MI CHARLA CON DIEGO ROCHA (Y IIª PARTE)
Ignacio Trillo
Tras la primera parte introductora de la fluida conversación que mantuve con el paisano, Diego Rocha Sánchez, publicada en la entrada anterior, (https://ignaciotrillo.wordpress.com/2018/11/13/36089/) quedaba por transmitirme el dato más relevante que ha venido guardando a buen recaudo durante décadas.
Se trata de su padre, Salvador Rocha Rey (nacido en Jimena, el 7 de enero de 1904, y fallecido en Gava (Barcelona) el 12 de agosto del 2004)
La madre de Salvador se llamaba, Pepa Rey, y el padre, Eusebio Rocha, que tuvo que fallecer pronto, antes de la guerra, Este matrimonio, aparte de Salvador, tuvo como descendencia, a: José María, Francisco, Eusebio, Manolo, y una sola mujer, África.
Manolo era el más joven fue el primero en morir. Simpático, dicharachero, alegre, divertido y muy superticioso, encontró el final de su vida en las trincheras de la guerra defendiendo La República. Había empezado a trabajar en la barbería con su hermano, más mayor que él, Salvador.
El siguiente en hacerlo, casi iniciada la posguerra de hambre y tagarninas como plato único, fue Francisco. Era escritor, inteligente y muy enamorado del Risco donde se refugiaba para la lectura de sus libros. No vivía en el pueblo, aunque estaba bajo el paraguas de su viuda madre, y cada vez que llegaba, causaba furor entre las jóvenes. Alto, delgado, guapo, elegante y de enigmático silencio. En uno de sus retornos a Jimena, se quedó definitivamente. Llegó enfermo, sin carnes en sus huesos, y en plena juventud falleció. Fue debido a la tuberculosis que comenzaba a hacer estragos en la localidad.

África Rocha Rey, la única mujer de seis hermanos. Cuando pequeña causó la envidia entre sus amigas ya que unos Reyyes le trajeron una muñeca de porcelana cuando a las niñas del barrio arriba lo más que le traían eran de cartón a las que llamaban «pepotas». Foto: Retratos de jimena. Tomo I. Ediciones OBA
A la vez, sirvió el nuevo descubrimiento que me expuso Diego sobre su progenitor -propio de aquella generación tan marcada por pretender dar un salto histórico en la modernización de España al objeto de acabar con los restos feudales procedentes del ancestro, obteniendo como resultado por el contrario el triste balance de un retroceso atroz y cruel- para sumergirnos en la pesadilla que significaron los dramáticos acontecimientos que se sucedieron en Jimena a partir del golpe de Estado del 18 de julio de 1936 contra el ordenamiento constitucional republicano, donde, como acertadamente tituló el historiador campogibraltareño, José Manuel Algarbani, en su libro de compendio de sufrimientos: `Jimena se vistió de negro´.

Año 1930. Salvador Rocha Rey y su esposa, Ana Sánchez Sánchez, recién casados. Foto: Retratos de Jimena. Ediciones OBA.
Y es que, prosiguiendo la charla emprendida, se arrancó Diego aseverándome que su progenitor, en otra faceta más de su pluriempleada condición laboral como buscavidas, en tiempos nada fáciles para tirar de la familia hacia adelante, a la vez que los oficios de barbero y sacamuelas, también ejerció de «periodista», como corresponsal en Jimena de un prestigioso diario madrileño de tirada nacional que se tituló, «Ahora».
Esta última ocupación laboral la empezó su padre cuando apenas se hallaba recién casado. Había contraído matrimonio con 26 años en la iglesia del Llano de la Victoria con la también jimenata de pura cepa, Ana Sánchez Sánchez, llegando a tener a lo largo de su vida cinco descendientes, más una niña que falleció a muy temprana edad.

Año 1932. Salvador Rocha Rey en El Risco de Jimena, montículo escarpado y de enorme singularidad por su alto valor ecológico en cuanto alberga una rica biodiversidad en flora y fauna, así como por la espléndida belleza paisajística que se contempla desde su mirador. Dicho noble entorno está situado colindante al barrio arriba del pueblo, formando parte del Parque Natural de los Alcornocales. En esta imagen se observa a Salvador con el diario «Ahora» en su mano derecha enrollado. Fue su corresponsal local. Foto: Diego Rocha Sánchez.
El periódico «Ahora», conteniendo abundante material gráfico, fue creado el 16 de diciembre de 1930, coincidente con la denominada Dictablanda -etapa iniciada en enero de ese mismo año por el general Berenguer tras el fin de la dictadura de Miguel Primo de Rivera, aún por tanto bajo el reinado de Alfonso XIII- y a cuatro meses de que cayera la monarquía con la proclamación simultánea de la II República. Menos de un mes antes, 24 de noviembre, de que se fundara, fue cuando Salvador Rey había contraído matrimonio.
Con una tirada en toda España de más de 100.000 ejemplares, el diario «Ahora» fue un medio de comunicación de lo más acreditado entre sus competidores de papel. Con posicionamiento ideológico de carácter centrista, escribieron en sus páginas las más brillantes plumas de aquella coyuntura tan ilustrada, independientemente de la condición ideológica que profesaran, tales como: Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Ramiro de Maeztu, Ramón Valle Inclán, Ramón Gómez de la Serna, Salvador de Madariaga…

14 de Abril de 1931. Portada del diario madrileño «Ahora» en tan histórica fecha donde escribía como corresponsal en Jimena, Salvador Rocha Rey. Fue fundado, desempeñando el papel de director y empresario, por el madrileño de origen gallego, Luis Montiel Balazart (1884-1976), ingeniero de caminos, de ideología conservadora. Había sido, entre 1918 y 1923, diputado a Cortes por el distrito castellonense de Morella. Llegó a vivir 92 años, exiliándose en Argentina tras el final de la guerra «incivil» a pesar de su proximidad con el político derechista, José María Gil Robles, jefe de la CEDA. Retornó a España en 1964, creando la revista «Semana», y en 1967 el diario deportivo, «As», De subdirector figuraba, Manuel Chaves Nogales, prestigiado periodista y escritor nacido en Sevilla, republicano moderado cercano a Manuel Azaña, convencido demócrata y contrario a los extremismos. También tras el triunfo de Franco se vio obligado a exiliarse en París. Perseguido a continuación por la Gestapo nazi, acabó refugiado en Londres donde yace enterrado tras fallecer en 1944 contando tan solo con 46 años. Y su redactor jefe, era el leridano, Paulino Masip, que también tuvo que emigrar a México en parecidas fechas. Imagen: Archivo del Ateneo de Madrid.
Al comentarme Diego esta parte de la biografía de su padre que desconocía totalmente, le solicité a continuación que me mostrara, si aún lo conservaba, alguna huella sobre cuánto me refería, ya que el contenido de las crónicas o reportajes que pudiera haber escrito en dicho diario podrían tener enorme trascendencia como contribución a la reconstrucción a nivel local de lo que fueron aquellos apasionantes como turbulentos años.
A mi petición, Diego se puso de pie y se desplazó hacía la cómoda de su salón, abriendo con sigilo uno de sus cajones para enseñarme, como oro en paño, lo que cobijaba.

06.12.1930. Circular del director de periódico «Ahora» de Madrid, Luis Montiel Balazart, dando instrucciones a sus corresponsales en distintas geografías españolas, entre ellos a Salvador Rocha Rey, sobre el contenido de la información con trascendencia que debían transmitir, rehuyendo de localismos y de partidismos. El diario lo proclama independiente de partidos, de grupos de presión y de personas influyentes. Fuente: Diego Rocha Sánchez.
Comprobé que efectivamente Diego poseía varios documentos que inequívocamente atestiguan la corresponsalía del padre, aunque, a mi pregunta que siguió de inmediato, no conserva ninguna copia de las reseñas que debió remitir al diario, «Ahora», en su papel de informador local.

24.01.1931. Carnet de prensa de Salvador Rocha Rey como corresponsal oficial en Jimena de la Frontera del periódico madrileño «Ahora» de edición nacional y firmado por su director, Luis Montiel. Se explicita en el documento personal que caducará el 31 de diciembre de 1935 si a continuación no se emitía una renovación por año. Fuente: Diego Rocha Sánchez.
Al comunicarme, que, tras la entrada en Jimena de las tropas regulares sublevadas en aquella mañana del día el 28 de septiembre de 1936, acompañadas de mercenarios marroquíes y otras fuerzas anticonstitucionalistas, falangistas y requetés, su padre huyó del pueblo, para seguidamente, dando un pequeño salto en el tiempo, añadirme, con cara afligida y nudo en la garganta, que más tarde, en el verano de 1938, fiándose de la propaganda franquista sobre el supuesto perdón a aquellos republicanos que no tuvieran manchadas sus manos de sangre, retornaría fatídicamente a la localidad donde fue inmediatamente encarcelado acusado de cometer «delitos» por la corresponsalía periodística desempeñada, estando a punto, según creyó la familia, de que sería fusilado, con la consiguiente angustia por parte de sus más directos allegados. Quedaba claro por qué lamentablemente para la Historia no se conservaban esas crónicas.

1 de enero de 1936. La renovación del carnet de prensa a favor de Salvador Rocha Rey que le emitió el diario «Ahora», válido esta vez hasta el 31 de diciembre de ese año, por lo que le sobraron tres meses en vigor ya que a partir del 28 de septiembre, tomada Jimena por los militares golpistas, el corresponsal local de este medio de comunicación quedó silenciado con su huida. Más tarde. su retorno al pueblo, le costaría ser detenido con la acusación de haber realizado propaganda republicana como autor de las crónicas locales publicadas. Fuente: Diego Rocha Sánchez.
En esta secuencia, es lógico suponer que esos reportajes periodísticos habrían sido destruidas por su propio padre para no ser empleados en su contra como prueba incriminatoria para su enjuiciamiento, teniendo en cuenta la severa represión que siguió a la toma militar de la localidad por parte de los insurrectos y que se prolongaría a lo largo de la interminable guerra y posguerra que le siguieron, para lo que gozaron los vencedores en su pretensión de borrar y hacer tabla rasa con todo cuanto hubiera estado relacionado con la II República, aparte de la acción de los militares sublevados y la persecución emprendida por el sector de la Guardia Civil que se sumó al golpe, además con la colaboración y el chivatazo de algunos convecinos.

Verano del año 1936. La misma escena se iba repitiendo en los pueblos andaluces con la entrada de las tropas rebeldes donde, los que se consideraban al margen de los acontecimientos políticos que se habían sucedido y no huyeron, fueron los primeros en sufrir la represión, ya que podían ser acusados de colaborar en la rebelión por haber tenido familiares en sindicatos o partidos políticos, o hasta por comer carne de animales que hubieran sido decomisadas, cuando no de auxilio a la rebelión cuando nadie se había rebelado sino intentado defenderse. Como le ocurrió al vecino de calle la Vaca que por abrir una zanja en su calle que se consideró una barricada para que no entraran por allí los sublevados, fue fusilado, o a Juan Téllez Gutiérrez, carbonero, que se chupó varios años de cárcel en las prisiones de Burgos, Puerto de Santa María y Madrid, por el solo hecho de haber sido vigilante para avisar al pueblo si venían los militares.
En ese instante en que Diego me fue contando lo que oyó de su padre de aquellos horribles días de padecimientos, me empezó a recorrer por la mente, hilvanándolos, los cuantiosos pasajes de crueldad que me han venido siendo narrados por otros tantos jimenatos veteranos, muchos de los cuales, a pesar del tiempo transcurrido y hallarse próximos al fin de su ciclo de vida, aún temerosos, me expresaron, tras soltar todo lo que han venido guardando durante décadas, el deseo de continuar en el anonimato.
Por todo lo anterior, no me resultaba extraño ni sorpresa alguna lo que me fue comentando Diego, imaginándome, al ponerme en la piel de su padre, los difíciles trances por los que debió de pasar durante aquellos días tan confusos como aterradores.

José Luque Huertas, dinámico empresario de Jimena, en cuyo bar familiar del barrio arriba se podían oír las salvajadas que emitía por la radio el general golpista, Gonzalo Queipo de Llano. Foto: Retratos de Jimena. Ediciones OBA.
Así, en los lugares que el sector del ejército sublevado fue ocupando, se iba cumpliendo implacablemente al pie de la letra la crueldad que destilaba el contenido de las las soflamas que cada noche gritaba el general Queipo de Llano, con su voz aguardentosa habitual, desde la emisora, Unión Sevilla, y que en Jimena, antes de la ocupación militar, se oía con temor, entre otros por el propio Salvador Rey cuando cada noche tras cerrar su barbería se desplazaba enfrente de la misma calle, unas casas más abajo, al bar de José Luque Huertas, que poseía una potente radio para las que había entonces.

Julio de 1936. El general Gonzalo Queipo de Llano desde radio Sevilla en sus diarias arengas de terror que sembraban el pánico en la mayoría de las zonas donde había fracasado inicialmente el golpe de Estado, sirviendo sus tremendas parrafadas para alimentar de odio y asesinato a sus seguidores, o para que estos mismos sufrieran la persecución de aquellos descontrolados que quisieron tomarse la justicia por sus manos antes que ser víctimas de lo que anunciaba que tenía que suceder.

Julio de 1936. Para colmo, en aquel tiempo de tensión, la simbiosis que hubo entre la jerarquía de la iglesia y los intereses de los grandes latifundistas y caciques con sus respectivos partidos monárquicos y de extrema derecha conspiraron permanentemente contra la IIª República desde su inicial proclamación. Después con el apoyo eclesiástico al golpe, y a la guerra que desencadenó a la que denominó Santa o Cruzada donde para permitir matar modificaron hasta el propio catecismo. Ello llevó a que en ciertos ambientes del republicanismo se exacerbara el anticlericalismo, llegando a pagar justos por pecadores. Aquí se observa, haciendo el saludo fascista, al general Gonzalo Queipo de Llano y al Vicario de la diócesis de Sevilla. Foto: José María García Márquez, historiador.
Frases de Queipo de Llano como la que lanzó la noche del jueves 23 de julio de 1936, una semana después de que nadie se hubiera movido en Jimena para apoyar su golpe de Estado: «Estamos dispuestos a aplicar la ley de forma inexorable…¡id preparando sepulturas!…Yo os autorizo a matar como a un perro…quedaréis exento de toda responsabilidad».
O como las que emitió el 29 de julio alentando a sus tropas a la violación femenina: “Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los cobardes de los rojos lo que significa ser hombre. Y, de paso, también a las mujeres. Después de todo, estas comunistas y anarquistas se lo merecen, ¿no han estado jugando al amor libre? Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen”… que llevaban a que Salvador, como los demás vecinos que lo escuchaban, se fueran acojonados a la cama por lo que podía suceder.

Ubicación del teatro y cine, «La Delicias», que hubo en Jimena en calle Sevilla en aquellos días, propiedad de José Luque Huertas, hecha la foto varios años después. Allí también se dieron bailes. Allí se ubicó luego la plaza de abastos. El bar que figuraba a continuación donde se oía por la radio con enorme pánico las peroratas intimidatorias que lanzaba por las ondas la emisora del general Gonzalo Queipo de Llano. En las parcelas que fue plaza de abastos, quedó como zona diáfana, es donde está situada actualmente parte de la plaza del Mirador, remozada por el constructor, Paco Bañón. Foto: Retratos de Jimena. Ediciones OBA.

El actual inmueble que sustituyó al que fue cine y teatro Delicias, titular de los hermanos Luque Huertas y más tarde ya en plena postguerra salón de baile regentado por Ernesto Cuenca Cobalea. Hoy hace esquina con la plaza del Mirador que ocupa también lo que fue el bar de José Luque Huertas y la Plaza de Abastos que existió en esa década de los años treinta del siglo pasado. Foto: Google Map.
Desperté de ese fatídico recorrido mental, paralelo a lo que de la guerra me iba contando Diego, donde fui entremezclando distintos escenarios temporales: aquella Jimena del 36 que tuvo que ser horrible, el pueblo que conocí donde el silencio sobre estos temas era sepulcral desde que fui chico hasta la adolescencia en que marché del pueblo a estudiar a Madrid, y el actual donde se constata que la desmemoria fue otra de las victorias del Régimen dictatorial.
Me siguió añadiendo Diego, que el comportamiento de su padre, Salvador, durante los años de la IIª República en Jimena fue exquisito, ajeno a cualquier consideración que pudiera haber sido calificada de exceso o delictiva; como la inmensa mayoría de los paisanos, me añadió, que considerándose inocentes de cualquier posible imputación contra ellos, a diferencia de lo que hizo su padre y otros tantos miles de jimenatos que fue «irse a patas» con su familia, huyendo desesperadamente ante el pavor, «¡que vienen los moros!», en cambio se quedaron en la localidad y sufrieron lo que no hay escrito.

Año 1924. Salvador Rocha Rey, un año después del golpe de Estado del general Miguel Primo de Rivera. Foto: Retratos de Jimena. Ediciones OBA.
Le contaba su padre que aquellos que se creían que era un golpe de Estado como el que trece años antes había protagonizado el general jerezano, Miguel Primo de Rivera, se equivocaron, aquello era otra cosa, un genocidio contra los que suponían que pensaban de forma distinta e imponían a sangre y fuego sus principios inquisitoriales.

Últimos días de septiembre de 1936, Jimena estaba vacía, tras la entrada de las tropas insurrectas, entre la mitad de la población que había huido con la toma del pueblo así como por el miedo de los que se quedaron a salir de sus casas ante la terrible represión que estaba sucediendo. Retratos de Jimena. Ediciones OBA.
Es más, para situar a su padre, ajeno a cualquier extremismo e incluso animadversión contra cualquier vecino por profesar una ideología contrapuesta, me contó Diego, como botón de muestra, la actitud complaciente de su progenitor ante la solicitud que le hizo un familiar de los veinte y un vecinos que por ser considerados de la derecha antirrepublicana y proclives a sublevarse habían sido detenidos el 24 de agosto de 1936 y encerrados en la ermita San Francisco, situada en el barrio abajo, por orden del Comité Político del Frente Popular local y sin acusación alguna, según argumentaron, para evitar que en el caso de que aparecieran por el horizonte los militares rebeldes que ya ocupaban la bahía de Algeciras se sumaran a la rebelión.
Bastó, por tanto, que la esposa de uno de esos arrestados le pidiera a Salvador su firma de apoyo para la puesta en libertad de todos ellos para no tener inconveniente alguno en rubricarla.

La ermita San Francisco de Jimena, donde el 24 de agosto de 1936 fueron encerrados veintiún vecinos considerados de la derecha antirrepublicana. A primero de septiembre, no obstante, irrumpiría un comando de la FAI de Ronda que, con la oposición total de la CNT local y el Comité del Frente Popular del pueblo, se llevaría a un total de 11 de estos detenidos, entre ellos los sacerdotes Marcelino y Justo, de los que 7 eran jimenatos, siendo posteriormente, en concreto el 9 de septiembre, fusilados cerca de la estación de Arriate. El resto permaneció en el mismo lugar hasta la entrada de las tropas rebeldes la mañana del 28 de septiembre de ese mismo año, que hallándolos ilesos fueron puestos en libertad: Foto: Pablo Jaime Bonilla.
Pues bien, como veremos más adelante, este hecho no fue correspondido cuando la situación se invirtió. Pero sigamos el orden cronológico de los acontecimientos.
Salvador, cuando huyó de Jimena con la entrada de las tropas insurrectas, inicialmente no acabó muy lejos. Con su mujer Ana, que estaba en avanzada estado de gestación, y con sus dos hijos pequeños, Eusebio y Anita, de cinco y dos años, se refugió en la finca La Habichuelas, situada no lejos de la Herradura, que era propiedad de un primo hermano de su esposa.
Poco tiempo después, ante el desasosiego por las noticias espeluznantes que llegaban del pueblo, emprendió camino hacia Málaga -allí había hecho la mili una década anterior, año 1926- antes que avanzaran más los sublevados por la costa y cortaran la carretera, dejándose en el citado cortijo a su familia. Su hijo José María, nacería pocos días después, ya en su ausencia.

Año 1926. Salvador Rocha haciendo la mili en Málaga. Foto: Retratos de Jimena tomo I. ediciones OBA.
En Málaga, sin que a nadie se lo comunicase, Salvador, considerando que no tenía vocación de héroe ni en su personalidad había una ideología muy marcada, solo estar contra las injusticias, para nada se le ocurrió irse de voluntario como miliciano a los frentes de guerra, sino que para que pasara el tiempo y todo volviera a su cauce, se colocó a nivel laboral en una peluquería, su oficio preferido, pretendiendo pasar lo más desapercibido posible. Más allá de esto, nadie supo luego ni donde estaba esa barbería ni donde se hospedaba.
Eso sí, que cada día estaba atento a que se pudiera normalizar la situación para retornar a Jimena cuanto antes al objeto de volverse a reencontrar con los suyos, en tanto a partir de diciembre todas las mañanas sufría los intensos bombardeos aéreos indiscriminados a que Queipo de Llano sometió la capital malagueña a la vez que seguía con su terrorismo radiofónico por su emisora sevillana: «¡canalla roja de Málaga, espera hasta que llegue ahí dentro de diez días! Me sentaré en un café de la calle Larios bebiendo cerveza y por cada sorbo mío caeréis diez».

Enero 1937. Efectos de los indiscriminados bombardeos franquistas contra edificios civiles de Málaga capital, que durante parte de diciembre y durante todo el mes de enero y primeros días de febrero tuvo que soportar Salvador Rocha con enorme espanto.
Por eso, cuando las tropas llamadas «nacionales», formadas por jefes y soldados italianos del ejército de Mussolini, entraron por los Montes de Málaga, en tanto los mercenarios rifeños lo hacían por la carretera de la costa, ocupando a principios de febrero la capital, Salvador no huyó sino que siguió, no sin susto, sin moverse en su oficio de barbero.

5 de Febrero de 1937. El ejército italiano perfectamente pertrechado y transportado, que a mitad del mes de diciembre había desembarcado con un total de 50.000 efectivos humanos en el puerto de Cádiz, bajando ya por la carretera de los Montes de Málaga para tomar la capital. Foto: Instituto de Filmografía Italiana (LUCE)

6 de Febrero de 1937. Material pesado italiano en las puertas de la capital malagueña. Foto: Instituto de Filmografía Italiana (LUCE)

6 de Febrero de 1937. Militares italianos cercando la ciudad de Málaga en las colinas que la circundan empezando a bombardearla desde tierra. Foto: Instituto de Filmografía Italiana (LUCE)

7 de Febrero de 1937. Las tropas italianas en las proximidades de la entrada a Málaga a través de la carretera de los Montes que comunica con Colmenar en tanto la Armada sublevada bombardeaba desde el mar la capital con sus baterías a través de los cruceros Canarias y Baleares, y 33 cazas Fiat y 34 bombarderos dominaban el cielo. Foto: Instituto de Filmografía Italiana (LUCE)

8 de Febrero de 1937. Militares italianos entrando triunfalmente en Málaga por el barrio de Olletas que da acceso en su zona norte a los Montes de Málaga, sin encontrar ya resistencia armada. Las autoridades civiles y militares republicanas ante la superioridad del enemigo habían huido excepto el alcalde, Eugenio Entrambasaguas Caracuel, perteneciente al partido centrista, Unión Republicana, que en un acto de dignidad prefirió quedarse en el Ayuntamiento y sería finalmente fusilado. Foto: Instituto de Filmografía Italiana (LUCE)

8 de Febrero de 1937. Las tropas Italianas entrando triunfadores en Málaga por calle Victoria, continuación del barrio de Olletas. Foto: Instituto de Filmografía Italiana (LUCE)

8 de Febrero de 1937. Las fuerzas italianas que tomaron el puerto de Málaga. Foto: Instituto de Filmografía Italiana (LUCE)

7 de Febrero de 1936. En tanto los italianos, entraron por el norte de la capital malagueña, “los moros” avanzaban al mando del duque Osuna tras haber conquistado Fuengirola y Benalmádena y lo hacían por el sur, a través de la conexión con la carretera de la costa. Fuente: http://www.lopezuenca.com

8 de febrero de 1937. Las tropas mercenarias marroquíes ya en el centro de Málaga junto al Gobierno Civil de «La Aduana».
Al no salir Salvador huyendo de Málaga -aparte de ahorrarse la penuria que significó también para muchos jimenatos, como para el médico de Jimena, Guillermo Ortega Durán, la familia de los López Morales de la Estación con sus hijos menores, o para la adolescente Ángeles Vázquez León con sus padres y cinco hermanos, entre tantos, en lo que se llamó «la juía» a través de la carretera de la muerte, Málaga-Almería, donde un total de 200.000 personas huyeron a pie y más de 5000 murieron entre los bombardeos de los rebeldes por mar y desde el aire- quedó atento a cuanto le pudiera llegar de Jimena así como mantenerse a escasa distancia para volver apenas que se dieran las circunstancias.

Febrero de 1937. De lo que se libró Salvador Rocha al quedarse en Málaga y no emprender «La Juía» por la carretera de la muerte, Málaga-Almería. Fuente: Foto de Hazen Sise, ayudante del doctor Bethune Norman.
Así estuvo Salvador, con el inmenso deseo de abrazar cuanto antes a su familia y conocer a su hijo José María que contaba ya con más de año y medio, cuando en el verano de 1938 haciendo caso a los cantos de sirena de la propaganda franquista que prometía perdón a cuantos volvieran de los lugares de origen de donde habían huidos, a los que les auguraba que no les pasaría nada siempre que no estuvieran manchadas de sangre sus manos, pensó que había llegado el momento de salir a la luz y regresar al pueblo. Así pues dejó la peluquería donde trabajaba en Málaga y se preparó para el regreso.
Resultó ser finalmente falso, un engaño más, convirtiéndose por el contrario el regreso para muchos paisanos en una trampa mortal más, donde irían cayendo unos tras otros en un nuevo drama.
Así, fue pisar Salvador nuevamente Jimena con la esperanza de unirse a su familia, cuando sería inmediatamente detenido bajo la acusación de haber realizado propaganda republicana, siendo encerrado inicialmente en los calabozos del antiguo edificio del ayuntamiento, distinto al actual en su tipología constructiva, cuya gran reforma se hizo posteriormente a finales de la siguiente década de los cuarenta bajo el segundo mandato en la alcaldía que a lo largo de esa postguerra interminable llevaría a cabo el maestro de escuela, Eduardo Periñán Guerrero.

Año 1938, A mano derecha, el viejo ayuntamiento de Jimena en calle Sevilla, con dos grandes balcones y a continuación otro menor ondeando dos banderas, la bicolor y la de Falange, antes de que sufriera una gran restauración tal y como lo conocemos hoy. A la entrada de la casa consistorial y a mano derecha se hallaban los calabozos donde encerraron a Salvador Rey. Frente al Ayuntamiento se hallaba la casa del médico, Guillermo Ortega Durán, que al huir la mañana en que los militares sublevados tomaron el pueblo, tras ser saqueada por los mercenarios marroquíes que acompañaron la ocupación de la localidad, fue incautada para establecerse allí el gobierno militar. A mano izquierda de la imagen y en primer plano, el cuartel de la Guardia Civil, hoy Casa de la Cultura, donde le sería comunicado a Salvador la orden de prisión por haber realizado propaganda republicana y desde donde más tarde salió la escolta que lo llevaría en tren esposado a Algeciras para ser nuevamente encarcelado ahora en la prisión del cuartel militar de Escopeteros, a la espera de juicio. Imagen: Recreación propia en base a testimonios de veteranos.
Todavía por tanto, en 1938, dicho inmueble municipal estaba constituido por una gran casona de dos plantas con tejado a dos aguas, ubicado en la misma parcela, a mitad de calle Sevilla, donde se halla hoy.
Esa prisión municipal, que continuaba totalmente hacinada de vecinos acusados de republicanismo, ahora con presos recientes constituidos por los que regresaban, seguía hallándose como en 1936, justo a mano derecha entrando por la puerta principal de ese antiguo edificio del Consistorio que daba a un patio cubierto interior bordeado de antiguas columnas.
El calabozo municipal, era un cuarto oscuro con cancela de barrotes de hierro como puerta y sin ventilación alguna, que solo albergaba en su interior a modo de mobiliario dos poyetes de piedra. Se hallaba bajo la vigilancia permanente, como empleado municipal, del entonces carcelero, que era el que, antes, durante y después de la guerra, mandaba en esa planta baja municipal.
A la izquierda de la entrada al ayuntamiento, había asimismo un aljibe cuya agua se empleaba para la limpieza y baldeo de las calles, y en verano, cuando faltaba el líquido elemento en el pueblo, las mujeres se personaban con sus cántaros al cuadril para cubrir sus necesidades domésticas.
Me contó Diego que aún, cuando ingresó su padre en ese inmundo cuchitril, sacaban a detenidos al amanecer para fusilarlos junto a la tapia del cementerio.

Entrada al cementerio del Castillo en cuyas paredes serían ejecutados muchos jimenatos que no huyeron por considerar ingenuamente que su no militancia política en partidos republicanos o en sindicatos obreros les libraba de la represión emprendida por orden de las nuevas autoridades militares. Foto propia.
Pues bien, cundiendo la alarma en la familia, y en reciprocidad a la firma que en el verano de 1936 había prestado Salvador Rocha, solicitando la libertad de los detenidos de derechas que fueron encerrados en la ermita de San Francisco, su esposa Ana, desesperada, se presentó en el domicilio particular, sito en el primer tramo de calle Sevilla, de la misma familia, que además era muy religiosa, que demandó la rúbrica; ahora, a la inversa, en petición de la puesta en libertad de su esposo.
Obtuvo, por parte del que fue puesto en libertad con la entrada en el pueblo de las tropas sublevadas y sin que le hubiese sucedido percance alguno más allá de haber estado encerrado en la referida ermita durante treinta y cuatro días, la siguiente y exabrupta respuesta: «yo no firmo nada por los rojos».
En este ambiente de decaimiento familiar, ante el encarcelamiento de Salvador Rocha y la impotencia de la familia para que saliera libre, a la vez que temiendo por su vida ante la espantosa pesadilla que seguía aconteciendo con los fusilamientos discrecionales que a diario se seguían sucediendo desde la misma celda en que estaba detenido, su parentela puso en aviso a un influyente hermano suyo, de nombre José, que vivía en Sevilla y que, aparte de haberse afiliado a Falange por si las moscas, gozaba de cierta condescendencia en los círculos allegados al general, Gonzalo Queipo de Llano, que era el que mandaba en Andalucía desde el primer momento de la sublevación militar cuando en la audaz operación relámpago que efectuó bajo el engañoso grito de, ¡Viva la República!, lo que le llevó a controlar Sevilla capital y sin compasión empezar a realizar su radiofónica matanza proclamada.

Verano del año 1938. José Rocha Rey, hermano de Salvador, hallándose domiciliado en Sevilla tuvo que pertrecharse de jefe falangista y trasladarse a Algeciras para que su hermano encarcelado fuera puesto en libertad sin cargos. Foto: Retratos de Jimena. Ediciones OBA.
Ello llevó a que aprovechándose de la confusión y el caos reinantes que persistía en ese tiempo, José Rocha Rey, enterado de la gravedad del asunto de su hermano y sin pérdida de tiempo alguno, se vistió con el uniforme azul de un jefe de la Falange Española de la capital hispalense y se presentó, no en Jimena sino en Algeciras donde ya había sido trasladado Salvador en tren, esposado y vigilado en todo momento por la Guardia Civil del cuartel del pueblo.
De esta forma de azulado vestido, José se personó en Algeciras, causando enorme respeto en su firme ademán y saludo brazo en alto a todo el que se iba encontrando en las distintas dependencias oficiales que iba visitando. Sus pesquisas acabaron conduciéndole finalmente a la cárcel donde había sido encerrado su hermano, Salvador, Era la prisión militar del cuartel de Escopeteros, por la calle Convento, posiblemente para ser sometido a un juicio sumarísimo.
Tenía fama esa instalación militar durante esos días de que pocos de los que entraban, salían con vida. De ahí que se vanagloriaran los falangistas de Algeciras en sus comentarios de que en ese cuartel daban muchos «cafés».

1938, Cuartel de Escopeteros en Algeciras donde fue trasladado a su prisión Salvador Rocha, tal vez para someterse a un juicio militar. Foto: Familia Rivera. Portal de Facebook «Memoria de Algeciras».
La eficiente gestión de José sirvió para que su hermano Salvador fuera puesto inmediatamente en libertad y sin cargo alguno, previa firma de un papel de descargo que le pusieron por delante y cuya copia conservó para su seguridad en su nueva vuelta a Jimena, regresando por fin sano y salvo a su casa familiar.

verano de 1938. El pliego de descargo que tendría que firmar Salvador Rocha Rey en la cárcel de Algeciras para ser puesto en libertad y sin cargos gracias a la gestión de su hermano José evitando que fuera enjuiciado por un tribunal militar con no se sabe qué pena le hubiese podido recaer. En este escrito se obvia su condición de corresponsal del diario «Ahora» en Jimena. Asimismo, también figura, para orillar cualquier atisbo republicano, la hoy «calle Sevilla» (aún no le había sido puesto el nombre de «José Antonio Primo de Rivera» en su primer tramo y el de «Héroes de Toledo» en el segundo como constó bajo el franquismo), no con el nombre de «14 de abril» con el que estuvo bajo la IIª República sino con el de «Reina de los Ángeles» que se le puso con anterioridad bajo la dictadura de Primo de Rivera a iniciativa del entonces alcalde local, Gonzalo Vallecillo Jiménez. En el mismo sentido, bajo la monarquía de Alfonso XIII, en su primer tramo, esta calle, cuyo nombre siempre estuvo al socaire del momento político, se llamó, «calle Conde de Niebla», título heredero de la casa ducal de Medina Sidonia, que fueron los dueños de Jimena, y en el segundo tramo, a partir de las cuatro esquinas del barrio arriba, «calle Sagasta», nombre del político de la Restauración del siglo XIX. La denominación de «calle Sevilla» que a pesar de los cambios coyunturales políticos siempre se mantuvo históricamente en el lenguaje popular se debe a que en el ancestro fue la cañada que como camino de tránsito ganadero unía el Campo de Gibraltar con la capital andaluza. Fuente: Diego Rocha Sánchez.
Salvador Rocha, a partir de entonces nunca más fue molestado en Jimena, desarrollando su vida discreta en los oficios ya referidos de dentista y sacamuelas, al que añadió, a lo largo de la dilatada e interminable posguerra que le sucedió, el de comercial como representante de varias firmas empresariales.

Año 1936. Diego Meléndez Ramos, alcalde de Jimena fue nombrado el 6 de octubre de 1936, tras la ocupación de Jimena por los sublevados del 18 de julio. También estuvo designado edil antes de la llegada de la Segunda República, así como presidió la Comisión Gestora municipal previamente al triunfo electoral del Frente Popular. Fue uno de los que estuvieron encerrados en la ermita de San Francisco y salió en libertad e ileso con la entrada de las tropas sublevadas, no así los guardianes que velaron por las vidas de los encerrados y no huyeron por considerar el papel que habían desempeñado como eximente que serían inmediatamente fusilados. Fuente: Retratos de Jimena. Ediciones OBA.
La normalidad de la situación que a partir de entonces vivió Salvador, bajo la protección a distancia de su hermano domiciliado en Sevilla, fue de tal grado, que poco tiempo después se convirtió en el barbero preferido por el maestro de escuela, Bernardo Periñán Guerrero, chiclanero de origen y de familia de bodegueros, que desde el 14 de junio de 1938 ejerció el bastón de mando municipal, tras sustituir en la alcaldía a Diego Meléndez Ramos, que fue el designado el 6 de octubre de 1936 para regir el ayuntamiento por las nuevas autoridades militares que tomaron el pueblo.

1952. Diego Rocha Sanchez a la derecha de la imagen, con su hermano Jorge, en la escuela donde impartía clase el maestro y alcalde, Bernardo Periñán Guerrero, que tan amigo se hizo de su padre. Fuente: Retratos de Jimena. Ediciones OBA.
Y fue este mismo maestro quién también empezó a darle clases al niño Diego Rocha, en el soberao en cuyo bajo vivió el docente con su familia, inmueble situado en calle Sevilla, ya había sido bautizada como José Antonio Primo de Rivera, que fue escuela nacional. Se hallaba entre las casas de la ferretería de Ferrer y la tienda de Tejidos Núñez, muy cerca del Ayuntamiento.

A mano derecha, el tejado sobre el sobrerao donde dio clases el maestro, Bernardo Periñán Guerrero, y vivía con su familia en su planta baja. En el tejadillo anterior que apenas asoma, la tienda ferretería de Juan Ferrer Rodríguez, que también fue alcalde en los últimos momentos de la monarquía y cesó con la llegada de la República donde fue un destacado masó sufriendo con la llegada del franquismo, la represión consiguiente. Enfrente habitaba el que también fue alcalde del pueblo en un breve periodo de tiempo, desde la primavera de 1922 hasta septiembre de 1923 en que tuvo lugar el golpe de Estado de Primo de Rivera y al que le salió un hijo anarquista en el periodo del inicio de la guerra. Y más abajo, el mirador y la casa de los Marinas, cuyo padre, José Marina Soria, relevó como alcalde a su vecino, Luis Medina Tovar, y su hijo, el médico, Juan Marina Bocanegra acabó casándose en 1939 con su hija, María Medina Corbacho. Hoy, la casa de Ferrer es el Centro de la Memoria Histórica de los asesinados por el franquismo en la Sauceda, una se cuyas fosas comunes fue exhumada en la finca El Marrufo. La casa que sirvió de escuela y residencia del maestro es la Casa Verde de la organización ecologista campogibraltareña de Agadén y la casa de los Marinas es el bello hostal Henrietta, en tanto la de Medina Tovar, donde más tarde viviría la familia del veterinario Isidoro Sánchez, familiar del anterior, se mantiene idéntica. Fuente: “… Y al Sur, el Sur”, de Fernando Quiñones. Foto de Josep Capellá. Ediciones OBA.

La fachada de la escuela nacional en calle Sevilla donde en su primera planta impartió sus clases el maestro y alcalde, Bernardo Periñán Guerrero, en tanto en la planta baja vivía con la familia. El ayuntamiento, a muy poca distancia más arriba en la misma acera. Y la casa que a continuación figura, en mi época escolar, ya que también esta fue mi escuela, era la tienda Tejidos Núñez, hermano de Pedro Núñez. Foto propia.
Bernardo Periñán Guerrero, ocupó plaza de magisterio en Jimena en el curso 1935-36 como primer destino como titular. El 18 de julio de 1936, le pilló el levantamiento militar encontrándose de vacaciones escolares en Conil de la Frontera, lo que aprovechó para el 1 de agosto crear allí Falange Española, no personándose nuevamente en el pueblo e incorporado a su puesto de maestro y a dicho partido hasta días después de la entrada de los militares.
Se libró de ir a la guerra ante la discapacidad que portaba en una pierna por un accidente anteriormente sufrido. Fue nombrado alcalde en la localidad en dos etapas distintas, separadas por cuatro años menos diecinueve días, -entre medio estuvo de primer edil, el jimenato, Pedro Quirós Piñero-, al ser destinado a últimos de 1943 a Conil donde estuvo de maestro y también de alcalde. En 1957, abandonó definitivamente Jimena, donde tuvo su único hijo, a su nuevo destino de magisterio en Cádiz.

Año 1954. Bernardo Periñán Guerrero, maestro nacional y alcalde, junto al párroco. Francisco Sánchez Barrugán. Fuente: Retratos de Jimena. Ediciones OBA.
La familiaridad del alcalde Periñán, que gozaba de una enorme influencia en las círculos allegados a los gobernadores civiles de Cádiz, sobre todo a través de los Mora-Figueroa, que llegó a tener con el barbero Salvador Rocha llegó a ser de tal grado de cordialidad y confianza que le encantaba al primer edil mostrarle en la misma peluquería, portándolas en una cajita, las medallas y las cruces de méritos que le habían sido concedidas.

La peluquería de Salvador Rocha sería heredada por su hijo mayor, Eusebio. Aquí lo vemos en plena faena, pelando a Francisco Conde, en tanto espera y observa cómodamente sentado dándole al palique, Juan Gómez, el cartero, otro vecino que también tenía ascendencia republicana. Foto: Retratos de Jimena. Ediciones OBA.
Y con esta referencia al citado regidor y su relación con Salvador Rocha y luego con su hijo Diego, me dispongo a ir concluyendo este relato que a su vez me llevará a un próximo capítulo a dedicarlo en plan monográfico a la historia del Ayuntamiento de Jimena, así como a publicar también las notas sueltas que los comentarios de Diego Rocha sobre la guerra civil me han obligado a tener que investigar, contrastar y precisar, así como la bibliografía consultada y la relación de los nombres de los vecinos y especialistas colaboradores que me he visto obligado a interrogar, todo ello teniendo aún pendiente de finalizar la historia de los Larios y su posterior paso de la SIAG a manos de Juan March Ordinas. O sea, que no dispongo de tiempo para aburrirme.

El diario madrileño de edición nacional ,»Ahora», que tuvo vida a lo largo del periodo 1930-1939, en su inmensa mayoría bajo periodo republicano, fue recuperada su cabecera en el año 2015 por el periodista, especialista en informaciones del Congreso de Diputados, el célebre, Miguel Ángel Aguilar, como semanario de papel que salía los viernes. A pesar de su calidad y rigor, tuvo efímera vida en plena época cuando no solo aún coleaba la crisis económica y con ella la de publicidad pagada en los medios sino sobre todo por la de la prensa de papel donde Internet ha hecho fuertes estragos. A ver si a través de él fuera posible recuperar las crónicas de Salvador Rocha escritas desde Jimena en el periodo republicano. Foto: elEconomista.es.
Posted on noviembre 30, 2018
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