Juan de 12, junto a la familia de La Bodega que eran parientes y vivían un poco más arriba de su casa, cuando la ocupación militar de la localidad por los sublevados y cometió el error, como al médico José Montero Asenjo y a otros tantos paisanos, de volver al pueblo tras la toma de Málaga el 8 de febrero de 1937 por los italianos y marroquíes, ante el engaño de la propaganda franquista de que no les pasaría nada a los que regresaran y no estuvieran sus manos manchadas de sangre. Así que fue inmediatamente encarcelada al regreso y se mantuvo con su hija pequeña Carmen de 8 años (enferma de sarampión y con 40 grados de fiebre) en el hacinado calabozo de detenidos esa tarde noche anterior a su ejecución, llorando sin parar al no dar crédito por no haber hecho nada malo de que el carcelero le hubiera filtrado que iba a ser fusilada el día siguiente, A su hijo segundo, Diego Prieto le pilló este trágico episodio haciendo el servicio militar en Algeciras, voluntario desde el 14 de abril de 1935 por lo que desde el inicio del golpe de Estado tuvo que permanecer en la zona del ejército sublevado hasta que el 14 de enero de 1937 pudo desertar y pasarse al lado de la República. Hasta la muerte del poeta, acontecido el 31.10.1980 en Hospitalet de Llobregat (Barcelona) contando con 63 años en un desgraciado accidente de tráfico en Cataluña donde emigró en 1960, llevó la carga adicional de la inmensa pena por ese criminal asesinato de su madre y la impotencia de no haber podido saber dónde se halla enterrada para haberle dado un digno entierro. Foto: Mel Bautista Gómez, nieta de la víctima.
Melchora fue la madre del célebre poeta jimenato, Diego Bautista Prieto, autodidacta y al que le debe a su madre esa infancia que tuvo plena de lecturas e inquietudes intelectuales. Muy pronto verá en este Blog reflejada este literato su rica biografía.
De la tercera asesinada, María Gavira Sánchez «La Benita», sería acusada por poseer un pañito en su casa de signo religioso que fue achacado a que había participado en la profanación de la iglesia de la Misericordia del Llano de la Victoria.
Su hermano, Juan, carbonero era un autodidacta, lector empedernido y dirigente de la CNT.
En cuanto al abuelo de Manolete, Manuel Reyes Ruiz, cuyo fusilamiento consta dos días después al de su abuela, 15 de febrero de 1937, se ignora si fue enterrado junto a su esposa o sus restos se hallasenn en una fosa común del cementerio de Jimena o sepultado en el término municipal de Castellar.
La muerte del matrimonio citado, Reyes y Oliver, abuelos de Manolete, fue debido a que también regresaron indebidamente y confiados a Jimena, tras haberlo abandonado cuando las tropas sublevadas entraron en la localidad el 28 de septiembre de 1936, y regresaron después de la toma de Málaga, 8 de febrero de 1937, donde se hallaban refugiados en su entorno.
Retornaron al pueblo porque, más allá de su convicción republicana y cenetista, consideraron que no habían hecho nada malo, como tantos otros jimenatos, -(para poner solo dos ejemplos, José Gómez Noza que tenía 28 años, su padre y su hermano, o el zapatero sampableño, José Saraiva Saraiva, que igualmente fueron fusilados esos días al volver de Málaga)- olvidando un incidente vivido en el pueblo antes de su marcha por unas alpargatas que sería decisivo como excusa para sus ejecuciones, o bien porque se creyeron el perdón sobre tal hecho que prometía la propaganda franquista.

Otoño e invierno de 1936. La «juía» de los pueblos campogibraltarenos por la costa con destino a Málaga o sus alrededores ante el temor por el avance de los militares sublevados reforzados con mercenarios magrebíes. Más de cien kilómetros andando que generaron enfermedades y muertos, aparte de los asesinados por los bombardeos del crucero Cervera sublevado y por aviones que partían de la base sevillana de Tabladas bajo el control del golpista y sanguinario, Gonzalo Queipo de Llano. De Jimena saldrían más de 4.000 personas, la mayoría mujeres, niños y ancianos, con destino fundamental a la zona litoral malagueña.
Y es que en el verano de 1936, el Comité local del Frente Popular -constituido en el pueblo para su defensa al iniciarse la sublevación militar que se inició en las colonias de España en el norte de África el 17 de julio- había distribuido entre la población más desfavorecida unos vales para que cubriera las necesidades más perentorias.
Eso hizo que Francisca Oliver García, llamada «La Serrana», porque su abuela procedía de la Serranía de Ronda, por encargo de su marido y portando esos vales, se personara en una tienda de la localidad ubicada en calle Sevilla para retirar un par de alpargatas, encontrándose con la negativa del dueño a aceptarlos.
Al comentárselo a su marido, Manuel Reyes Ruiz, de carácter un tanto impetuoso, cogió de inmediato la escopeta de caza y se presentó en el establecimiento comercial, obligando al titular, al que encañonó, a que se lo entregara a cambio de los vales, cosa que resignadamente hizo.
Ocupado un mes después el pueblo por los militares sublevados, este tendero denunció por tal hecho a los cónyuges ya huidos, que al regresar al pueblo, en los inicios de febrero del 1937, se encontraron de inmediato con la fulgurante condena a pena de muerte, también sin juicio alguno.
Antes de ese fusilamiento de la abuela de Manolete, Francisca Oliver García, junto a las igualmente detenidas, Melchora Prieto Moncada, madre del poeta, Diego Bautista Prieto, y María Gavira Sánchez «La Benita», en esa embriaguez insaciable de maledicencia que derrochaban los vencedores, fueron peladas a rape en un domicilio de calle Sevilla del barrio arriba quedando el cabello de la cabeza rapadas al cero. Solo le dejaron un pequeño moño en la coronilla donde le pusieron un lazo. Fueron además forzadas a tener que beber aceite de ricino de cara a que por incontinencia defecaran sin parar en las propias prendas que portaban.

En Jimena también los falangistas del pueblo copiaron las técnicas nazis que emplearon contra la disidencia y contra los judíos, consistente en rapar a las mujeres que detenían y obligarles a beber aceite de ricino para a continuación pasearlas por las calles con los retortijones de estómagos por lo consumido y portando además sus deposiciones para humillarlas aún más. La primera jimenata con que la practicaron ese paseo rapada fue un mes después a la ocupación militar. Tuvo lugar con la vecina, Catalina Delgado Gavilán «La Bizcochera» antes de ser fusilada, sin juicio alguno, en la Cruz Blanca por «el delito» de haber participado en manifestaciones republicanas que habían tenido lugar en la localidad antes del golpe de Estado del 18 de julio. Los otros que fueron fusilados ese mismo día, 31 de octubre de 1936, en el mismo lugar, también sin juicio alguno, fueron: Manuel León Pérez, Antonio Vallecino Jiménez y Francisco Vera Gallego, cuyos restos fueron exhumados, a principio de año de 1980, siendo el primero que tuvo lugar en Andalucía tras la llegada de la democracia.
Tras exigirles que cantaran el «Cara al Sol», al objeto de ser ridiculizadas y humilladas y para que quedaran nítidamente marcadas ante el vecindario quien mandaba, a la vez que sirviera de escarmiento cualquier acercamiento a las que, en este caso, consideraban «rojas», fueron obligadas con esos adefesios y portando sus constantes deposiciones, amarradas con sogas sus manos a las espaldas, rodeados del chiquillerío que les gritaba y se mofaban de ellas, a recorrer las calles, barrio arriba, barrio abajo, atravesando casi toda calle Sevilla, el callejón de La Guapa hasta llegar al Paseo.
A continuación las bajaron caminando por el barranco de basura que había en el actual acceso a la localidad, a pie de lo que es hoy la plaza de la Constitución, hasta conducirlas al comienzo de la calle Romo, donde la subieron en una camioneta. De allí las llevaron a la Estación y las subieron en un tren y nada más volvió a saberse de ellas.
Cabe en lógica que las descendieran en la inmediata parada de la estación de ferrocarril de San Pablo de Buceite y de allí en una corta caminata al punto exacto en que fueron fusiladas.
Uno de los falangistas que participaron en el fusilamiento, detallaría a sus allegados el momento final de Melchora, mujer de mucho carácter, a la que conminaron antes de los disparos a que diera la espaldas a sus ejecutores, negándose para ello y fijando sin bajar su mirada en los ojos de los autores de este abominable asesinato.
Tampoco importó en ese execrable crimen, que los siete hijos menores, (seis, quedaron en Jimena, en tanto María, la mayor, marchó a Alcalá de los Gazules al conocer a un muchacho y se casó con él), de los abuelos de Manolete quedaran huérfanos, entre ellas su madre, Isabel «La Serrana», desamparados y en la indigencia total, sobreviviendo a partir de entonces de las frutas que cogían de las huertas y del pan que mendigando le daban algunos vecinos, pero nunca robando en los domicilios particulares.
Tampoco, que Melchora Prieto Moncada, dejara huérfana a su pequeña Carmen Prieto Moncada, que llevaba los dos apellidos de su madre, y a su hijo, también menor, Luis, que quedaron bajo la tutela de la hermana de la madre, Antonia, en tanto Diego y Cristóbal estaban en los frentes de guerra.
Periódicamente, cuando regresan a Jimena temporalmente en verano los otros nietos de Francisca Oliver García y Manuel Reyes Ruiz, de nombres, Manolo y Pedro Reyes Pérez, nacidos en el pueblo pero que viven en Liria (Valencia) donde emigraron a principios de los años setenta, hijos del compositor autodidacta de coplas y villancicos satíricos, Pedro Reyes Oliver, «El Serrano», visitan la zona del acebuchal de San Pablo de Buceite donde presumiblemente creen que siguen enterrados sus abuelos.
No fueron estos fusilamientos junto a otros ya citados las únicas salvajadas que hubo en Jimena, y no en los frentes de guerra sino en la retaguardia tranquila y pacífica, cargándose o destrozando a familias enteras.
Le ocurrió igualmente, por poner otro ejemplo, a Pascual Collado Jiménez (fusilado el 6 de octubre de 1936 en el Castillo camino de la tapia del cementerio, junto al niño de 15 años, Sebastían Conde Godino) padre del entrañable taxista del pueblo, Aurelio Collado Riquelme que contaba con seis años (progenitor a su vez del exalcalde de Jimena, Pascual Collado Saravia) y que vivía entonces en el Callejón de la farmacia. De igual forma, los dos hermanos de aquel, Luis y Aurelio Collado Jiménez (de 41 y 39 años, ejecutados en 1937 y 1939, respectivamente)
De la misma forma, le aconteció al técnico de farmacia, Diego Pitalúa Infante, de 58 años, afiliado a Izquierda Republicana, que vivía junto a las cuatro esquinas del barrio arriba, y a sus dos hijos, José de 26 años y Francisco de 24, ennoviados con dos jimenatas (una de ellas, Ángeles Pérez-Navarro Boza), así como a la limpiadora del establecimiento, Inés Parra Rondón. Fueron fusilados en el cemeterio de la Estación de San Roque, el 3 de febrero de 1937, estando presente el que fuera policía municipal de Jimena, A.D.H..

14 de abril de 2019. Homenaje a los republicanos fusilados en Jimena, se presumen más de un centenar, realizado en el reciente aniversario de la proclamación de la IIª República. Pascual Collado Sarabia (PSOE), nieto y sobrino de varios familiares asesinados (su abuelo paterno y dos hermanos de éste), tomando la palabra, junto al actual alcalde, Fran Gómez Pérez (IU) en el cementerio del Castillo junto al monolito donde aparecen relacionados 85 nombres y apellidos de jimenatos ejecutados por los sublevados y que se halla pendiente de ser incrementados con posibles nuevos hallazgos productos de las exhumaciones próximas a realizarse. En la imagen, a mano izquierda, con parte del cuerpo cortado y con gafas, Enrique Rojas Reyes, primo hermano de Manolete y nieto de los fusilados, Francisca Oliver García «la Serrana» y Manuel Reyes Ruíz. Foto: propia.
También, en esta vorágine de salvajadas ocurridas ya en el tiempo de posguerra y dentro de las convulsiones sufridas por la familia de Manolete, el hermano de su padre, Manolo Bautista García, analfabeto, lo era entonces a niveles de un 80% la población más adulta, cuando había pasado la mitad de la década de los cuarenta, una vez retornado al pueblo después de haber servido en el ejército de Franco y del que ya se ha hecho mención como herido de guerra en el hospital militar de Cádiz, julio de 1938; yendo camino del Regüé para llevarle agua a Diego Meléndez Ramos «Morringa», ex-calcade de Jimena en dos ocasiones y gran propietario, le fue arrancada la lengua de raíz junto al río Hozgarganta, por encima de la Peña Gorda, en la zona conocida por `La Teja´, de lo que falleció, habiéndose desangrado en la soledad hasta ser casualmente localizado.
Se lo hizo, para que no diera más chivatazos al Cuartel de la Guardia Civil de la localidad, bien sobre presuntos desafectos a la Dictadura, sobre contrabandistas o sobre los que se habían tirado al monte, por temor a que los buscasen y localizasen.
Presumiblemente la autoría material del hecho fue su primo, José García Ruiz, «El Patagallina», tío también de Manolete, cenetista, soltero, vecino de calle la Loba, carbonero, había estado encarcelado seis años al haber sido condenado en Cádiz, el día 3 de marzo de 1939. por «rebelión militar», es decir, haber servido al ejército republicano.
Poco después de haber regresado a Jimena tras salir de prisión, se echó al monte el 28 de abril de 1945 para unirse a la guerrilla. Era uno de los que no se andaba con chiquitas. Sería posteriormente abatido y muerto el 20 de octubre de 1948 por la Guardia Civil cuando se hallaba en una casa de citas de Algeciras situada en el número 3 de la calle Alférez Villalta.
Eran aquellos tiempos enormemente duros, turbulentos y donde tras el golpe de Estado y la guerra civil que desencadenó, la vida como los bienes de los derrotados y sobre todo de los que consideraban «los nadie», los parias del pueblo, no valía nada.

Año 1948. Coquis de la habitación de la casa de citas de Algeciras donde fue muerto por la Guardia Civil, «El Patagallina». Fuente: Página 103 del «Cuaderno de la guerrilla antifascistaa». Jimena de la Frontera 1939-1954. luis Antonio García Bravo. Editorial Trévelis S.L. Año 2011.
Pasado el tiempo, doce años después de estos trágicos episodios, 12 de febrero de 1949 -Manolete había nacido cinco meses y medio antes- uno de estos huérfanos que quedaron desvalidos, Manuel Reyes Oliver El Serranito, contando con dieciséis años fue detenido, tal vez por coger productos de las huertas que había en los alrededores del Castillo para sobrevivir, junto a su hermano, Francisco Reyes Oliver “El Buzo”, por dos Guardias que a falta de esposas le amarraron con sogas las manos.
Otras fuentes escritas achacan esta detención a su colaboración con «las gentes del monte», el llamado maquis, donde incluso lo sitúan integrado en la Agrupación Fermín Galán (constituida por el ex-oficial de la Guardia Civil y después cenetista, Bernabé López Calle, el legendario «Comandante Abril», oriundo de Montejaque, que fue leal a la IIª República como su compañía de Antequera), donde era miembro del 4º grupo que comandaba, Juan Francisco Dominguez Gomez «Pedro el de Alcala».
Y añaden para adscribirlo al maquis que ese mismo día fue muerto también por disparos de la Guardia Civil en una operación simultánea desarrollada en Jimena, el guerrillero, Antonio Ríos Domínguez «El Cañero», bajo la misma acusación.

Principales áreas de actividad del maquis (en color naranja, áreas rurales, en amarillo ciudades que registraron una mayor actividad) donde se observa que está incluida Jimena de la Frontera y la Serranía de Ronda. Fuente: Wikipedia.
El caso es que antes, en un momento de distracción de la escolta, se había escapado de la detención el hermano, “El Buzo”, que salió corriendo y se tiró por un acantilado, resultando ileso. En tanto, Manuel, inmediatamente después, fue tiroteado por la espalda y muerto.
Sucedió en el camino del Castillo al Tajo de la Reina Mora, no sin antes al grito de de uno de los dos guardias, «¡corre!» respondió Manuel con el grito desesperado: «¿me vais a matar?» que fue oído por tres zagales sin que se percataran los civiles, uno de esos menores vivía a mitad de calle Sevilla, que asustados al ver el incidente se escondieron tras unas matas y pudieron presenciar el nuevo crimen ocasionados por dos disparos en aplicación posiblemente de la Ley de Fugas.
Posteriormente “El Buzo” volvería a intentar ser detenido por la Guardia Civil en calle Consuelo y reiteraría su escapada cuesta abajo hacía las calles Larga y Vaca donde se perdió. Sería después encarcelado en el calabozo que había a la entrada del ayuntamiento a mano derecha. En esta ocasión le sería respetada la vida al presentarse voluntariamente en el cuartel de la Guardia Civil acompañado del cura, Juan Mena Bonilla.

Casa cuartel de la Guardia Civil de Jimena donde actualmente se ubica la Casa de la Cultura «Leopoldo de Luis». En aquellos duros tiempos donde la atroz represión de la guerra y posguerra recaía en este Cuerpo, los vecinos daban la vuelta por la calle Ceniza y calle Llanete para no tener que pasar delante de su fachada . En la acera de enfrente de esa misma calle Sevilla estaba y continúa al día de hoy la sede del Ayuntamiento, que en su bajo a mano derecha estuvo el calabozo por donde pasaron muchos jimenatos antes de ser fusilados, entre ellas Melchora Prieto Moncada. También donde murió encarcelado el tío de Manolete, Francisco Reyes Oliver «El Buzo», en un incendio que tuvo lugar en su interior, Foto: “Y Jimena se vistió de luto”. Juan Manuel Algarbani. Edición la Diputación de Cádiz.
No obstante, pasado el tiempo, en la ya distanciada fecha de 1974, «El Buzo» conocería la muerte en el nuevo calabozo que tras la reforma total del edificio del ayuntamiento, acontecida en 1949, quedó establecida en la segunda planta.
Fue a consecuencia de una borrachera que cogió y donde era práctica habitual por entonces que la policía local, para prevenir incidentes de personas, como Francisco, con temperamento impetuoso, que pudiera dar lugar a posibles altercados por los altos niveles etílicos que presentaba, se les encerraba en la celda municipal hasta que se les pasara «el cebollón» y como castigo se quedaban unos días más. Allí enclaustrado sucedería su muerte achicharrado en un incendio nunca aclarado que hubo en su interior.
La versión oficial interesada que corrían por el pueblo cada vez que fallecía por trágicos acontecimientos algún miembro de esta saga familiar es que estaban locos. Eran tiempos de liquidar temas espinosos sin más explicación que la mera simpleza como receta justificativa.

Cuántas cosas pasarían por la mente de Manolete recordando las tragedias de su familia. Foto: Tíojimeno.
En ese contexto de miseria, extrema dureza y atroz represión, al igual que le sucedió a otros tantos jimenatos, sobrevivió Manolete entre estas pesadillas que una y otra vez pasarían por su mente. Nunca se lo contaron en su casa por susto y para que no le generara odio hacia nadie, pero seguro que los conoció de terceras personas, porque en un pueblo, aunque sea “por lo bajini”, como ocurría en aquella época de terror, acababa comentándose y transmitiéndose cuanto sucedía y ocurrió; aunque naciera inmediatamente posterior a gran parte de estos terroríficos episodios o fuera muy pequeño cuando acontecieron, en aquella tremenda posguerra que nunca acababa.
Porque Manolete, de tonto no tenía un pelo para haberse enterado de estos dramáticos hechos sucedidos en su familia y que almacenaría a lo largo de su vida en su compleja mente sin que en vida proyectara ningún síntoma de rencor sino todo lo contrario, nobleza en sus comportamientos hacia los demás.
Ese pavor a la represión continuó un tiempo más. De este modo, siendo niño Manolete, aunque ya dándose cuenta de los hechos, el mayor de sus hermanos, Diego, empezó a asistir a clases particulares.

Finales años 50. El maestro particular, don Roman Llamas Ferrero, del hermano de Manolete, Diego Bautista Reyes. Foto: Eugenio Llamas Parra.
Las impartía, cerca del Llano de la Victoria, en calle Ancha (o Velasco), dando acceso al Corral del Concejo, el «maestro» no oficial, Román Llamas, de origen zamorano.
Se casó en Jimena con la vecina, Catalina Parra Saucedo, tía del actual empleado del bar Cuenca, y tuvo tres varones: José Eugenio, que sigue viviendo en el pueblo en calle Sevilla en la misma acera, dos casas más arriba del Ayuntamiento, Alfonso y Jesús.
«El aula» escolar estaba en el domicilio familiar de Román, hombre de principios republicanos por que había sufrido nueve años de cárcel. Los asientos de la clase eran de tablones y cajones puestos en semicírculo. El maestro se situaba en el centro, sentado en una mesa tocinera: mesa antigua de cocina que se llamaba así porque se empleaba para hacer chorizos
Más de una vez le costó a don Román, así le llamaban sus estudiantes, ser arrestado en la celda existente en el ayuntamiento por orden arbitraria de la autoridad local ya que su arresto no contenía ningún mandamiento judicial, al ser denunciado por un docente oficial, calificado de intruso en la profesión y por tanto imposibilitado para el ejercicio de la docencia.

Finales de los años 50. En el bar de Jimena de Manolo Mena. «El maestro» Román Llamas Ferrero (a la derecha con gafas), zamorano y junto a su republicanismo (estuvo encarcelado nueve años en las prisiones del Monte Hacho de Ceuta y en la del Puerto de Santa María en Cádiz) hicieron que fuera muy amigo del también zamorano y excarabinero, y represaliado por el franquismo, Arenal (Manuel Arenal Martín), el marido de «la Guapa» (Inés Domínguez Gutiérrez). Se casó en 1945 aún en condiciones de semi libertad con Catalina Parra Saucedo. Nació en 1911 y falleció en Jimena el 05.05.1995 contando con 84 años. Aquí lo vemos acompañado de José Sánchez Barranco, empleado del ayuntamiento que llevaba el negociado de Quintas para los jóvenes que tenían que hacer el servicio militar. Foto: Eugenio Llamas Parra.
Era una época donde había que matar el hambre con el oficio que fuera. Aparte de docente, don Román era también zurupeto, es decir: dedicado a hacer contratos y testigo de acuerdos, transmisiones o tratos, persona que así se denominan a los que sin título ejercían funciones propias, en este caso de notario y abogado.
Cuando don Román, que se hacía respetar, era arrestado, al no disponer aparte de su actividad como «maestro» y «abogado» de otros ingresos, las familias de sus discípulos a través de sus hijos le mandaban comida que solían entregársela para que se lo hiciera llegar a José Moya Mariscal «Moyita», encargado de la prisión, y Francisco Oncala Sánchez, el policía municipal que vivía en el Ayuntamiento, que lo trataban muy bien.
Sin embargo, bien pronto el padre de Manolete, Diego Bautista García, en contra del criterio de su madre, Isabel Oliver Reyes “La Serrana”, que no quería que sus hijos fueran tan desgraciados como ellos por no tener cultura, con fuerte bronca conyugal, “lo borró de la escuela”. Quería que siempre estuviera a su lado acompañándole en sus salidas al monte, bien para hacer hornos de carbón o para extraer y vender cepas a la fábrica de pipas de los catalanes que estaba situada en la Estación, porque así se sentía más seguro.
Pensaba que con la presencia de su descendiente Diego al lado, no sería arbitrariamente detenido en cualquier momento por la Guardia Civil sin haber hecho nada malo, o al menos tendría un testigo para avisar de inmediato a su mujer. Era la inseguridad e indefensión que existían en aquel tiempo, fundamentalmente para los jimenatos que yacían en la pobreza.

Manolete en forma física, sacando pecho en el Castillo, corriendo de un lado a otro y parándose para observar desde la distancia una «gachí» que le gustaba.
Posted on junio 20, 2019
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